sábado, 8 de febrero de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 22


CAPITULO 22.-

Queridos blogueros/as: Como podéis comprobar aquí estamos con lo de siempre: un capítulo mas del Trio de Dos y ya vamos por el 22 y podéis comprobar que empieza el lío y esto aunque absolutamente inventado cuando lo escribiera, que no me acuerdo cuando fue, era la España real y nuestro Fernando Altozano no iba a ser diferente.
Sigo con los capítulos de la segunda parte y me parece que están quedando bastante bien. Se nota que uno no tiene abuela.
Ayer en la consulta la madre de una paciente me felicitó por lo que escribía y yo mas contento que una castañuelas ¡faltaría mas! pero también me hizo pensar un poco en la escasa o nula privacidad de Internet, cosa que ya sabía pero, no se porqué, pensaba que lo del blog era un poco distinto pero está claro que no. Se pone Belascoain y sale todo. Bueno, habrá que tener cuidado con lo que publico.
Un abrazo para todos.
Tino Belas



Fernando Atozano avanzaba sigilosamente por el estrecho pasillo de la cabaña en la que estaba compartiendo el fin de semana con Eloise. Llevaba en las manos una bandeja de plástico que había encontrado en la pequeña cocina y en la que había depositado dos tazas llenas de humeante café, unas tostadas de pan untadas con mantequilla y mermelada de frambuesa, dos vasos con zumo de naranja,dos servilletas y una flor de plástico.                                                                   
Empujó con su pié derecho la puerta entreabierta y apoyó la bandeja en una pequeña mesa que hacía las veces de mesilla de noche. Se acercó y le dió un beso a su compañera en la mejilla. Ella abrió unos impresionantes ojos azules y le abrazó haciéndole entrar nuevamente entre las sábanas y allí volvieron a  interpretar la misma partitura de la noche, como si de un bis se tratara, hasta que pasados unos minutos se decidieron a tomar el café.
Ella lo miraba a través de sus atractivos ojos y casi intentaba adivinar sus pensamientos, mientras él daba vueltas al azúcar en su taza sin levantar la mirada. Ella terminó su café y envolviéndole entre sus brazos le susurrró al oído que hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto en la cama con un hombre.
-  A mí me ha parecido maravilloso y te lo agradeceré siempre porque ya sabes que la primera vez es como un poco especial, pero tú has sabido hacerlo de tal manera que no me ha resultado nada difícil, o sea que muchas gracias otra vez.
-  Venga Fernando no seas pesado. Te has portado como lo que eres, un caballero español y que conste que casi no se nota tu inexperiencia.
-  Por favor, Eloise, no me digas esas cosas que enseguida me pongo colorado – Fernando levantó la cabeza y se encontró con su compañera del Instituto Anglo-Americano donde ambos estudian  el último curso antes de pasar a la Universidad. Era una francesa de pelo rubio, ojos azules, un cuerpo fantástico como corresponde a sus dieciocho años y una sonrisa atractiva que dejaba entrever una dentadura perfecta – No te lo creerás pero desde que empezamos a planificar este fin de semana, estaba nervioso y deseando que llegase y sin embargo ahora estoy tan tranquilo y parece como si se me hubiese quitado un peso de encima ¿a ti no te ha pasado lo mismo?
Eloise separó la bandeja de sus rodillas y se quedó mirando a aquel joven español con el que había iniciado una relación de amistad hacía aproximadamente dos meses. Era guapo, muy moreno, con el pelo corto, ojos grandes marrones, cejas y barbilla prominentes, nariz pequeña y labios gruesos y bien conformados. En la clase llamaba la atención por su aspecto aseado y su educación era de tal grado que llegaba a ser algo como antigua. Era de los que todavía decía aquello de tienes una belleza muy atractiva o una expresión en tus ojos que nubla los míos y cosas por el estilo que a Eloise le habían impresionado desde el primer día que lo conoció.
Al principio, la acompañaba a su casa atravesando tranquilamente el parque y dando pequeños paseos entre los parterres para hacer mas larga la aventura de estar juntos, pero luego y gracias a sus buenas notas, su padre, Agregado Comercial de la Embajada de España en París, le había comprado un viejo dos caballos que hacía las veces de nido de amor y en el que iniciaron pequeños devaneos que finalizaron con aquel fin de semana en la Bretaña francesa y que había comenzado con muy buen pié.
El contó en su casa la historia de siempre, que se trataba de un fin de semana cultural que había organizado el Instituto, que los profesores se lo aconsejaban y que el Domingo por la noche estarían de vuelta.                                                                                                   Fernando tenía que llamar todos los días y darle la novedad a su madre quien se preocupaba por aspectos básicos como que si comían bien o quienes eran los monitores que les acompañaban. Le contaba unas mentiras absolutamente creíbles, mientras que Eloise, le mordía el lóbulo de la oreja provocándole una sonrisa que no llegaba a Doña Victoria quien seguía convencida que la pintura del renacimiento francés era muy interesante para la evolución de su hijo Fernando y que ojalá aquellos fines de semana se repitieran asiduamente para mejor preparación de su hijo hacía el camino de la abogacía que ya había decidido tomar.
Curiosamente, Eloise, no tenía esa obligación y aquello fue motivo de una larga conversación que se inició en lo alto de un acantilado, después que ambos se vistieran y llegaran a ese idílico lugar no sin antes visitar una típica tienda francesa donde degustaron algunos patés y compraron diferentes quesos.
El dos caballos enfocado hacía el horizonte, con la calefacción puesta y una suave música de fondo era el lugar ideal para presenciar una puesta de sol como la que se avecinaba.
Fernando encendió un cigarrillo y después de un par de aspiraciones profundas, se lo pasó a su compañera para que disfrutara de su sabor.
-  Eloise, ¿tú no tienes que llamar a tu casa?
-  No – su mirada se paseó por el magnifico escenario que proporcionaba un mar tranquilo en un día frío, pero soleado de la primavera francesa – ya lo hemos hablado muchas veces, pero parece como si no te quisieras enterar. En Francia nuestra educación es diferente y nuestros padres nos dejan libertad para hacer lo que queramos a partir de los dieciocho años y nunca nos preguntan a donde vamos o de donde venimos, porque a la vuelta se lo contamos y ya está.
Fernando la miró absolutamente sorprendido y con gesto incrédulo preguntó:
-  O sea que cuando llegues a tu casa le cuentas a tus padres que has estado conmigo todo el fin de semana.
-  Pues claro, ¿acaso no es verdad?
-  Si, si, verdad si que es, pero me dejas de piedra. ¿Si llego yo a mi casa y le digo a mis padres que he estado solo contigo el fin de semana menuda se puede armar? prefiero no pensarlo.
Eloise le cogió la mano y la acercó a sus labios
-  Entonces ¿tus padres prefieren que llegues virgen al matrimonio? ¿y si luego no te gusta tu mujer en la cama? ¡ que pasa!
-  Pues la verdad es que nunca lo había pensado, pero tampoco se me ocurre preguntarlo porque se puede organizar la de San Quintín. Me parece estar viendo la cara de mi padre y estoy por asegurar que no sabría que contestar. Sin embargo, también se seguro lo que diría mi madre.
-  Si, ¿y que diría? – Eloise le volvió a besar en la boca, apoyando su cara sobre su hombro.
-  Pues diría que me fuera a confesar porque estaría en pecado mortal y que lo de acostarse con alguien siempre tendría que ser con la mujer con la que antes te hubieras casado, que para eso es el matrimonio
-  ¿De verdad que te contestaría así? – Eloise no pudo reprimir una carcajada mientras se aferraba al hombro de su amigo – o sea que ¿ mañana te veo en el confesonario explicándole a un cura lo que hemos hecho hoy? No me lo puedo creer – volvió a sonreir mientras le besaba con ternura -       Entonces, me extraña que  España sea el país de Europa donde hay mayor número de putas.
-  Y tú eso ¿ porqué lo sabes?
-  Porque me lo ha dicho mi padre.
-  ¿Pero esas cosas las hablas en casa?
-  Claro, si nó, ¿dónde las voy a hablar?
-  Pues no sé, con los amigos, en el Instituto, pero en casa a mí es que ni se me pasa por la imaginación.
-  ¿Sabes lo que pasa? que para nosotros el sexo es una cosa normal, que nos lo enseñan desde pequeños en primaria y para vosotros es una cosa mala, Fijate que para tu madre es pecado mortal y esa es la diferencia. Yo, ahora, estoy contigo tan a gusto aquí y luego en la cama, pero si dentro de un mes lo dejamos, pues tan amigos y no es ningún motivo de vergüenza. Sin embargo, para ti es como una cosa moral, parece como si me hubieras hecho algún mal, cuando es una cosa entre los dos y en la que estamos de acuerdo, o sea, que no te sientas culpable de que pierda mi virginidad, sobre todo, porque no eres el primero y por lo tanto no la he perdido contigo y segundo porque yo entiendo todo esto como un disfrute de nuestros cuerpos y ya está  ¿estamos de acuerdo?
-  No te puedes imaginar la envidia que me das y espero llegar pronto a pensar como tú, pero no es fácil – Fernando llegó a dudar si sería conveniente contarle todo a esa francesa que era novia por poco tiempo porque sabía que en unos meses se volvería a España y esa relación terminaría, pero después de pensarlo unos segundos, entendió que así su conciencia se quedaba más tranquila y continuó con sus dudas – Me gustaría expresar con palabras lo que estoy pensando, pero me resulta muy difícil y seguro que si es difícil para mí, lo será mucho más para ti.
Lo primero es, y tú lo has dicho muy bien, es que se trata de un problema de educación y a mí desde siempre me han dicho que eso de acostarse con una mujer es malo y ahora después de la noche que hemos pasado pienso que es algo maravilloso, con unas sensaciones que no se pueden definir, pero estupendas y la verdad es que tengo un lío mental que ya no sé ni lo que digo.
-  Creo que mientras vayas por la vida sin hacer mal a nadie, el Dios en el que yo creo no puede decir nada. Otra cosa diferente sería si perjudicásemos a terceras personas, pero este no es el caso.
-  Venga, Fernando, deja de darle vueltas a la cabeza a cosas que no son importantes y vivamos el día a día y sobre todo este momento que será inolvidable para los dos. ¿Te has fijado que puesta de sol? Espero que si algún día nos separamos, cada vez que veas una puesta de sol como esta, te acuerdes de esta francesita que solo pretende hacerte feliz. ¿Te acordarás?
-  Naturalmente, pero no lo voy a necesitar porque tú siempre estarás a mi lado – Fernando la abrazó y así permanecieron muchos minutos, hasta que la noche los envolvió y ya en el apartamento revivieron, si cabe con mayor intensidad, los actos amorosos del día anterior y así acabaron el fin de semana.
El dos caballos aparcado a la puerta de la casa de Eloise fue el último reducto donde ambos enamorados se juraron amor eterno y después de un largo beso se despidieron hasta el día siguiente en que se verían en el Instituto. Ella, desde el portal , le lanzó un beso mientras que Fernando aceleraba y se perdía por las callejuelas del viejo París.
-  Eloise ¿eres tú?
-  Si, Mamá – contestó mientras dejaba sobre una silla de estilo isabelino el abrigo y la bufanda de vistosos colores que la habían acompañado los días anteriores.
-  Que pronto has venido. No te esperaba hasta última hora. ¿Has tenido algún problema?
-  No, ninguno, lo que pasa es que Fernando quería llegar pronto y por eso nos hemos adelantado, pero no ha pasado nada de particular.
-  ¿Lo habéis pasado bien? – la madre se quitó unas pequeñas gafas que le caían sobre una nariz bien modelada y miró despacio a su hija – Desde luego que ese españolito no tiene nada de tonto porque ha venido a encontrar lo mejorcito de París. Ven aquí, mi amor.
Eloise, se acercó a la chimenea, besó a su madre en ambas mejillas y se acurrucó junto a sus rodillas. Con uno de sus piés separó unos troncos que querían contribuir al calor del hogar sin esperar su turno y mirando las llamas repasó el fin de semana sin perderse ni un detalle, mientras su madre le acariciaba la espalda y la nuca, dándose perfecta cuenta de la situación.
-  Hija mía : disfruta todo lo que puedas del amor y sobre todo de tu juventud, porque el tiempo pasa muy deprisa y todo lo que no hagas ahora, mas adelante te arrepentirás. Todo lo que hagas, hazlo con intensidad, poniendo toda tu alma y toda tu ilusión. El tiempo dirá si tenías razón o no y si esta amor que sientes ahora y que se te nota en la cara, durará o no, pero vívelo intensamente. Disfruta y haz que él también lo haga porque las cosas en común siempre son mejores, pero lo único que tienes que tener cuidado es no tener hijos que, a tu edad, serían un problema y para eso ya sabes que los remedios son  muy fáciles.
-  Si, mamá – Eloise miró a su madre con la misma admiración de siempre. El paso de los años empezaba a causar pequeños estragos en su rostro y las arrugas surcaban su frente como si  quisieran jugarle una mala pasada al maquillaje que trataba de disimularlas. La señora, de porte elegante, de unos sesenta años de edad, era la mujer del que había sido muchos años Jefe de Protocolo del Palacio de Versalles, cargo no oficial, pero si de enorme prestigio por la cantidad ingente de relaciones públicas que conllevaba. Doña Mirelle Giscard era un ejemplo de discreción; siempre actuando en segundo plano, pero siempre pendiente de su marido y de que todo estuviera en orden. Vestía elegante, pero nunca llamativa, peinada a la perfección, pero parecía de peluquera en casa lo que la hacía todavía más atractiva. Trataba de resaltar unos ojos extraordinariamente bellos y para ello conjugaba sombras con pequeñas rayas y en conjunto resultaba una mujer madura, pero interesante.
Había tenido dos hijos de su anterior matrimonio, un industrial de Reims que desapareció en extrañas circunstancias y que apareció al cabo de unas semanas en un canal de las proximidades con signos evidentes de haber sido torturado y posteriormente asesinado con un cable que lo estranguló en pocos segundos y de este su segundo matrimonio era Eloise quien había heredado la belleza de la madre y los modales de su padre.
Después de remover las cenizas de la amplia chimenea rodeada de una especie de latón que le hacía mantener el calor, Eloise continuó con la conversación:
-  Mama: ¿porqué somos tan diferentes de los españoles?
-  Esa pregunta nos la hemos hecho muchas veces tu padre y yo y nunca hemos encontrado una respuesta. No tengo tampoco demasiada experiencia porque en mi vida he conocido a muy pocos españoles, pero lo que sí es verdad es que nonos parecemos en nada. Afortunadamente diría yo, porque a mí me parece un pueblo lleno de complejos y eso no es bueno.
-  Yo no sé lo que pasa, pero en mi relación con Fernando existen una serie de maneras de pensar tan diferentes que se hace muy difícil la convivencia.
-  Y eso que todavía no vivís juntos – La madre esbozó una sonrisa – porque es muy diferente pasar un fin de semana con la persona que crees que puede ser para toda la vida que compartir con ella todo y no solo el dinero sino sentimientos y otras cosas que antes de ese momento son difíciles de valorar.
-  Entonces ¿tú crees que lo mío con Fernando no va a llegar a nada?
-  Hija mía, yo no soy adivina y mucho menos saber lo que va a pasar con un chico español de cerca de veinte años, pero lo que si que te puedo asegurar es que si te empeñas en compartir la vida con él, seguro que tendrás que ceder en muchas cosas y si estas dispuesta a eso, pues adelante, no seré yo la que te niegue nada, pero piénsalo bien porque los españoles, como decías antes, son diferentes a nosotros y te tendrás que adaptar, pero, bueno, en la vida todo se puede conseguir. Es cuestión, de respeto mutuo y hablar, hablar mucho porque hablando se entiende la gente.
-  Ya -  Eloise permanecía absorta mirando sin mover ni una pestaña al fuego de la chimenea que parecía querer alimentar sus dudas – pero fijate si somos distintos. Tú y yo estamos hablando tranquilamente del fin de semana  y de que tal lo hemos pasado etc...etc.. y por ejemplo Fernando ahora llega a su casa y se tiene que inventar una historia de que ha estado con no se quien, que lo ha pasado muy bien, pero sin nombrarme para nada. ¿Tú crees que eso es normal?
-  Bueno, eso es una de las muchas diferencias entre ellos y nosotros y eso es lo que te estaba diciendo que tienes que valorar. Para ellos, porque es una sociedad machista cien por cien, no sería especialmente malo que se vaya contigo el fin de semana, incluso yo diría que hasta les puede parecer bien, sin embargo a la que vaya con él se le cae el pelo y la llamarían de todo porque para un español la virginidad en las mujeres es un requisito imprescindible para el matrimonio y eso es un puro contrasentido. Mira – Doña Mirelle se levantó, dejó el libro que estaba leyendo sobre una mesa de caoba de tres patas, se quitó las gafas y se paseó por el amplio salón mientras continuaba con lo que ella entendía como una interesante conversación – todavía me acuerdo de una cena en la que me tocó al lado del entonces Médico de la Casa Real española, era un hombre mayor, claro que yo entonces estaba recién casada y no tendría más de veintidós años y estuvimos en compañía de otras gentes que ahora no me acuerdo, hablando de sexualidad y al terminar me tomó del brazo y apartándome del resto de los comensales me preguntó si no me había resultado una cena un poco incómoda. Yo le contesté que no porque la sexualidad es una cosa que va con la persona y él, que no debería ser ningún patán, me confesó que eso era cosa de hombres y que las mujeres lo que tenían que hacer era dejarles a ellos que llevaran la iniciativa. A mí aquello me pareció sorprendente y después lo comenté con otras personas y parece que lo que dijo era común en la educación española, claro que estoy hablando de hace treinta años, pero por lo que parece la cosa no ha cambiado especialmente. Parece como si el tema sexual fuera solamente patrimonio de los hombres y hablar de eso era como una falta muy grave. ¿Con Fernando te pasa lo mismo?
-  ¡Yo que sé! A veces pienso que es diferente, pero en cuanto se junta con sus amigos españoles se comporta exactamente igual y parece como si las francesas para ellos fuéramos una fulanas que nos vamos a la cama con el primero que nos encontramos por la calle. Yo de verdad que no le entiendo y me parece que a pesar que estoy muy ilusionada lo voy a dejar porque son pequeños detalles, pero no terminan de gustarme. Por ejemplo, a sus años eso de tener que mentir para irse un fin de semana conmigo, me parece fatal.
-  Ya, hija, pero también tienes que entender que son de otro país y tendrá otros valores que, a lo mejor para nosotros no son importantes pero para ellos sí. De todas las maneras, ya sabes que a nosotros nos gustaría mucho más Pierre que es un chico conocido y con una educación muy parecida a la nuestra porque tú piensa que aunque la gente dice que no, tú te vas con un hombre y con su familia y más tú que si sigues vivirías en España ¿no?
-  Seguro que si, porque Fernando dice y lo repite casi todos los días, que como en España no se vive en ninguna parte. Bueno Mamá, perdona pero me voy a la cama que tengo un sueño que me muero y mañana tengo que madrugar. Hasta mañana.
-  Hasta mañana hija y descansa que dentro de nada tienes exámenes y tienes que aprobar para disfrutar del verano.
La puerta se cerró tras de la joven francesa y la madre retomó el libro enfrascándose en su lectura. Al poco rato y dándose cuenta que la novela iba por un lado y su imaginación por otro, lo cerró cuidadosamente, se quitó las finas gafas de concha y las dejó caer sobre su pecho sujetas por una cadena de plata. Se levantó y encaminó sus pasos, a través de elegantes pasillos, hasta su dormitorio.
Una vez en la cama, pensó en las cosas que habían ocurrido esa noche y sonrió satisfecha porque su queridísima hija había sido franca con ella y no se había limitado a excusarse como otras muchas veces, sin embargo, en lo más íntimo de su corazón albergaba dudas sobre la idoneidad de ese chico español que parecía buena persona, por lo que le contaba su hija, pero algo inmaduro, aunque la decisión es de ella y a ella es a la que le va a tocar cambiar de costumbres y si era su deseo, ella como madre lo que tendría que hacer era ayudarla lo más posible y no dedicarse a influir en esa relación.
Al  cabo de unos minutos, apagó la luz y se quedó profundamente dormida.
Fernando Altozano, a pesar de considerarse un hombre hecho y derecho, aparcó el dos caballos en el garaje de su casa y con gesto preocupado introdujo la llave en la cerradura y muy lentamente dio dos vueltas consiguiendo entreabrirla sin prácticamente meter ningún ruido. Par asegurarse que no sería descubierto, se quitó los zapatos y los sujetó con la mano izquierda, mientras que con la derecha iba tanteando la pared para localizar el cuarto de baño. Una vez localizado, se cerró y se observó con detenimiento. Su cara era un poema, las tres noches de amor le habían dejado demacrado y las copas en el bar de los Campos Elíseos habían aumentado su delgadez y todo su aspecto no era, desde luego, el de un hijo de un representante de un país extranjero. Intentó arreglar el desaguisado con agua y un peine, pero la situación era tan calamitosa que lo mejor era intentar dormir y mañana sería otro día.
Abrió la puerta del cuarto de baño y desde el fondo del pasillo oyó la voz de su padre que preguntaba:
-  ¿Quién está por ahí?
Fernando notó que el corazón le latía aceleradamente y contesto con un soy yo que se me ha hecho un poco tarde.
-  Un poco tarde, un poco tarde, ¿ el caballero le llama llegar un poco tarde a llegar a las seis y media de la mañana? – Desde el pasillo Fernando Altozano hijo pedía por lo más sagrado que su padre no se levantara de la cama, sin embargo sus ilusiones se vinieron abajo cuando la  figura de su padre hizo aparición por la puerta de su cuarto. El pijama de seda natural le daba un aire elegante que no perdía ni para dormir y en sus ojos se reflejaba la tensión de los días pasados. A su lado, apareció su madre quien se echo en brazos de su hijo :
-  Pero ¿dónde te has metido criatura de Dios? Creíamos que te había pasado algo.
Fernando era consciente que su plan había fallado y buscaba la forma de salir airoso de esa situación tratando de mantener la compostura
-  Pero ¿qué pasa? ¿a que viene toda esta tragedia? Sabíais de sobra que me iba el fin de semana con los del Instituto y lo único es que me he retrasado un poco, porque me fui a tomar una copa con Ramón Roitera al lado del Sena y nos pusimos a charlar y hasta ahora.
D. Fernando padre con un gesto serio, solventó la situación de una forma autoritaria para evitar pasar a males mayores
-  Vete a la cama ahora mismo que ya hablaremos mañana, pero que sepas que lo peor que puede hacer un hijo mío es mentirme y tú lo has hecho de una manera absoluta. Vete a la cama y piensa bien lo que has hecho y las explicaciones que nos tendrás que dar mañana – dicho lo cual, se dio media vuelta, atravesó el pasillo en dos zancadas y penetró en su cuarto cerrando la puerta de tal manera que se movieron las paredes del pasillo.
Su madre permanecía a su lado con lágrimas en los ojos y atusándole la cara como si fuera una aparición
-  ¿Pero porqué nos has hecho esto? ¿Acaso nos portamos tan mal contigo? Nos has tenido todo el fín de semana en vilo, sin saber que actitud tomar. Hemos hablado con todos los del Instituto y ni jornadas culturales ni nada de nada y mientras tú padre y yo sin saber si te había ocurrido algo, algún accidente ¡ yo que sé! Llamamos a todos los hospitales, a la Policía que incluso planteó la posibilidad que fuera un secuestro. En fín – la madre le tomó de la mano y le acompañó a lo largo del pasillo – ten hijos para que te den estos disgustos.
Fernando estuvo tentado de decirle la verdad, pero no parecía lo más oportuno a esas horas y precisamente a su madre. Optó por bajar la cabeza y no contestar, mientras la madre insistía una y otra vez en adivinar lo que había pasado sin darse cuenta que su hijo no se lo iba a contar.
Ya en su dormitorio las sábanas de hilo arroparon un cuerpo alterado por tantos acontecimientos y a los pocos minutos se quedó profundamente dormido.
-  Señorito Fernando, que dice su padre que se levante inmediatamente que le está esperando en la biblioteca – la voz de una de las criadas le hizo volver a la realidad. Al abrir los ojos le pareció que el sueño había sido escaso, sin embargo su sorpresa fue mayúscula al mirar el despertador y comprobar que eran casi las cinco y media de la tarde.  Había dormido doce horas sin parar  y se encontraba mejor que nunca. Sin embargo, lo que le esperaba se le hacía difícil y se encontraba en el dilema de decir la verdad y a ver que pasaba o mentir como siempre y seguir igual. El pasillo se hacía interminable y a cada paso cambiaba de opinión, se lo digo y que se entere de una vez, me callo y no le doy el disgusto, me pongo chulo y que sea lo que Dios quiera, ¿qué hago Dios mío?
La contestación no se hizo esperar y solo con ver la cara de su padre se dio cuenta que o le decía la verdad o no saldría bien parado de aquella encerrona.
D. Fernando cruzó los brazos sobre su pecho y con gesto duro inquirió:
-  El señorito tiene a bien explicarme que pasó estos tres días que ha permanecido desaparecido o me va a contar alguna mentira para que me calle y se acabó.
Fernando hijo miró a su padre en actitud de súplica para que le ayudara a soltar todo lo que llevaba dentro, pero en la cara de su progenitor solo encontró dureza. Ello le hizo reflexionar y al final se armó de valor y pensó para sus adentros ya soy un hombre y como tal me debo comportar.
-  Si, Papá. Lo primero que quiero decirte es que siento mucho todo lo ocurrido, pero, de verdad, que nunca se me pasó por la cabeza que se armara tanto jaleo- Fernando levantó la cabeza y miró a su padre casi con lágrimas en los ojos y se encontró con los de su padre en los que se apreciaba una mirada como de odio que Fernando no recordaba haberla visto nunca antes. Aquello en lugar provocarle una cierta intimidación, lo que hizo fue acrecentarle su deseo de contar la verdad y le hizo ir directamente al grano – Mira, he estado todo el fin de semana con una chica en un refugio cerca de los Alpes y si no os lo dije es porque pensé que no me ibais a dejar ir y por eso inventé toda esa historia de la excursión con los compañeros de clase. Ahora me doy cuenta que lo he hecho muy mal y por eso te pido perdón.
-  ¿ Y lo dices así? ¿tan tranquilo? – D. Fernando se acercó despacio y con actitud amenazante hacía el orejero donde estaba su hijo. En el tiempo que tardó en recorrer los escaso tres metros que los separaban,  se dio cuenta de lo cambiado que estaba su hijo.  Ya no era aquel niño servicial y encantador que le reía las gracias y que le iba a buscar el periódico al kiosko de la esquina. Ahora parecía todo un hombre, con su barba recién afeitada, su pelo largo y esa expresión entre chulesca y provocativa que todavía le irritaba más - ¿te parecerá bonito irte con esa chica un fín de semana sin ni siquiera avisar.
-  ¿ Y si os lo hubiera dicho me hubierais dejado?
-  Mira, Fernando, haz el favor de callarte porque estoy tratando de mantener la tranquilidad y no darte dos guantazos que es lo que te mereces.
-  ¿Pero me hubierais dejado si o no? – Fernando hijo continuaba insistiendo.
-  Pues claro que no ¿ o es que te crees que tus padres te vamos a ayudar para que cometas esa imprudencia? Te hubiéramos aconsejado y ahora no te encontrarías en pecado mortal. Por cierto, te comunico que ya está avisado el Padre Zúñiga para que esta tarde te confieses con él. Pero, de todas las maneras hay una cosa que yo no soy capaz de entender ¿tú no sabes que se coge antes a un mentiroso que a un cojo? - Fernando asintió con la cabeza, mientras sus dedos jugaban nerviosos con una pisapapeles de la mesa de centro – entonces no lo entiendo ¡que quieres que te diga! Sabes que si llegas tarde nos preocupamos y no solo llegas tarde si no que no llegas. De verdad que no me entra en la cabeza;  Si no llega a ser por tu amigo Mario todavía te estamos buscando. En fín, no pretendo que entres en detalles porque no quiero obligarte a mentir, pero que sepas que tu madre y yo estamos muy disgustados contigo y esto no puede quedarse así tendrás un castigo ejemplar, pero ya te adelanto que de viaje fin de curso nada de nada.
Fernando seguía con la mirada fija en la alfombra mientras su padre continuaba describiendo  una serie de castigos que le impedirían prácticamente salir a la calle.
-  Como has demostrado que no te sabes comportar, tu madre y yo hemos decidido que no volverás  a ver nunca más a la tal Eloise ¿entendido?
-  Pero Papá, dejame que – su padre le interrumpió con brusco movimiento de su mano derecha.
-  ¡ Cállate te digo  y no me pongas todavía de peor humor. Eres un estúpido y conmigo no vas a poder por muy chulo que te pongas. A partir de ahora vas a hacer lo que yo te diga y se acabó tanta historia ¿te enteras?
-  Si que me entero, pero no estoy de acuerdo.
-  Pero, ¿cómo que no estás de acuerdo? Pero ¿tú que te crees? ¿El último mono de la casa se permite el lujo de no estar de acuerdo? Esto es el colmo. No se si has caído, querido que en esta casa el que manda soy yo y se hace lo que yo diga y sinó ya sabes donde está la puerta ¡ solo faltaba que le tuviera que preguntar al señor si está de acuerdo con mis decisiones! Mira Fernando, si eres mayor de edad para irte a la cama con una francesa, igual de mayor eres para ganarte la vida como puedas y no pendiente de tu papaíto, o sea que entérate bien muchacho, si lo quieres, bien y sinó también ¿de acuerdo?
-  Está bien – Fernando hijo se levantó porque le parecía que no tenía nada mas que opinar. Si su padre no le dejaba hablar, pues se acabó la historia y en el fondo lo que más le molestaba era tener que decirle a Eloise, porque antes o después la vería, que había tenido que entrar en su casa con los zapatos en la mano y que encima sus padres lo habían puesto a parir – si no te interesan los problemas de tu hijo, pues nada, me castigas y a aguantar ¿qué otra cosa puedo hacer? Pero que conste que ya soy bastante mas mayor de lo que crees y sé de sobra lo que hago
D. Fernando Altozano, hombre dialogante donde los hubiera menos en su casa, no pudo por menos que soltar una sonora carcajada, mientras se levantaba de su sillón. Aquella situación le parecía absolutamente demencial. Sabía que su hijo se había ido a la cama con su novia y encima le tenía que escuchar las explicaciones. Toda la vida tratando de educar a sus hijos en la Religión Católica y enviándolos a colegios de curas para que, a la menor ocasión y encima su hijo el mayor, se la jugara. No entendía absolutamente nada y encima su hijo insistiendo
-  Papá, déjame que te explique y luego si quieres me echas de casa o me voy, pero siempre me has dicho que te dijera la verdad y para una vez que te lo quiero contar, no me dejas – Fernando le miró para que le ayudara a superar aquel momento tan difícil para él, sin embargo su padre se mostraba más distante que nunca.
-  No insistas porque no me vas a convencer. Claro que quiero que me digas la verdad, pero también te hemos educado para ser responsable y mira con lo que vienes. Seguro que esa francesa te ha liado y tú que eres un niño te has dejado querer y has echado por tierra todo lo que tu madre y yo hemos tratado de inculcarte.
-  Ya, pero no ha sido esa francesa como tu la llamas, sino una chica sensacional de la que me he enamorado y
-  Cállate y no digas más tonterías- Don Fernando se volvió a sentar y de una pequeña caja de madera situada en el ángulo de una mesa baja de madera extrajo un pequeño puro y con pequeños movimientos lo acercó durante unos segundos a la llama de un mechero de plata que después de utilizado lo guardó en el bolsillo de su chaqueta. A continuación aspiró el humo con fruición – Te vuelvo a repetir que te has portado fatal y lo que tienes que hacer es mañana confesarte, cumplir el castigo y después ya veremos y ya te puedes ir a tu cuarto que ya te diré cuando puedes salir.
Fernando salió y se metió en su cuarto. Al principio y tumbado en la cama, sus recuerdos fueron para Eloise y hasta una especie de sonrisa apareció en sus labios: Tenías razón. En mi casa es imposible hablar de nada y mucho menos de amor, pero se van a tener que aguantar porque yo te quiero y se pongan como se pongan pienso seguir queriéndote y si para eso necesito irme de casa, pues me voy y ya está. Según pasaban los minutos una sensación de impotencia le iba invadiendo y sus sentimientos cambiaron hacia una especie de rabia y rebeldía por la educación recibida. Le parecía imposible que el Dios del que tanto le habían hablado en los distintos colegios no pudiera entenderle y que fuera tan mala gente que consiguiera que le castigaran por algo que a él le parecía tan bonito como era el enamorarse perdidamente de una joven, eso sí, francesa, pero nada más. ¿Estas cosas le pasaban a todo el mundo o era a él solo? Porque casos como el suyo suponía que habría a montones. Seguro que todos tendrían un padre menos autoritario y que se podrían discutir los temas en sus respectivas casas, pero en la suya era imposible y esta vez si que lo podía decir con conocimiento de causa porque lo había intentado de todas las maneras posibles y no lo había conseguido.
Bueno – pensó mientras se ponía el pijama – al mal tiempo buena cara que mañana será otro día y como dice mi padre cada amanecer nos trae nuevas emociones, veremos mañana lo que pasa – y se quedó profundamente dormido.
A la mañana siguiente se levantó y después de ducharse y de acicalarse parsimoniosamente, se dispuso a leer el periódico que le habían dejado en la mesa de estudio mientras dormía y fue interrumpido por la llamada de su padre, trasmitida a través de una de las empleadas de servicio
-  Señorito Fernando: dice su padre que le está esperando para desayunar.
-  Muy bien, dígale de mi parte que no pienso bajar porque estoy castigado en mi habitación y no me ha dado permiso para salir, o sea, que no bajo.
-  Yo se lo digo, pero, si me permite, yo de usted bajaría porque parece que está muy enfadado y si no baja será peor.
-  Usted, métase en sus cosas y déjeme en paz ¿de acuerdo?
-  Bueno, bueno a ver si ahora la va a pagar conmigo ¡ solo faltaba ! – la puerta se cerró bruscamente y Fernando permaneció sentado en una silla con la cabeza entre los brazos tratando de reordenar sus ideas.
A los pocos minutos unos suaves golpes en la puerta le sacaron de sus pensamientos
-  Pase.
La puerta se abrió lentamente y la figura de la madre hizo su aparición en escena. Fernando la recibió con una violencia verbal que la dejó destrozada
-  ¡Que pasa! ¿te manda el señor para que me convenzas?
-  Pero, Fernando, hijo mío, ¿que te pasa? Nunca me has contestado así y no creo haber hecho nada para que me trates de esta manera.
-  ¿Cómo que no has hecho nada? Ayer cuando Papá me estaba echando la bronca bien que te callabas y me podías haber echado una mano ¿ o no?
-  Bueno estaba tu padre, como para contestarle, pero, ya sabes como es, siempre os ha educado para que no digáis mentiras y tu ayer te portaste francamente mal y creo que tenía razón porque no te puedes imaginar el susto que nos diste, pero seguro que hoy estará más tranquilo y podrás explicarle con tranquilidad lo que pasó.
-  Si, si, está listo. Ayer quise explicárselo y no me dejó, o sea que si quiere hoy que se lo explique su abuela porque yo no pienso.
-  Venga Fernando, no seas chiquillo. Ya eres un hombre y debes razonar. ¿Qué hubieras hecho tú si un hijo te hace lo mismo?
-  No sé lo que hubiera hecho porque no tengo hijos, pero seguro que lo que no haré nunca es castigarle en su cuarto sin salir con veinte años como tengo yo. Eso seguro que no y ahora, si no te importa prefiero estar solo.
La madre abandonó la habitación con lágrimas en los ojos y después de un rato que Fernando se le hizo muy corto, volvió y empujando la puerta le dijo con un gesto de tristeza
-  Hijo mío, dice tu padre que no quiere verte, pero que hagas la maleta porque ya tienes reservado billete en el tren de las dos menos cuarto y te vas a Madrid con los abuelos.
-  Me parece muy bien, porque para estar en París sin salir a la calle, mejor estoy en Madrid y de paso no os enteráis de la vida que hago y de esta manera no os tenéis que preocupar si soy un golfo y un pecador como me dijo ayer Papá. Muy bien, dile que en media hora estaré preparado y que prefiero ir solo a la estación no vaya a ser que el esfuerzo de acompañarme le resulte muy cansado
-  Pero, hijo, Fernando de mi alma, ¿qué te ha pasado? Dios mío, ayúdanos para que este hijo que nos has dado vuelva a ser como siempre
-  Venga Mamá deja de llorar que estáis deseando perderme de vista. Déjame solo que tengo que recoger todas mis cosas y sinó no me da tiempo de coger el tren que me llevará para casa de los abuelos que allí si que se preocupan de donde voy y con quien y se puede hablar normal y no como esta casa que parece un cuartel donde todo funciona a la voz de si, señor, no señor, lo que usted mande. A sus órdenes su excelencia y todo así, o sea que adiós muy buenas y cuando queráis algo me llamáis por teléfono.



2 comentarios:

  1. Bueno, el hijo idílico empieza a sacar los pies del plato... Realmente era impensable decir la verdad en aquella época pero, aunque las cosas han cambiado mucho, todavía queda algo en nuestros días. Tampoco me parece muy normal la actitud de la madre de Eloisa. Ni tanto ni tn calvo
    Esto empieza a ponerse interesante
    Bss y hasta la próxima

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  2. El Tío Javier Belas10 de febrero de 2014, 13:09

    Siempre lo he dicho, los abuelos somos lo mejor que hay por el mundo adelante. Bueno, bueno, en Madrid y viviendo con los abuelos, a tomar los vinos y las tapas y a ligar con las españolas guapas, que no hacen falta las francesas...
    ¡ Que divertido !
    Un abrazo a todos

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