sábado, 1 de septiembre de 2018

ASI FUE Y ASI PASO: CAPITULOS 26 Y 27



CAPITULO 26.-


Al día siguiente y mientras corría por mi habitual “circuito de jogging” tuve oportunidad de recordar la comida del día anterior y llegué a la conclusión que tenía que repetirla cuanto antes porque me pareció que estaba descubriendo a mi auténtica hija Carmen lo que me producía un intenso placer. Había estado charlando con una mujer, en todo el amplio sentido de la palabra y había descubierto lo que era un amor de juventud. Tenía ganas de conocer al tal David porque estaba seguro que me iba a caer muy bien e incluso podría aprender cosas de él aunque para mí era un chaval con escasa experiencia pero, si como decía Carmen, tenía muy claro su papel en la vida habría que escucharlo con suma atención porque como decía un antiguo jefe mío todo el mundo tiene algo que enseñar y todos tenemos algo que aprender en un ejercicio fantástico de humildad que aquel hombre practicaba con sus alumnos y que para mí fue un ejemplo en mis años jóvenes cuando estaba en la Facultad.

Los días pasaban y por fin, fiel a mi cita con mi colega de correrías Angel, a las diez en punto de la mañana estaba en la puerta de la estación de Majadahonda a la espera de su llegada. Había diez o doce  personas  más que parecía que estaban esperando igual que yo, pero ante la posibilidad de equivocarme preferí esperar, lo que no se hizo nada largo porque pocos minutos después apareció       Angel, saludó uno a uno a los presentes que como había supuesto le estaban esperando y enseguida me los presentó.

-          Si os parece – Angel lucía la mejor de sus sonrisas – vamos andando un poco hacia la zona de Pozuelo y allí buscamos un sitio para charlar - Faltan Pedro y su mujer pero irán mas tarde y nos localizarán. Antes de que se me  olvide – el convocante nos miró uno a uno tratando de infundir confianza en todos aquellos, creo que éramos cinco, que asistíamos por primera vez a lo que se podría calificar como un fuego de campamento de los de mi juventud, pero sin fuego y por la mañana – esto no es una caminata ni nada parecido, se trata de un paseo hasta el lugar adecuado y os rogaría que nadie corriera y fuéramos todos, mas o menos, al mismo ritmo ¿de acuerdo?

Todos asentimos y comenzamos lentamente a caminar. Angel se acercó a mí
-          Buenos días Andrés – me dio una palmada en la espalda - ¿Qué tal tu primera impresión?
-         Muy bien, parece un grupo como muy heterogéneo ¿no?
-         Si – afirmó sonriendo – precisamente de eso se trata y por eso vamos todos con ropa deportiva para que no existan diferencias, por lo menos en ese aspecto.
-         Muy bien – yo continuaba intrigado en como se plantearía la reunión pero ya quedaba poco tiempo para salir de dudas - ¿tenemos que andar mucho?
-         No – Angel me miraba sabiendo que no entendía nada de aquella reunión aunque estaba seguro, a pesar de lo poco que me conocía de nuestras mañanas por el Retiro que estaría a gusto – yo calculo que como mucho en quince minutos estamos en el sitio que me ha parecido el más adecuado.
-         Ok  - y continuamos nuestro camino lentamente

El grupo estaría formado por unas quince personas, la mayoría mayores de cincuenta años reflejando en sus caras una cierta ilusión que, en cualquier caso, no podría ser hacia lo desconocido porque la mayoría ya habían asistido a dos o tres reuniones como esa. Los nuevos, que éramos cinco, andábamos como despistados, mirándonos unos a otros como preguntándonos el porqué de aquel embolado en el que nos habíamos o nos habían metido y deseosos que comenzara lo que se suponía que sería una charla para salir de dudas. Al cabo de diez minutos Angel nos indicó el sitio donde haríamos la reunión y nos sentamos todos en unos troncos dispuestos como un círculo, esperando con atención futuros acontecimientos  y resultaron casi cuatro horas muy interesantes en la que se desarrolló el tema del día que era la preparación para la jubilación y después de exponerlo Angel se inició un debate que al menos para mí fue mi interesante. Lo primero era conocer cuando y en que casos se debería  planificar la jubilación y ahí empezaron las diferentes maneras de pensar. Era una reunión absolutamente abierta en la que todo el mundo daba su opinión mientras que Angel, el organizador, trataba de moderar las diferentes opiniones, pero sobre todo insistía una y otra vez en que se debería de respetar escrupulosamente el turno de palabra y no se debía interrumpir al que estuviera en el uso del mismo. A partir de ahí cada uno era libre de opinar lo que quisiera. Eso si, para hablar era necesario hacerlo de pié. Un hombre joven, no pasaría de los treinta años, con barba bien arreglada y melena recogida en una coleta estaba en ese momento desarrollando su teoría sobre la jubilación y su efecto

-         Evidentemente yo puedo opinar poco de ese aspecto de la vida porque espero que me quede mucho tiempo para llegar, pero estoy absolutamente de acuerdo con Eloy – el interviniente anterior al que miró dándose la vuelta en el círculo formado por los troncos de árboles – en este país, todo el mundo te enseña a currar, a prepararte para ganar dinero, a trabajar de sol a sol, a no discutir con el empleador porque con un poco de suerte te pone en la calle etc…etc, pero nadie, eso creo yo y espero que me lo confirméis los que estáis en esa situación, nadie te explica la jubilación y no me refiero solo al aspecto económico, que ya de por si sería suficiente para estar toda la mañana debatiendo, si no sobre todo a como se afronta todo ese cambio tan brusco y si estoy aquí hoy es porque espero que me aclaréis muchas dudas que me están surgiendo.

Intervinieron unos cuantos más y Angel me invitó a que contara mi experiencia. Me levanté, miré uno a uno a los que me rodeaba y traté de exponer de manera sencilla tal y como yo entendía el tema.

-          En primer lugar debo deciros que soy Médico, especialista en Cirugía Plástica y que después de unos años trabajando en la Seguridad Social, un día cuando tenía cuarenta años sin saber porqué ni porqué no, me pusieron de patitas en la calle, al parecer fue una regulación de empleo y me tocó la china. Os ahorraré muchos detalles intermedios pero lo importante es que al cabo de un año, más o menos, me vi en la obligación de emigrar y actualmente estoy disfrutando de un año sabático pero mi trabajo está en Londres y allí si que te educan para la  jubilación que me parece el tema del que estamos tratando y posiblemente no se pudiera exportar a nuestro país porque los ingleses son diferentes. Yo no creo que mejores ni peores, si no simplemente diferentes. Por ejemplo, en todos los barrios hay una especie de lo que aquí sería una casa de cultura y ahí se aprovecha la experiencia de los mayores para ir inculcando a los más jóvenes lo que significa el respeto y cosas por el estilo. A determinada edad, yo diría que a partir de los cuarenta y tantos o cincuenta años, el estado, quieras o no, te organiza un plan de pensiones personalizado y te lo empieza a descontar de tu nómina y así cuando llega la jubilación, por lo menos la parte económica la tienes asegurada y mantienes más o menos tu nivel económico. Es curioso porque en muchos casos te aconsejan que te compres una vivienda en España, sobre todo en el  levante, Alicante, Valencia, Murcia y todo por ahí  con la idea de hacer una especie de pueblos prácticamente ingleses pero con sol que ya es importante para ciertas edades.
En esa especie de casa del barrio te dan clases de golf y te aconsejan, pero en el fondo te obligan a que te aficiones y juegues un poco para que  al llegar la edad de la jubilación tengas un hobby que sin querer te llevará toda la mañana y encima haciendo ejercicio que es de lo que se trata.  Además, hay monitores contratados, les llaman algo así como “los jóvenes con inquietudes” que en realidad son los que aquí se conocen como monitores de tiempo libre, pero que allí lo tienen montado de tal manera que son estudiantes que dedican unas cuantas horas al entretenimiento y en su caso a hacer compañía a aquellos jubilados que lo necesiten. La verdad es que lo tienen bien montado y los que más tienen dan una cantidad mensual para el mantenimiento de esas actividades y nadie se siente mal. Lo mismo te encuentras un Lord que va todas las mañanas a hacer yoga que a una ama de casa que hace gimnasia de mantenimiento o personas que acuden a tertulias en algún idioma extranjero o juegan al bridge. Hay divertimento para todos y lo más importante es que se sienten y de hecho están muy bien atendidos desde el punto de vista sanitario. Todos los que viven solos tienen una especie de botón que llevan colgado al cuello que en caso de necesidad llaman a los Servicios Médicos y en poco más de diez minutos te están atendiendo, pero, ojo, esto es para todos los jubilados sin distinción porque a mí me da la impresión que aquí también hay cosas parecidas pero solo para unos cuantos.

Angel intervino para que tuvieran oportunidad de hablar el resto de contertulios y ahí ya hubo opiniones para todos los gustos sobre todo los que pensaban que los turistas se venían para España porque la Sanidad era mucho mejor que la suya, aquí los operaban gratis mientras que en su país tenían que abonar una parte, aproximadamente la mitad de los gastos generados por la cirugía y por supuesto pagaban íntegras las prótesis que hubiera que ponerles y aquí todo eso era absolutamente gratis.

Una señora, de esas de edad indefinida que lo mismo tiene sesenta y muchos años que ochenta, se puso de pié y trató de justificar lo que para otros muchos era injustificable y era que los jubilados españoles estaban muy bien, posiblemente mejor que los ingleses y no tenían que irse a otro país en busca del sol. Eso si, no se podían comprar nada en la costa porque no tenían dinero pero disponían de unos viajes organizados por el Imserso, que estaban maravillosamente bien organizados y eran casi tan baratos como vivir en casa y si encima eras un poco mas aventurero podías apuntarte a un crucero y viajar como nunca lo había podido hacer antes. También tomó la palabra un tipo peculiar, vestía pantalón vaquero ajustado con una cazadora de cuero con el nombre de “postmoteros” escrito en la espalda con unas letras rojas que llamaban poderosamente la atención. Tenía el pelo blanco, largo, recogido en una cola que le llegaba a mitad de la espalda, la cara surcada por infinidad de arrugas lo que le daba un aspecto de mucho mayor de lo que realmente era, confesó que tenía sesenta y dos años, con aros en las orejas, una especie de perilla sujetada por una goma y el cuello rodeado por un pañuelo rojo anudado a la parte posterior. Lo primero que hizo fue justificarse por no venir con ropa deportiva, como era lo aconsejable pero venía desde Ávila en moto, tengo una Harley 1000 y por la meseta castellana “hace un frío pelón” expresión que utilizó mientras esbozaba una sonrisa que dejaba ver una dentadura para obtener un aprobado justo. El aspecto era curioso, efectivamente, era como un viejo joven, un rockero pasado de vueltas, un fans de las motos que por la pinta habría recorrido medio mundo a lomos de su “burra”, sin acelerar mucho eso si, porque las Harleys no son para correr sino para mantener una velocidad constante y disfrutar de la naturaleza. Nos contó que formaba parte de una especie de tribu urbana, los postmoteros, formada por cerca de cien socios que se reunían casi todos los fines de semana en una cafetería en lo alto del Puerto de los Leones y una vez al mes organizaban un viaje, en un radio de no más de trescientos kilómetros. Siempre iban precedidos por la Guardia Civil, dos motos con sus correspondientes agentes que les allanaban el camino y una furgoneta que cerraba el pelotón y que llevaba material para reparar posibles averías en carretera al mando de Serafín, uno que había sido “postmotero” más de cuarenta años, pero que ya era tan post, tan post, que se había tenido que pasar, sin perder sus galones, a conductor de la furgoneta que lo mismo hacía de taller que de coche escoba e incluso en parajes poco habitados de chiringuito playero donde se hacían excelentes paellas y se disponía de un amplio arsenal de copas para todos aquellos que las solicitasen con la condición de tener la seguridad de pasar sin problemas los posibles controles. El Serafín era un experto en servir copas ajustadas como si tuviera un alcoholímetro en su muñeca y aunque era criticado por su tacañería siempre contestaba que no se merecía ese trato porque, al contrario, se ocupaba y preocupaba por la salud de todos y cada uno de los integrantes de la peña dado que, como repetía con cierta frecuencia, no estaba como para dañar todavía más el hígado afectado de los moteros, según su teoría, por tantos kilómetros recorridos y no por las suculentas comilonas, por eso no, pero claro había que tener en cuenta que el más joven tenía como mínimo cuarenta años condición imprescindible para poder formar parte de esta particular peña motera  y a muchos, por no decir a la mayoría, había  que cuidarlos tanto como a sus motos, auténticas reliquias que eran la admiración de todos los que tenían oportunidad de verlas pasar por sus pueblos.

Para él, la semana se le pasaba rápidamente pensando en la reunión del Domingo donde se planificaban los viajes con el sistema democrático de a mano alzada y el fin de semana era ya lo mejor de todo. Era una afición barata, siempre y cuando uno tuviera moto con anterioridad, y se podía circular hasta los ochenta o más años y hasta alguno le valía hasta para ligar, concluyó su intervención con una sonora carcajada y un aplauso de todos los presentes.

Fue una reunión agradable que finalizó con unas cañas en un bar próximo y con la posibilidad de volvernos a juntar en un par de semanas. Mientras volvíamos caminando hacia la estación, me acerqué a Julián, el motero, y entablamos una conversación que duró diez minutos y que transformó mis fines de semana hasta el momento actual

-          Lo primero – me miró fijamente como queriendo anticiparse a mi respuesta - ¿tienes moto?
-         Ahora no – contesté – tuve una Vespa cuando era estudiante y después durante unos pocos años una Honda 750, pero que quieres que yo te diga que tu no sepas, me casé y la cagué.
-         Tu mujer, claro
-         Claro
-         ¿Y ahora como es que te ha dado por volver a esta mundillo al que solo pertenecemos cuatro chalados?
-         No es de ahora, lo que pasa es que la vida da muchas vueltas y en su día lo dejé, pero siempre he pensado que algún día tenía que volver a retomarlo y oyéndote me parece que estoy en el sitio perfecto
-         ¿Y tu mujer que dice?
-         Estoy separado
-         Ya – me pasó un brazo por los hombros – entonces que diga Misa que por un oído te entra y por otro te sale
-         Exactamente.
-         Bien – me volvió a mirar con su permanente sonrisa – creo que nos vamos a llevar bien, pero si no he entendido mal tú vives en Inglaterra ¿no es así?
-         Si, en Londres, pero ahora estoy disfrutando de un año sabático y me gustaría apuntarme con vosotros.
-         ¡Un año sabático! Joder chico, que suerte. Yo me he pasado mi puta vida trabajando en un taller de pintura de coches y no me dieron ni un día de más de vacaciones.
-         Lo mío es bastante fácil de explicar – me detuve unos segundos para abrocharme los cordones de las deportivas – yo soy Cirujano Plástico pero trabajo allí como ayudante de otro Cirujano y como él se ha tomado un año sabático pues yo me he quedado sin trabajo durante ese año y en vista de eso me he venido para España a ver a mis hijas y cuando cumpla el año me vuelvo, por lo menos eso es lo que espero.
-         Eso debe ser como si te toca la lotería ¿no? – se paró en seco como si hubiera visto un extraterrestre – o sea que tú eres de esos que andas todo el día tocando tetas, culos y demás
-         Bueno, yo no – contesté poniendo cara de no haber roto un plato en mi vida – el que los toca es mi Jefe, yo me limito a ayudar en las cirugías.
-         ¿Y encima seguro que ganas una pasta?
-         Si, la verdad es que no me puedo quejar.
-         Bien, bien – me volvió a pasar el brazo por mi hombro – entonces habrá que buscarte una moto ¿no?
-         Supongo.
-         Te la podrías alquilar pero no te lo aconsejo porque si ya has tenido otra en cuanto la tengas no te bajas de ella
-         Y aquí con este tiempazo con más motivo.
-         Podemos hacer otra cosa. Veamos. ¿Te propongo un negocio?
-         Tú dirás
-         Yo tengo una Harley un poco más pequeña que la mía, con veinte mil kilómetros que para una moto es como casi nueva. Te la puedo vender aunque me da un poco de pena porque está perfecta, pero casi prefiero que la pruebes antes y si te gusta hablamos del precio. Incluso – me apretó contra él – para que veas que me has caído bien te la llevas a tu casa un mes, andas con ella y luego hablamos.
-         Hombre, me parece un poco de cara
-         No te preocupes – volvió a soltar una sonora carcajada – está deseando que la monte alguien porque lleva más de tres años en un garaje. Le cambio el aceite y doy una vuelta a la manzana, pero la pobre no sale nunca a carretera, o sea que le vendrá muy bien echarse un novio, pero, eso si, que no me entere que la maltratas porque me la pagas
-         Ya me imagino que es con esa condición – permanecí unos segundos pensando en los pros y los contras de tener una moto y al final acepté el trato, pero sin ningún compromiso por parte de ninguno de los dos. Un mes y luego hablamos
-         Trato hecho – nos dimos un apretón de manos y quedamos para que al día siguiente me pasase por su taller, en una calle desconocida de Vallecas, ahí me la presentaba como si fuera una chica del barrio y si me gustaba me la llevaba puesta.

Me pasé la tarde escribiendo en mi casa, pensaba hacer una especie de recopilación de mi vida, una especie de memorias pero me di cuenta lo difícil que es escribir sobre uno mismo y por ahí andaba divagando sobre las páginas en blanco del ordenador y como iba de aquí para allá como una veleta en una noche de viento huracanado decidí que lo más adecuado era depositar todo lo que se me ocurriera escribir en una carpeta que denominé
“escritos para mas adelante” y lo que parecía un lugar de anotaciones se convirtió, casi sin querer, en una especie de revisión de mi manera de pensar sobre diferentes temas y así lo mismo estaba de viaje en un tren con dirección a Alaska que recorría Estados Unidos de este a oeste en la Harley que me iba a prestar mi amigo Julián.

Sin embargo, discurriendo por el teclado como un fantasma, la familia ocupaba un lugar privilegiado en mi cabeza y los sentimientos afloraban cada vez que tocaba una letra cualquiera del abecedario y de vez en cuando dejaba escritos sobre mis hijas, mi soledad en Inglaterra que, a pesar del tiempo transcurrido y después de algunas aventuras sin final, volvía una y otra vez. Dejaba reflejada mi estancia en Madrid, describía lugares y nuevos amigos como si fueran de toda la vida y muchos días tenía temas concretos como el de reflexionar sobre las ventajas o los inconvenientes de tener una Harley en el garaje. Me apetecía un montón, para que negarlo, pero, por otra parte, me manejaba bastante bien en el metro y no tenía ninguna necesidad de utilizar cualquier otro tipo de transporte. Repasé y dejé escrito en la carpeta abierta para tal fin con ternura los mejores años de mi vida, el terminar la carrera, mi primer trabajo con la ilusión de llegar a una independencia económica que me permitiese casarme con Carmen, mi amor de toda la vida, la boda, la ilusión que se salía hasta por debajo de la puerta de nuestra casa, la llegada de los hijos y al final siempre ¿por qué tenía que ser así? mi llegada a Londres y aquellas primeras semanas en las que, como diría un andaluz “me jarté de llorar” y aquí dejaba de escribir. Si, si, ya se que suena un poco raro pero era la verdad, se perdía la conexión entre mis recuerdos, mi cerebro y mis manos y tenía que levantarme y dejar el ordenador hasta el día siguiente. Me asomaba a la ventana desde la que veía una parte muy importante de la capital de España y dejaba discurrir mi mirada por el enjambre de tejados que se disponían a mis pies y siempre acababa en el inicio de la carretera de la Coruña, concretamente en la Cuesta de las Perdices sabiendo que por ahí estaba Carmen disfrutando de una nueva vida con otra pareja y hasta con un hijo de corta edad. En ese momento mis ojos se volvían hacia el centro de Madrid y ahí se acababa, sin más y así me pasaba todos los días que me sentaba ante el ordenador. Por eso intentaba que muchas tardes las tuviera ocupadas en algún cine, una conferencia, alguna exposición o una buena obra de teatro porque suponía quedarme a cenar por ahí y no tener que afrontar esa situación que cada día que pasaba me resultaba más difícil de superar. Siempre ocurría entre las ocho y las diez de la noche, esas eran las dos horas claves. Alguna vez me quedaba en alguna terraza de la Gran Vía viendo pasar a esos turistas que haciendo fotos con sus móviles parecían querer reflejar una ciudad sin disfrutar de la hospitalidad de los madrileños y conocer más profundamente una forma de entender la vida que no se parecía en nada a las costumbres que traían de sus respectivos países. En alguna ocasión, oía las conversaciones de mis vecinos de terraza y era consciente que visitaban solo un diez por ciento de esta ciudad y hasta una vez, solo una, me ofrecí a una pareja, más o menos de mi edad, a enseñarles lo que un guía no haría y recorrí, no sin cierta prevención por su parte, lugares tan emblemáticos como Malasaña por la noche o el Rastro alejándonos de la Puerta del Sol infectada de turistas como ellos. Me lo agradecieron tanto que pretendían darme una propina por mi amabilidad. En su lugar, los invité a una copa en Chicote y se fueron más contentos que unas castañuelas y con la promesa de vernos en Londres cuando volviera.  

























CAPITULO 27.-

-          ¿Te gusta el sitio?
-         Bueno – Patricia mi hija menor respondió con desgana – a mí no se me ocurriría venir, pero entiendo que estemos aquí – repasó con su mirada el restaurante en el que habíamos quedado citados mientras yo la observaba ¡como había cambiado y eso que solo habían pasado dos años desde que estuvo en mi casa de Londres! Sus veintidós años se reflejaban en su cara, naturalmente no tenía ni una arruga, el pelo rubio lo tenía recogido en una trenza, era guapa, muy guapa diría yo, aunque tengo que reconocer que no soy imparcial en mi juicio, por supuesto no me olvido que soy su Padre. Unos ojos azules por debajo de unas cejas bien perfiladas le daban a su cara un aire interesante. Vestía una camiseta de vivos colores, unos vaqueros  rotos en las rodillas, no se si por el uso o porque venían así de fábrica y tampoco era cosa de preguntar, unas sandalias con una margarita que le cubría todo el dorso del pié y nada más. Ni una gota de maquillaje ni nada que alterase su aspecto. Las manos, siempre me fijaba aunque fueran de mi hija, eran finas y largas con las uñas esmaltadas y el conjunto resultaba una chica joven atractiva – es un restaurante de viejos ¿no?
-         ¿Me estás llamando viejo? – sonreí mientras le servía un poco de Coca Cola en su vaso
-         Viejo, viejo, no, pero estarás de acuerdo conmigo que gente joven, así como de mi edad, no hay ninguna.
-         Eso es verdad – trataba de justificarme aunque seguía pensando que el sitio estaba muy bien – pero la culpa la tienes tú porque te dije que escogieras sitio
-         Ya, pero yo no conozco casi ninguno y este tiene la ventaja que está a dos paradas de autobús de casa.
-         Está bien, está bien – bebí un poco de vino blanco – lo importante es que podemos charlar tranquilamente ¿no te parece?
-         Eso si porque parece que eres un Padre de Skype.
-         Bueno, bueno tampoco hay que exagerar que si hablamos así es porque vivo en Londres
-         Vivías, Papá, vivías porque ya me ha contado Carmen que llevas aquí una temporada y que vas a estar un año ¿es verdad?
-         Si, posiblemente si.
-         Ya era hora que me llamaras ¿eh?
-         Tienes toda la razón y te pido perdón porque lo tenía que haber hecho antes pero me he ido liando con unos y otros y ¡que quieres que te diga! Aquí estoy – la miré fijamente - ¿me perdonas?
-         Claro que te perdono, sigues siendo mi Padre ¿no?
-         Espero que si
-         Pues ya está: quedas perdonado – se retiró el pelo con un gesto que repetía cada pocos minutos – y ahora cuéntame eso que vas a estar un año aquí.
-         Mi Jefe en Londres se ha tomado un año sabático y como no tenía nada que hacer he decidido venir a veros y luego me volveré.
-         Pero ¿tú no trabajabas en una clínica privada además de con ese Médico raro?
-         El Médico raro ya no es tan raro, al revés es muy buena gente y si que es verdad que trabajaba y espero seguir trabajando en una clínica privada pero allí también me han concedido un año sabático
-         ¿Así por las buenas? Menudo chollo
-         ¡Que quieres que te diga! Soy como el tutor de los Médicos de Guardia y digamos que me guardan el sitio un año.
-         Joé, vaya suerte, como se nota que es en Inglaterra, aquí pides lo mismo y el Jefe te manda a freír puñetas.
-         Patricia por favor
-         No he dicho ningún taco – y añadió – por ahora
-         ¿Eres muy taquera?
-         Un poco
-         No te pega nada
-         Eso me dice Mamá todos los días pero los jóvenes hablamos así.
-         Ya – bebí un poco de vino haciendo algo de tiempo porque todavía no me parecía oportuno sacar a relucir el tema de su madre, pero me lo estaba poniendo en bandeja -  ¿sigues viviendo con ella?
-         ¡Que remedio!
-         ¿Tan mal estás?
-         No, la verdad es que no, pero ya sabes, me gustaría tener más independencia y no pasarme el día dando explicaciones de a que hora voy a llegar a casa con quien y donde ceno y esas cosas.
-         Pero tú terminaste la carrera ¿no?
-         Hace un año, pero mientras no termine las prácticas no me dan el título de Licenciada en Turismo
-         ¿Y las estás haciendo?
-         Claro, estoy de recepcionista en el Palace pero me pagan una miseria y hago el mismo trabajo que las demás.
-         Bueno, pero cuando tengas título te colocan ¿no?
-         Ja, ja – se rió con fuerza – ojalá pero cobrando algo menos de mil euros y para eso me voy a Alemania y aprendo otro idioma que nunca viene mal.
-         Me parece muy buena idea porque colocarse en hoteles sabiendo bien alemán, inglés y español debe ser bastante fácil ¿no?
-         Si, seguro que si, pero lo malo es que o mucho cambian las cosas o aquí pagan poquísimo y no hay manera de irse de casa.
-         Pero  ¿no estás diciendo que a lo mejor te vas a Alemania?
-         Espero irme en cuanto acabe las prácticas
-         ¿Y con que dinero?
-         Con algún ahorrillo que tengo por ahí, otro poco que me deje Mamá, algo que te pediré a ti y sobre todo porque tengo una amiga que vive allí y me dice que encontrar trabajo temporal como camarera en un Burguer es bastante fácil.
-         O sea que lo tienes todo pensado
-         Si, la verdad es que si porque aquí no hay quien aguante
-         ¿Tan mal estamos?
-         Hombre – se me quedó mirando para saber como contestar – para los ricos la situación es bastante buena, los empresarios ganan dinero y el gobierno dice que las cosas van bien, pero para los currantes, como yo, no van tan bien. Con la última reforma laboral, por cierto que cada gobierno que llega hace la suya, cada vez es más fácil que te despidan con una pequeña indemnización y así nos luce el pelo. Los jóvenes salimos de aquí como si hubiera una plaga de cólera y hay más españoles por Europa que aquí, pero bueno, ayer el último Ministro de Trabajo ya dijo que ahora todo va muy bien y ya no hay prácticamente emigrantes porque gracias a las políticas aplicadas por su partido, los trabajadores tenían mucha más estabilidad y los sueldo se aumentaban como nunca
-         ¿Y tú te lo crees?
-         Buá – se deshizo y volvió a hacerse la coleta a una velocidad de vértigo – estoy hasta el gorro que nos tomen el pelo. Por mí que digan lo que quieran, no me creo absolutamente nada. Los políticos son todos unos golfos y me da igual que estén unos u otros. Da lo mismo.
-         Me parece que estás exagerando un poco ¿no? – la opinión de mi hija se la había oído a más de uno y a más de dos – me imagino que no todos serán iguales, habrá algunos que sean honrados.
-         ¿Tú crees?
-         Supongo que si
-         Pues yo creo que no, pero bueno allá lo que piense cada uno.
-         Me da la impresión que no te interesa mucho la política ¿me equivoco?
-         Es verdad. Estuve una temporada metida en un sindicato de estudiantes pero me salí porque era un cachondeo
-         Patricia, por favor ¡que expresión es esa!
-         Bueno que allí cada uno iba a lo suyo y en vista de eso lo dejé.

Poco a poco Patricia iba tomando confianza, empezaba a ser la hija que yo conocía de cuando estuvo en Londres y estaba llegando el momento de encarar el tema de su madre. Tenía que aprovechar esta oportunidad

-          ¿Y tu madre que opinaba de tus aventuras políticas?
-         Tampoco decía mucho
-         ¿Te llevas bien con ella?
-         Si, es un poco pesada, pero si, me llevo bien
-         ¿Y con su marido actual?
-         Papá no empieces, por favor – puso cara de aburrimiento – ya sabía que esta comida era para hablar de Mamá. ¿Te importa mucho como está?
-         No se de que te extrañas, hija – posiblemente no era el momento más adecuado, pero no me podía permitir el lujo de hablar de su madre, ya suponía que algo me echaría en cara pero no pensé que me pudiera hacer la pregunta que me acababa de hacer – yo puedo estar separado, pero ha sido mi mujer durante cerca de catorce años y hubo una época que estuvimos muy enamorados.
-         Pues lo has disimulado de miedo porque hace por lo menos cuatro años que no hablas con ella.
-         Eso es verdad, no lo puedo negar, pero reconocerás que vosotras me contabais bastante cosas y con eso me parecía suficiente y más desde que me enteré que se había casado otra vez.
-         Hombre solo faltaba que te molestara que intentara rehacer su vida ¿no te parece?
-         ¡Que quieres que te diga!
-         No hace falta que me digas nada ¿te parece poco lo que la hiciste dejándola tirada como una colilla y a nosotras dos con catorce o quince años dejarnos sin padre? ¿te parece poco? – había auténtica rabia en su manera de pensar y sobre todo en como las decía – yo creo que no pensaste bien como nos dejabas porque de lo contrario hubieras reaccionado de otra manera
-         Patricia por favor – trataba de explicarle todo lo que había sucedido y sobre todo que entendiera mis razonamientos
-         Ni por favor ni ostias Papá – sus ojos se llenaron de lágrimas – fue una faena y tú lo sabes, por eso estás aquí, si no, para que venir desde Londres a preguntar por Mamá. ¿Tú sabes lo que es para una niña de catorce años estar esperando a su padre todos los días y que nunca llegue? ¿sabes lo que es eso? Y encima te teníamos que aguantar casi todos los sábados cuando nos llamabas por Skype y nos hacías ver que te volverías pronto y nosotras nos lo creíamos como tontas cuando encima Mamá ya sabía que estabais separados. La verdad es que ella lo hizo muy bien, hasta que un día explotó y nos lo contó todo. No sabes cuanto lloramos Carmen y yo, no te puedes hacer ni idea. Eso si, después fuimos a verte y no nos diste, o por lo menos a mi no me distes, ni una sola explicación y mira que tuviste tiempo porque estuve contigo un curso escolar contigo
-         Puedo hablar – la interrumpí con energía – primero: aunque no te lo creas o no te parezca bien, sigo siendo tú padre y me merezco que hables conmigo con educación. Eso lo primero
-         Es que yo hablo así – saltó como si le hubiera pisado un pié
-         Bueno pues conmigo no. Segundo: yo me separé de tu madre porque entre los dos las cosas se fueron enfriando y al final se acabó el amor. Lo puedes entender si quieres y si no, no, pero fue así y en tercer lugar, y también lo puedes entender o no, yo a vosotras os quiero igual o más que antes y por tus palabras parece como que no fuera así. ¡Ah! Y se me olvidaba una cosa – la miré directamente a los ojos y parecía que su expresión iba cambiando poco a poco – en Londres no hablamos de ese tema porque tenías catorce años y me parecía que eras muy pequeña para razonamientos de este tipo. Confieso que estuve a punto de planteártelo varias veces pero no me pareció oportuno, en eso si que tienes razón, me equivoqué y lo siento.
-         Ya – a pesar de tanto tiempo separados presumía de conocer bastante bien a mis hijas y la notaba como algo descolocada – por una parte me alegro que, por fin después de tantos años me digas algo de lo que pasó, pero por otro sigo sin entender porqué no nos fuimos las tres  a vivir contigo a Londres porque ahora puedes poner todas las excusas que quieras pero tú sabías de sobra que si no íbamos te acabarías separando de Mamá
-         No es tan fácil – esta vez fui yo el que bajé la cabeza para que no notara como algunas lágrimas se asomaban a mis ojos – sabes que me fui porque no encontraba trabajo aquí, eso si lo sabes ¿no?
-         Si, eso si
-         A mi me costó mucho trabajo dejaros, mucho más del que te imaginas y  siempre con la idea de irnos todos pronto para allí, pero las cosas no siempre son como cada uno quiere. Tenía que ganar dinero cuanto antes y bastante porque vivir cuatro en Londres es muy caro, vosotras tendríais que cambiar de colegio, Mamá dejar su trabajo y eso que ahora parece muy fácil, entonces no lo era tanto.
-         Hubiéramos podido vivir con menos dinero pero todos juntos.
-         Espera, espera que no he terminado. Yo empecé viviendo en un piso con unos cuantos españoles pero enseguida me ofrecieron la posibilidad de vivir en la clínica a la que había ido con un contrato desde aquí y me fui allí y los dos primeros años fueron muy duros. Yo ganaba dinero, no tanto como pensaba pero me daba para vivir, pero tenía que seguir viviendo en la clínica donde no pagaba nada y seguir haciendo más o menos veinte guardias al mes que son las que hacía y por aquel entonces yo me preguntaba ¿y haciendo tantas guardias al mes merece la pena que se vengan a vivir conmigo si prácticamente no me van a ver el pelo? Por otra parte, tanto tu Madre como yo estábamos encantados con la educación que estabais recibiendo en vuestro colegio y cambiaros y más a esa edad nos parecía una barbaridad y a partir de ahí fue cuando la relación entre tu Madre y yo desapareció. ¿Quién tuvo la culpa? Ella pensará que yo y yo no estoy muy seguro. Unos días pienso que efectivamente fui yo y otros que el amor es así. Es cierto que, como dice el refrán español “el roce hace el cariño” y en nuestro caso ni nos veíamos y aunque no te lo creas era porque no tenía prácticamente tiempo ¿Cómo iba a tener tiempo si estaba siempre de guardia?
-         Papá – ella también tenía, como se dice en el Parlamento, derecho de réplica y no perdió la ocasión – a mí todo eso me parece muy bien, pero no me puedo creer por mucho que trates de convencerme que en tres o cuatro años no tuviste dinero para venir a vernos o por lo menos que fuera Mamá allí. Lo siento, pero no me lo creo. Bueno – se volvió a deshacer la cola de caballo – si que me lo creo porque fue así pero tú sabes que no es cierto, lo que pasa es que empiezas haciendo vida de soltero y al final te acabas acostumbrando y eso fue lo que te pasó, lo demás son historias y formas de ver las cosas para no aceptar tu propia responsabilidad.
-         Es posible que hasta tengas razón – le pedí un café a un camarero que pasaba entre las mesas – pero eso lo pienso ahora pero entonces, te lo juro por lo que más quiero que sois vosotras dos, que hace esos años solo tenía una obsesión y era ganar dinero para juntarnos toda la familia y eso te lo puedes creer o no, pero es la verdad
-         Si tú lo dices yo me lo creo, pero reconocerás que para nosotras fue una putada de mucho cuidado
-         Patricia, por favor, esa lengua
-         Perdón, perdón que se me ha escapado
-         Claro que lo reconozco y de hecho te estoy pidiendo perdón, pero no creas que para mí fue un plato de buen gusto porque no fue así.
-         A buenas horas mangas verdes
-         Me parece que ahora ya eres lo suficientemente mayor para que entiendas lo que te estoy contando que es la verdad
-         No, no, si yo lo entiendo y además aunque no lo entendiera ¿que puedo hacer?  
-         Es verdad, no puedes hacer nada y menos después de tantos años, pero si me gustaría que entendieses mis razones, no para justificarme porque tampoco es eso, pero si para que sepas lo que pasó de verdad.
-         Eso mismo decía Mamá – me contestó – con la diferencia que ella lo decía convencida que se arreglaría y acabarías volviendo aquí pero está claro que no fue así.
-          No fue así y bien que lo siento, pero ya no tiene arreglo, pero que te quede claro que por mi parte vosotras sois mis grandes amores y me encantaría hablar con tu Madre para decirle lo mismo que te estoy diciendo a ti.
-         Me parece que ya no es el momento. Ya pasó. ella está feliz con Carlos, tienen un hijo en común y vosotros cada uno por su lado.
-         Es una pena –llamé al camarero para que me trajera la cuenta, pagué y nos fuimos no sin antes quedar para cenar otro día pero con Carmen y ella juntos
-         Y con David porque esa no se separa de él ni un metro. Supongo que no quiere que le pase como a Mamá.
-         Muy bien, pues cenamos los cuatro. Vosotras buscáis el sitio y el día que os venga mejor.
-         Adiós
-         Adiós, hasta pronto





No hay comentarios:

Publicar un comentario