CAPITULO
28.-
Ya
tengo la Harley, bueno a decir verdad la tengo desde hace cerca de un mes y
estoy encantado. Ya no me acordaba de aquella época, cuando era joven, que
tenía una vespa y de lo bien que lo pasábamos. Yo me considero un motero así
como de momentos y reconozco que todavía no se muy bien porqué. En la moto, eso
dicen los moteros y yo lo corroboro totalmente, la vida se ve de otra forma, no
es ni mejor ni peor sino completamente diferente, será que no hay que buscar
donde aparcar, que cuando te encuentras un atasco te cuelas entre los coches,
que pierdes muy poco tiempo en los semáforos o no se el qué pero todo es
distinto. La vida te cambia cuando vas en moto, los coches te ven como un
peligro potencial y realmente lo eres porque el problema de la moto es que el
parachoques eres tú y si por casualidad algún coche te roza lo más mínimo lo
más seguro es que te hagas bastante daño.
Fue
un miércoles por la mañana, me levanté temprano, como siempre, hice mis
correspondientes dos horitas de trotecillo ligero por las calles de Madrid y a
las once y media estaba casi en la puerta del taller donde debería estar mi
Harley Davidson. Situado en una calle estrecha del distrito de Vallecas no
debería ser un sitio fácil de llegar porque al taxista, a pesar del GPS le
costó un poco llegar. En la puerta, entre la del taller y el bar adosado,
estaban de pié tres hombres charlando animadamente. Iban vestidos prácticamente
igual con sus chupas de cuero con el anagrama de la peña a la espalda,
pantalones vaqueros muy ajustados, botas o botines de reluciente aspecto, pelo
largo que sobresalía por el ala de un sombrero vaquero bastante viejo, casi
tanto como los propietarios de las cabezas sobre las que se aposentaban y allí
estaba mi amigo Julián con un medio pitillo ladeado en la boca limitado por
unos dientes de un color indefinido, entre negros y marrones oscuros. Los tres
individuos, por definirlos de alguna manera, permanecían custodiando la puerta de un oscuro y sucio
bar con un cartel en la parte superior
que ponía con gruesos trazos de un color como dorado ¨ LOS BULLS POSMOTEROS¨
y una mínima bombilla de color rojo que debería ser la encargada de iluminar
aquel siniestro lugar. Julián me presentó a sus colegas, El Cosme y el
Chuletilla, dos ejemplares de la misma calaña, que me saludaron por obligación
y mirándome como si fuera un pijo venido del más allá. Es cierto que no iba
apropiadamente vestido para la ocasión, mi pantalón de lino beis primorosamente
planchado desentonaba claramente con sus vaqueros grasientos y mis mocasines ingleses con un granate muy
londinense no tenía mucho que ver con sus sucias botas camperas, si es que
alguna vez fueron camperas. Por otra parte, mi cara recién afeitada y con mi
colonia favorita no era un modelo para aquellos tres moteros que planificaban
sus próximas salidas de fin de semana.
-
Y este va a venir con nosotros? – preguntó el
chuletilla con una expresión entre divertida y fastidiada.
-
No te preocupes
hombre que en cuanto tenga la moto, que supongo que es lo primero, me paso por
El Rastro y me visto como vosotros para no haceros la faena – contesté con una
media sonrisa tratando de ganarme su confianza.
El
Chuletilla, no puedo llamarle de otra manera porque con ese nombre me lo había
presentado Julián, era un ejemplar típico del Valle del KAS, como les gustaba
definirse a los más chelis del barrio. Era un hombre muy delgado, alto, con los
ojos como si estuvieran hundidos y ahogados en los párpados, con una nariz que
llamarla aguileña era un auténtico piropo, orejas tremendamente grandes y muy
salientes como queriendo adelantarse a los sonidos procedentes del exterior
recubiertas con unas amplísimas patillas que se desplazaban casi hasta la boca.
A mí me recordaba, no se muy bien porqué,
a aquellos reclamos de algunos bares de turistas próximos a la Plaza
Mayor, que se vestían de auténticos salteadores de caminos de la zona de
Despeñaperros con un trabuco entre las manos y cara de pocos amigos. La
definición mas apropiada sería la de algún bandolero de la banda del
Tempranillo, escindida hace mucho años y ahora localizados como desperdigados
por los distintos antros de ese barrio madrileño de tanta solera. Su burra, es
decir su Harley era un modelo de 1959 con alforjas y unos cuernos en el
manillar que le hacía parecer todavía más campera la tenía aparcada a unos pocos metros de
donde se encontraba y de vez en cuando se acercaba hasta allí, la frotaba con
un pañuelo que a continuación se anudaba al cuello y volvía a su posición
original con un botellín en la mano izquierda y el pitillo apagado entre unos
dedos amarillos por la nicotina. Sinceramente, para que nos vamos a engañar,
tenía una pinta de guarro que no podía con ella y no parecía especialmente
simpático, habría que buscar la fórmula
de ganármelo para la causa.
El
otro integrante de aquellos curiosos vigilantes del bar Postmotero y que no
podía saber cual era de los tres si el bueno el feo o el malo era todo lo
contrario al Chuletilla. Se trataba de un tipo fofo, gordo, con la cazadora
desabrochada por la que se lanzaba a tumba abierta una camiseta que se suponía
que había sido blanca, con un grabado en rojo y azul de la Estatua de la Libertad. Los vaqueros
comenzaban muy por debajo del ombligo y terminaban cerca de unas botillas de
piel de cocodrilo o algo parecido que le hacían ambos pies como muy pequeños,
realmente lo que parecía mas que un rockero venido a más era un gnomo venido a
menos. El pelo lo tenía tan sucio y ensortijado que se mezclaba con una barba
de años atada con una goma azul en la parte proximal lo que hacía que le
llegase mal a la barriga semi tapada por la camiseta semi blanca, hasta la
sonrisa era una semi sonrisa que no se sabía si era eso, una sonrisa o una
manera desagradable de recibir a un amigo de otro amigo pero, en fín, no
conocía ni el ambiente motero de las Harleys ni mucho menos el de ese bar huido
de lo más remoto del lejano oeste e ubicado, todavía no sabía por qué motivo,
en las profundidades del barrio de Vallecas en la capital de España. Tiempo
tendría para irlos conociendo y ahora lo que necesitaba era ver cuanto antes la
moto que me ofrecía mi reciente amigo y propietario del taller de al lado,
Julián Gomez Camatrillo para servirle a mi Harley a Dios y a Usted, su mas
seguro servidor.
-
Si te parece bien – era Julián el que llevaba la voz cantante –
nos tomamos un cubata en el bar y a continuación vamos a ver a mi tercera
mujer, primero mi Amparito del alma, luego mi Harley de verdad y después la que
podríamos llamar mi nieta Harley porque es de mucha menor potencia que la mía
primera, mas pequeña, menos trajeada y todavía sin haber sido montada por un
hombre como tú porque ya sabes que las Harleys son como las mujeres de uno,
todo el mundo que quiera puede mirarlas, pero para tocarlas ya está el dueño y
nadie más ¿estás de acuerdo?
-
Si tú lo dices yo
me lo creo faltaría más. Venga vamos a tomarnos algo.
Los
cuatro atravesamos la puerta que hasta entonces había sido celosamente guardada
por el Chuletilla y el Cosme y casi como de milagro entramos en una taberna del
Oeste Americano. Yo no conocía ninguna tan cutre y menos iluminada como la
denominada ¨Taberna de los Postmoteros¨
-
Y uno de los que más motos ha tenido entre sus
manos de toda España – afirmaba el Cosme apoyándose con el codo en la barra.
Enseguida
apareció por allí una chica, entrada en años eso si, que nos atendió
rápidamente
-
Pa los mendas lo
de siempre y para el Inglés lo que pida, pero que sea caro que para eso es la
primera vez que viene - El Juli tomaba la
iniciativa - ¿Qué va a ser?
-
Póngame un whisky
con agua, por favor – le pedí mientras la miraba preso todavía de unos labios
impresionantes, debió agotar todas las
existencias de Botox de la Comunidad de Madrid, que se insinuaban ante
mi tardanza en pedirle alguna copa cara
-
Inglés – era el
Juli el que me hablaba mientras le hacía una seña a la rubia para que se fuera rápido a poner
las copas – no la mires tanto que esta tiene dueño ¿y sabes quien es? Pues ni
más ni menos que este que viste y calza, si señor, el Julián
La
rubia con un moño sujeto en la parte posterior de su cabeza, blusa roja dejando
al descubierto unos hombros bien torneados por el paso de los años, se dio la
vuelta con garbo sintiéndose observada y se encaminó hacia el fondo de la barra
donde se encontraban las botellas colgadas boca abajo. Introdujo varios hielos
en las cuatro copas y las envió deslizando por la barra con una precisión
matemática hasta donde nos encontrábamos nosotros, no menos de seis metros.
Hizo el mismo movimiento con las botellas y a los pocos segundos nos estaba
sirviendo unos mas que generosos cubatas.
Amparito
se sirvió una especie de zumo de color rosa y apoyando un codo en la barra
preguntó con desparpajo
-
O sea que tú eres el Médico Inglés que viene a
quedarse con la nieta del Julian ¿no, prenda?
-
No, no – contesté
riendo – no me puedo quedar con su nieta sin antes probarla por lo menos una
semana
-
¡Mira el Inglés
que listo! – la Amparito se volvió a refugiar detrás de la barrera que separaba
el ruedo del alcohol de los entresijos de la cocina – eso será en Inglaterra
pero aquí el que la prueba se la queda como si fuera la hija de un gitano y si no atente a las consecuencias.
-
Oye Amparito
tampoco te pongas así que yo no te he hecho nada.
-
Lo que pasa es
que me joden los guiris ¡te enteras contreras!
-
Me parece bien –
la miré directamente y pude apreciar que en
el fondo, posiblemente por influencia del marido, no tenía mayor interés
en venderme la moto, pero si su marido había llegado a un acuerdo, la palabra
es lo primero – lo que pasa es que yo nací en Madrid. Fíjate que aunque viva en
Londres no se me nota ni el acento
-
Nasti de plasti –
la rubia se bebió un lingotazo de aquella especie de brebaje de color rosa sin
alterarse lo más mínimo – tu eres ¨guiri porque lo digo yo y da gracias que te
deje tomar algo aquí, porque esto es un local exclusivo para los españoles de
la peña los postmoteros ¿tú eso lo
entiendes o prefieres que te lo diga en inglispikinglis.
-
Amparito, mi
love, - Julián la miró de una manera que
no había lugar a dudas - déjalo ya ¿no ves que me lo vas a espantar y nos
quedamos sin vender la moto?
-
Por mi – la rubia
se movía inquieta detrás de la barra – como si se la pica un pollo – hizo un
gesto de fastidio – pero no me vuelvas a decir que le pase una gamuza a tu
nieta porque se la va a pasar la
madre que te parió ¿entendido?
-
No te preocupes
Andrés que ya la irás conociendo y verás como al final hasta seréis
coleguillas, parece ¨mu echá palante¨ pero es todo fachada y en el fondo es
muy buena gente.
-
Menos mal que me
avisas porque menudo carácter tiene
-
¡Qué va! – el
Julián le dio un pequeño azote en el culo – venga princesa ve preparando a la
niña que el caballero se va con ella.
Un
intenso olor a pescado inundó toda la taberna y fué la Amparito la que dio la
voz de alarma
-
Atención – la
Amparito se acercó a la máquina de discos al fondo del bar e introdujo una
moneda sonando a continuación la más que famosa voz de Elvis Presley
interpretando uno de sus más conocidos
rock and roll – todo el mundo a sus puestos. ¡¡Presentes armas!!
Los
tertulianos se pusieron firmes y utilizando sus cubatas como armas de
destrucción masiva presentaron sus respetos a los dos, nuevos para mí, que
entraban en la peña. Eran dos especímenes, por llamarles algo, el Salmonete y
su colega de correrías, el Nécora. Venían ataviados con lo que se podría
denominar como el traje típico regional de la taberna de los Postmoteros y
parecían llegar mas secos que la mojama
-
Amparito, guapa, danos dos birras que venimos
mas secos que la
entrepierna de
una mona – abrió fuego el Nécora mientras depositaban los sombreros en la
barra
-
Hoy me vais a pagar o tampoco
-
Parece mentira que
nos digas eso tú que sabes que tienes mas rubio en el bote que en la cabeza –
el Salmonete me miró de arriba abajo – estando aquí el embajador
plenipotenciario de Inglaterra ¿vamos a pagar nosotros dos míseros botellines?
-
Por supuesto que
estáis invitados ¡faltaría más! - contesté
-
¿y vosotros
porqué sabéis que es inglés este tan pinturero? – preguntó la rubia mientras
depositaba dos botellines para los recién llegados
-
Como nos
preguntes eso a nosotros que no somos del Cesid porque no nos interesa que si
nó, ya estaríamos en nómina hace mucho tiempo. ¿para que te crees que tenemos
ojitos en la cara además de para verte mejor, Caperucita?
-
Estabais en la
puerta claro
-
Pues claro mujer
de éste - el Nécora señaló a Julián
- podíamos haber estado en cualquier
otro sitio pero donde vamos a estar mejor que vigilando nuestras Harleys
-
¿Esas dos motazas
son vuestras? – pregunté con verdadera admiración al ver los dos eejmplares de
Harleys aparcados en la puerta. Eran dos motos grandes, muy grandes, una totalmente
blanca y la otra de un color parecido al
granate con remates en negro. Descansaban sobre sus respectivas patas de cabra
adoptando una posición como de adoración hacia sus dueños
-
Si – los dos
amigos se rieron de buena gana - ¿Qué pasa que no nos ves con posibles?
-
No se chicos que
queréis que os diga. Son unas motos impresionantes y os han tenido que costar
una pasta.
-
¡Que va! esas
cosas solo os pasan a los ricos que vais por la vida gastándoos el dinero.
Nosotros las tomamos a nuestro cargo, la limpiamos, las arreglamos, las
mantenemos y son para toda la vida.
-
O sea que las
robáis – pregunté directamente
-
Bueno – el Nécora
parecía dudar en la respuesta - no exactamente así porque no las legalizamos lo
que quiere decir que cualquier día nos paran por ahí y nos las requisan.
-
¿Hace cuanto
tiempo que las tenéis?
-
La de éste la
birlamos en París hace cuatro años y la mía se la compré por dos duros a un
gitano de Jaen que decía que la había comprado cuando estuvo en Japón.
-
O sea que también
era robada – afirmé
-
Eso lo dices tú,
colega porque a mí me la vendió legal
-
¿Seguro?
-
Oye Inglés,
metete en tus asuntos y déjame en paz que parece más un madero que un amigo del
Julián
-
No si a mi me da
igual – y no estaba mintiendo porque realmente me daba exactamente lo mismo,
pero tenía curiosidad por conocer como
la gente se busca la vida por ahí y más si, antes o después, iban a ser
mis compañeros de viaje, aunque no lo tenía muy claro porque hasta ahora no
había conocido a ninguno en la Peña Postmotera que mereciera la pena, pero, en
fin, ahora a lo que estamos es a conseguir una Harley a buen precio y el resto
ya se verá – lo que de verdad me intriga es como las cuidáis, no os separáis ni
un segundo de ellas
-
Es que por aquí,
colega – era el turno del Salmonete – en cuanto te descuides un segundo te la
levantan y te quedas compuesto y sin novia, por eso nosotros aparcamos en la
puerta y no le quitamos la vista de encima porque en este barrio hay mas
chorizos por metro cuadrado que en Cantimpalo.
-
Ya - me bebí de una tacada el whisky que me había
servido la rubia, pagué las consumiciones de todos e invité al Julián a que me
acompañara al taller para ver a su nieta.
Se limpió las manos con agua jabón y apareció en la barra secándoselas con
una pequeña toalla que de fábrica seguro
que era blanca pero que ahora ya estaba negra como un conguito en verano en una
playa del sureste español. Incluso con aquella prenda todavía húmeda se la pasó
por la cara y la tiró dentro de la barra, calculo que caería a un paso de la
rubia quien la remató con una certera patada avanzando la porquería hacia el
final de la barra donde se amontonaban latas vacías de cerveza, restos de
comidas, servilletas usadas, algún vaso roto y hasta una gorra de la última
vuelta ciclista a España. Salimos del bar y bajamos la rampa del pequeño
taller. Desde la mitad de la rampa, el espectáculo era curioso, parecía mas un
cementerio o un desguace de piezas que un taller de motos, sin embargo algo en
el ambiente indicaba que era un desorden organizado y todo lo que tenía el bar
adjunto de desastre, sucio y poco cuidado, lo tenía en sentido contrario el
Taller de Harleys de mi reciente amigo Julián. Colgadas de la pared y del techo, pero relucientes como si se
fueran a colocar en una moto nueva, las diferentes piezas de las motos
desguazadas se mantenían erguidas como tratándo de dejarse ver para ser
utilizadas a la menor ocasión. Había piezas de todos los tamaños cuidadosamente
ordenadas con un pequeño cartón a modo de ficha que indicaba no solo las
características de cada pieza si no
también su procedencia y por supuesto el precio.
Avanzamos por el pasillo que dejaban entre si las
piezas colgadas y aparecimos en una especie de altar con dos Harleys que
parecían como suspendidas en el aire porque los cables que las sujetaban al
techo eran blancos y se confundían con el blanco inmaculado de las paredes.
Incluso los dos operarios que estaban trabajando también tenían unos monos de
idéntico color, curiosamente uno de ello era de raza negra con lo que se
resaltaba todavía más su procedencia subsahariana.
-
Aquí en Vallecas somos así – el Julián
enseguida se dio cuenta que Jamir, el senegalés que estaba poniendo un tubo de
escape nuevo había sido objeto de mi atención – ya se que te estarás
preguntando si tiene papeles y supongo que ya habrás llegado a la conclusión de
que no, pero no me quedó mas remedio que contratarlo
-
¿Y eso? – no
tenía claro hacia donde me quería llevar
-
Lo de siempre,
inglés, lo de siempre - Julián le hizo unas indicaciones a su empleado para que
utilizara un tipo determinado de llave mejor que la que tenía en la mano – con
esa vas a hacer mucha mas fuerza y se te
cansará menos el antebrazo – luego le dio unos golpecitos en la nuca – primero
te pide para comer en la puerta del bar, luego te dice si te puede ayudar con
el tema de las motos, le pregunto si sabe algo de Harleys y me contesta que no
tiene ni idea pero está dispuesto a aprender lo que haga falta, luego un día te
dice si no te importa que se quede a dormir en el taller, eso si, sin cobrar
por supuesto, en el fondo me venía bien tener a alguien y le dije que si y
al mes me preguntó si le podía pagar
algo porque habían venido de Nigeria su mujer y una hija y estaban viviendo en
casa de unos amigos, bueno, le ayudaba en lo que podía y al final aquí está
como uno más
-
Pero ilegal –
puntualicé
-
Si, claro, como
todos o tú crees que voy a pagar más impuestos para que los políticos me roben
todavía más. De eso nada monada y que no me hinchen las pelotas porque cierro
el taller y todos estos a la calle.
-
Ya – no me
parecía nada bien lo que estaba viendo – pero esta gente tienen sus derechos y
…….
-
Mira Inglés, no
me jodas que yo ya soy muy mayor, solo faltaba que me denuncien encima que les
estoy dando de comer.
-
No, si ellos no
te van a denunciar, me imagino porque el mismo día se van a la calle y si te he
visto no me acuerdo, o no es así
-
Por supuesto que
es así, pero aquí viven mucho mejor que en su país y ¿gracias a quien? Pues a
mí, Inglés, claro que si y encima agradecidos.
-
Ya pero ……
-
Olvídate inglés,
esto es lo que hay y es lo que hemos votado. Si quisiéramos que fuera de otra
manera pues sería diferente.
-
Pero estos tíos
tiene horario y esas cosas
-
¡Que cosas dices
inglés! Pero tú de que guindo te has caído, aquí no tiene contrato ni Dios, es
un círculo vicioso, no pueden tenerlo porque son ilegales y son ilegales porque
no tienen contrato ¿Quién tiene que desliar esa madeja? Los políticos ¿la
deslían? No pues allá ellos que trabajen que para eso les pagamos
-
Pero eso no lo
dirás tú Julián
-
No, lo dice el
Obispo de Madrid Alcalá ¡no te jode el guiri!
-
Hombre tú no,
porque me acabas de decir que lo tienes ilegal, por lo tanto no pagas todo lo
que debes
-
Pero – Julián se
iba calentando por momentos, la venta o por lo menos el préstamo de la moto se
iba enfriando, a él como había avisado se le iban hinchando las pelotas,
término muy castizo, pero a mí también
aunque no fuera tan castizo - ¡como quieres que pague si es imposible! ¿No te
das cuenta? La mayoría de las Harleys que entran son birladas, mangadas,
sustraídas, en definitiva y llamándole a las cosas por su nombre, yo se que son
motos robadas pero yo no voy a ir a la poli a decírselo que lo descubran ellos
que para eso están ¿lo entiendes?
-
Si – lo miré con
gesto cansado – es una cadena, ellos timan, tú timas, tú timas, ellos timan y
así vamos
-
Bueno, pero
gracias a eso cobran un sueldo a fin de mes.
-
Eso es verdad,
ves Julián. en eso te tengo que dar la razón, per en lo demás no porque el
argumento ese de que robas porque todo el mundo roba no me vale, empieza por no
robar tú el primero y por lo menos ya hay uno que ya hace las cosas como Dios manda y así alguna
vez este país irá hacia arriba, si no, siempre vamos a estar igual
-
Me parece bien,
ves yo ahí también te doy la razón, pero que empiecen los políticos dando
ejemplo que para eso están
-
¿Y por que no
empiezas tú?
-
Porque yo como
dicen las bolsas del super ese de cosas de informática yo no soy tonto chaval –
El Julián me pasó su brazo por encima de mi hombro y preguntó – no creo que
tengamos que arreglar el país entre los dos ¿te parece que veamos la moto?
Fue
una auténtica pena porque la moto era una preciosidad y cuidada como ninguna,
pero no tenía papeles, bueno, si que tenía papeles, pero se los había hecho un
amigo suyo antiguo Inspector de Policia jubilado, los papeles estaba bien en la
Policía, pero todavía no habían pasado por la Dirección General de Tráfico y de
ITV nada de nada, pero como decía el Julián, que mejor referencia que la mía,
si tienes cualquier problema me la traes y lo solucionamos aquí.
-
Ya ¿y el seguro?
-
Eso es lo de
menos, El Nécora es amigo de uno que estuvo con él en Alcalá Meco que ahora
trabaja en una cosa de seguros y lo arregla sobre la marcha
-
Pero ¿como lo va
a arreglar si no tiene papeles?
-
Para eso están
los amigos, Inglés, para eso están los amigos.
Total
que una mañana perdida en todo menos en mi interés en comprarme una Harley pero
con papeles y acabé en la casa oficial comprándome un modelo nuevo, precioso y
haciendome socio del Club de Amigos de las Harley donde tuve oportunidad de
conocer a mucha gente, entre los que seguro también habría algún “chorizo”,
pero otros muchos que no y con los que tuve oportunidad de recorrer en ocho
meses, más de media España.
CAPITULO
29.-
No
se si lo habré dejado dicho en algún sitio, pero si no, lo escribo ahora mismo
porque es la verdad. “Circular en moto te cambia la vida” Es una sensación que
ya había tenido cuando era joven y andaba por ahí con una Vespa, pero al
sentirla de nuevo me produjo una agradable impresión como de ser, lo cual es
imposible pero por lo menos parecer
mucho más joven y recorrer Madrid en moto es una auténtica gozada. Mucho
tráfico, eso no se puede negar, pero la sensación de libertad que te produce el
ir sobre dos ruedas pasando a casi todos los desesperados conductores por un
lado o por otro y situarte el primero en los semáforos eso no hay dinero mejor
empleado y la pena es que el casco es absolutamente imprescindible en la cabeza
de cada motero que si no, la sensación sería todavía más agradable. Reconozco
que busqué una situación intermedia y para ello me compré un casco no integral
si uno de esos que van abiertos por
delante con un cristal que se puede subir o bajar a voluntad. No es lo ideal,
pero menos da una piedra, llevas lo que es el cuero cabelludo cubierto y bien
protegido, pero la cara va como si dijéramos al aire y no quiero pensar que
pasaría si me estampo contra alguien ¡mala cosa! Mejor no pensarlo y disfrutar
de lo que hay.
Es
cierto que yo también tengo una ventaja con respecto a mucha gente y es que
todas las mañanas sigo practicando mis horita y media o dos horas de corretear
por ahí con mi footing y me encuentro bastante en forma. No he conseguido
convencer a ninguno de mis colegas de correrías por El Retiro y alrededores
para que se vengan conmigo en la moto y por supuesto no he vuelto a aparecer
por el bar de los Postmoteros, aquel antro de mala muerte en el barrio de
Vallecas que, por lo que me pareció entender, el único que no era robado era
yo, lo que quiere decir que por la mañana seguía mas o menos haciendo lo mismo
y cambiaba sustancialmente por la tarde, porque entonces si que casi todos los
días me subía a mi Harley y recorría medio Madrid. Normalmente escribía un rato
hasta media tarde y luego salía. Algunos días, cuando iba al cine o al teatro,
buscaba un parking cerca porque después de oír a Julián, las posibilidades que
me la robaran aumentaban bastante, pero otros muchos daba una vuelta por los
alrededores de la capital de España y aparecía en algunos lugares absolutamente
privilegiados. En muchas ocasiones tomaba algo en cualquier bar del Escorial,
sobre todo en uno que se llama “el corcho”, veía el anochecer desde algún pico
próximo y me volvía feliz a casa. Alguna vez fuí al Cerro de los Angeles para
recordar aquella época en que nos llevaban andando desde el colegio, pero no
tuve oportunidad de estar mucho tiempo porque el ambiente que había alrededor
con muchas parejas en coches y andarines con mala pinta no me gustó nada y opté
por volverme por donde había venido.
Aparte
de aquellas noches inolvidables en El Escorial, recuerdo con especial cariño un
día que fui a comer a Aranjuez y después de pasarme la tarde conociendo el
Palacio y la Casita del Principe, terminé charlando de todo un poco con unos
que conocí en una terraza y terminamos disfrutando de una puesta de sol
maravillosa, pero no hace falta irse tan lejos, hace relativamente poco vi una
puesta de sol desde el mirador que hay a un lateral de la Catedral de la Almudena, entre la Catedral y el
Palacio de Oriente que fue inolvidable, no solo por lo bonito de la vista e ir
apreciando el cambio de color de los diferentes edificios sino también porque
tuve la suerte de coincidir con dos Músicos callejeros y lo pongo con
mayúsculas porque dos auténticos profesionales de la Orquesta Nacional de
Polonia que interpretaron al violín unas piezas de música clásica que te hacían
sentirte en otro lugar.
Bueno,
pues todo eso que naturalmente se puede hacer en coche yo lo hice con la Harley
y para la misma distancia tardaba la mitad de tiempo. Otra cosa diferente eran
los fines de semana donde ya me apuntaba a excursiones con el Club Harley de
dos días de duración y en la que iba todo incluido, cena normalmente con algún
espectáculo de tipo local, una noche de hotel y
la comida del día siguiente. Hacíamos unos trescientos kilómetros y lo
pasábamos francamente bien.
Los
sábados que por la razón que fuera no había excursión en moto, tengo que
reconocer que se me hubieran hecho
bastante largos si no fuera porque los utilizaba para disfrutar de mis hijas.
Ellas aceptaban de buena gana comer conmigo en diferentes restaurantes buenos
de la Capital de España y luego visitábamos alguna exposición o tomábamos una
copa en cualquier terraza de las muchas que ocupaban las aceras de barrios como
el de Las Letras o el Madrid de los Austrias y no era raro que acabáramos en
algún teatro viendo algunas de las muchas obras que diariamente se ofrecían a
los espectadores.
El
Domingo era el día de descanso de jogging, los músculos no tenían trabajo supletorio
como el que les provocaba todas las mañanas del resto de los días de la semana
y lo dedicaba, sobre todo, a levantarme
tarde, desayunar tranquilamente leyendo los periódicos, escribir alguna
cosa y sobre todo, me dedicaba a una cosa que no hacía habitualmente y era a no
hacer nada, a dejar transcurrir el tiempo, a intentar no pensar nada, a
relajarme lo más posible sin interferencias externas tipo radio o televisión,
como mucho un poco de música clásica y nada más. Intentaba conseguir un estado
máximo de bienestar, una buena relajación, un remanso de paz para mis neuronas
que falta les hacía. En definitiva intentaba pasar un día sin pensar en nada.
¿lo conseguía? Tengo que reconocer que no. Es cierto que se daban todas las
condiciones para conseguirlo hasta si me apuras yo tenía la mejor disposición,
vivía en un ambiente relajado, tenía dinero y lo que parecía más importante que
era tiempo libre para disfrutarlo,
gozaba de una buena salud, etc….etc. y sin embargo casi nunca lo conseguía.
Empezaba muy bien, conseguía que por mi cabeza pasasen pocas ideas o ninguna,
no era el momento de hacer planes de futuro y casi casi conseguía dejar la
mente en blanco. Así me mantenía por espacio de una hora o poco más, pero
inmediatamente las imágenes de mi vida aparecían como si fueran una sucesión de
fotografías que no era capaz de retirar de mi mente. Me recordaba a una vez,
hace ya muchos años, que volqué cuando iba con mi coche por la provincia de Santander y di una vuelta de campana
quedándome boca abajo en la cuneta. Fue una vuelta de campana curiosa, yo diría
que fue como a cámara lenta e incluso a lo mejor no fue ni una vuelta de
campana y lo que ocurrió es que como consecuencia de la fina lluvia que en ese
momento caía sobre la calzada, el coche se me fue un poco hacia la derecha y
metí una rueda en la cuneta y a partir de ahí me quedé boca abajo. No creo que
ese evento durara más de tres o cuatro segundos y sin embargo me dio tiempo a
hacer un recorrido por toda mi vida apareciendo imágenes ante mis ojos que no
sabía que tenía almacenadas en algún lugar de mi cerebro. Me acuerdo como si
estuviera ocurriendo ahora mismo y todavía siento el ridículo que debí de hacer
cuando a alguien que estaba intentando ayudarme, le comenté que me estaba
ahogando, sensación que desapareció por completo cuando me retiró el cinturón
que efectivamente me mantenía suspendido en el aire tomando como punto de apoyo
mi incipiente barriga, Fue quitarme el cinturón y deshacerme en agradecimientos
hacia aquel que me parecía que me había salvado la vida.
Bueno,
pues esa misma sensación es la que se implantaba en mi cerebro cuando intentaba
dejarlo en blanco y en estas ocasiones se añadían sensaciones nuevas todas
ellas relacionadas con mi marcha a Londres y mi posterior separación y ahí
empezaban las disquisiciones como si de un cruce de caminos se tratase. Unos
días era yo y solo yo el culpable de todo, absolutamente de todo lo que me
había pasado, otros días no solo no era el culpable si no que me convertía en
el principal perjudicado por una situación en la que yo no tenía absolutamente
nada que ver y casi siempre me quedaba en un término medio que me parecía que
era el que más se acercaba a la realidad. Esos pensamientos se presentaban a
las siete en punto de la tarde de aquellos días que me quedaba en casa,
normalmente los Domingos por la tarde y nunca a las seis o a las ocho, no
siempre era a las siete en punto. Buscaba soluciones que naturalmente no
aparecían por ninguna parte y me resultaba como suficiente para justificarme. Seguía
hablando con mis hijas, pero a Carmen, mi ex, no la mencionaba ni una sola vez,
es cierto que cada semana que pasaba la iba olvidando un poco más y me llegaba
con hablar con mis hijas en aquellas tardes tediosas de la capital inglesa que
además, cuando les preguntaba, me informaban de cómo se iban sucediendo los
acontecimientos pero la verdad es que por lo que fuera llevaba casi cinco años
sin hablar directamente con ella. Mis hijas venían a Londres y con eso cumplía
más que se sobra con ellas y Carmen se fue diluyendo como un azucarillo en la
taza de mis pensamientos.
El
colmo, eso si que me sentó francamente mal, fue cuando decidió casarse con otro
psicólogo que era el dueño del gabinete en el que había entrado a trabajar unos
años antes. Era consciente que no tenía ningún derecho de nada, pero aunque se
casara con otro y yo deseaba que fuera feliz, no se debía olvidar que seguía
siendo la madre de las dos hijas que habíamos tenido durante aquellos años en
que fuimos felices. Fue una época de sentimientos encontrados porque por una
parte quería que fuera feliz y estaba claro que conmigo no lo iba a ser y por
otra, me fastidiaba bastante que esa felicidad la encontrara con otro y no
conmigo. Total que quería como dicen en Murcia “chocotajas”, chocolate y tajada
lo que era imposible y menos con mi manera de relacionarme con ella que era
ninguna. En este contexto me hubiera
gustado que me hubiera invitado a su boda, por supuesto que no iba a ir ¡que
pintaba yo en ese evento! como me dijo una vez Patricia, pero yo entendía
entonces que hubiera sido un detalle. Mas tarde me enteré que la habían
celebrado en la más absoluta intimidad y prácticamente no la habían celebrado.
Había sido una ceremonia civil en un pueblo de la provincia de Segovia y no
eran mas de ocho incluidos los novios. Mis hijas fueron, como no podía ser
menos y me mantuvieron informado en todo momento.
Alguna
vez he pensado que me podía haber avisado y sobre todo podríamos haber
discutido sobre el dinero que le mandaba todos los meses porque si ya tenía
otra pareja no parecía lógico que yo le siguiera mandando la misma cantidad al
mes. No me importaba porque tampoco era tanto, pero me parecía como que yo
seguía manteniendo a Carmen, mi ex, que tenía otro marido, a Carmen mi hija la
mayor que vivía con su novio y por supuesto a Patricia que seguía viviendo en
la misma casa ¿eso es justo? Ya me imagino que el marido encantado, sin hacer
nada le caía un sueldo todos los primeros de mes y a vivir que son dos días,
pero Carmen podía decir algo, Tengo que consultarlo con mi Abogado porque lo
mismo tiene una solución amistosa.
Lo
único que tenía claro es que llevaba cerca de cinco años sin ver a mi ex,
sabiendo de ella por mis hijas y que hasta que llegué a España, no tenía mayor
interés en verla y mucho menos hablar
con ella y sin embargo desde que vine, hace ya casi cuatro meses, ¡que
barbaridad como pasa el tiempo! todos los días pensaba en ella un tiempo y casi
sin darme cuenta mas de un día y más de dos pasaba por delante de su casa en
coche con la idea de hacerme el encontradizo y hablar con ella. No tenía ni
idea como iba a reaccionar, aunque tampoco hay que ser muy listo para suponer
que mal, y tampoco como estaría pasado el tiempo porque su imagen se iba
difuminando en mi cabeza, ¿estaría mayor? ¿seguiría con el mismo peinado? ¿se
habría llevado los muebles de nuestra antigua casa a la nueva?
¿Cómo
me imaginaba al marido? Estas y muchas más preguntas se paseaban más a menudo
de lo deseable por mi cerebro y con mi imaginación calenturienta cada día me
proporcionaba respuestas diferentes, pero al final siempre llegaba al mismo
punto, me gustaría hablar con ella, comentarle mis miedos y mis intimidades
como había hecho durante tantos años, sentirla cerca ¡yo que se! Lo que tenía
que tener claro es que no sabía lo que quería.
Un
día de los muchos que comí con mis hijas, esta vez en mi casa, me decidí y les
planteé la cuestión directamente. Todavía me acuerdo de la cara de mi hija
Patricia, la pequeña que todavía vivía con ella aunque ya iba siendo hora que
se independizase porque con las bromas ya tenía veintiún años. Al principio no
parecía que fuera un tema que le preocupase excesivamente pero poco a poco se
fue metiendo y al final acabamos como el rosario de la aurora, mientras mi otra
hija parecía no entender absolutamente nada.
-
¿Tú sabes lo que te pasa? – Patricia se
decidió a coger el toro por los cuernos - ¿quieres que te lo diga?
-
Lo que me
gustaría – le contesté mientras aspiraba el aroma de un coñac francés que me
había servido en una gran copa de balón – es que desde vuestro punto de vista
me ayudéis a tomar la mejor decisión. Eso es lo que os pido
Las
dos hermanas se miraron con un gesto de complicidad, parecía como si hubieran
estado esperando este momento durante muchos años y por fin se producía. A
pesar de lo distintas que eran, Carmen como mucho mas mujer y con las ideas
parecía que bastante más claras mientras que Patricia permanecía en las
proximidades de los veinte años con una rebeldía que se manifestaba cada dos
por tres. Las dos tenían sus propias ideas, pero ninguna parecía querer tomar
la iniciativa porque se trataba de un asunto complicado y sobre todo sin haber
intentado ninguna solución por parte de ninguno de nosotros dos. Yo sabía que
las dos estaban de parte de mi ex y hasta cierto punto me parecía lógico porque
habían vivido con ella muchos años mientras que yo ejercía de padre a mi
manera, con largas conversaciones semanales por Skype pero era consciente que
eso no era suficiente y ya habían pasado excesivos años para que ahora viniera
a justificarme. Llegaba tarde y no sabía como arreglarlo
-
Papá – Carmen parecía ser la primera en hablar
con claridad – lo que tú quieres es imposible y tú lo sabes o sea que no
intentes hacernos cómplices de una situación que has creado tú solo. Eso es así
y lo mejor es que te olvides de Mamá. Ella tiene su vida y no te olvides que
por tu culpa y ahora no quieras meterte donde no te llaman porque te va a ir
mal seguro y a mí no es que me importe mucho, porque creo que te lo mereces pero
intentar arreglar lo que no tiene arreglo es una forma como otra cualquiera de
perder el tiempo.
-
Yo también estoy
convencido que no tiene arreglo, eso ya lo se, pero lo que os pido, no se si
será posible es crear un ambiente entre vuestra madre y yo como más cordial, en
definitiva que no me vea como a un enemigo, que podamos tener una relación de
antiguo matrimonio y nada más
Patricia que permanecía sentada en el sillón con las
pierna abrazadas entre sus largos brazos, se levantó como si se fuera a marchar,
pensé que ahí se acababa la cháchara y sin embargo se plantó delante de mí y me
lanzó una serie de preguntas que me dejaron realmente fuera de juego. Me dijo,
durante cerca de diez minutos que estuvo hablando sin parar, todas aquellas
cosas que yo no quería oír y que sabía que eran verdades como puños. No me
dejaba ni un segundo para intentar razonar. Se notaba que llevaba muchos años
con eso dentro y era el momento adecuado
para sacar todo fuera y yo no podía quejarme de nada porque era el que había provocado
esa situación. Ellas, mis hijas ya sabían que cada día que pasaba tenía más
ganas de hablar con su madre pero también sabían, sobre todo Patricia que vivía
con ella, que mi ex no quería saber absolutamente nada de mi. Su vida era otra,
yo era solo un recuerdo de una etapa en la que reconocía que había sido feliz,
pero aquello pasó y no quería volver a recordarlo.
-
Además – Patricia no podía casi ni tomar un
poco de aire - ¿tú te crees que puedes dejar a Mamá cuando quieras y cuando te
da por ahí puedes volver?
-
Yo no pretendo
volver, sino explicarle……..
-
Explicarle que
¿se puede saber que le vas a razonar? ¿le vas a decir que te fuiste y la
dejaste con dos niñas pequeñas así porque si? Tú no has visto llorar a Mamá
como la hemos visto nosotras y ahora serías un, bueno no digo lo que estoy
pensando, pero no estaría bien que le fueras a alterar la vida
-
¿Tú crees que lo
que yo quiero ahora es fastidiarla?
-
No lo se,
posiblemente no, pero si la vas a ver sabiendo que ella no quiere es posible
que lo consigas
-
Papá – Carmen
intervino desde el sillón situado delante del amplio ventanal – a mí me pasa
como a Patricia, lo siento pero no te entiendo ¿Qué pretendes? ¿Qué vuelva
contigo? Si es así, que ya te digo que no lo se, olvídate y no lo intentes
porque no lo vas a conseguir y si tú intención no esa entonces todavía entiendo
menos ese empeño tuyo de verla cuando llevas, no se, cuatro o cinco años sin
hablarla. ¿No te das cuenta que ella se ha acostumbrado a otra vida? Tiene su
marido, un hijo pequeño y a nosotras dos que aunque no nos ve mucho, sobre todo
a mí, sabe que me tiene a su disposición cuando quiera porque yo ahora ya vivo
por libre pero se y ojalá que a mí no me pase lo mal que estuvo aquellos años y
si te empeñas en verla lo único que vas a conseguir es que te diga cosas que te
van a doler mucho y tú por mucho que te empeñes no tienes ninguna posibilidad
de nada porque lo hiciste muy mal y ahora, cuando han pasado tantos años, no
intentes arreglarlo porque no
-
¿Sabes lo mejor
que puedes hacer? – Patricia volvía a meterse de lleno en la discusión –
volverte a Londres, seguir con tu vida allí que tampoco te va tan mal y no volverte a acordar de Mamá que tampoco te
debe resultar tan difícil o por lo menos hasta ahora no lo ha sido, al fin y al
cabo, como te decía Carmen, hablas con nosotras pero con ella no hablas hace
por lo menos cinco años y así ya verás como todo es mucho más fácil.
-
Es una
posibilidad, que conste que lo he pensado miles de veces y estando en
Inglaterra se hace algo complicado, pero viviendo aquí es muchísimo mas difícil
– trataba por todos los medios de buscar la complicidad de mis hijas, pero era
consciente que mis razonamientos eran muy enrevesados y no terminaban de
entenderlos o por lo menos era lo que me parecía
-
Pues entonces lo
tienes fácil, Papá – Patricia se volvió
a sentar – nosotras vamos a seguir siendo tus hijas y cuando queramos vamos a
verte y tú te vuelves a Londres y todos tan amigos
-
¿Tú crees que es
así de fácil?
-
No se si es fácil
o no, pero de lo que estoy segura es que es una solución, tu no vives
atormentado y dejas a Mamá tranquila, tampoco es tan complicado ¿no?
-
Patricia – Carmen
no estaba totalmente de acuerdo con su hermana y yo mucho menos – ten en cuenta
que han vivido veintitantos años juntos y eso no se olvida así como asi.
-
Bueno que no, en
cuanto se vuelva a Inglaterra y no aparezca por aquí se acabaron los recuerdos
-
Ojalá fuera todo
tan sencillo, pero está claro que puede ser una solución.
-
Lo malo es que
todavía te queda medio año sabático ¿no?
-
Si, pero eso es
lo de menos – me bebí de un sorbo largo y profundo los restos de coñac - Lo que siento es que estaré menos con
vosotras
-
Que va, tú nos
pagas los billetes y nosotras vamos a Londres todas las semanas si hace falta.
Bueno, ésta no porque tiene que dejar a su David y no creo que sea capaz de
hacerlo
-
Niña, metete en
tus cosas y a mí déjame en paz.
-
Bueno, bueno,
aunque ya no se si tengo derecho como padre, no os peleeis
-
Si es que Carmen
se cree que en el mundo solo está enamorada ella y que como su David no hay
otro ¿no es verdad?
-
¿Tú conoces otro
mas guapo?
-
Venga olvídame
que bastante tengo yo con mis cosas para aguantar las tuyas.
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