Ser felices o por lo menos intentarlo. Seguro que "podemos"
Un abrazo y a leer que hoy si que tenéis tarea
Faustino Belascoaín
P.D.- Ya no me acuerdo cual era mi nombre de guerra pero a partir de ahora va a ser éste que para eso uno se va haciendo mayor.
CAPITULO 65.-
El Dr. Lopez García se
quitó los guantes lentamente y los introdujo en un cubo de basura del que
previamente había levantado la tapa apretando con el pié un pequeño pedal, a
continuación se lavó las manos cuidadosamente como si de un rito se tratase y
así comenzó por enjabonarse primero la muñeca derecha, luego la izquierda y
pasó a los dedos, uno a uno empezando por ambos dedos gordos. Llevaba muchos
años haciendo lo mismo y no se imaginaba hacerlo de otra manera. A continuación
se secó con unas pequeñas toallas de papel empezando igualmente por ambos dedos
pulgares y terminando en ambas muñecas. Antes de salir de la sala de autopsias,
con sus apuntes en la mano derecha, echó un último vistazo al cadáver examinado
apreciando que el cuerpo de aquella chica
continuaba exactamente igual que cuando la llevaron unos días antes.
Estaba envuelta en la sábana original y por fuera no se apreciaban ningún signo
de violencia. La expresión de su cara continuaba siendo de una tranquilidad
pasmosa y se podría decir que para el Dr. Lopez García, a pesar de su mas que
probada experiencia en el campo de la Medicina Legal, aquel caso era un
misterio difícil de resolver. A primera vista, todos los órganos examinados
estaban rigurosamente sanos y tendría que esperar a los resultados de los
análisis toxicológicos para llegar a una conclusión meditada y basada en
argumentos sólidos. Sabía que su informe sería minuciosamente examinado por los
fiscales y por eso salía de la sala con
un montón de notas que le permitieran hacer un informe forense perfectamente
razonado y sin dejar cabos sueltos para evitar en caso que hubiera alguna
reclamación tener que rectificar.
- Que tal Doctor – Miguel,
el celador de toda la vida del Instituto Anatómico Forense, abrió la puerta de
la sala de autopsias con el fin de acompañar al Dr. Lopez García hasta el
pequeño despacho en el que todos los forenses pasaban horas y horas pasando al
ordenador los datos encontrados en los cadáveres- ¿qué tal? ¿qué le parece este caso?
- No me gusta – el forense
contestó lacónicamente – no se por qué, pero no me gusta
- Parece ser que se trata de un atropello.
- Eso seguro que no – contestó el Dr. Lopez
García.
- ¿Un asesinato?
- No lo se – el forense entró en el pequeño
despacho – esperemos a los informes toxicológicos y podremos opinar con mas
exactitud.
- Muy bien, Don Nicolás. No le molesto mas.
- Casi se lo agradezco porque tengo muchas
notas y me va a llevar un par de horas ponerlas todas en orden. Por cierto – el
Dr. Lopez García miró a Miguel – ¿quien lleva este caso?
- El caso lo lleva el Inspector Cuadros, pero
con la familia ha venido un subinspector joven que creo que se llama Luis
García.
- Muy bien, muchas
gracias. Voy a intentar hablar con el Inspector.
Nicolás Lopez García
descolgó el teléfono y marcó el número del Inspector Santos Cuadros. Unos pocos
tonos e inmediatamente la voz de su amigo Santos sonó a través del teléfono
- ¿Dígame?
- Buenos
días Santos, soy Nicolás ¿te molesto?
- Tú
nunca molestas Nico ya lo sabes
- Gracias
– El Dr. Lopez García revisó sus notas rápidamente – te llamo para contarte lo
que hay hasta ahora de una chica que han traído hace unos días. Creo que se
llamaba Ana Segura
- Si,
algo se de ese caso, aunque lo lleva el Subinspector García.
- ¿Prefieres
que se lo cuente a él?
- No,
no – El Inspector Cuadros tomó un cuaderno de anillas con tapas azules y de un
pequeño vaso sacó un bolígrafo – cuéntame que tomo nota
- Lo
primero es que en ningún caso es un atropello
- ¿Seguro?
- Absolutamente
seguro – afirmó con rotundidad el Médico Forense.
- ¿Entonces?
- En
principio se trata de un asesinato, pero todavía, hasta que no reciba el
resultado de las muestras, no te lo puedo confirmar.
- Ya
– El Inspector Cuadros mordió el bolígrafo con un gesto repetido en miles de
ocasiones - ¿Hacemos algo o esperamos?
- Ahí
no quiero opinar porque vosotros sois los policías, pero lo que es seguro es
que no es un atropello.
- Agradezco
mucho tu llamada y creo que lo mejor es que empecemos a buscar testigos ¿te parece?
- Yo
creo que si
- Muy
bien –El Inspector Cuadros volvió a repasar sus notas – en cuanto sepas algo
mas me llamas ¿de acuerdo?
- Faltaría
mas – El Dr. Lopez García colgó el teléfono y comenzó a redactar un informe
preliminar. Al cabo de una media hora grabó lo escrito y abandonó el despacho.
Al pasar por la puerta se despidió de los dos Policías Nacionales que
permanecían en una garita desde la que controlaban la entrada o salida de
cualquier vehículo y se encaminó a su domicilio.
El Inspector Cuadros apagó
la televisión que permanecía puesta prácticamente todo el tiempo que estaba en
su pequeño apartamento del Centro de Madrid. Casi sin darse cuenta, su primer
movimiento al entrar en su casa era poner la televisión. No la miraba, pero el
sonido le hacía sentirse acompañado. Santos Cuadros se había vuelto un hombre
solitario, la muerte de su mujer le había llevado a esa situación y a pesar del
tiempo transcurrido no se hacía a la idea. Tenía que ser así y así era, pero no
lo asimilaba. Pasaba muchas horas solo y menos mal que, a pesar de habérselo
propuesto en varias ocasiones, no había abandonado su trabajo como Inspector de
Policía porque sin querer o quizá queriéndolo su trabajo lo mantenía ocupado,
al menos todas las mañanas y algunas tardes. Siempre se quedaba a comer en la
Comisaría y después de un café y algunos minutos de charla volvía a su casa. Allí se dedicaba a leer y aunque
trataba de olvidarse de su trabajo, su pasión por las novelas policíacas no le
permitía olvidarse del todo.
Una vez que colgó el
teléfono despidiéndose de su amigo Nicolás, cerró el libro que tenía entre
manos, una historia aterradora ocurrida en algún lugar de la vieja Irlanda allá
por el siglo XVII y trató de recordar lo que habían comentado sobre el caso de
Ana Segura. Lo lógico es que fuera el Subinspector García el que continuase con
la investigación pero llevaba varios días pensando en algo que le hiciera tener
su mente ocupada y aquello era otra oportunidad para mantenerse entretenido. El
caso de Ana Segura le había llamado la atención desde el primer momento y no
sabía porqué, pero los policías, sobre todo si tenían cierta edad, adquirían un
sexto sentido que les ponía en situación de alerta en determinados casos y éste
era uno de ellos. Lo que le parecía mentira era que el Subinspector García no
se hubiera dado cuenta que no era un atropello porque eso era lo primero que se
explicaba en la Academia de Policía. El atropello necesariamente llevaba
implícito una serie de marcas en la víctima que eran prácticamente iguales en
todos los casos y por eso para los forenses era muy fácil afirmarlo.
Las cuatro fotos que
presentó el Subinspector era muy demostrativas y no debería ser el Jefe el que
lo sacara de dudas, al fin y al cabo, la misión del maestro no es corregir sin
mas, si no que su labor debería ir encaminada hacia que el alumno pensase por
si mismo y llegara a sus propias conclusiones, aunque para el Inspector Jefe
estaba claro que su subordinado había elegido el camino equivocado, pero era
cuestión de tiempo que se diera cuenta de su error. El Jefe, como tal, tenía
que tener paciencia y para eso Santos Cuadros podría ser hermano del Santo Job.
Lo había demostrado en múltiples ocasiones y de hecho entre los propios
miembros de la Policía gozaba de un merecido prestigio precisamente por eso. La
mayoría de los casos que había llevado desde que ingresó en el Cuerpo los había
resuelto gracias a su enorme capacidad de saber esperar, dar tiempo al tiempo
repetía con frecuencia y las pistas aparecían como por arte de magia.
- Espero
que no te moleste, pero he decidido que este caso lo llevaré yo personalmente.
El
Subinspector Luis García no se molestó, para qué si el Inspector Cuadros era el
Jefe y los demás una fieles servidores de la patria, no merecía la pena
enfadarse por nada, el Jefe se quedaba con los casos que le parecían mas
interesantes y tan amigos. Es mas, no solo le parecía bien si no que incluso
pensaba que era lo mejor porque después de una temporada trabajando con él, era
consciente que para esa soledad que sentía desde la muerte de su mujer le venía
muy bien un caso como éste, aunque nada mas comenzar las investigaciones ya se
habían puesto de manifiesto las primeras diferencias que el Subinspector García
admitía consciente que era lo mejor para su formación.
- ¿
No está de acuerdo como lo estamos llevando?
- En
absoluto – Santos Cuadros se levantó del sillón en el que estaba cómodamente
instalado – no solo me parece que hasta ahora lo estáis llevando bien si no que
estoy seguro que si continuáis por el mismo camino acabaréis resolviéndolo
satisfactoriamente, pero me parece que es un caso para dedicarle horas,
vosotros no andáis muy sobrados de tiempo y por eso y solo por eso lo llevaré
yo
- ¿Necesita
ayuda?
- De
momento no, muchas gracias. Mas adelante si les necesito ya les avisaré, pero
por ahora iré yo personalmente a hablar con su familia.
- De
acuerdo – Luis García le entregó el pequeño dossier en el que estaban todas las
pruebas recopiladas hasta ese momento – si necesita algo mas, no dude en
pedírmelo.
- Muchas
gracias Luis.
Santos
Cuadros examinó con lupa las diferentes fotos, el informe de la Guardia Civil,
las primeras conclusiones de su unidad de Policía y a continuación descolgó el
teléfono y se puso en contacto, a través de Dolores su secretaria de toda la
vida, con el Jefe de la Policía Nacional en Medina del Campo y concertó una
cita para el día siguiente por la mañana. La llegada a su casa fue, mas o
menos, como la de todos los días, aunque esta vez no encendió la tele, si no
que conectó el ordenador, buscó en spotyfive
música chill out que tenía la virtud de relajarle, llenó el salón con
esos sonidos, desconectó los motores de su cerebro y se quedó profundamente
dormido.
El día
había amanecido frío, con un viento que circulaba por las llanuras de Castilla
León como si quisiera tumbar los esbozos
del trigo que llenarían de alegría los campos cuando llegara la próxima
primavera. El coche oficial del Inspector Cuadros, con Jesús su chofer de toda
la vida, avanzaba a velocidad moderada con el fin de llegar a Medina del Campo
a la hora convenida pero, como siempre, tendría que tomarse algo en cualquier
bar porque todavía faltaba una hora para la cita.
La
cafetería Lasuen, situada en la plaza Mayor de Medina del Campo, estaba
prácticamente vacía, el camarero preparaba platos con porras para cuando
llegaran los clientes habituales. Santos Cuadros y Jesús estaban sentados en
una mesa del fondo, de cara a la puerta como era norma habitual de los policías
con cierto prestigio, saboreaban un humeante café con leche. Siempre que
viajaban intentaban desayunar porras, en su defecto churros y hoy no iba a ser diferente. Desde que se
había levantado hacía ya casi dos horas y media, Santos no dejaba de pensar en
como se desarrollaría la entrevista con la madre de una chica joven que había
sido encontrado muerta en extrañas circunstancias. Si ya era difícil asumir una
muerte anunciada como la de su mujer, se tendría que ver en una situación
parecida para poder saber como reaccionaría. La madre sería una mujer con ganas
de colaborar o sería de esas que echaba la culpa del crimen a la policía como
sucedía en muchas ocasiones o quizás estaría sintiéndose culpable por no haber
controlado mas a su hija. Estas reacciones que fuera de contexto parecerían
irracionales, desgraciadamente era bastante mas frecuentes de lo que parecía y
Santos, mientras disfrutaba del magnífico café ¿por qué en las provincias el
café siempre era mejor que en la capital? las repasaba mentalmente. Jesús el
chofer, le miraba con el rabillo del ojo mientras daba buena cuenta de su ración de porras, dos y
una mas que había devorado para, según decía, evitar que su Jefe tomara mas de
la cuenta y a la vuelta se arrepintiera de tanta comida.
La entrada
en casa de la madre de Ana Segura fue mejor de lo que había pensado. Una vez
que sonó el timbre de la puerta de una casa con amplio portal, escaleras de
madera, grandes y enorme descansillo, el ruido de una cerradura abriéndose, un
ojo que divisaba a los visitantes a través de una amplia mirilla, otro cerrojo
que se abría y al final la puerta se abrió dejando asomar la presencia de una
mujer mayor, ¿tendría setenta años? Vestida rigurosamente de negro con una
blusa blanca que hacía destacar el luto del resto de su indumentaria. Como todo
detalle llevaba un collar de perlas que daba una discreta vuelta a través de un
cuello con algunas arrugas que se continuaban con las que surcaban su cara y
parecían concentrarse en una boca de labios finos. Los ojos, a pesar del tiempo
transcurrido, continuaban inundados por una profunda tristeza y parecía que en
cualquier momento iban a llenar de lágrimas sus mejillas. El pelo blanco muy
bien cuidado comenzaba en una frente amplia, despejada y terminaba en un
discreto moño en la nuca sujeto con una pequeña pinza de color marrón. Doña María
se hizo a un lado para permitir la entrada de los policias. Ya conocía a uno de
ellos, el de Medina del Campo y lo saludó dandole una mano suave y a
continuación saludó al Inspector Cuadros
- ¿Usted
es el que viene de Madrid? – le preguntó mirándole fijamente a los ojos
- Si
Señora, permítame que se lo presente – intervino el policía de Medina del Campo
– El Inspector Jefe de Homicidios Don Santos Cuadros, la señora María García
madre de Ana Segura
- Encantado
Señora – Santos besó la mano de Doña María mientras le mantenía la mirada. Me
gusta, si, me gusta, tiene muy buena pinta y seguro que va a colaborar. A su
vez Doña María repasaba rápidamente la imagen de Santos: creo que nos vamos a
entender, tiene una mirada limpia y directa lo que, en principio, me gusta, en
fin, ya veremos.
Doña María precedía a los
dos policías por un pasillo largo flanqueado por diferentes puertas por la que
se accedía a varios dormitorios, la cocina en la que había una señora se supone
que preparando la comida, dos cuartos de baño, uno de ellos muy grande con el
suelo de azulejos blancos y negros y los complementos en madera con un espejo
bastante grande y por fin un enorme cuarto que albergaba el cuarto de estar
propiamente dicho y un salón comedor con una gran mesa de madera tallada en un
tono mas bien oscuro y diez sillas tapizadas en un terciopelo verde. En el
centro de la mesa un centro de plata que semejaba una enorme gallo sobre un
pequeño mantel de encaje blanco. Como decoración complementaria del comedor una
enorme tapiz con escenas de caza llenaba la pared del fondo acompañado por dos
apliques, también de plata, que a modo de antorchas sostenían dos velas que
terminaban en sendas bombillas que contribuían a iluminar esa zona junto con
una lámpara de diseño situada encima de la enorme mesa.
El cuarto de estar,
separado del comedor por unas puertas correderas que se encontraban abiertas,
era muy grande pero como muy acogedor. Una mesa camilla de, por lo menos un
metro de ancha ocupaba el centro con unas faldas verdosas que hacían juego con
la tapicería de las sillas del comedor rodeada de varios sillones todos
tapizados con lonetas de colores discretos que contribuían a darle a todo el
conjunto un aire como de familia bien avenida que era en realidad lo que
siempre había pretendido Doña María y que lo había conseguido no sin esfuerzo,
pero lo había conseguido.
La propietaria de la casa
invitó a los presentes a tomar asiento y en ese momento, el Policía de Medina
del Campo aprovechó para dejarlos solos porque, según explicó mientras se
despedía, tenía mucho trabajo y la investigación se haría con mas confianza si
la entrevista se realizara con los dos solos y con un si me disculpan me voy,
aunque si necesitan lo que sea estaré en la Comisaría.
Doña María ofreció un café
al Inspector quien lo rechazó mientras organizaba unos papeles sobre la mesa.
- Si
le parece vamos directamente a las preguntas y quiero decirle que cualquier
cosa, aunque le parezca que no tiene ningún interés, me la diga y ya
valoraremos en un futuro si es nos vale para la investigación o no, pero usted
cuente hasta el último detalle ¿de acuerdo?
- Por
supuesto porque me gustaría saber quien ha matado a mi hija
- Eso
es lo mas importante y ese es el motivo que yo esté aquí.
- Creo
que le voy a poder ayudar muy poco porque desde que me anunciaron su muerte
hacía por lo menos tres semanas que no la veía.
- ¿Y
eso?
- Ya
sabe, en invierno para mí se hacía muy difícil ir y esos meses Ana no se podía
desplazar porque parece ser que tenía mucho trabajo y tenía que terminarlo en
casa los fines de semana
- ¿Dónde
trabajaba?
- Últimamente
había conseguido una plaza como secretaria de dirección en el ministerio de
Agricultura y trabajaba como secretaría de alguien que debía ser como la mano
derecha del Ministro o algo parecido
- ¿En
el gabinete del propio Ministro?
- No
me haga mucho caso, pero creo que si.
- Y
antes ¿me puede decir donde había trabajado?
- ¡Que
cosas me pregunta! si hubieras conocido
a mi hija. Era un torbellino y no se paraba ante nada. Yo creo que trabajó de
todo, como secretaria, en una lavandería, como encargada de una tienda y hasta
en una residencia para extranjeros porque sabía un poco de inglés ¿sabe usted?
- ¿Cuánto
tiempo llevaba en Madrid?
- Doce
años y bien que su padre y yo le dijimos
que no se viniera a la capital, pero ya sabe usted como es la gente joven,
quería conocer mundo y mire para lo que le ha valido.
- Ya
– el Inspector continuaba tomando notas - ¿vivía sola?
- Si
- ¿Desde que se fué?
- Al
principio, cuando llegó vivió durante una temporada, en una habitación
alquilada en una casa cerca de la Glorieta de Bilbao, pero en cuanto tuvo un
poco de dinero se alquiló un piso y si, si que vivía sola y eso que siempre me
decía que me quedara con ella
- ¿Y
usted nunca se quedó?
- No
porque yo tengo mas hijos y mi vida está en Medina del Campo- Claro que si
llego a saber esto …….
- Hasta ahora lo único que sabemos es que apareció en una cuneta, cerca
de Navacerrada simulando un
atropello que no fue, eso seguro
- ¿Quiere
decir que pudo haber sido asesinada en otro sitio y luego la llevaron
allí? ¿puede ser eso?
- Puede
ser, pero todavía es muy pronto para comunicarles nada. Precisamente por eso, tenemos que interrogar
a todos sus amigos, a la gente con la que trabajaba y a todos los que nos
puedan aportar pistas para lograr saber que es lo que ha pasado
- ¿Y
me ira informando?
- En
principio, todo está bajo secreto de sumario pero yo personalmente estaré
siempre en contacto con usted y que por supuesto todo lo que vayamos
investigando se lo iré comentando para que este al tanto de todo.
- Muchas
gracias- Doña María ya no lloraba, posiblemente no le quedaban lágrimas, pero
su cara reflejaba el fatal momento por
el que estaba pasando.
- Si
no le importa continuamos ¿le parece?
Doña María
asintió ligeramente
- Sería
muy interesante si se acordase de algún amigo a amiga y donde le podríamos
localizar.
- Mire – Doña María buscó en el bolso una
pequeña agenda – si quiere le doy el número de teléfono de Laura, su mejor
amiga y seguro que ella sabe mas de su vida que yo
- Muchas
gracias. – El Inspector Cuadros, después de anotar el número de teléfono de
Laura ¿cómo sería? ¿colaboraría? ¿se acordaría de muchas cosas que le ayudaran
a resolver este caso? Lentamente cerró la pequeña carpeta donde iba anotando
todo lo que Doña María le contaba y se dispuso a escuchar.
- Perdone
– la mujer se movió inquieta – pero no se ni por donde empezar.
- Yo
la ayudo, no se preocupe – El Inspector Cuadros cruzó las piernas - ¿como era
Ana?
- La
mejor persona que Usted se pueda encontrar. No es porque sea mi hija, pero como
Ana había muy pocas – Doña María cerró los ojos recordando – es verdad que de
niña era un poco trasto y siempre quería tener su independencia, pero en cuanto
aparecía el mas mínimo problema, allí estaba ella. No era muy habladora, eso
no, pero a mi me parece que era simpática.
- ¿Por
qué se fue de casa?
- Ya
le digo que era muy independiente y desde siempre le gustaba correr la calle,
pero en un pueblo, ya sabe Usted como es la vida en estos sitios, iba y venía a
casa de sus amigas pero por la calle siempre la veían unos y otros y para ella
que siempre estaba controlada y ya sabe Usted como es la juventud, El pueblo
enseguida se le hizo pequeño y aunque su padre y yo intentamos convencerla,
nunca lo conseguimos y casi de un día para otro decidió que se iba para Madrid
y para allá que se fue
- Tuvo
que ser muy duro para ustedes ¿verdad?
- Ya
se lo puede Usted imaginar y yo todavía lo llevaba mal pero mi marido – Doña
María comenzó a llorar con unas lágrimas que salían de lo mas profundo de su
alma – yo creo que el pobre sabía lo que iba a pasar y por eso le puso
infinidad de pegas, pero ella insistía e insistía y ….
- ¿Usted
iba a verla con frecuencia?
- Bueno,
iba cuando podía, al principio mas porque me parecía que estaba muy sola, pero
enseguida encontró un trabajo en un bufete de un Abogado y se cambió a un
pequeño apartamento y paraba poco en casa
- ¿Tenía
mucho trabajo?
- No
le puedo decir, mire Usted, pero ella decía que si, pero que era joven y eso
era lo que necesitaba
- ¿Ana
no venía por aquí?
- Muy
poco, esa es la verdad
- ¿Por
culpa de algún novio que tenía en Madrid?
- Que
yo sepa no, no venía porque no tenía tiempo o por lo menos eso nos decía por
teléfono
- O
sea que no venía pero Usted estaba al tanto de su vida, mas o menos ¿no?
- Si,
eso si - Doña María esbozó una pequeña sonrisa recordando tantos minutos
agarrada al teléfono – si no llamaba ella, la llamaba yo y raro era el día que
no hablábamos.
- ¿Pero
tendría amigos?
- Eso
si
- ¿De
Medina del Campo?
- Algunos
si, pero la mayoría eran de otros sitios.
- En
ocasiones las compañías llevan a la gente joven por caminos que los padres
nunca desean – El Inspector Cuadros trataba de decir las cosas con el máximo
tacto para no herir la susceptibilidad de su madre y mucho mas después de la
desgracia ocurrida - ¿sabe Usted si tenía relación con alguien que estuviera en
el mundo de la droga?
- Seguro
que no, porque desde muy pequeñas su padre les explicaba los peligros de tomar
cualquier cosa y si en el pueblo nunca la tomó ¿le parecería lógico que las
tomara en Madrid?
- Tiene
razón, pero ya sabe lo que pasa
- No
– insistía Doña María – por ese lado pierda cuidado, seguro que no.
- ¿Sabe
si debía dinero a alguien?
- No
creo porque ganaba un buen sueldo y mas para una persona sola
- En
fin Doña María si le parece lo dejamos por hoy – El Inspector Cuadros se
levantó y le tendió la mano a su interlocutora - Dentro de una semana vuelvo y seguimos la
charla ¿le parece?
- Aquí
estaré - Doña María le apretó con fuerza la mano que le tendía - ¿cree que le
ha valido de algo la conversación de hoy?
- Tenga
la completa seguridad que ha valido y mucho.
Pensaba que al llegar al capítulo 71 se nos acababan las novelas pero podemos estar tranquilos, el autor tiene planes de futuro. Estamos salvados.
ResponderEliminarEspero que el inspector Cuadros resuelva la muerte de Ana que nos tiene intrigados.
Un abrazo a todos
El autor, además de médico parece que ha sido policía; se conoce el mundillo a la perfección.
ResponderEliminarDe momento, ni el forense ni el inspector saben por donde van los tiros. Espero con ansias el siguiente capítulo.
Me alegra saber que vamos a seguir con historias semanales; lo de la autobiografía me parece muy apetecible
Hasta la próxima semana; disfrutad y sed felices