CAPITULO 31.-
Ana atravesó el amplio
hall pensando que esta iba a ser la última : desde luego como esa fiesta no
salga como quiere la Condesa ,
pido la cuenta y me largo. Ni una sola vez me vuelven a sacar los colores en
esta Empresa. Solo faltaba, Antonio está hecho un marqués gracias a mí y no
quiero que pase lo de casa de los Ferrandiz, que estaba todo perfecto y llegó
ese mequetrefe de Jose Luis que con eso de que es amigo de Antonio, se cree que
sabe mas que nadie y la fastidió. Ni hablar. Una vez y nada más, San Nicolás.
Si me tengo que buscar la vida de otra manera, no creo que pase nada e incluso
como me calienten mucho, la empresa de catering la monto yo y se van a enterar
esa parejita de niños de Serrano de quien es Ana Segura.
Casi sin darse cuenta,
estaba en el portal de un grupo de apartamentos en la mejor zona de Madrid,
céntricos, pero no en el centro, muy bien comunicados, con piscina y amplio
jardines, como se anunciaba a bombo y platillo a través de un gran cartel que
presidía la entrada de la
Urbanización y que a tenor de los precios que le habían
comentado debían ser unos pisos de calidad.
El portero, con una gorra
de plato, tipo Almirante de Marina Alemán, se levantó presuroso y la acompañó
por un largo corredor descubierto lateralmente, pero con una especie de bóveda
acristalada que los protegía de la fina lluvia que en ese momento caía sobre la
ciudad, hasta desembocar en una especie de plaza, no muy grande pero llena de
una vegetación exuberante lo que le hacía parecer que entraban en un jardín tropical.
Desde el fondo de tan
original cenador, apareció una señora de mediana edad que vestía absolutamente
de Loewe, con una sonrisa encantadora, pelo recogido en un moño en la nuca,
grandes ojos de un azul penetrante y todo su aspecto exhalaba un aroma de
jovialidad que se hacía fácilmente contagioso. Sin haber hablado con ella, Ana
ya sabía que se enfrentaba a una vendedora perfecta y debía de utilizar todas
sus armas para no caer en las garras de la supuesta fiera, sin valorar, no solo
el presente que era esplendoroso, sino también el futuro que podía cambiar en
cualquier momento y aunque tenía unos pequeños ahorros, tendría que valorar muy
bien la forma en que los invertía.
Sofía Estrada, avanzó con
la mano extendida en un gesto cordial - ¿Ana Segura? Encantada de conocerte.
Siéntate por favor que ya sé tu interés por el apartamento de dos dormitorios y
te explico las condiciones ¿o.k?
- Gracias – Ana sentó y se ajustó por encima de
su oreja izquierda un mechón de pelo que le caía permanentemente sobre su ojo
izquierdo. Lentamente y siguiendo las técnicas que ella conocía a la
perfección, se dispuso a escuchar las condiciones de compra, aunque por la
forma de comenzar inmediatamente advirtió que ella no sería una compradora
porque le espantaban, desde que nació, las situaciones ficticias y aquello
tenía toda la pinta , sobre todo por el tema
de la seguridad permanente.
- ¿Sabes? Es una norma de conducta de
Construcciones Laviny House, el crear espacios ambientales seguros para que la
gente que viva en nuestras instalaciones se considere a gusto y sobre todo que
no tenga ningún agobio ni sensación de sentirse especialmente vigilado, por
ello en casi todas las esquinas, se han instalado cámaras de televisión
disimuladas con algunas plantas que emiten una señal que puede ser controlada
en el chiscón de la entrada, por un vigilante de seguridad que estaría de
manera permanente. Naturalmente que eso incrementaría los gastos de comunidad,
pero no debía de asustarte porque son
casi ciento veinte vecinos y la cantidad sería fácilmente asumible.
- Ya – Ana intentaba por todos los medios
aparentar interés – pero ¿cómo cuanto serían esos gastos?
- De eso no debe preocuparte, porque todavía no
están hechos los estatutos de la
Comunidad , si quieres que sea sincera, ni siquiera se ha
creado la Comunidad ,
o sea que eso sería negociable.
- Si, perdona que sea tan pesada – Ana insistía
en buscar un argumento para salir airosa de la entrevista – pero ¿no me puedes
adelantar, por tu experiencia en otras urbanizaciones, mas o menos la cantidad?
Sofia Estrada abrió
lentamente un pequeño maletín que había dejado apoyado en el suelo y mientras
revolvía algunos papeles comentaba con Ana
- No sé si lo tendré por aquí, pero si no, me
dejas un teléfono y te llamo. De todos modos, perdona que sea tan pesada, pero
lo que de verdad hay que valorar en esta promoción es la calidad de los
vecinos. Es increíble – Sofía encendió un Camel después de ofrecerle uno a Ana
que lo rechazó con un pequeño gesto de su mano derecha – no te puedes ni
imaginar la cantidad de gente que se ha puesto en contacto conmigo y siempre a
través de sus secretarias para que veas como están de ocupados. Sin ir mas
lejos, esta mañana he estado un rato hablando con la secretaria del Marques de
Cortuera que, como sabes es el Embajador de España en Honolulu y hemos quedado
que en el próximo viaje que venga el Marqués, pasará a formalizar el contrato
de compraventa de un dúplex y como éste hay un montón de gente conocida que se
interesa por nuestros proyectos inmobiliarios, porque no es por nada, pero la
calidad llama a la calidad y nuestra promociones anteriores en los alrededores
de Madrid, son nuestra principal propaganda y ya se sabe que el que siembra
recoge y ese es nuestro caso.
- No, si eso no hay duda, pero con tantas cosas
alrededor, me imagino que el precio de los apartamentos será prohibitivo y a mí
me apetece algo bueno, pero siempre dentro de mis posibilidades.
- Del precio ni preocuparte. Eso es lo de menos
– Sofía apagó el pitillo en un cenicero de cristal colocado en el borde de la
mesa y volvió a introducir su mano derecha en el maletín que reposaba a sus
piés - aquí tienes las condiciones, pero
no las mires ahora. Tranquilamente te las estudias en casa y nos vemos otro día
y las discutimos, pero te repito que por eso no te preocupes, si te interesa
nosotros nos ocupamos de la financiación e incluso pedimos un crédito por ti;
lo único que necesito es un aval bancario y a partir de ahí te olvidas de todo.
Ana vio el cielo abierto y
según tomaba en su mano una preciosa carpeta de tapas endemoniadamente azules,
se levantó y dio por terminada la presentación
- Te lo agradezco mucho y eso es lo mejor, me
las estudio en casa y si tengo alguna duda te llamo. Hasta luego.
- Pero – Sofía trataba de continuar con su
excelencias urbanísticas con el ánimo de vender uno más de los apartamentos de
Laviny House – espera un poco que si quieres te enseño alguno.
- No gracias – Ana se colocaba el abrigo con
rapidez – perdona, pero se me ha hecho tarde y no puedo estar aquí más tiempo.
Gracias.
- Bien, aquí estoy siempre a tu disposición.
Toma mi tarjeta y me llamas ¿de acuerdo?
- Gracias, no te preocupes que en unos días te
llamo. Adiós.
Como si el tiempo no
existiera, Ana apareció tumbada en la cama que tenía desde hacía casi tres años
en la casa de Doña Ana de Virulés Arteaga. Era una cama antigua, alta, con el
cabecero de caoba y las mesillas de una madera ajada por el paso de los años.
Sus manos deambulaban por impecables sábanas de hilo, mientras sus piés se apoyaban
en una manta fina, inglesa para más señas, que había sido adquirida por la
dueña del piso en vida de Don Alberto de la Cruz y Taboada, cuando aquel, su marido, estuvo
destinado en Londres. ¡ Que tiempos aquellos! Solía exclamar Doña Ana, la
opulencia entonces y ahora teniéndome
que dedicar a alquilar un cuarto para subsistir. ¡ Dios mío, Dios mío,
si Alberto levantara la cabeza!
Para Ana era una solución ideal, cara, pero
ideal. Vivía en pleno barrio de Salamanca, en una casa antigua, pero muy bien
conservada, de portal de mármol, escaleras de caracol que avanzaban majestuosas
hasta la altura de la garita del portero que como un vigilante antiguo oteaba
el horizonte y perseguía a los vendedores ambulantes que trataban de depositar
sus mercancías en los rellanos de la
escalera para que las señoras de la casa comprasen productos frescos. Algunos
vendedores ya eran como de la casa, por ejemplo Florito que desde hacía casi
veinte años cuidaba de la salud de las inquilinas suministrándolas una miel de La Alcarria que para sí la
quisiera el propio Don Camilo José Cela. Con ella y siguiendo los consejos de
Florito, boina en la cabeza, chaquetón de paño con buen pinta, pantalones de
pana y alpargatas de suela de esparto, no tendrían ni una sola arruga cuando llegaran
a cierta edad y los amores se conservaban como el primer día.
Otro asiduo era el Tomás
que con sus cestas de huevos llamaba todos los miércoles al timbre ofreciendo
su mercancía a las señoras y en cuanto
se descuidaban dando pellizcos a las chicas del Servicio que le huían entre
risas por los larguísimos corredores que conducían a sus aposentos. El Tomás
las perseguía unos pocos de metros y luego las abandonaba a sus burlas y a
grandes voces les indicaba que era el que tenía los huevos mas grandes de toda
la comarca y ellas se perdían tan suculento manjar.
Doña Ana de Virulés, la
dueña de la casa era una señora de las que
ya no quedan. Alta, delgada de rostro enjuto y mirada cálida, desde que
se murió D. Alberto su marido y a pesar de las promesas hechas en el lecho del
dolor, no se perdía una sola partida de “bridge” que se celebrara en Madrid,
acudía con regularidad a las reuniones de las Damas de la Cruz Roja , de la que
llegó a ser Asesora del Presidente, los martes por la mañana cosía para las hermanitas
de la Cruz y los
jueves a última hora acudía a un colegio de niñas con problemas y repartía
menús en los comedores como una sirvienta más. Guardaba ausencias a su manera y
como repetía con frecuencia, en casa solo hay que estar para lo necesario y ni
un minuto más que en la calle es donde están los problemas. Eso si, a las diez
en punto, estuviera donde estuviera, se levantaba y se volvía a su casa. El
rosario era el elemento habitual en sus manos, pero siempre a partir de las
diez de la noche y era frecuente verla en el sillón, con los ojos en blanco,
recitando letanías. Lógicamente se acordaba de D.Alberto, su marido, al fín y
al cabo habían sido muchos años de matrimonio, pero solo cuando se acostaba y
trataba de dormir. Por el día eran otras sus preocupaciones y si alguna vez
sentía algo de remordimiento de conciencia por no estar nunca en casa a pesar
de sus años, se consolaba pensando que si viviera, seguro que estaría contento
de verla disfrutar de la vida.
El dinero de la pensión
era escaso y los ahorros de toda la vida habían ido desapareciendo casi como
por encanto. La situación no era agobiante, pero había que buscar una solución
airosa en la que no quedara en entredicho el buen nombre de D. Alberto y
apareció casi sin darse cuenta.
Una tarde mientras tomaba
el té en casa de Amalita Jofrán conoció a Ana Segura una estudiante de un
pueblo de Valladolid que acudía con cierta frecuencia a esa casa porque sus
abuelas habían sido muy amigas de jovencitas y transmitía los mensajes de una a
otra y así se enteró que esta chica vivía en una pensión y deseaba cambiarse de
casa.
Doña Ana Virulés, nunca se
planteó la posibilidad de alquilar una habitación, pero oyendo las
explicaciones de la joven, le pareció que reunía todas las condiciones. Tenía
espacio, no estaba habitualmente en casa, tenía una chica interna, la Basilia que por la manera
de actuar, de joven debió ser de armas tomar, y necesitaba una ayuda para
finalizar el mes con holgura. En fin, que dicho y hecho; tras una breve charla
alrededor de la camilla en una tarde fría de invierno, llegaron a un acuerdo
económico y Ana trasladó sus enseres acompañada de dos chicos que le ayudaron
en el desembarco. Menos mal que el cuarto era grande y el armario más, porque
sinó hubiera tenido que almacenar todos los bártulos en el cuarto trastero.
- Hija mía: pero como es posible que tengas
tanta ropa, ¿te da tiempo a ponértela?
- Si, Doña Ana, si que me da tiempo y sinó ya
lo verá – contestó Ana mientras colocaba en la primera balda una colección de
jerseys de todos los colores.
- ¿No deberías ahorrar algo? – en la voz de la
arrendadora no había el mas mínimo reproche sino, simplemente la constatación
de un hecho que le parecía exagerado – o tienes muy buen sueldo o te lo gastas
todo en ropa.
Ana no pudo reprimir una
sonrisa, aunque en el fondo debería de poner sus ropas en su sitio desde el
principio, para evitar que su patrona se inmiscuyera demasiado en sus cosas,
pero, por otra parte, lo decía con tal dulzura que no debería sentirse molesta
- Pues mire, la verdad es que tengo muy buen
sueldo y me encanta salir de tiendas, quizás porque cuando era pequeña, mis
padres nos compraban poca ropa. No faltaba, pero tampoco sobraba y ahora me
estoy desquitando.
- Ya, ya – Doña Ana continuaba de pié al lado
de la puerta del armario – no si yo no digo nada, cada cual que haga con su
dinero lo que quiera, pero habiendo tanta hambre en el mundo como la que hay,
no parece muy allá que unos tengan tanto y otros tan poco, pero no lo entiendas
como que yo me meto en tu vida porque no es mi intención.
- No se preocupe que no me molesta. Eso mismo
me dice mi madre cuando voy a su casa y eso que allí cuando voy de vacaciones
llevo la mitad de lo que tengo - mientras hablaba iba vaciando tres bolsones
grandes de viaje de los que extrajo una enorme variedad de pañuelos, bragas,
sujetadores, camisas, camisetas y siete pantalones que los iba dejando
colocados cuidadosamente en el armario.
Doña Ana hizo mutis por el
foro y a los pocos minutos apareció toda puesta, con los labios pintados de un
rojo tenue, abrigo de visón, zapatos con un poco de tacón y un sombrero en la
mano derecha.
- Te dejo que hoy tengo partida en casa de
Margarita Tejedor y voy a llegar tarde. Considérate como en tu casa y lo único
que te pido es que si vas a llegar tarde, me avises para no estar preocupada
hasta que llegues. ¡Ah! y acuérdate de dejar todas las luces apagadas porque
hoy no está Basilia. Hasta luego.
- Adiós, Doña Ana que le vaya bien.
Ana y Dña. Ana. Vamos a tener que hacernos un esquema con los personajes y sus relaciones porque a veces me pierdo .... Muy bien, Ana se cambia de "pensión" y vamos andando el camino.
ResponderEliminarFelices vacaciones y hasta la vuelta que espero seamos alguno más en el blog !!!!
Bss
Otra etapa en la vida de Ana. Casi estoy seguro que a esta chica, tan emprendedora le va a ir todo bien en la vida porque es una persona valiente y decidida y ese tipo de gente nunca fracasa.
ResponderEliminarQue paseis una buena Semana Santa.
Un abrazo a todos