Creo que el final va a quedar bastante bien si soy capaz de reflejar aquí lo que estoy pensando y como siempre será algo inesperado, eso seguro.
En este capítulo ocho no se si voy para atras pero me parece que no queda mal. Como siempre espero que os guste.
Sigo con la esperanza (ya sabéis que eso es lo último que se pierde) que alguien mas se anime a meterse en este serial y lo cuente porque se que lo lee mas gente, pero como no dice nada, no puedo saber lo que piensan. A los fieles lectores (que ya sabéis quienes sois) muy agradecido por seguir ahí.
Un abrazo
Tino Belas
CAPITULO 8.-
Por aquel entonces
Fernando era ya estudiante de primaria en el Colegio del Pilar y el traslado
resultó bastante traumático. Dejar el colegio, los amigos, la casa de la calle
de Alcalá e irse nada menos que a Roma fue difícil aunque los años lo borran
todo y aquello era como una mala pesadilla después de una noche de juerga. Si
se acordaba muy bien de la casa que era una especie de palacete en la Vía Veneto con un
amplio jardín y una piscina casi en la puerta de su casa. También se acordaba,
esta vez con alegría, de la pista de tenis en donde comenzó a golpear la bola
con destreza gracias a los consejos de Pietro, un napolitano encantador que le
daba clases y con el que todavía, a pesar de los años transcurridos casi
catorce, mantenía una buenísima amistad y gracias al cual consiguió no pocos
torneos en el Club de Tenis de Treviso en las proximidades de la capital
italiana al que acudía los fines de semana.
El colegio de España en
Roma ubicado en el extremo norte de la ciudad del Vaticano era pequeño, no
tenía los patios del colegio del Pilar, doce alumnos por clase, bastante
disciplina, muchísimo control y buen ambiente.
A la edad de siete años es
difícil discernir lo bueno de lo mejor y los recuerdos se entremezclaban en el
pensamiento de nuestro entonces pequeño personaje. El cambio no se notaba demasiado,
los curas del Opus resultaron muy simpáticos y trataban de inculcar en los
pequeños estudiantes los valores religiosos que resultarían como una marca en
la frente de cada niño y que los distinguiría para toda la eternidad.
Los valores especiales que
caracterizan a los miembros de la obra iban cayendo como gotas de agua en el
cerebro sin modelar de los pequeños y creaban un estilo de vida que se hacía
evidente en todos ellos.
La educación, no la
religiosa sino la otra, también era objeto de especial atención y los niños
vestían con un uniforme que los hacía diferentes al resto: chaqueta azul con
escudo del colegio, camisa beis, corbata en tonos azules, pantalón gris y
mocasines negros. El corte de pelo era semanal y no se permitían los rizos. La
gomina era usada diariamente y las uñas recortadas.
Para el deporte todos los
niños disponían de un elegante atuendo formado por un chándal azul con ribetes
blancos en las mangas y en los laterales de las piernas, camisetas azules con
el escudo, pantalones blancos, medias azules y botas de futbol negras o calzado
deportivo blanco. No estaba permitido ningún tipo de cinta en el pelo, ni mucho
menos bajarse las medias durante el partido y se extremaba el cuidado con los
árbitros siendo motivo de expulsión del campo el dirigirse a ellos en tono
despectivo o menospreciando su autoridad.
En el caso de aquellos que
enfocaran su actividad deportiva hacia campos más elitistas, el colegio
disponía de campos de tenis con sus monitores correspondientes y a los que
había que acudir rigurosamente de blanco no admitiéndose bajo ningún concepto
algún otro tipo de ropa. Igualmente en una de las esquinas del polideportivo se
había habilitado un campo de prácticas de golf y los niños que demostraran
cierta habilidad en el manejo de los palos, eran enseñados por profesores
especializados y acompañados a los distintos campos de Golf de Roma en donde
desarrollaban los conocimientos adquiridos en las clases. La uniformidad seguía
siendo norma de la casa y los jugadores
iban equipados con zapatos
de golf blancos y verdes, pantalones largos beis claro, niqui Fred Perry rojo y
gorra también roja con el escudo del colegio.
Fernando se apuntó a tenis
y futbol en contra de la opinión de su padre que consideraba más elegante jugar
al golf y le abriría muchas más puertas en el futuro, pero el pequeño pensó que
su vida estaba como medio volante en el Real Madrid y así comenzó a ir a los
entrenamientos que alternaba con los de tenis.
Los inicios siempre son
complicados y D. Fernando Altozano Gil de Viana lo sabía. Primero la mudanza
desde Madrid, que tardó algo más de lo previsto y supuso el retraso de la Recepción que por norma
ofrece el recién llegado en su nueva casa y que da comienzo a unas nuevas
relaciones de amistad entre los residentes. En esta ocasión el compromiso se
saldó con una copa en los salones de la embajada que resultó bastante bien
aunque muy caro, muchísimo mas caro que en Madrid, según Doña Victoria.
Las listas de invitados se
pasan de un embajador al siguiente y así se ahorran los tediosas reuniones para
decidir quien va y quien no. Nunca se ponen mesas para evitar agravios
comparativos y la gente pulula por los salones y se acerca a los corrillos que
considera más interesantes, sin el agobio de tener que esperar al final de la
cena,
Buscar el colegio no fue
nada complicado porque la mayoría de los niños, hijos de Diplomáticos acuden
sistemáticamente al Colegio Español ; es cómodo, barato, estudian en castellano
aunque practiquen el italiano, tiene un buen transporte escolar y encima no
está muy lejos ¿qué más se puede pedir? Además el único problema será, en todo
caso, Fernando porque Pilar y Foncho son muy pequeños y pueden ir a cualquier
guardería.
Los primeros meses se
hicieron largos y duros, pero con el paso de los días, la estancia se fue
convirtiendo en una delicia y D. Fernando y Doña Victoria no paraban de asistir
a actos sociales que les llenaban todas las horas del día
Para cuidar a los tres
hermanos habían contratado, además de las dos chicas españolas, a una Institutriz inglesa, de nombre
Elizabeth, que hacía las veces de ama de llaves, madre, organizadora, tutora de
los niños, profesora de inglés...etc...etc. Era una mujer de mediana edad,
cabellos rubios, cejas pobladas, mirada firme, busto agraciado y largas piernas
que debió de ser extraordinariamente bella en su juventud, pero que el paso de
casi cincuenta años le había dejado unas secuelas de carácter definitivo en
forma de arrugas que le surcaban, como una madeja deshilachada, la cara y el cuello.
Era una enamorada de la
naturaleza y de los monumentos y en cuanto tenía un minuto libre, se calzaba
unos gruesos zapatos y se dedicaba a patear Roma y sus alrededores.
Conocía como la palma de
su mano todas las especies de árboles habidos y por haber y disfrutaba como
nadie clasificando mariposas que ella misma cazaba en sus habituales
excursiones.
- Fernando, venga aquí – A pesar de los años
que llevaba lejos de su país natal, su marcado acento parecía querer recordar
permanentemente sus orígenes en Norwich, en el centro de la campiña inglesa –
Fernando ¿ me oye? Es la tercera vez que le llamo y no me hace caso ¿quiere
venir de una vez?
Fernando estaba terminando
una redacción sobre la
Virgen María que le habían encargado en el colegio y contestó
desde su cuarto:
- Espere un momento Miss Elizabeth que
enseguida bajo – repasó las tres hojas que había escrito y le resultó un poco
cursi pero no estaba por la labor de repetir otra vez lo que le estaba costando
tanto esfuerzo.
Pasados unos minutos, la Srta. Elizabeth
tocó levemente con los nudillos en la puerta de la habitación del Fernando y y
atravesó el dintel de la puerta del cuarto del mayor de los hermanos Altozano.
- ¿ Se puede saber que hace que no viene a
cenar?
El niño se volvió hacia la
institutriz con los ojos envueltos en lágrimas:
- Me han mandado un trabajo sobre la Virgen María y no sé
hacerlo, Miss Elizabeth. Llevo una hora y solo me ha salido esto – El niño
alargó el brazo y la miss tomó cuidadosamente las hojas y las leyó con
parsimonia. Según iba viendo las ideas del niño, plasmadas en aquellas hojas
con las letras torcidas y no muy claras, se iba emocionando y percatándose que
sus consejos no estaban cayendo en saco roto. Fernando veía a la Virgen como su madre y
estaba apesadumbrado porque el día anterior no le había dejado sus juguetes a
su hermano y sabía que se iba a ir al infierno. También le decía que quería ser
bueno y que esperaba que la cena fuera con espaguetis que era lo que más le
gustaba del mundo y que se le quitara un dolor que tenía en la muñeca derecha y
que le estorbaba para jugar al tenis y el sábado tenía partido contra Cesar de
Tovaria que era su máximo rival y con el que se jugaba, nada más y nada menos,
que ser el número uno del equipo de infantiles del colegio, o sea, que Nuestra
Señora le tenía que ayudar en todos los sentidos y aunque sabía aquello de a
Dios rogando y con el mazo dando, una manita no le vendría nada mal.
Miss Elizabeth pasó la
mano por el pelo revuelto de su pupilo y con el cariño que le tenía le animó a
continuar con la redacción pero no sintiéndose culpable sino con fe hacia la
madre de Dios
- Piensa que la Virgen está en todas partes
y sabe mejor que nadie lo que está pasando por esa cabecita y seguro que
perdona todo. ¡Cómo no nos va a perdonar si es la madre mas buena del mundo! Y
además como está en todas partes, también estará en casa de Cesar y le
convencerá para que mañana tenga la barriga mal y se tenga que retirar del
partido.
- No, eso no, Miss Elizabeth, yo quiero ganarle
pero bien, no porque le duela la barriga que eso sería trampa.
- Bueno, pues no te preocupes – Miss Elizabeth
se admiró de los buenos sentimientos de Fernando – le pedimos que se le rompa
la raqueta y no tenga otra de repuesto ¿de acuerdo?
- Eso ya me parece mejor – el niño se sintió
liberado de su petición anterior- lo único es que tengo que acordarme de no
llevar mas que una raqueta y así no se la puedo dejar ¡ que buena idea Miss
Elizabeth ¡
- Ponte de rodillas y vamos a rezar.
La institutriz inglesa y
el hijo de D. Fernando Altozano y Gil de Biedma y de Doña María Victoria Ortiz
de Mendivil, se arrodillaron al lado de la cama cubierta por un edredón de
vistosos colores y juntando sus manos invocaron la protección de la Virgen Madre de Dios
y la de todos sus hijos distribuidos por el mundo con una oración que salía de
lo más profundo de sus corazones :
- Virgen Santísima: te pido que termine pronto
la redacción y que mañana en el Colegio la lea el Padre Andrés y me de un
sobresaliente para que quede el número uno de la clase y esté por delante de
Tomás de Arozamena que siempre se ríe de mí diciendo que es más listo que yo.
Te pido por el Padre Andrés para que me lo dé. Te pido por mi padre y mi madre
para que me compren la raqueta que les he pedido y para que me den dinero el
Domingo para comprar “chuches”, te pido por todos los niños pobres del mundo
para que todos sus padres tengan dinero y se lo puedan dar. Te pido por Trufo,
mi perro para que coma todo lo que le ha mandado el veterinario y te pido,
sobre todo por mí para que sea bueno y le gane mañana a Cesar de Tovaria. Ya
está.
Miss Elizabeth interrumpió
sus pensamientos dándole un pequeño empujón con su codo izquierdo.
- ¿No se olvida de alguien?
- Ah sí, perdóneme que se me olvidaba Geremías
mi gato que está algo pachucho para que se ponga pronto bueno y pueda cazar
ratones en el jardín
- ¿Y nadie más?
Fernando puso los ojos en
blanco y trataba de buscar nuevos personajes para su peticiones.
- Por la Gertru y la Basilia para que sigan en casa cocinando y haciendo
esas patatas tan ricas y para que no se enfaden cuando hacemos alguna trastada.
- ¿Ya está? ¿No se le ocurre pedir por alguien
más?
- Se me olvidaba pedir por Pietro Raimondi que
anteayer se pilló un dedo con la puerta de su casa, para que no le duela y
ahora si que ya no pido por nadie más porque vamos a cansar a la Virgen.
- Pues todavía no ha terminado porque se ha
olvidado pedir por algunos que están muy cerca de Usted y que le ayudan a
diario – Miss Elizabeth se levantó, se
acercó a la mesa llena de libros y rebuscando encontró una foto de toda la
familia a la vuelta de una visita al Vaticano, un Domingo después de Misa de
doce. La familia al completo con los trajes de festivo ofrecían una imagen
señorial que había quedado perfectamente plasmada en la foto de dudosos colores
que la Institutriz
mantenía entre sus manos. Don Fernando
Altozano Gil de Viedma con su sombrero de ala ancha, su ajustado traje de
chaqueta gris marengo y su abrigo de paño beis presidía la foto mientras su
mujer, Doña María Victoria Ortiz de Mendivil sostenía en sus brazos a la
benjamina, María del Pilar de tres años de edad y sentados en el suelo Fernando
y el segundo de los hijos habidos de la unión de Don Fernando y Doña María
Victoria , Foncho completaban el cuadro familiar y a un lado, como si de un
añadido se tratara la figura de Miss Elizabeth que con su atuendo, traje
Príncipe de Gales con falda a juego, le daba un aire británico a todo el
conjunto.
- Tiene razón, Miss. Se me olvidaba pedir por
Pilarita para que no sea tan llorona y deje de robarme mis juguetes y por nadie
más porque por Foncho no pido hasta que no me devuelva una peseta que le dejé
hace una semana y ahora dice que se la había regalado y que por eso no piensa
devolvérmela, o sea que por Foncho no pido.
- Hombre, Fernando, no sea así. Eso se llama
rencor y en su cabeza no puede tener cabida ese sentimiento y menos hacia su
hermano menor.
- Ya, pero ya me estoy cansando de ser siempre
el mayor y tener que aguantar al tonto de mi hermanito que poco a poco, se
va haciendo mayor; me acuerdo que una
vez me pidió el plumier y ahora también dice que es suyo.
Vaya morro.
Señorito Fernando, por favor, modere su lenguaje y no cite expresiones barriobajeras
que dañan mis castos oídos.
Perdone, Miss Elizabeth – Fernando se levantó de la pequeña alfombra que
su padre había traído de Estambul, recogió unas canicas que se encontraban por
todos los rincones, se guardó unas chapas en el bolsillo del pantalón y
acompañado de la institutriz descendió por la amplia escalinata de la villa de
Vía Veneto en dirección a la cocina donde la Gertru y la Basilia habían preparado, a buen seguro, una espléndida cena.
Nuevo capítulo con ambiente familiar y de clase mas bien alta. Fernando, el hijo mayor con sus ventajas y sus inconvenientes.
ResponderEliminarHasta el próximo capítulo.
Un abrazo a todos.
Parece que has estado en el colegio del Pilar y en el de Roma; que descripción !!!!. Y los apellidos familiares no pueden estar mejor escogidos. Vamos, como si les conocieses de toda la vida....
ResponderEliminarEl pijerío de la familia de Fernando es total.
Bss y hasta la próxima
me encanta la institutriz...morro es palabra barriobajera jajaja....la educación igualita que la de ahora,voy a leer los siguientes pues hace un montón de fines de semana que no los leia. Besos.
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