Estoy en Mons a 50 kms de Bruselas donde trabaja mi yerno Miguel y naturalmente con él está su mujer que es mi hija Marta- Por si no habías caído hoy es San Faustino y Santa Jovita, menos mal que no nací mujer porque Faustino no es especialmente bonito pero mira que llamarse Jovita, eso si que es para nota. y aquí estoy en Mons pasándolo. Esta tarde hemos estado en Lille y la verdad es que me ha gustado. Tiene unas placitas muy bonitas y se puede parecer a París, por supuesto que en pequeño, pero está muy bien.
No puedo comentar nada respecto al capítulo de ésta semana porque debo reconocer que no lo he leído o sea que le doy a copiar y pegar y todos tan amigos.
Un beso
Tino Belas
CAPITULO
4.-
Juan
estaba sentado en el salón de su casa de la capital, nueve de la noche de un día cualquiera de
verano. Hacía calor, un calor pegajoso como ninguno de los años anteriores, lo
que hacía que las gotas de sudor le resbalaran por la nuca. Su mirada se
concentraba lejos, tan lejos como se lo permitían sus años, pero hacía delante
no veía nada, Hacia atrás por supuesto que si, pero hacía delante nada de nada.
En vista de eso, trataba de recordar los momentos malos que todos tenemos en la
vida, pero parecía como si alguien los hubiera borrado, como se arranca un
folio de una carpeta de anillas que solo necesitas un leve movimiento para
sacarlo y sustituirlo por otro en blanco que nos permitiera reescribir la
historia. ¿Quería, de verdad, cambiar todo lo anterior? y si no quería ¿por qué no se acordaba de casi
nada? ¿Sería Alzhéimer o es que empezaba a chochear sin más? Algún día debería
hacérselo mirar porque era una cosa rara y difícil de explicar. Sin embargo todo
cambiaba en cuanto llegaba a su casita de pueblo y atravesaba el umbral del
campo. Entonces su vida, hasta entonces escrita en un libro en blanco, se
transformaba en una novela de letras grandes, legibles y muy claro. Aquella
casa de campo, el silencio, el porche con su maravillosa vista dominando todo
el valle, el silencio, los sillones
perfectamente alineados delante de una amplia cristalera, el silencio, los
paseos andando o en bicicleta con Ana en el trasportín, el silencio, el croar
de las ranas en el estanque próximo, el silencio, los días de visita a los
vecinos, el silencio, el despertarse todos los días a la misma hora
coincidiendo con la luz del alba sin necesidad de despertador, el silencio, la
compañía de Ana, el silencio, el piar de los pájaros, el silencio, las noches
de tormenta con sus ruidos de diferentes tonos envueltos en el permanente
silencio. El silencio, siempre el silencio que lo envolvía todo en cuanto el
sol se abandonaba detrás de las montañas.
Juan era consciente que se iba volviendo cada vez mas callado como si tuviera
miedo que sus palabras alterasen el orden natural de las cosas. Su voz se iba
haciendo mas suave y en aquellas interminables conversaciones con Ana mientras
contemplaban como las estrella se iban haciendo dueñas y señoras del
firmamento, iban surgiendo situaciones que le permitían recordar aquellos años
que había casi desaparecido de su memoria.
Una
noche, a la luz de una vela con olor a
miel, se acordaron de sus hijos e hicieron un recorrido, que ahora se llamaría
virtual, por las vidas de sus cuatro hijos, desde que nacieron hasta ahora.
Eran cuatro y tan distintos ¿verdad? – Ana miró hacia un grupo de estrellas que
parecían darle la razón – si no fuera porque los he parido yo y se quien es su
padre, pensaría que eran de distintos hombres por lo diferentes que son entre
si. Fíjate, por ejemplo ¿a quien habrá salido Juan?
-
A mi desde luego
que no – Juan padre se revolvió en su hamaca – yo desde que nací he sido
bastante listo, pero con los libros era un auténtico desastre y mi padre, como
luego así fue, siempre decía que conmigo no había posibilidad de hacer carrera
y sin embargo Juanito nos ha salido una lumbrera.
-
¿Te acuerdas
cuando de niño se quedaba estudiando hasta las tres y las cuatro de la mañana y
se levantaba a las siete para no perderse ni una clase?
-
Si, pero eso en
la carrera pero ya en el colegio era un magnífico estudiante ¿te acuerdas
cuando nos llamó el cura del colegio para decirnos que era el número uno?
-
¡Como no me voy a
acordar! Ana bebió un poco de agua – me acuerdo como si fuera ahora mismo y
también de tu reacción que para mi fue de lo mas sorprendente. Primero estabas
contento, pero cuando volvíamos a casa en el coche me comentaste, así como
quien no quiere la cosa, que esperabas que cuando fuera a la Facultad espabilase porque si no en la vida no le iría muy bien
-
¿Y espabiló?
-
Yo creo que si
-
Pues yo creo que
no
-
Pero vamos a ver
Juan, no seas cabezota ¿tu crees que si no hubiera espabilado tendría el
puestazo que tiene?
-
En el tema
profesional está claro, no hay nada que discutir, sin duda – Juan se quedó
callado unos segundos – ya sabes por donde voy
-
¿Todavía sigues
con eso? Yo pensé que se te había pasado
-
¡Como se me va a
pasar! Sigo pensando que eso de tener cuarenta años
-
Cuarenta y dos,
Juan
-
Bueno, pues mejor
me lo pones, cuarenta y dos años y en todo ese tiempo ni una sola vez nos ha
hablado que tuviera una novia o un ligue o algo por el estilo. Estarás conmigo
que es un poco raro ¡o no!
-
A mi no me parece
tan raro. La gente ya no es como antes y las necesidades de cada uno son distintas.
A este chico siempre le han llenado su profesión y los libros o es que no te
acuerdas cuando nos lo encontrábamos debajo de la mesa de la biblioteca de
Gerardo y María leyendo “El Quijote” o cosas por el estilo ¿Te acuerdas o no?
-
¡Y que!, ¿con eso
que me quieres decir? ¿que era un poco raro? A esa edad los niños juegan al
futbol, se llenan de barro, rompen las zapatillas de deporte, se rompen algo
jugando, se dan de tortas con los del pueblo y sin embargo este hijo nuestro
todo el día con los libros a cuestas
-
¿Y no habremos
tenido nosotros la culpa?
-
¿Nosotros? – Juan
paseó su mirada inquieta por el ancho valle - ¿Cómo vamos a tener nosotros la
culpa? Serán los genes o yo que se, pero nosotros no hemos sido. Desde luego
que por mi parte y estoy seguro que también por la tuya, hemos puesto todo lo
que teníamos que poner y luego él ha salido como sea, pero no se puede decir
que nosotros le hemos ayudado.
-
Querido – Ana
nunca se callaba ante ese tema – te estás equivocando de medio a medio. Yo no
te preguntaba por eso entre otras cosas porque tú das por supuesto que Juan es
homosexual y aunque no lo digas así de claro si que lo piensas, pero no lo es
Juan, convéncete, no lo es porque esas cosas se notan y una madre enseguida se
daría cuenta. No lo es y el que viva en San Francisco no quiere decir nada
porque no toda la población será gay ¿no crees? y en lo referente al tema de
los libros, nosotros y digo nosotros por no decir tú, hemos contribuido a que el niño no quisiera
salir de casa y por lo tanto, aunque indirectamente, algo le hemos perjudicado
cuando tú le comprabas aquellas novelas que eran como para muchos mas mayores
que él y se sentaba y se las leía de un tirón. Incluso me acuerdo que había
noches que nos teníamos que levantar para apagarle la luz porque se dormía con
el libro entre las manos y ¿alguna vez le dijimos algo? Era como un niño
distinto, diferente y bien orgullosos que estábamos de nuestro hijo mayor. El
paso por la Universidad
y los múltiples viajes a Brasil con aquella compañía que le pagaba los viajes
para que descubriera la fórmula magistral de una especie de líquido que fluía
de unas palmeras eso fue lo que le cambió
-
Pueden pasar
todos los años que se quiera que todavía tengo grabada como si fuera ahora
mismo la cara que traía después del
primer viaje y lo mas importante, el sobre con un montón de dinero. El tío
estudiaba a todas horas para descubrir el secreto y al final lo consiguió y le
dieron la beca para estudiar en Estados Unidos. Fueron casi tres años sin verlo
y el cambio fue importante. Posiblemente entonces no nos quisimos dar cuenta,
pero volvió que parecía otro, menos obediente, como más discutidor, en fin,
otra persona que nuestro Juan y ¿Qué me dices de su manera de vestir?
-
No, eso no,
vestía moderno, como viste la gente joven de ahora, pero mas que eso, para mi
lo peor era el cambio en su manera de pensar y se pasaba el día discutiendo
contigo.
Juan
se paseaba por la terraza tratando de recordar mil y un detalles de aquellos
meses que pasó en casa hasta que se fue a vivir a Estados Unidos. Entonces ya
era todo un señor investigador
-
Menuda discusión
tuvimos una vez en el comedor por culpa de la Misa , me parece que pasó hace dos días y entonces
Juan tenía veinticinco años.
-
Veintiséis si no
te importa, acuérdate que los cumplió un año antes de venirnos de Estados
Unidos.
-
¡Que más da! El
tema iba porque la juventud acudía cada vez con menos frecuencia a la Iglesia y nos
preguntábamos si era por la sociedad que nos había tocado vivir, por los curas
que había muchos que en todas las Misas de los Domingos se merecía que los
echasen por contribuir a que disminuyera la afición por ese Sacramento o por el
ejemplo que les dábamos nosotros, aunque nosotros teníamos claro que por
nosotros no era porque no faltábamos ningún Domingo, aunque también es cierto
que muchas veces en casa comentábamos que no sabíamos para que íbamos, pero
nunca nos planteamos no ir. Igual que nuestros hijos venían a Misa porque si y
al poco de llegar Juan de Brasil, hubo un día que se rebeló, dijo que ya tenía
edad para hacer lo que le diera la gana y que no pensaba volver nunca mas a una
Misa ni con nosotros ni solo.
-
Y tú te pusiste
como un loco ¿te acuerdas?
-
Claro, pero en mi
defensa tengo que decir que todas las cosas hay que verlas en su momento. Me
pareció mal que dijera que no volvía a
Misa, pero bueno eso se podía pasar porque efectivamente ya era bastante mayor,
pero por lo que no pasaba era por el mal ejemplo que estaba dando a sus
hermanos y sobre todo porque era un acto de desobediencia que en esa casa no
era muy corrientes. Intenté que se fuera del salón, pero por primera vez en mi
vida, me obligó a razonar y tuve que ceder parte de mi autoridad. Me sentó
fatal y hasta lo comenté con D. Leonardo, mi confesor, pero tuve que admitir
que con veintitantos años no se puede obligar a nadie a hacer lo que no quiere
y a pesar que casi lo había echado de casa, tuve que rectificar y llegamos a
una especie de pacto, él no presumía ante sus hermanos que no iba y yo le
permitía quedarse en nuestra casa.
-
Cada día me
impresionas más, Juan, tienes una memoria de caballo ¿Cómo es posible que te
acuerdes hasta de esos pequeños detalles?
-
No tiene ningún
mérito y menos en este caso porque como tú bien sabes en casa se hacía siempre
lo que yo decía y todo el mundo a obedecer que para eso era yo el que llevaba
el dinero ¿te acuerdas que eso lo repetía cada dos por tres? ¡que horror! Ahora
me doy cuenta que me equivoqué y lo mejor para llevarse con los hijos es el
diálogo y no el régimen dictatorial. En casa se va a Misa porque lo digo yo y
el que le moleste que se vaya ¡que animalada!
-
Era lo que había
entonces, el marido trabajaba en la calle y la madre se quedaba en casa
cuidando a los hijos. La mujer tenía siempre la opción del silencio, pero nunca
llevarle la contraria al que aportaba el capital.
-
Es curioso lo
muchísimo que he cambiado en eso y todos gracias a aquel día en que tomamos la
decisión de guardar la vieja televisión que presidía el cuarto de estar y
obligarnos a permanecer sentados por lo menos una hora diaria. Aquello fue el
principio del fin de mi autoridad y el inicio de lo que luego ha sido una
familia que se lleva razonablemente bien... Hasta ese momento había sido una
familia que ocupaba un espacio, pero no unida o si se quiere unida porque lo digo
yo. Desde aquel momento las decisiones se tomaban en plan democrático, de común
acuerdo y lo que al principio me pareció una pérdida de autoridad, se convirtió
pasados unos meses en una manera de vivir y de enfocar los problemas mas
racionalmente. Pasé de ser un ordeno y mando a uno mas.
-
También influiría
la edad de los niños
-
Naturalmente.
Juan bebió un poco de vino – no es lo mismo discutir con un niño de ocho o diez
años que hacerlo con tres mozos y una casi moza que era Ana, la pequeña que
completaba la familia numerosa.
El
hecho que Juan viniera de Brasil que para su padre era como venir del mas allá
y que los temas a tratar fueran primero analizados y luego una lenta búsqueda
de soluciones le permitía disponer de tiempo para buscar sus alegaciones que,
en muchos casos, eran rebatidas por sus hijos y en otras se confirmaba que no
todas eran negativas. Con el paso del tiempo se convirtió en padre y no en un
señor que solo aportaba dinero y autoridad, sin aportar ideas ni diálogo y casi
sin darse cuenta se encontró cada vez mas encumbrado en su papel de toma de
decisiones conjuntas. Lo malo fue que todo aquello ocurrió después de
veintimuchos años y eso es lo que le daba pena. Eran años perdidos y en esta
vida eso es lo único que no se recupera como repetía con frecuencia. Se dio
cuenta que en aquella época era tan pobre que lo único que tenía era dinero y
encima se creía que solo con eso se resolvían todos los problemas y
naturalmente no era así.
Cuando
Juan planteó que se iba a vivir definitivamente en Estados Unidos, el padre no
tuvo mas remedio que aceptarlo porque, como bien decía su hijo, su vida, su
trabajo y hasta la mayoría de sus amigos estaban en San Francisco y no se
consideraba integrado cada vez que venía a España. De hecho, al principio, volvía
cada tres o cuatro meses y desde hacía por lo menos tres años solo venía en
Navidades y cada vez menos. Lo único que Juan consiguió de su hijo es hablar
con él todos los sábados por teléfono al principio y luego por Internet y se
dieron cuenta que enseguida se agotaban
los temas de conversación y así siempre acababan hablando de política que era
muy socorrido y llenaba los últimos minutos y eso que los planteamientos eran
diametralmente opuestos según se mirase desde este o el otro lado del Atlántico.
Juan
padre era un empresario que ganaba suficiente dinero como para mantenerse en
una posición económica desahogada, pero con unos conocimientos adquiridos con
la práctica diaria, sin estudios de marketing ni nada por el estilo, lo mismo
que el Fari que aprendió en la
Universidad del Taxi, de la misma manera Juan aprendió en la Universidad de la
vida. Las cuentas de sus diferentes empresas las llevaba en una pequeña libreta
que guardaba en el bolsillo trasero de su pantalón y se reía cuando le hablaban
de profesionalizar la gestión. Contaba con frecuencia que una vez su segundo
hijo, Carlos, se puso tan pesado que contrató los servicios de una empresa
americana para que le asesoraran y duró cuatro horas. Se acordaba perfectamente
de aquella conversación que se desarrolló en su despacho de entonces que estaba
ubicado en una esquina de la “Imprenta Castilla”. Era un cuadrado mínimo al que
se accedía a través de máquinas de imprimir, rollos de papel, toneles con tinta de diversos colores, todo
ello impregnado de un olor a papel usado. El despacho tenía una silla de hule
verde, una mesa de 2x1 y dos sillas también de hule verde. La decoración estaba
compuesta por una repisa con doce archivadores distribuidos de la A la Z, un almanaque con una
imagen de la Virgen
del Carmen y otro mas pequeño encima de la mesa, de hojas individuales para
cada día con las hojas engarzadas en dos anillas. Al lado un bolígrafo imitando
una pluma de ave que era el testigo principal de todos los vaivenes de la
empresa.
El
experto americano, vestido con un traje gris, corbata de vivos colores, pelo
engominado, uñas recortadas y voz firme y segura, se enfrentaba al dueño de la
empresa Don Juan que estaba sentado a un
lado de la mesa con una especie de mono de trabajo lleno de tinta hasta el
cuello preguntando y respondiendo en aquella primera entrevista
-
No le puedo
contestar con exactitud, pero desde luego seguro que menos que el año pasado
-
¿Me permitiría
ver los albaranes?
-
Por supuesto
-
Bien – el experto
se rascó la frente – si eso es así, lo que tendré que comprobar, es evidente que la imagen de la empresa tiene
que cambiar. Eso lo primero ¿tiene una tarjeta?
-
Faltaría mas –
Don Juan padre abrió la cremallera del bolsillo superior izquierdo del mono y
extrajo un lote de ellas y se las entregó – estas son las últimas que nos
quedan, pero como estamos en una imprenta si necesita hacemos mas en un
momento.
-
¿Me permite? – D,
Juan se las entregó – Veamos lo primero que tenemos que estudiar es el nuevo
logotipo porque la tarjeta tiene que ser la imagen de la empresa y en esta que
tengo en la mano lo que mas llama la atención es la antigüedad
-
¿Y que tiene que
poner? ¿no llega con Imprenta Castilla y el número de la calle?
-
No hombre no – el
experto americano lo miró con desprecio – Eso era antes, ahora hay que buscar
algo como mas actual ¿Qué le parecería por ejemplo “Diseños gráficos Central
Park?
-
¡Como dice! – D,
Juan no daba crédito a lo que estaba oyendo
-
Si, mi querido
cliente, si, diseños gráficos porque suena mucho mejor que imprenta y Central
Park es una forma elegante de definir a Castilla. Estoy seguro que a cualquiera
que le entregue esa tarjeta, con un logotipo en el que se entrecrucen las
letras D, G C y P, percibirá un aroma a modernidad, hará unos pedidos de mayor
calidad y por lo tanto la facturación subirá como la espuma. Por otra parte,
los ratios de productividad, siniestrabilidad y el ram entre papel y tinta
serán analizados semanalmente por alguno de nuestros expertos y así en el hipotético caso que apareciera un
Inspector de Trabajo pondríamos a su disposición todos y cada uno de los
procedimientos ajustados a ley. Además – el experto americano parecía un
iluminado, puesto en pié concretaba los cambios – este despacho tiene que estar
ubicado al lado de la puerta de entrada, los muebles serán de diseño, la
secretaria debe ser joven y llevar una bonita minifalda haciendo juego con el
pañuelo que llevará anudado a su cuello y en cuanto a usted, D. Juan, fuera el
mono y a partir de nuestra próxima colaboración usted tiene que vestirse mas
deportivo, como mas moderno, si quiere sin corbata pero con aspecto mas de
innovador, de hombre que se come el mundo.
-
Perdone Señor
¿Cómo dijo que se llama?
-
Carlos Van Halen
-
Bien Señor
Viejales – D. Juan se removió inquieto en la silla – tengo la impresión que
aunque usted sea amigo de mi hijo Carlos
-
Perdone –
interrumpió el experto – no amigo sino compañero y es un gran tipo. Los dos
trabajamos en la empresa “Consulting Holding Express S.L.”
-
Bueno, me da
igual, pues compañero y amigo de Carlos. Me da la impresión que usted cree que
esta imprenta es una multinacional y se equivoca ¿sabe? Y pretende introducir
los mismos criterios y yo no digo que eso no esté bien, Dios me libre, pero no
es lo que ando buscando porque entre otras cosas ¿cuánto tendría que invertir?
-
No le puedo
contestar con exactitud porque todavía tengo que hacer algunos números pero en
unos días recibirá un dossier completo en el que no solo nuestra empresa le
explicará toda la inversión a realizar sino también una mejor planificación de
su plantilla actual y una definición de los puestos de trabajo que para el
desarrollo de nuestro proyecto serán necesarios.
-
¿Me está diciendo
que tengo que meter mas dinero en la empresa, dinero que por otra parte no tengo y además ampliar la
plantilla? ¿Le he entendido bien?
-
Si, Don Juan, si,
eso es lo que estoy diciendo. Una empresa moderna necesita endeudarse hasta el
límite de lo razonable, crecer pero siempre en base a la productividad y para
eso tiene necesariamente que rejuvenecer la plantilla.
-
Espere un
momento, Sr. Viejales
-
Perdón, Van Halen
-
No vaya tan
deprisa porque me pierdo. Casi estoy pensando que voy a asimilar primero todo
lo que hemos hablado y dentro de unos días le doy una respuesta ¿Le parece
bien? Encantado y hasta la vista.
La verdad es que no esperaba tener capítulo este finde. Sabía de vuestro viaje y me he llevado un alegrón ...
ResponderEliminarCantidad de información en este capítulo. Ya vamos situándonos. Genial; tiene buenísima pinta
Recuerdos a Marta y a disfrutar de la familia
Bss
Entre laconada y Puentedeume casi llego con el siguiente capítulo. La novela va muy bien. Este Juan es un tipo listo, ha sabido sacarle el máximo partido al trabajo, la familia y la vida de pueblo y todo con un sentido práctico de la vida. Solo le falta tener nietos porque es lo mejor que tenemos.
ResponderEliminarUn abrazo
Creo que es, por ahora, lo mejor que has escrito! Me voy a por el siguiente capitulo que voy con retraso!
ResponderEliminarMarta
Me encantan las historias de su casa cuando vivian en la ciudad...... ahor a disfrutar de la vida en el campo.. Voy a leer el siguiente oues voy un poco atrasada. Besos.
ResponderEliminarQue bueno! Lo mejor hasta ahora sin duda!
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