sábado, 9 de febrero de 2013

EN LO MEJOR DE LO PEOR. CAPITULO 3

Queridos blogueros/as: Como todos los fines de semana y espero que así sea durante muchos años, os mando el capítulo 3 de la nueva novela. Como siempre y esto debe ser una manera de escribir, pasamos de los temas ginecológicos a otros como mas de adivinar y eso que gracias a mi demostrada fuerza de voluntad no he querido incidir mas en el tema y con unos pocos ejemplos de las casas próximas ha sido suficiente que si me dejo llevar por mi imaginación, este capítulo podría llegar casi al infinito, pero espero que con estas pequeñas pinceladas de la vida en los pueblos pequeños sea suficiente, pero historias para escribir hay todas las que se quieran y mas
Un beso
Tino Belas









CAPITULO 3.-

Ana se volvió a apoyar en la balconada  y contempló las luces en el horizonte y preguntó:

-        ¿No te gustaría conocer lo que pasa en cada una de esas casas?
-        Tu siempre has sido bastante cotilla  pero si quieres jugamos un poco ¿quieres? Mira, hacemos una cosa. Señalamos una luz y cada uno se inventa una versión de lo que allí está pasando ¿te parece?
-        Aquellas luces de la derecha deben ser Reurte – las señaló con el dedo índice de su mano derecha.
-        No, pero yo no digo eso – Juan bebió un poco mas de vino – lo que digo es que nos imaginemos lo que ocurre en el interior de cada vivienda. ¿Jugamos? ¿Qué pasará allí? - Juan señaló una luz en la ladera del monte
-        ¿Aquella  que está sola?
-        Si, casi al final del camino

Ana dejó volar su imaginación aunque sabía todos los datos

-        En aquella casa vive el Señor Andrés y la Señora Luisa. El fue cartero en su juventud y ahora tiene una enfermedad que lo tiene postrado en la cama.
-        ¿Y que está haciendo la Señora Luisa?
-        Ella está preparando la cena y no estoy muy segura pero juraría que está haciendo lo de todos los días una sopa de fideos y una tortilla francesa
-        ¿Le da siempre de cenar lo mismo? ¡que aburrimiento!
-        Bueno, desde que volvió del Hospital se ha acostumbrado a ese tipo de cenas y nunca le dan otra cosa. Hoy es de los días que está tranquilo porque hay algunos que no le puedes decir nada y se pasa el día discutiendo, con razón o sin ella, pero discutiendo.
-        Hay que ver la gente tan rara que hay por el mundo. Uno es de una determinada manera, cae enfermo y no se porqué se le agria el carácter y se vuelve insoportable.
-        No lo se, pero casi siempre eso les pasa a los hombres ¿porqué será?
-        A mi me parece que eso no debe ser una cuestión de sexo
-        No, si yo no digo que sea de sexo – Ana le llevaba la contraria su marido – lo que está claro es que las mujeres llevamos mejor las enfermedades que vosotros y si no fíjate cuando hay un enfermo en la casa ¿quien le cuida? El marido siempre se imagina a su mujer como muy abnegada, sacrificada al máximo, preocupada por no salir de casa y con toda la ropa a punto, Si fuerais los maridos los que tuvieseis que arreglar la casa otro gallo cantaría.
-        Que quieres decir con eso ¿Qué los hombres somos mas egoístas?
-        El generalizar nunca es bueno, pero yo creo que si
-        ¿Y no puede ser que seamos más prácticos?  Nosotros contratamos a otra persona para ese trabajo y no te creas que la vida cambia tanto
-        No cambia para ti que no estás enfermo pero el que está en el lecho del dolor, lo único que quiere es alguien que le de cariño, que le mime y no solo que le ponga delante una tortilla.
-        Muy bien, Ana, esta primera historia nos ha salido muy bien.
-        Si, pero pobre Señor Andrés, nosotros de juerga y él sin poderse levantar.
-        Bueno pero estamos jugando, tampoco es para ponerse así
-        ¿Seguimos? – Ana oteó el horizonte - ¿te parece bien aquella casa?
-        Cual, ¿la de la izquierda?
-        Si. Venga, empiezas tú y que sea con mas morbo que la anterior, pero que conste que la mía ha sido de diez.
-        Bien. Me tendré que esmerar – Juan se puso las dos manos sobre las sienes en actitud de profunda meditación – ya está. En esa casa vive Juana, una maestra de treinta años que decidió trasladarse a esa casa después de diez años de noviazgo con un chico de Salamanca y al que sin saber porqué, le salió un trabajo en Sevilla y desde que se fue si te he visto no me acuerdo. Ella lo buscó por todas partes y nunca mas se supo y en vista de eso y para no ser la atracción de toda Salamanca pidió el traslado y se vino para aquí casi de un día para otro.
-        ¿Y vive sola?
-        Si aunque de vez en cuando se junta con el profesor de sociales de otra escuela próxima y pasan algunos fines de semana juntos.
-        Y hoy que le toca ¿profe o soledad?
-        Espera, déjame pensar – Juan volvió a adoptar la postura de profunda meditación – hasta ahora ha estado sola y lleva toda la tarde trajinando en el jardín, pero luego se ha puesto a ver una película de video, que por cierto le había dejado Jesús el profesor de sociales, y entre que la película es un poco subida de tono y que la profesora a sus treinta años está en edad de merecer, se nos está poniendo como una moto y no me extrañaría nada que en cinco minutos, a través del móvil, llame a Jesús y le proponga que vaya a su casa
-        ¿Puedo seguir yo? – Ana se moría de ganas de inventarse algo
-        Pues claro, faltaría mas, de eso se trata, que sea un juego entre dos.
-        Bien, pues entonces yo se lo que va a pasar. Suena el teléfono y ¿sabes quien es?
-        ¿Jesús?
-        Si
-        Hola soy Juana ¿qué haces?
-        Nada, he estado corrigiendo unos exámenes y ahora pensaba irme a dar una vuelta por el pueblo ¿por qué?
-        No, por nada. ¿Sabes que he visto la película que me dejaste?
-        Cual ¿la de la chica que se va de viaje sola por Tailandia?
-        Si
-        ¿Te ha gustado?
-        Mucho
-        Pues no tiene mucho argumento
-        Bueno, según se mire. Es una película erótica y encima la pobre chica tiene mala suerte.
-        Si – Jesús se tumbó en un sillón – lo que pasa es que como decía un profesor de mi colegio, la Virgen siempre se aparece a los mismos pastores. Ella se pone en situación y así le pasa lo que le pasa.
-        Claro, pero reconoce que la soledad es muy dura
-        Que te voy a contar yo a ti que vives sola. Yo por lo menos puedo hablar con mis padres que aunque son muy mayores y tienen una mentalidad bastante de pueblo hacen compañía que ya es bastante
-        ………….
-        Juana, ¿estás ahí?
-        Si, si, perdona
-        Creí que se había cortado la comunicación
-        No, lo que pasa es que estaba pensando en lo que me decías y es verdad que la soledad en estos pueblos se hace muchas veces insoportable.
-        ¿Quieres que vaya?
-        Si
-        Tardaré un poco porque tengo que pasar por la farmacia de guardia a comprar preservativos
-        No tardes
-        Voy volando
-        ¡Que golfo eres!
-        ¿Yo? Lo que me faltaba por oír. Encima que soy un amigo que me preocupo por las necesidades del prójimo.
-        Anda venga, no tardes.

El juego, por esta noche se había terminado
-        Muy bien – Juan se levantó y aplaudió como si fuera el final de una obra de teatro – bravo ¡Que imaginación tiene usted, Señora ¿no se me estará insinuando?
-        Juan de mi alma ¿no podría pasar lo mismo en ésta luz y no en aquella de enfrente? La única diferencia es que no hace falta que pases por ninguna farmacia porque una eso de los embarazos lo tiene superado
-        Alguna ventaja teníamos que tener los de la tercera edad
-        Sin faltar caballero, que una todavía no ha llegado a esa situación de tanta madurez
-        Usted perdone, no era mi intención ofenderla, pero ¿a la señora le apetece irse a la cama con este humilde servidor?
-        Soy toda suya
-        Bien, pues entonces vayamos cuanto antes que debemos hacer uso del Santo Matrimonio.
-        Ni dos palabras más.

Los días transcurrían con normalidad. Eran como las cuentas de un rosario, pasaban pero eran todas iguales. Un mes sucedía a otro y los calores daban paso a meses de un frío tremendo. Las noches de luna llena se transformaban en otras en las que la oscuridad se hacía dueña del horizonte. El tiempo hacía que aquellas luces que inspiraban los juegos de Ana y Juan fueran desapareciendo y solamente retornaban en verano cuando volvían de la ciudad sus antiguos moradores para disfrutar de unos días de merecido descanso, pero a las pocas semanas el bullicio provocado por los veraneantes se tornaba en silencio. Un silencio que para Juan cada año era como más llamativo. En ocasiones, el ladrido de un perro o el sonido de alguna tormenta en las proximidades, alteraba ese silencio que para Juan se iba haciendo cada vez más denso. No sabría decir si más insoportable, pero seguro que más profundo. Era como si un taladro agujerease un objeto redondo y fuera ahuecándole. Tampoco sabía definir si aquello le provocaba más felicidad o un mayor desasosiego, pero lo que tenía claro es que era algo que le iba cambiando.
Juan tenía casi setenta años, realmente le quedaban tres para llegar a esa edad, pero en cuanto aparecía algún extraño trataba de derivar los temas hacia este y se hacía algo mas mayor, en una postura que se podía tildar como de arrogante pero que, en ningún caso, era una pose si no realmente lo que sentía. Veía pasar los años a una velocidad tan de vértigo que no le parecía diez si no solo tres o cuatro los años que hacía que se había trasladado al campo y si que habían sido diez. Tenía que reconocer que habían sido unos años maravillosos, Ana, su mujer, se había adaptado como si hubiera vivido toda su vida en aquel paraje solitario y no había sido tarea fácil aunque gracias a su fuerte personalidad lo había conseguido antes de lo que parecía e incluso ya no eran necesarias aquellas temporadas en la capital en compañía de su hija para quitarse lo que ella definía como el pelo de la dehesa. Los primeros años, cada tres o cuatro semanas se desplazaba a casa de Anita, su hija y allí permanecía por espacio de un par de semanas para poner un poco de orden en el armario de su cabeza, pero siempre que volvía parecía como si aquella jugada no le salía como la que ella se había imaginado y por eso necesitaba volver cuanto antes. Es posible que su relación con su hija se hubiera deteriorado algo con motivo de esas estancias tan largas y por eso no podía volver todas las veces que hubiera deseado.

-        Chico, te echaba mucho de menos y por eso me he venido ¿te parece mal?
-        A quien ¿a mi? ¡que va! al revés, de parecerme algo me parece bien, ya lo sabes, pero te hacía dentro de una semana por lo menos.
-        Si, es verdad – Ana hacía comentarios sin darles la menor importancia – pero como en casa no se está en ningún sitio.

Y así volvía una y otra vez y se quedaba seis u ocho meses. Las conversaciones en la terraza de la casa a las ocho de la tarde se hacían alimento habitual en el devenir de la pareja y el hecho de estar casi siempre solos les hacía permanecer mas unidos como si al ser dos se encontrasen mas fuertes ante cualquier agresión del exterior. Juan era consciente de lo extraordinario de su pareja, era una mujer sencilla, nada amiga de demostraciones de ninguna clase, que pensaba muy poco en si misma y mucho en el único ser que la acompañaba a todas horas y que no era otro que Juan con el que llevaba la friolera de treinta y muchos años casada y desde que estaban en la casa nueva alejados de todo ruido,  se había dado cuenta que hablaba con su marido con mas sinceridad, las discusiones eran tan raras como aquellos días de lluvia que hacían revivir al sediento campo y al final y como resumen es que su vida transcurría feliz, tranquila y sin sobresaltos. Los sesenta y siete años de Juan supusieron un cambio en su vida porque ahí se dio cuenta que la vida de los dos ya empezaba a bajar la cuesta final, Se encontraban bien, pero los años pasan aunque no se quiera reconocer.


5 comentarios:

  1. El Tío Javier Belas9 de febrero de 2013, 20:29

    Capítulo de tranquilidad, suave, relajante, en el que te dejas llevar por la imaginación que ella sola inventa vidas, situaciones diversas y todas bonitas, con cariño y con amor. Un paisaje, la soledad de una aldea y el tiempo libre ayudan a pensar. Muy bien Tino.
    Un abrazo.

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  2. Lo dicho, que felices viven en el campo!!!!. Me encanta la imaginación que tienes.... Deseando leer el siguiente capítulo.Besos.

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  3. Es un capítulo de "situación", nos vamos centrando en el entorno y en la vida de la pareja.
    Me intriga mucho el pasado de esta pareja y los motivos que les ha llevado a tomar la decisión de un cambio tan radical en su vida.. Ya voy conociendo al escritor y creo que nos irá dando pistas poco a poco.
    Espero con intriga el siguiente capítulo.
    Bss

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  4. Me gust ael juego de inventar la vida de los demás, os recomiendo probarlo en los atascos :))

    Voy a por el siguiente!

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  5. Buen juego para entretenerse... me gusta!!

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