viernes, 15 de febrero de 2013

EN LO MEJOR DE LO PEOR:CAPITULO 4

Queridos blogueros/as: Convencido estaba que hoy no publicaría el capítulo 4 de en lo mejor de lo peor, pero los milagros de la técnica son los que soy y ahí os va.
Estoy en Mons a 50 kms de Bruselas donde trabaja mi yerno Miguel y naturalmente con él está su mujer que es mi hija Marta- Por si no habías caído hoy es San Faustino y Santa Jovita, menos mal que no nací mujer porque Faustino no es especialmente bonito pero mira que llamarse Jovita, eso si que es para nota. y aquí estoy en Mons pasándolo. Esta tarde hemos estado en Lille y la verdad es que me ha gustado. Tiene unas placitas muy bonitas y se puede parecer a París, por supuesto que en pequeño, pero está muy bien.
No puedo comentar nada respecto al capítulo de ésta semana porque debo reconocer que no lo he leído o sea que le doy a copiar y pegar y todos tan amigos.
Un beso
Tino Belas

CAPITULO 4.-

Juan estaba sentado en el salón de su casa de la capital,  nueve de la noche de un día cualquiera de verano. Hacía calor, un calor pegajoso como ninguno de los años anteriores, lo que hacía que las gotas de sudor le resbalaran por la nuca. Su mirada se concentraba lejos, tan lejos como se lo permitían sus años, pero hacía delante no veía nada, Hacia atrás por supuesto que si, pero hacía delante nada de nada. En vista de eso, trataba de recordar los momentos malos que todos tenemos en la vida, pero parecía como si alguien los hubiera borrado, como se arranca un folio de una carpeta de anillas que solo necesitas un leve movimiento para sacarlo y sustituirlo por otro en blanco que nos permitiera reescribir la historia. ¿Quería, de verdad, cambiar todo lo anterior? y  si no quería ¿por qué no se acordaba de casi nada? ¿Sería Alzhéimer o es que empezaba a chochear sin más? Algún día debería hacérselo mirar porque era una cosa rara y difícil de explicar. Sin embargo todo cambiaba en cuanto llegaba a su casita de pueblo y atravesaba el umbral del campo. Entonces su vida, hasta entonces escrita en un libro en blanco, se transformaba en una novela de letras grandes, legibles y muy claro. Aquella casa de campo, el silencio, el porche con su maravillosa vista dominando todo el valle, el silencio,  los sillones perfectamente alineados delante de una amplia cristalera, el silencio, los paseos andando o en bicicleta con Ana en el trasportín, el silencio, el croar de las ranas en el estanque próximo, el silencio, los días de visita a los vecinos, el silencio, el despertarse todos los días a la misma hora coincidiendo con la luz del alba sin necesidad de despertador, el silencio, la compañía de Ana, el silencio, el piar de los pájaros, el silencio, las noches de tormenta con sus ruidos de diferentes tonos envueltos en el permanente silencio. El silencio, siempre el silencio que lo envolvía todo en cuanto el sol se abandonaba detrás de las montañas.  Juan era consciente que se iba volviendo cada vez mas callado como si tuviera miedo que sus palabras alterasen el orden natural de las cosas. Su voz se iba haciendo mas suave y en aquellas interminables conversaciones con Ana mientras contemplaban como las estrella se iban haciendo dueñas y señoras del firmamento, iban surgiendo situaciones que le permitían recordar aquellos años que había casi desaparecido de su memoria.
Una noche,  a la luz de una vela con olor a miel, se acordaron de sus hijos e hicieron un recorrido, que ahora se llamaría virtual, por las vidas de sus cuatro hijos, desde que nacieron hasta ahora. Eran cuatro y tan distintos ¿verdad? – Ana miró hacia un grupo de estrellas que parecían darle la razón – si no fuera porque los he parido yo y se quien es su padre, pensaría que eran de distintos hombres por lo diferentes que son entre si. Fíjate, por ejemplo ¿a quien habrá salido Juan?

-        A mi desde luego que no – Juan padre se revolvió en su hamaca – yo desde que nací he sido bastante listo, pero con los libros era un auténtico desastre y mi padre, como luego así fue, siempre decía que conmigo no había posibilidad de hacer carrera y sin embargo Juanito nos ha salido una lumbrera.
-        ¿Te acuerdas cuando de niño se quedaba estudiando hasta las tres y las cuatro de la mañana y se levantaba a las siete para no perderse ni una clase?
-        Si, pero eso en la carrera pero ya en el colegio era un magnífico estudiante ¿te acuerdas cuando nos llamó el cura del colegio para decirnos que era el número uno?
-        ¡Como no me voy a acordar! Ana bebió un poco de agua – me acuerdo como si fuera ahora mismo y también de tu reacción que para mi fue de lo mas sorprendente. Primero estabas contento, pero cuando volvíamos a casa en el coche me comentaste, así como quien no quiere la cosa, que esperabas que cuando fuera a la Facultad espabilase  porque si no en la vida no le iría muy bien
-        ¿Y espabiló?
-        Yo creo que si
-        Pues yo creo que no
-        Pero vamos a ver Juan, no seas cabezota ¿tu crees que si no hubiera espabilado tendría el puestazo que tiene?
-        En el tema profesional está claro, no hay nada que discutir, sin duda – Juan se quedó callado unos segundos – ya sabes por donde voy
-        ¿Todavía sigues con eso? Yo pensé que se te había pasado
-        ¡Como se me va a pasar! Sigo pensando que eso de tener cuarenta años
-        Cuarenta y dos, Juan
-        Bueno, pues mejor me lo pones, cuarenta y dos años y en todo ese tiempo ni una sola vez nos ha hablado que tuviera una novia o un ligue o algo por el estilo. Estarás conmigo que es un poco raro ¡o no!
-        A mi no me parece tan raro. La gente ya no es como antes y las necesidades de cada uno son distintas. A este chico siempre le han llenado su profesión y los libros o es que no te acuerdas cuando nos lo encontrábamos debajo de la mesa de la biblioteca de Gerardo y María leyendo “El Quijote” o cosas por el estilo ¿Te acuerdas o no?
-        ¡Y que!, ¿con eso que me quieres decir? ¿que era un poco raro? A esa edad los niños juegan al futbol, se llenan de barro, rompen las zapatillas de deporte, se rompen algo jugando, se dan de tortas con los del pueblo y sin embargo este hijo nuestro todo el día con los libros a cuestas
-        ¿Y no habremos tenido nosotros la culpa?
-        ¿Nosotros? – Juan paseó su mirada inquieta por el ancho valle - ¿Cómo vamos a tener nosotros la culpa? Serán los genes o yo que se, pero nosotros no hemos sido. Desde luego que por mi parte y estoy seguro que también por la tuya, hemos puesto todo lo que teníamos que poner y luego él ha salido como sea, pero no se puede decir que nosotros le hemos ayudado.
-        Querido – Ana nunca se callaba ante ese tema – te estás equivocando de medio a medio. Yo no te preguntaba por eso entre otras cosas porque tú das por supuesto que Juan es homosexual y aunque no lo digas así de claro si que lo piensas, pero no lo es Juan, convéncete, no lo es porque esas cosas se notan y una madre enseguida se daría cuenta. No lo es y el que viva en San Francisco no quiere decir nada porque no toda la población será gay ¿no crees? y en lo referente al tema de los libros, nosotros y digo nosotros por no decir tú,  hemos contribuido a que el niño no quisiera salir de casa y por lo tanto, aunque indirectamente, algo le hemos perjudicado cuando tú le comprabas aquellas novelas que eran como para muchos mas mayores que él y se sentaba y se las leía de un tirón. Incluso me acuerdo que había noches que nos teníamos que levantar para apagarle la luz porque se dormía con el libro entre las manos y ¿alguna vez le dijimos algo? Era como un niño distinto, diferente y bien orgullosos que estábamos de nuestro hijo mayor. El paso por la Universidad y los múltiples viajes a Brasil con aquella compañía que le pagaba los viajes para que descubriera la fórmula magistral de una especie de líquido que fluía de unas palmeras eso fue lo que le cambió
-        Pueden pasar todos los años que se quiera que todavía tengo grabada como si fuera ahora mismo    la cara que traía después del primer viaje y lo mas importante, el sobre con un montón de dinero. El tío estudiaba a todas horas para descubrir el secreto y al final lo consiguió y le dieron la beca para estudiar en Estados Unidos. Fueron casi tres años sin verlo y el cambio fue importante. Posiblemente entonces no nos quisimos dar cuenta, pero volvió que parecía otro, menos obediente, como más discutidor, en fin, otra persona que nuestro Juan y ¿Qué me dices de su manera de vestir?
-        No, eso no, vestía moderno, como viste la gente joven de ahora, pero mas que eso, para mi lo peor era el cambio en su manera de pensar y se pasaba el día discutiendo contigo.

Juan se paseaba por la terraza tratando de recordar mil y un detalles de aquellos meses que pasó en casa hasta que se fue a vivir a Estados Unidos. Entonces ya era todo un señor investigador

-        Menuda discusión tuvimos una vez en el comedor por culpa de la Misa, me parece que pasó hace dos días y entonces Juan tenía veinticinco años.
-        Veintiséis si no te importa, acuérdate que los cumplió un año antes de venirnos de Estados Unidos.
-        ¡Que más da! El tema iba porque la juventud acudía cada vez con menos frecuencia a la Iglesia y nos preguntábamos si era por la sociedad que nos había tocado vivir, por los curas que había muchos que en todas las Misas de los Domingos se merecía que los echasen por contribuir a que disminuyera la afición por ese Sacramento o por el ejemplo que les dábamos nosotros, aunque nosotros teníamos claro que por nosotros no era porque no faltábamos ningún Domingo, aunque también es cierto que muchas veces en casa comentábamos que no sabíamos para que íbamos, pero nunca nos planteamos no ir. Igual que nuestros hijos venían a Misa porque si y al poco de llegar Juan de Brasil, hubo un día que se rebeló, dijo que ya tenía edad para hacer lo que le diera la gana y que no pensaba volver nunca mas a una Misa ni con nosotros ni solo.
-        Y tú te pusiste como un loco ¿te acuerdas?
-        Claro, pero en mi defensa tengo que decir que todas las cosas hay que verlas en su momento. Me pareció mal  que dijera que no volvía a Misa, pero bueno eso se podía pasar porque efectivamente ya era bastante mayor, pero por lo que no pasaba era por el mal ejemplo que estaba dando a sus hermanos y sobre todo porque era un acto de desobediencia que en esa casa no era muy corrientes. Intenté que se fuera del salón, pero por primera vez en mi vida, me obligó a razonar y tuve que ceder parte de mi autoridad. Me sentó fatal y hasta lo comenté con D. Leonardo, mi confesor, pero tuve que admitir que con veintitantos años no se puede obligar a nadie a hacer lo que no quiere y a pesar que casi lo había echado de casa, tuve que rectificar y llegamos a una especie de pacto, él no presumía ante sus hermanos que no iba y yo le permitía quedarse en nuestra casa.
-        Cada día me impresionas más, Juan, tienes una memoria de caballo ¿Cómo es posible que te acuerdes hasta de esos pequeños detalles?
-        No tiene ningún mérito y menos en este caso porque como tú bien sabes en casa se hacía siempre lo que yo decía y todo el mundo a obedecer que para eso era yo el que llevaba el dinero ¿te acuerdas que eso lo repetía cada dos por tres? ¡que horror! Ahora me doy cuenta que me equivoqué y lo mejor para llevarse con los hijos es el diálogo y no el régimen dictatorial. En casa se va a Misa porque lo digo yo y el que le moleste que se vaya ¡que animalada!
-        Era lo que había entonces, el marido trabajaba en la calle y la madre se quedaba en casa cuidando a los hijos. La mujer tenía siempre la opción del silencio, pero nunca llevarle la contraria al que aportaba el capital.
-        Es curioso lo muchísimo que he cambiado en eso y todos gracias a aquel día en que tomamos la decisión de guardar la vieja televisión que presidía el cuarto de estar y obligarnos a permanecer sentados por lo menos una hora diaria. Aquello fue el principio del fin de mi autoridad y el inicio de lo que luego ha sido una familia que se lleva razonablemente bien... Hasta ese momento había sido una familia que ocupaba un espacio, pero no unida o si se quiere unida porque lo digo yo. Desde aquel momento las decisiones se tomaban en plan democrático, de común acuerdo y lo que al principio me pareció una pérdida de autoridad, se convirtió pasados unos meses en una manera de vivir y de enfocar los problemas mas racionalmente. Pasé de ser un ordeno y mando a uno mas.
-        También influiría la edad de los niños
-        Naturalmente. Juan bebió un poco de vino – no es lo mismo discutir con un niño de ocho o diez años que hacerlo con tres mozos y una casi moza que era Ana, la pequeña que completaba la familia numerosa.

El hecho que Juan viniera de Brasil que para su padre era como venir del mas allá y que los temas a tratar fueran primero analizados y luego una lenta búsqueda de soluciones le permitía disponer de tiempo para buscar sus alegaciones que, en muchos casos, eran rebatidas por sus hijos y en otras se confirmaba que no todas eran negativas. Con el paso del tiempo se convirtió en padre y no en un señor que solo aportaba dinero y autoridad, sin aportar ideas ni diálogo y casi sin darse cuenta se encontró cada vez mas encumbrado en su papel de toma de decisiones conjuntas. Lo malo fue que todo aquello ocurrió después de veintimuchos años y eso es lo que le daba pena. Eran años perdidos y en esta vida eso es lo único que no se recupera como repetía con frecuencia. Se dio cuenta que en aquella época era tan pobre que lo único que tenía era dinero y encima se creía que solo con eso se resolvían todos los problemas y naturalmente no era así.

Cuando Juan planteó que se iba a vivir definitivamente en Estados Unidos, el padre no tuvo mas remedio que aceptarlo porque, como bien decía su hijo, su vida, su trabajo y hasta la mayoría de sus amigos estaban en San Francisco y no se consideraba integrado cada vez que venía a España. De hecho, al principio, volvía cada tres o cuatro meses y desde hacía por lo menos tres años solo venía en Navidades y cada vez menos. Lo único que Juan consiguió de su hijo es hablar con él todos los sábados por teléfono al principio y luego por Internet y se dieron cuenta  que enseguida se agotaban los temas de conversación y así siempre acababan hablando de política que era muy socorrido y llenaba los últimos minutos y eso que los planteamientos eran diametralmente opuestos según se mirase desde este o el otro lado del Atlántico.

Juan padre era un empresario que ganaba suficiente dinero como para mantenerse en una posición económica desahogada, pero con unos conocimientos adquiridos con la práctica diaria, sin estudios de marketing ni nada por el estilo, lo mismo que el Fari que aprendió en la Universidad del Taxi, de la misma manera Juan aprendió en la Universidad de la vida. Las cuentas de sus diferentes empresas las llevaba en una pequeña libreta que guardaba en el bolsillo trasero de su pantalón y se reía cuando le hablaban de profesionalizar la gestión. Contaba con frecuencia que una vez su segundo hijo, Carlos, se puso tan pesado que contrató los servicios de una empresa americana para que le asesoraran y duró cuatro horas. Se acordaba perfectamente de aquella conversación que se desarrolló en su despacho de entonces que estaba ubicado en una esquina de la “Imprenta Castilla”. Era un cuadrado mínimo al que se accedía a través de máquinas de imprimir, rollos de papel,  toneles con tinta de diversos colores, todo ello impregnado de un olor a papel usado. El despacho tenía una silla de hule verde, una mesa de 2x1 y dos sillas también de hule verde. La decoración estaba compuesta por una repisa con doce archivadores distribuidos de la A la Z, un almanaque con una imagen de la Virgen del Carmen y otro mas pequeño encima de la mesa, de hojas individuales para cada día con las hojas engarzadas en dos anillas. Al lado un bolígrafo imitando una pluma de ave que era el testigo principal de todos los vaivenes de la empresa.
El experto americano, vestido con un traje gris, corbata de vivos colores, pelo engominado, uñas recortadas y voz firme y segura, se enfrentaba al dueño de la empresa Don Juan  que estaba sentado a un lado de la mesa con una especie de mono de trabajo lleno de tinta hasta el cuello preguntando y respondiendo en aquella primera entrevista

-        No le puedo contestar con exactitud, pero desde luego seguro que menos que el año pasado
-        ¿Me permitiría ver los albaranes?
-        Por supuesto
-        Bien – el experto se rascó la frente – si eso es así, lo que tendré que comprobar,  es evidente que la imagen de la empresa tiene que cambiar. Eso lo primero ¿tiene una tarjeta?
-        Faltaría mas – Don Juan padre abrió la cremallera del bolsillo superior izquierdo del mono y extrajo un lote de ellas y se las entregó – estas son las últimas que nos quedan, pero como estamos en una imprenta si necesita hacemos mas en un momento.
-        ¿Me permite? – D, Juan se las entregó – Veamos lo primero que tenemos que estudiar es el nuevo logotipo porque la tarjeta tiene que ser la imagen de la empresa y en esta que tengo en la mano lo que mas llama la atención es la antigüedad
-        ¿Y que tiene que poner? ¿no llega con Imprenta Castilla y el número de la calle? 
-        No hombre no – el experto americano lo miró con desprecio – Eso era antes, ahora hay que buscar algo como mas actual ¿Qué le parecería por ejemplo “Diseños gráficos Central Park?
-        ¡Como dice! – D, Juan no daba crédito a lo que estaba oyendo
-        Si, mi querido cliente, si, diseños gráficos porque suena mucho mejor que imprenta y Central Park es una forma elegante de definir a Castilla. Estoy seguro que a cualquiera que le entregue esa tarjeta, con un logotipo en el que se entrecrucen las letras D, G C y P, percibirá un aroma a modernidad, hará unos pedidos de mayor calidad y por lo tanto la facturación subirá como la espuma. Por otra parte, los ratios de productividad, siniestrabilidad y el ram entre papel y tinta serán analizados semanalmente por alguno de nuestros expertos y  así en el hipotético caso que apareciera un Inspector de Trabajo pondríamos a su disposición todos y cada uno de los procedimientos ajustados a ley. Además – el experto americano parecía un iluminado, puesto en pié concretaba los cambios – este despacho tiene que estar ubicado al lado de la puerta de entrada, los muebles serán de diseño, la secretaria debe ser joven y llevar una bonita minifalda haciendo juego con el pañuelo que llevará anudado a su cuello y en cuanto a usted, D. Juan, fuera el mono y a partir de nuestra próxima colaboración usted tiene que vestirse mas deportivo, como mas moderno, si quiere sin corbata pero con aspecto mas de innovador, de hombre que se come el mundo.
-        Perdone Señor ¿Cómo dijo que se llama?
-        Carlos Van Halen
-        Bien Señor Viejales – D. Juan se removió inquieto en la silla – tengo la impresión que aunque usted sea amigo de mi hijo Carlos
-        Perdone – interrumpió el experto – no amigo sino compañero y es un gran tipo. Los dos trabajamos en la empresa “Consulting Holding Express S.L.”
-        Bueno, me da igual, pues compañero y amigo de Carlos. Me da la impresión que usted cree que esta imprenta es una multinacional y se equivoca ¿sabe? Y pretende introducir los mismos criterios y yo no digo que eso no esté bien, Dios me libre, pero no es lo que ando buscando porque entre otras cosas ¿cuánto tendría que invertir?
-        No le puedo contestar con exactitud porque todavía tengo que hacer algunos números pero en unos días recibirá un dossier completo en el que no solo nuestra empresa le explicará toda la inversión a realizar sino también una mejor planificación de su plantilla actual y una definición de los puestos de trabajo que para el desarrollo de nuestro proyecto serán necesarios.
-        ¿Me está diciendo que tengo que meter mas dinero en la empresa, dinero que  por otra parte no tengo y además ampliar la plantilla? ¿Le he entendido bien?
-        Si, Don Juan, si, eso es lo que estoy diciendo. Una empresa moderna necesita endeudarse hasta el límite de lo razonable, crecer pero siempre en base a la productividad y para eso tiene necesariamente que rejuvenecer la plantilla.
-        Espere un momento, Sr. Viejales
-        Perdón, Van Halen
-        No vaya tan deprisa porque me pierdo. Casi estoy pensando que voy a asimilar primero todo lo que hemos hablado y dentro de unos días le doy una respuesta ¿Le parece bien? Encantado y hasta la vista.

5 comentarios:

  1. La verdad es que no esperaba tener capítulo este finde. Sabía de vuestro viaje y me he llevado un alegrón ...
    Cantidad de información en este capítulo. Ya vamos situándonos. Genial; tiene buenísima pinta
    Recuerdos a Marta y a disfrutar de la familia
    Bss

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  2. El Tío Javier Belas22 de febrero de 2013, 20:03

    Entre laconada y Puentedeume casi llego con el siguiente capítulo. La novela va muy bien. Este Juan es un tipo listo, ha sabido sacarle el máximo partido al trabajo, la familia y la vida de pueblo y todo con un sentido práctico de la vida. Solo le falta tener nietos porque es lo mejor que tenemos.
    Un abrazo

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  3. Creo que es, por ahora, lo mejor que has escrito! Me voy a por el siguiente capitulo que voy con retraso!
    Marta

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  4. Me encantan las historias de su casa cuando vivian en la ciudad...... ahor a disfrutar de la vida en el campo.. Voy a leer el siguiente oues voy un poco atrasada. Besos.

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  5. Que bueno! Lo mejor hasta ahora sin duda!

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