sábado, 22 de diciembre de 2012

LA ENFERMERA RURAL: CAPITULO 23

Queridos blogueros/as: Seguimos caminando poquito a poco para llegar al final y este capitulo es una muestra de lo fácil y barato que resulta casarse. Se lo explicaré a la única hija que me queda en casa. Fíjaros si será fácil que se resume en un capítulo.
Por otra parte, este capítulo me recuerda a uno anterior, cambiado de país pero muy parecido, Espero que no sea algún copia y pega  que me equivocara en cualquier momento. Espero que no, pero todo puede pasar conocida mi rara habilidad con el ordenador y sobre todo por no llevar un orden al escribir, pero uno es así y a mis años ya no voy a cambiar.


CAPITULO 23.-

Debían de hacer las cosas bien porque el consultorio provisional se había vuelto insuficiente para atender a la gran cantidad de personas que acudían a diario para ser vistas por el Dr. Vázquez y por la Dra. Sofía como era conocida por todos los habitantes de aquel paraje tan lejano. Trabajaban mucho y tenían poco tiempo para ellos, pero el poco del que disponían lo aprovechaban como si fueran los últimos de su vida.

Un día que fueron a visitar a un paciente en un oasis  cerca de un barranco que era el antiguo cauce de un río que permanecía seco desde hacía muchos años, aprovecharon para pasar por la Misión de Don Emilio, el Misionero, un Padre Claretiano de sesenta y pico de años que llevaba cerca de cuarenta en Mali y como si tuviera el don de la premonición y supiera el hambre y la sed que tenían los dos componentes de Médicos Sin Fronteras, les tenía preparada un suculento banquete con diferentes productos de colores llamativos y sabores todavía mas exóticos.

La Misión estaba en un enclave maravilloso, el desierto parecía haberse transformado en un territorio de buena calidad para albergar una Iglesia diminuta que se continuaba sin tabique alguna con una amplia explanada en la que con palos de tamaños similares se habían instalado unas bancadas que podrían albergar a muchas personas. Al final, como si fueran barracones estaban las clases y lo que el cura llamaba pomposamente la Residencia que no era otra cosa que una zona techada con un entrelazado de ramas donde se podía tumbar todos los que quisieran y un poco mas allá la casa de Don Emilio, una cabaña de recias paredes de ramas que parecía capaz de resistir cualquiera de los tremendos monzones que asolaban con frecuencia aquella zona.

La cabaña estaba dividida en dos zonas, en una era como la parte comunitaria, con unos bancos, todos hechos con gruesos palos, y una parte digamos que privada donde Don Emilio tenía una especie de hamaca donde se supone que dormía, un rústico reclinatorio ante una imagen de un Cristo con un marco de madera y una pequeña mesa. Allí vivió aquel santo durante  cuarenta años y los que le quedasen de vida y en todo ese tiempo ni una sola vez hizo notar su malestar ni expresó la más mínima queja. Al revés, permanentemente daba gracias a su Dios por haberle permitido tener tantas cosas como tenía y sobre todo daba ejemplo de cómo debe vivir un católico convencido. Naturalmente compartía absolutamente todo lo que tenía y trabajaba como el que mas en las labores del campo para ayudar a aquellos que según el habían tenido la suerte de nacer en aquel lugar.

La llegada, hacía ya una buena temporada, de David y Sofía le había aliviado de muchas de sus ocupaciones como pseudomédico, para las que naturalmente no estaba preparado, pero hasta entonces había sido Médico, Cura, Psicólogo, labrador y hasta en alguna ocasión, enterrador cuando no había tenido mas remedio, pero no tenía ningún pudor en leer unas oraciones ante el fallecido y a continuación colaborar a cavar la fosa donde sería enterrado.

 El Padre Emilio les saludó desde la puerta de la pequeña Iglesia donde acababa de dar clases a un grupo de niños que salían como flechas hacia sus casas y se acercó rápido.  Saludó efusivamente a sus nuevos amigos y les invitó a que le acompañaran en el jeep a la casa de una anciana que era la mas vieja del lugar y se encontraba un poco delicada de salud.

Llegaron a una especie de choza a unos cuatro o cinco kilómetros, en pleno desierto y allí compartieron unos minutos con una anciana encantadora, rodeada de excrementos por todas partes, pero con una mirada que transmitía paz, auténtica paz y eso a pesar de las circunstancias. Al llegar extendió las manos hacia Don Emilio y así permanecieron unos minutos. El Misionero nos hizo una seña para que lo dejáramos solo con ella porque le acaba de decir que se encontraba muy mal y antes de morir deseaba confesarse y nada mas realizar ese acto, cerró los ojos y falleció. Entre los tres la enterramos y el Misionero le dedicó una oración en la que quedaba reflejado el enorme respeto que había sentido hacia aquella anciana que durante muchos años le había demostrado que para se feliz no se necesitan demasiadas cosas, mientras unas lágrimas circulaban por sus mejillas sin ningún rubor. Terminado el acto Don Emilio hizo una cruz con unas ramas de cañas y la clavó en lo mas alto de la sepultura

-  ¿Vamos? – el cura les animaba a continuar su camino.

Sofía estaba sorprendida de la frialdad de aquel momento, ni un familiar, ni nadie que le hiciera compañía en esos últimos instantes de su vida.

-  No te preocupes, Sofía porque hace muchos años que vivía sola y nosotros hemos tenido la suerte de poderla acompañar al final
-  ¿No tenía hijos?
-  No lo se – Don Emilio se guardó el breviario que llevaba siempre consigo – La historia de esta mujer es la típica de mala suerte. Cuando era joven se casó con el Jefe de la Tribu Makele, pero como pasados unos años no tuvo hijos, la devolvieron a su casa y allí se casó con el Jefe de otra Tribu y la misma canción y la tercera vez que la vendieron resultó que el comprador se murió a los pocos días por lo que fue rechazada y abandonada en el desierto como una apestada y así ha vivido por lo menos los últimos diez años que fue cuando yo la conocí. Con sus manos se construyó esa especie de cabaña que habéis visto y así vivió hasta hace unos minutos. En todo este tiempo no salió nunca, nadie sabe como se ha alimentado hasta ahora, pero la realidad es que acaba de fallecer, por lo tanto ha tenido que vivir hasta ahora No tenía familia o si la tenía nunca nadie vino a visitarla y con el único que hablaba era conmigo y a pesar de su estado y de cómo vivía para mi era una auténtica santa y seguro que Dios sabrá recompensarla en el cielo, porque para ella el infierno ha estado en la tierra.

Sofía lloraba como una magdalena ante la historia que le estaba contando el Padre Emilio. Este se acercó a ella y tomándola por los hombros la consolaba

-  No llores, no llores porque acabas de ver morir a una Santa. Si mi Dios ha consentido tanto sufrimiento a esta mujer será porque ahora la va a recompensar en el cielo, seguro. De lo contrario la fe no serviría para nada y te aseguro que ella tenía fe, mucha fe.
-  No hay derecho, no hay derecho – repetía Sofía mientras se alejaba muy despacio de aquel lugar que nunca olvidaría.

Llegaron a casa de Don Emilio y allí todo cambió. La alegría impregnaba cada rincón de aquella especie de cabaña. El orden era perfecto, Limpieza para dar y tomar, como decía el cura – una cosa es vivir en el desierto o casi y otra es volverse un animal salvaje – La gente de la aldea entraba y salía cada dos por tres, traían regalos para los Médicos  y hasta a algún pariente para que David, aprovechando que estaba allí, le dijera si estaba poseído por el Demonio como decía el curandero. David le exploraba y le diagnosticaba con la condición que en el plazo de una semana acudiera al Dispensario para continuar el tratamiento. Todos decían que si con la cabeza, pero todos sabían, incluido el propio David, que no irían porque no podían abandonar las faenas del campo y menos en aquella época que era cuando se recogía lo sembrado unos meses antes.

La tarde, contemplando el paisaje, con una buena compañía y un poco de fruta fue de esas en las que uno se alegra haber nacido. Don Emilio era un hombre culto, de animada conversación y conocedor de los problemas de la juventud. Te hacía pasar las horas como si estuvieras hablando con un padre, aquel padre que, en  el caso de Sofía había dejado en Soria, hacía ya mucho tiempo. Naturalmente que siempre trataba de llevarte a su terreno pero lo hacía con mucho tacto y la máxima discreción.

Como era lógico hablaron de lo divino y de lo humano y hasta recordaron la madrugada aquella, hacía ya varios meses, en la que vieron amanecer desde el monte Tuniyao y la sorpresa llegó al final cuando estaban a puntos de despedirse y David preguntó al cura si había estado alguna vez en el mismo sitio pero viendo anochecer

-  Muchas mas veces de las que piensas – El Misionero le miraba fijamente a los ojos como queriendo penetrar en su cerebro – y cada vez que me siento y veo como la luz se va perdiendo por el horizonte me doy cuenta, otra vez, que los milagros existen aunque la mayoría de la gente no tiene oportunidad de disfrutarlos.
-  ¿Sabes por que te lo pregunto?
-  Tu dirás
-  Porque Sofía y yo queremos que nos cases allí ¿podrías?
-  Yo si, pero habrá que preguntarle a la novia si ella quiere
-  ¿Quién yo? – Sofía le dio un beso a cada uno y contesto con voz fuerte y potente – claro que si.
-  Ya sabéis que para casaros no hace falta casi nada. Lo más importante es el cariño que os tengáis y que deseéis que sea para siempre.
-  Eso por supuesto
-  Pues el día que digáis os caso
-  ¿El próximo Domingo?
-  Sin problemas. A las once os espero.

La ceremonia se celebró el día señalado y asistieron en total tres persona, el cura y la pareja ¿para que querían mas gente? Fue una Misa corta, con una homilía sentida por parte del celebrante en que destacó que lo más importante de aquel acto era el amor entre la pareja y la presencia de Dios y el banquete se celebró en la sede de la Misión donde Don Emilio había preparado una comida especial como correspondía a tan importante acontecimiento. Cantaron canciones españolas, brindaron con una brebaje desconocido y hasta gritaron el correspondiente vivan los novios. Casi cuando estaban a punto de finalizar les avisaron para un parto y para allí se fueron los tres. David y Sofía realizaron su labor con la profesionalidad que les había caracterizado desde su llegada y el cura aprovechó para bautizar al nuevo bebé por aquello de que ya que estaba por allí no debería perder el tiempo.


3 comentarios:

  1. El Tío Javier Belas22 de diciembre de 2012, 17:30

    Bonita boda con puesta de sol y nada mas que tres personas, el cura y los novios. Es una pena que se muera David, yo tengo aun la esperanza de que en vez de una muerte sea un secuestro y aparezca al final de la novela. Tino, todavía estás a tiempo de cambiar el final. Son las ventajas de la informática.
    A todos os deseo una Feliz Navidad.

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  2. Emocionante historia la de la anciana con una muerte tristísima y preciosa boda..... Un capítulo muy completito.
    Yo creo que el final es que David hijo se hace médico y va a la tribu donde mataron a su padre y tiene que curar al HP que le mató......
    Se admiten finales..
    Que paseis unos días muy felices y emotivos
    Bss

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  3. Bueno, bueno, que bonito!!!!! Creo que como siga leyendo me voy a tener que ir a una misión...Me encanta la descripción de el cura y la vida que le rodea... Es una pena que David se muera, ya veremos que pasa... Besos.

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