sábado, 14 de marzo de 2015

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 65

Queridos blogueros/as: Hoy, por fin, tengo mas tiempo y pretendo contaros un poco mis planes de futuro aunque llevo unos días que estamos mas tiempo en el mortuorio que en mi casa y encima gente, (aquí no voy a poner quienes son porque todavía soy de los antiguos y esto del internet me da un poco de miedo) pero han sido muertes inesperadas y eso es como mas traumático, pero que le vamos a hacer, es ley de vida. 
Aunque os parezca mentira, y si no os lo parece que os lo parezca, hoy después de un montón de años he leído completos los capítulos que faltan y ¡que queréis que os diga! si por mi fuera, cambiaría el final porque queda un poco como así, pero pensándolo fríamente y precisamente porque ha pasado el tiempo, no lo voy a hacer. Se queda como está y al que no le guste que lo cambie, pero que no cunda el pánico porque hoy vais a leer el capítulo 65 y todavía tenemos hasta el capitulo 71 que es la tercera parte porque pensaba seguir con estos dos, Mamen y Fernando en plan abuelillos pero tampoco conviene abusar y un pequeño paseo por la tercera edad no viene mal, pero no mucho porque al final esto se va a convertir en el cuento de nunca acabar y ya estoy con otras cosas, o sea que en el capítulo 71 todos para casa y a descansar que, como decían los padres de entonces, ya se está haciendo muy de noche.
Yo creo que hoy, bueno mi opinión no cuenta porque lo acabo de leer, pero creo que ya podéis haceros una idea de por donde va la cosa. Yo creo que si, aunque todavía queda tela por cortar. 
No estoy seguro, pero creo que ya os conté que estoy metido en dos proyectos de novelas que se como empezaron pero no tengo ni idea como acabarán. Una a la que por cierto no la he vuelto a hacer ni caso es de un gallego de Galicia que monta un bar y los parroquianos van contando historias y justo ahora, en estos días, me ha dado por pensar que podía seguir con esos temas. Lo malo es que me tengo que volver a leer lo escrito hasta ahora porque me acuerdo de muy poco. ¡Triste vida la de los escritores aficionado como yo que nos pasamos el día releyendo lo escrito porque pasan meses entre un capítulo y otro, pero es lo que hay. 
El otro intento de novela, porque tampoco uno es Cervantes, es la historia de un Cirujano Plástico venido a menos, es raro pero alguno habrá y ya lo he metido en algunos líos pero creo que al final no le va a quedar mas remedio que emigrar y estoy pensando que lo haga de celador y vea a sus colegas de Inglaterra o de donde lo mande, los vea desde fuera. Todavía no lo tengo muy claro, pero eso es, mas o menos, lo que estoy pensando ¡Que lo sepáis! 
Bueno, una cosa es que tenga tiempo y otra es que os cuente mi vida. Por cierto, eso si que lo tengo que retomar, "Las memorias de un tío normal" pero reconozco que me da mas pereza y eso de escribir de uno es muuuuuucho mas complicado.
Ser felices o por lo menos intentarlo. Seguro que "podemos"
Un abrazo y a leer que hoy si que tenéis tarea
Faustino Belascoaín
 P.D.- Ya no me acuerdo cual era mi nombre de guerra pero a partir de ahora va a ser éste que para eso uno se va haciendo mayor.



CAPITULO 65.-

El Dr. Lopez García se quitó los guantes lentamente y los introdujo en un cubo de basura del que previamente había levantado la tapa apretando con el pié un pequeño pedal, a continuación se lavó las manos cuidadosamente como si de un rito se tratase y así comenzó por enjabonarse primero la muñeca derecha, luego la izquierda y pasó a los dedos, uno a uno empezando por ambos dedos gordos. Llevaba muchos años haciendo lo mismo y no se imaginaba hacerlo de otra manera. A continuación se secó con unas pequeñas toallas de papel empezando igualmente por ambos dedos pulgares y terminando en ambas muñecas. Antes de salir de la sala de autopsias, con sus apuntes en la mano derecha, echó un último vistazo al cadáver examinado apreciando que el cuerpo de aquella chica  continuaba exactamente igual que cuando la llevaron unos días antes. Estaba envuelta en la sábana original y por fuera no se apreciaban ningún signo de violencia. La expresión de su cara continuaba siendo de una tranquilidad pasmosa y se podría decir que para el Dr. Lopez García, a pesar de su mas que probada experiencia en el campo de la Medicina Legal, aquel caso era un misterio difícil de resolver. A primera vista, todos los órganos examinados estaban rigurosamente sanos y tendría que esperar a los resultados de los análisis toxicológicos para llegar a una conclusión meditada y basada en argumentos sólidos. Sabía que su informe sería minuciosamente examinado por los fiscales y  por eso salía de la sala con un montón de notas que le permitieran hacer un informe forense perfectamente razonado y sin dejar cabos sueltos para evitar en caso que hubiera alguna reclamación tener que rectificar.
- Que tal Doctor – Miguel, el celador de toda la vida del Instituto Anatómico Forense, abrió la puerta de la sala de autopsias con el fin de acompañar al Dr. Lopez García hasta el pequeño despacho en el que todos los forenses pasaban horas y horas pasando al ordenador los datos encontrados en los cadáveres-  ¿qué tal? ¿qué le parece este caso?
- No me gusta – el forense contestó lacónicamente – no se por qué, pero no me gusta
-  Parece ser que se trata de un atropello.
-  Eso seguro que no – contestó el Dr. Lopez García.
-  ¿Un asesinato?
-  No lo se – el forense entró en el pequeño despacho – esperemos a los informes toxicológicos y podremos opinar con mas exactitud.
-  Muy bien, Don Nicolás. No le molesto mas.
-  Casi se lo agradezco porque tengo muchas notas y me va a llevar un par de horas ponerlas todas en orden. Por cierto – el Dr. Lopez García miró a Miguel – ¿quien lleva este caso?
-  El caso lo lleva el Inspector Cuadros, pero con la familia ha venido un subinspector joven que creo que se llama Luis García.
- Muy bien, muchas gracias. Voy a intentar hablar con el Inspector.
Nicolás Lopez García descolgó el teléfono y marcó el número del Inspector Santos Cuadros. Unos pocos tonos e inmediatamente la voz de su amigo Santos sonó a través del teléfono
-      ¿Dígame?
-      Buenos días Santos, soy Nicolás ¿te molesto?
-      Tú nunca molestas Nico ya lo sabes
-      Gracias – El Dr. Lopez García revisó sus notas rápidamente – te llamo para contarte lo que hay hasta ahora de una chica que han traído hace unos días. Creo que se llamaba Ana Segura
-      Si, algo se de ese caso, aunque lo lleva el Subinspector García.
-      ¿Prefieres que se lo cuente a él?
-      No, no – El Inspector Cuadros tomó un cuaderno de anillas con tapas azules y de un pequeño vaso sacó un bolígrafo – cuéntame que tomo nota
-      Lo primero es que en ningún caso es un atropello
-      ¿Seguro?
-      Absolutamente seguro – afirmó con rotundidad el Médico Forense.
-      ¿Entonces?
-      En principio se trata de un asesinato, pero todavía, hasta que no reciba el resultado de las muestras, no te lo puedo confirmar.
-      Ya – El Inspector Cuadros mordió el bolígrafo con un gesto repetido en miles de ocasiones - ¿Hacemos algo o esperamos?
-      Ahí no quiero opinar porque vosotros sois los policías, pero lo que es seguro es que no es un atropello.
-      Agradezco mucho tu llamada y creo que lo mejor es que empecemos a buscar testigos ¿te parece?
-      Yo creo que si
-      Muy bien –El Inspector Cuadros volvió a repasar sus notas – en cuanto sepas algo mas me llamas ¿de acuerdo?
-      Faltaría mas – El Dr. Lopez García colgó el teléfono y comenzó a redactar un informe preliminar. Al cabo de una media hora grabó lo escrito y abandonó el despacho. Al pasar por la puerta se despidió de los dos Policías Nacionales que permanecían en una garita desde la que controlaban la entrada o salida de cualquier vehículo y se encaminó a su domicilio.

El Inspector Cuadros apagó la televisión que permanecía puesta prácticamente todo el tiempo que estaba en su pequeño apartamento del Centro de Madrid. Casi sin darse cuenta, su primer movimiento al entrar en su casa era poner la televisión. No la miraba, pero el sonido le hacía sentirse acompañado. Santos Cuadros se había vuelto un hombre solitario, la muerte de su mujer le había llevado a esa situación y a pesar del tiempo transcurrido no se hacía a la idea. Tenía que ser así y así era, pero no lo asimilaba. Pasaba muchas horas solo y menos mal que, a pesar de habérselo propuesto en varias ocasiones, no había abandonado su trabajo como Inspector de Policía porque sin querer o quizá queriéndolo su trabajo lo mantenía ocupado, al menos todas las mañanas y algunas tardes. Siempre se quedaba a comer en la Comisaría y después de un café y algunos minutos de charla volvía  a su casa. Allí se dedicaba a leer y aunque trataba de olvidarse de su trabajo, su pasión por las novelas policíacas no le permitía olvidarse del todo.

Una vez que colgó el teléfono despidiéndose de su amigo Nicolás, cerró el libro que tenía entre manos, una historia aterradora ocurrida en algún lugar de la vieja Irlanda allá por el siglo XVII y trató de recordar lo que habían comentado sobre el caso de Ana Segura. Lo lógico es que fuera el Subinspector García el que continuase con la investigación pero llevaba varios días pensando en algo que le hiciera tener su mente ocupada y aquello era otra oportunidad para mantenerse entretenido. El caso de Ana Segura le había llamado la atención desde el primer momento y no sabía porqué, pero los policías, sobre todo si tenían cierta edad, adquirían un sexto sentido que les ponía en situación de alerta en determinados casos y éste era uno de ellos. Lo que le parecía mentira era que el Subinspector García no se hubiera dado cuenta que no era un atropello porque eso era lo primero que se explicaba en la Academia de Policía. El atropello necesariamente llevaba implícito una serie de marcas en la víctima que eran prácticamente iguales en todos los casos y por eso para los forenses era muy fácil afirmarlo.

Las cuatro fotos que presentó el Subinspector era muy demostrativas y no debería ser el Jefe el que lo sacara de dudas, al fin y al cabo, la misión del maestro no es corregir sin mas, si no que su labor debería ir encaminada hacia que el alumno pensase por si mismo y llegara a sus propias conclusiones, aunque para el Inspector Jefe estaba claro que su subordinado había elegido el camino equivocado, pero era cuestión de tiempo que se diera cuenta de su error. El Jefe, como tal, tenía que tener paciencia y para eso Santos Cuadros podría ser hermano del Santo Job. Lo había demostrado en múltiples ocasiones y de hecho entre los propios miembros de la Policía gozaba de un merecido prestigio precisamente por eso. La mayoría de los casos que había llevado desde que ingresó en el Cuerpo los había resuelto gracias a su enorme capacidad de saber esperar, dar tiempo al tiempo repetía con frecuencia y las pistas aparecían como por arte de magia.   

-      Espero que no te moleste, pero he decidido que este caso lo llevaré yo personalmente.

El Subinspector Luis García no se molestó, para qué si el Inspector Cuadros era el Jefe y los demás una fieles servidores de la patria, no merecía la pena enfadarse por nada, el Jefe se quedaba con los casos que le parecían mas interesantes y tan amigos. Es mas, no solo le parecía bien si no que incluso pensaba que era lo mejor porque después de una temporada trabajando con él, era consciente que para esa soledad que sentía desde la muerte de su mujer le venía muy bien un caso como éste, aunque nada mas comenzar las investigaciones ya se habían puesto de manifiesto las primeras diferencias que el Subinspector García admitía consciente que era lo mejor para su formación.

-      ¿ No está de acuerdo como lo estamos llevando?
-      En absoluto – Santos Cuadros se levantó del sillón en el que estaba cómodamente instalado – no solo me parece que hasta ahora lo estáis llevando bien si no que estoy seguro que si continuáis por el mismo camino acabaréis resolviéndolo satisfactoriamente, pero me parece que es un caso para dedicarle horas, vosotros no andáis muy sobrados de tiempo y por eso y solo por eso lo llevaré yo
-      ¿Necesita ayuda?
-      De momento no, muchas gracias. Mas adelante si les necesito ya les avisaré, pero por ahora iré yo personalmente a hablar con su familia.
-      De acuerdo – Luis García le entregó el pequeño dossier en el que estaban todas las pruebas recopiladas hasta ese momento – si necesita algo mas, no dude en pedírmelo.
-      Muchas gracias Luis.

Santos Cuadros examinó con lupa las diferentes fotos, el informe de la Guardia Civil, las primeras conclusiones de su unidad de Policía y a continuación descolgó el teléfono y se puso en contacto, a través de Dolores su secretaria de toda la vida, con el Jefe de la Policía Nacional en Medina del Campo y concertó una cita para el día siguiente por la mañana. La llegada a su casa fue, mas o menos, como la de todos los días, aunque esta vez no encendió la tele, si no que conectó el ordenador, buscó en spotyfive  música chill out que tenía la virtud de relajarle, llenó el salón con esos sonidos, desconectó los motores de su cerebro y se quedó profundamente dormido.

El día había amanecido frío, con un viento que circulaba por las llanuras de Castilla León  como si quisiera tumbar los esbozos del trigo que llenarían de alegría los campos cuando llegara la próxima primavera. El coche oficial del Inspector Cuadros, con Jesús su chofer de toda la vida, avanzaba a velocidad moderada con el fin de llegar a Medina del Campo a la hora convenida pero, como siempre, tendría que tomarse algo en cualquier bar porque todavía faltaba una hora para la cita.
La cafetería Lasuen, situada en la plaza Mayor de Medina del Campo, estaba prácticamente vacía, el camarero preparaba platos con porras para cuando llegaran los clientes habituales. Santos Cuadros y Jesús estaban sentados en una mesa del fondo, de cara a la puerta como era norma habitual de los policías con cierto prestigio, saboreaban un humeante café con leche. Siempre que viajaban intentaban desayunar porras, en su defecto churros  y hoy no iba a ser diferente. Desde que se había levantado hacía ya casi dos horas y media, Santos no dejaba de pensar en como se desarrollaría la entrevista con la madre de una chica joven que había sido encontrado muerta en extrañas circunstancias. Si ya era difícil asumir una muerte anunciada como la de su mujer, se tendría que ver en una situación parecida para poder saber como reaccionaría. La madre sería una mujer con ganas de colaborar o sería de esas que echaba la culpa del crimen a la policía como sucedía en muchas ocasiones o quizás estaría sintiéndose culpable por no haber controlado mas a su hija. Estas reacciones que fuera de contexto parecerían irracionales, desgraciadamente era bastante mas frecuentes de lo que parecía y Santos, mientras disfrutaba del magnífico café ¿por qué en las provincias el café siempre era mejor que en la capital? las repasaba mentalmente. Jesús el chofer, le miraba con el rabillo del ojo mientras daba  buena cuenta de su ración de porras, dos y una mas que había devorado para, según decía, evitar que su Jefe tomara mas de la cuenta y a la vuelta se arrepintiera de tanta comida.

La entrada en casa de la madre de Ana Segura fue mejor de lo que había pensado. Una vez que sonó el timbre de la puerta de una casa con amplio portal, escaleras de madera, grandes y enorme descansillo, el ruido de una cerradura abriéndose, un ojo que divisaba a los visitantes a través de una amplia mirilla, otro cerrojo que se abría y al final la puerta se abrió dejando asomar la presencia de una mujer mayor, ¿tendría setenta años? Vestida rigurosamente de negro con una blusa blanca que hacía destacar el luto del resto de su indumentaria. Como todo detalle llevaba un collar de perlas que daba una discreta vuelta a través de un cuello con algunas arrugas que se continuaban con las que surcaban su cara y parecían concentrarse en una boca de labios finos. Los ojos, a pesar del tiempo transcurrido, continuaban inundados por una profunda tristeza y parecía que en cualquier momento iban a llenar de lágrimas sus mejillas. El pelo blanco muy bien cuidado comenzaba en una frente amplia, despejada y terminaba en un discreto moño en la nuca sujeto con una pequeña pinza de color marrón. Doña María se hizo a un lado para permitir la entrada de los policias. Ya conocía a uno de ellos, el de Medina del Campo y lo saludó dandole una mano suave y a continuación saludó al Inspector Cuadros

-      ¿Usted es el que viene de Madrid? – le preguntó mirándole fijamente a los ojos
-      Si Señora, permítame que se lo presente – intervino el policía de Medina del Campo – El Inspector Jefe de Homicidios Don Santos Cuadros, la señora María García madre de Ana Segura
-      Encantado Señora – Santos besó la mano de Doña María mientras le mantenía la mirada. Me gusta, si, me gusta, tiene muy buena pinta y seguro que va a colaborar. A su vez Doña María repasaba rápidamente la imagen de Santos: creo que nos vamos a entender, tiene una mirada limpia y directa lo que, en principio, me gusta, en fin, ya veremos.

Doña María precedía a los dos policías por un pasillo largo flanqueado por diferentes puertas por la que se accedía a varios dormitorios, la cocina en la que había una señora se supone que preparando la comida, dos cuartos de baño, uno de ellos muy grande con el suelo de azulejos blancos y negros y los complementos en madera con un espejo bastante grande y por fin un enorme cuarto que albergaba el cuarto de estar propiamente dicho y un salón comedor con una gran mesa de madera tallada en un tono mas bien oscuro y diez sillas tapizadas en un terciopelo verde. En el centro de la mesa un centro de plata que semejaba una enorme gallo sobre un pequeño mantel de encaje blanco. Como decoración complementaria del comedor una enorme tapiz con escenas de caza llenaba la pared del fondo acompañado por dos apliques, también de plata, que a modo de antorchas sostenían dos velas que terminaban en sendas bombillas que contribuían a iluminar esa zona junto con una lámpara de diseño situada encima de la enorme mesa.

El cuarto de estar, separado del comedor por unas puertas correderas que se encontraban abiertas, era muy grande pero como muy acogedor. Una mesa camilla de, por lo menos un metro de ancha ocupaba el centro con unas faldas verdosas que hacían juego con la tapicería de las sillas del comedor rodeada de varios sillones todos tapizados con lonetas de colores discretos que contribuían a darle a todo el conjunto un aire como de familia bien avenida que era en realidad lo que siempre había pretendido Doña María y que lo había conseguido no sin esfuerzo, pero lo había conseguido.
La propietaria de la casa invitó a los presentes a tomar asiento y en ese momento, el Policía de Medina del Campo aprovechó para dejarlos solos porque, según explicó mientras se despedía, tenía mucho trabajo y la investigación se haría con mas confianza si la entrevista se realizara con los dos solos y con un si me disculpan me voy, aunque si necesitan lo que sea estaré en la Comisaría.
Doña María ofreció un café al Inspector quien lo rechazó mientras organizaba unos papeles sobre la mesa.

-      Si le parece vamos directamente a las preguntas y quiero decirle que cualquier cosa, aunque le parezca que no tiene ningún interés, me la diga y ya valoraremos en un futuro si es nos vale para la investigación o no, pero usted cuente hasta el último detalle ¿de acuerdo?
-      Por supuesto porque me gustaría saber quien ha matado a mi hija
-      Eso es lo mas importante y ese es el motivo que yo esté aquí.
-      Creo que le voy a poder ayudar muy poco porque desde que me anunciaron su muerte hacía por lo menos tres semanas que no la veía.
-      ¿Y eso?
-      Ya sabe, en invierno para mí se hacía muy difícil ir y esos meses Ana no se podía desplazar porque parece ser que tenía mucho trabajo y tenía que terminarlo en casa los fines de semana
-      ¿Dónde trabajaba?
-      Últimamente había conseguido una plaza como secretaria de dirección en el ministerio de Agricultura y trabajaba como secretaría de alguien que debía ser como la mano derecha del Ministro o algo parecido
-      ¿En el gabinete del propio Ministro?
-      No me haga mucho caso, pero creo que si.
-      Y antes ¿me puede decir donde había trabajado?
-      ¡Que cosas me pregunta!  si hubieras conocido a mi hija. Era un torbellino y no se paraba ante nada. Yo creo que trabajó de todo, como secretaria, en una lavandería, como encargada de una tienda y hasta en una residencia para extranjeros porque sabía un poco de inglés ¿sabe usted?
-      ¿Cuánto tiempo llevaba en Madrid?
-      Doce años y  bien que su padre y yo le dijimos que no se viniera a la capital, pero ya sabe usted como es la gente joven, quería conocer mundo y mire para lo que le ha valido.
-      Ya – el Inspector continuaba tomando notas - ¿vivía sola?
         -   Si
-      ¿Desde que se fué?
-      Al principio, cuando llegó vivió durante una temporada, en una habitación alquilada en una casa cerca de la Glorieta de Bilbao, pero en cuanto tuvo un poco de dinero se alquiló un piso y si, si que vivía sola y eso que siempre me decía que me quedara con ella
-      ¿Y usted nunca se quedó?
-      No porque yo tengo mas hijos y mi vida está en Medina del Campo- Claro que si llego a saber esto …….
        -    Hasta ahora lo único que sabemos es que apareció en una cuneta, cerca de Navacerrada                         simulando un atropello que no fue, eso seguro
-      ¿Quiere decir que pudo haber sido asesinada en otro sitio y luego la llevaron allí?  ¿puede ser eso?
-      Puede ser, pero todavía es muy pronto para comunicarles nada.  Precisamente por eso, tenemos que interrogar a todos sus amigos, a la gente con la que trabajaba y a todos los que nos puedan aportar pistas para lograr saber que es lo que ha pasado
-      ¿Y me ira informando?
-      En principio, todo está bajo secreto de sumario pero yo personalmente estaré siempre en contacto con usted y que por supuesto todo lo que vayamos investigando se lo iré comentando para que este al tanto de todo.
-      Muchas gracias- Doña María ya no lloraba, posiblemente no le quedaban lágrimas, pero su cara reflejaba el fatal momento  por el que estaba pasando.
-      Si no le importa continuamos ¿le parece?
              
              Doña María asintió ligeramente
-      Sería muy interesante si se acordase de algún amigo a amiga y donde le podríamos localizar.
-       Mire – Doña María buscó en el bolso una pequeña agenda – si quiere le doy el número de teléfono de Laura, su mejor amiga y seguro que ella sabe mas de su vida que yo
-      Muchas gracias. – El Inspector Cuadros, después de anotar el número de teléfono de Laura ¿cómo sería? ¿colaboraría? ¿se acordaría de muchas cosas que le ayudaran a resolver este caso? Lentamente cerró la pequeña carpeta donde iba anotando todo lo que Doña María le contaba y se dispuso a escuchar.
-      Perdone – la mujer se movió inquieta – pero no se ni por donde empezar.
-      Yo la ayudo, no se preocupe – El Inspector Cuadros cruzó las piernas - ¿como era Ana?
-      La mejor persona que Usted se pueda encontrar. No es porque sea mi hija, pero como Ana había muy pocas – Doña María cerró los ojos recordando – es verdad que de niña era un poco trasto y siempre quería tener su independencia, pero en cuanto aparecía el mas mínimo problema, allí estaba ella. No era muy habladora, eso no, pero a mi me parece que era simpática.
-      ¿Por qué se fue de casa?
-      Ya le digo que era muy independiente y desde siempre le gustaba correr la calle, pero en un pueblo, ya sabe Usted como es la vida en estos sitios, iba y venía a casa de sus amigas pero por la calle siempre la veían unos y otros y para ella que siempre estaba controlada y ya sabe Usted como es la juventud, El pueblo enseguida se le hizo pequeño y aunque su padre y yo intentamos convencerla, nunca lo conseguimos y casi de un día para otro decidió que se iba para Madrid y para allá que se fue
-      Tuvo que ser muy duro para ustedes ¿verdad?
-      Ya se lo puede Usted imaginar y yo todavía lo llevaba mal pero mi marido – Doña María comenzó a llorar con unas lágrimas que salían de lo mas profundo de su alma – yo creo que el pobre sabía lo que iba a pasar y por eso le puso infinidad de pegas, pero ella insistía e insistía y ….
-      ¿Usted iba a verla con frecuencia?
-      Bueno, iba cuando podía, al principio mas porque me parecía que estaba muy sola, pero enseguida encontró un trabajo en un bufete de un Abogado y se cambió a un pequeño apartamento y paraba poco en casa
-      ¿Tenía mucho trabajo?
-      No le puedo decir, mire Usted, pero ella decía que si, pero que era joven y eso era lo que necesitaba
-      ¿Ana no venía por aquí?
-      Muy poco, esa es la verdad
-      ¿Por culpa de algún novio que tenía en Madrid?
-      Que yo sepa no, no venía porque no tenía tiempo o por lo menos eso nos decía por teléfono
-      O sea que no venía pero Usted estaba al tanto de su vida, mas o menos ¿no?
-      Si, eso si - Doña María esbozó una pequeña sonrisa recordando tantos minutos agarrada al teléfono – si no llamaba ella, la llamaba yo y raro era el día que no hablábamos.
-      ¿Pero tendría amigos?
-      Eso si
-      ¿De Medina del Campo?
-      Algunos si, pero la mayoría eran de otros sitios.
-      En ocasiones las compañías llevan a la gente joven por caminos que los padres nunca desean – El Inspector Cuadros trataba de decir las cosas con el máximo tacto para no herir la susceptibilidad de su madre y mucho mas después de la desgracia ocurrida - ¿sabe Usted si tenía relación con alguien que estuviera en el mundo de la droga?
-      Seguro que no, porque desde muy pequeñas su padre les explicaba los peligros de tomar cualquier cosa y si en el pueblo nunca la tomó ¿le parecería lógico que las tomara en Madrid?
-      Tiene razón, pero ya sabe lo que pasa
-      No – insistía Doña María – por ese lado pierda cuidado, seguro que no.
-      ¿Sabe si debía dinero a alguien?
-      No creo porque ganaba un buen sueldo y mas para una persona sola
-      En fin Doña María si le parece lo dejamos por hoy – El Inspector Cuadros se levantó y le tendió la mano a su interlocutora -  Dentro de una semana vuelvo y seguimos la charla ¿le parece?
-      Aquí estaré - Doña María le apretó con fuerza la mano que le tendía - ¿cree que le ha valido de algo la conversación de hoy?
-      Tenga la completa seguridad que ha valido y mucho.


2 comentarios:

  1. El Tío Javier Belas15 de marzo de 2015, 23:08

    Pensaba que al llegar al capítulo 71 se nos acababan las novelas pero podemos estar tranquilos, el autor tiene planes de futuro. Estamos salvados.
    Espero que el inspector Cuadros resuelva la muerte de Ana que nos tiene intrigados.
    Un abrazo a todos

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  2. El autor, además de médico parece que ha sido policía; se conoce el mundillo a la perfección.
    De momento, ni el forense ni el inspector saben por donde van los tiros. Espero con ansias el siguiente capítulo.
    Me alegra saber que vamos a seguir con historias semanales; lo de la autobiografía me parece muy apetecible
    Hasta la próxima semana; disfrutad y sed felices

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