Queridos blogueros/as: Lo primero es pediros perdón por no haber mandado el capítulo correspondiente del viernes, pero uno ha estado en Cartagena y no estaba para escribir a nadie. Fuímos a la playa y poca playa. No es que hiciera frío, tampoco es eso, pero el viento no hacía nada agradable tomar el sol en plena playa y en vista de eso y en compañía de mi hermano, nos dedicamos, al "arrozico", las almendricas, las habitas tiernas y buen vino. Total, algún kilo de mas y alegría que es lo mas importante.
Tengo que volver a leer el final de esta novela porque no tengo ni idea cuantos capítulos quedan pero tengo la impresión que nos estamos acercando como motos al final porque Juan ya es senderista de verdad y Ana informática y "enllegando" a este punto creo que queda muy pero que muy poquito
En fin, hasta el viernes que viene
Un abrazo
Tino Belas
CAPITULO
20.-
¡Que
tiempos aquellos cuando conocí a los de senderismo! Parece que fue ayer, pero
efectivamente han pasado nueve años y como me cambió la vida. Al principio
estaba convencido que iba a ser un pasatiempos para los fines de semana, pero
poco a poco como un gusanillo que se te mete en la barriga, te va atrapando y
al final se ha convertido en un vicio, casi como una adicción a las drogas, que
no lo puedes dejar y eso que soy consciente que dejé sola a Ana y posiblemente
cuando mas me necesitaba, pero ya digo que para mi, eso de caminar y caminar
fue como una droga.
Me
acuerdo que el día que los conocí en el bar y luego los vi partir desde la
ventana, para mi fue como una aparición. Llevaba años soñando con hacer el
Camino de Santiago, pero nunca vi la posibilidad, porque el trabajo me llenaba
todas las horas del día y entonces, cuando ya vivíamos en el pueblo, no me
encontraba en condiciones como para ponerme a andar yo solo, tenía enormes
ganas por un lado, pero me faltaba alguien que me empujara y ese grupo fue el
que lo hizo y no saben lo agradecido que les estoy. Primero, como en el
colegio, se empieza en párvulos de andar y luego se van aprobando cursos hasta
llegar a un nivel que te permite andar unas ocho horas diarias y parece que no,
pero eso cunde muchísimo y lo bueno fue que todo comenzó como con mucha
normalidad. Los busqué en Internet y enseguida los encontré. Era una especie de
organización que se encargaba de buscar gente para hacer senderismo y como
llevaban ya cerca de diez años con esa actividad tenía grupos de todos los
colores. Los más pequeños y los viejos tenían grupo propio, pero ya en la misma
página de propaganda se decía que era lo que ellos proponían, pero no era
exclusiva. Si un viejo andaba más de la cuenta, se podía apuntar a otro grupo,
pero siempre que ese salto, en esa especie de escalafón virtual, no supusiera
ser un estorbo para el grupo que lo acogía. Estaba claro que para esa
organización había dos cosas muy importantes, por un lado que cada uno
estuviera en el grupo que le correspondiera, no tanto por su edad, si no por su
forma física y por otro que vivieras en un lugar donde fuera fácil recogerte.
Mandé
un correo diciendo los años que tenía, sesenta y cuatro entonces, y mi
domicilio, a continuación y casi sin solución de continuidad recibí otro
g-mail en el que se me pedían una serie de datos para poderme hacer socio,
cuenta bancaria donde pasar los recibos mensuales y una dirección, además de la
del correo electrónico, para enviarme el carnet de socio una vez satisfecha la
primera cuota y a partir de ese momento todas las semanas recibiría una posible
ruta de acuerdo con mis deseos y las posibilidades que el autocar pasara por mi
pueblo.
Recuerdo
aquella primera época y todavía me rondan por la cabeza los argumentos que
utilicé para convencer a Ana que era una cosa buena para mí y quería probarlo.
Al principio, ella no lo entendía y yo no lo tenía nada claro. Me parecía como
una traición hacía ella que encima se estaba recuperando de la fractura de
cadera y posiblemente me necesitara para obligarla a esforzarse todavía más en
la rehabilitación que hacíamos todas las mañanas. Sin embargo cuando se lo
planteé, yo creo que ya se lo imaginaba, no puso ni una sola pega, es mas, me
animó a probar y que por ella no me preocupase que se buscaría algún
entretenimiento para no estar muchos días sola. Intenté convencerla para que se
apuntara ella también, pero con el buen sentido común que siempre la había
caracterizado me contestó que ella no podría ni en ese momento ni transcurridos
unos meses. Sabía que algo se buscaría, porque Ana será lo que sea pero lo que
no es tonta, eso seguro. Algo había oído de un curso de informática para
mayores que organizaba el Ayuntamiento y no se porqué tenía el presentimiento
que por ahí irían los tiros. Era muy amiga de la mujer del Veterinario y ella
si que llevaba mucho tiempo hablando y elogiando las ventajas de la
informática, aunque no tenía ni idea de que iba, pero le parecía que podía ser
interesante y si ella se apuntaba, Juan tendría mas libertad para irse toda la
mañana y parte de la tarde de todos los sábados y muchos Domingos. Ese hecho
constatado y las ganas que yo tenía de hacer senderismo, o mejor dicho de
cambiar de vida, fueron suficientes para que me hiciera socio y al sábado
siguiente comencé a caminar con ellos.
Todavía
me acuerdo que la noche anterior casi no dormí pensando que sin darme cuenta me
estaba metiendo en un lío de mucho cuidado. Me había comprado, siguiendo las
indicaciones de los monitores, una mochila ligera, unos pantalanes largos de
esos que si quieres te quitas las perneras y se quedan cortos, una gorra y una
botas “quechua” que todavía no las había estrenado, pero ya sabía que eran los
justo que necesitaban mis delicados pies. Aproveché para comprarme en el
mercadillo, una docena de calcetines blancos con la plantilla como mas gruesa
sabiendo que eran un capricho porque con dos o tres pares eran suficientes,
pero estaban muy baratos y uno no puede resistirse a las ofertas interesante, a
pesar que Ana, como casi siempre tenía razón y trataba de convencerme con el
razonamiento que para que quería yo una docena de calcetines, pero era tanta mi
ilusión que estaba convencido que incluso serían pocos para todo lo que pensaba
andar. Naturalmente que también me compré un cuelgamapas y unos bastones que
les llamaban telescópicos porque se podían como plegar y me cabían
perfectamente en uno de los laterales de la mochila nueva y hasta una crema
para el sol, porque suponía que serían varias horas las que estaríamos
caminando y había que protegerse.
Estuve
varias semanas organizándome, preguntando constantemente a Ana si no le
importaba que me fuera todos los sábados y viendo las diferentes ofertas en
Internet, hasta que un día me decidí por una, pagué la cuota extra, además de
la socio y asomado a la ventana estaba un sábado de primavera esperando la
llegada del autobús como un niño con zapatos nuevos. Desayuné procurando no
hacer ruido, para no despertar a Ana, me afeité, me duché y al oír la llegada
del autobús bajé, abrí la puerta del jardín y subí lentamente los tres
escalones de autocar mas nuevo que había visto en mi vida.
Debía
ser de los primeros, porque en el autobús no irían más de diez personas contadas
el chofer y el monitor, dije mi nombre y también mis años por indicación del
monitor y me senté en uno de los comodísimos asientos. Una vez en marcha
alguien me advirtió que me pusiera el cinturón, yo creía que en los autobuses
no era necesario, pero estaba equivocado. Miré por la ventanilla y me pareció
que Ana estaba detrás de la cortina de nuestro cuarto, despidiéndome como si no
fuera a volver nunca. Apoyé la cabeza en el respaldo del asiento, lo incliné un
poco, no podía estorbar a nadie porque por detrás de mí, no había nadie y me
quedé profundamente dormido. Un frenazo algo brusco me hizo volver a la
realidad y cuando abrí los ojos me encontré en la explanada de lo que debió ser
un castillo de proporciones suficientes para defender un pequeño pueblo que se
dominaba desde donde estábamos.
En
el tiempo que había estado durmiendo, el autobús debió parar en varios pueblos
porque ya no éramos diez los viajeros o caminantes, si no, por lo menos
dieciocho o veinte y parecía mentira que hubiera sido capaz de conciliar un
sueño con tanto ruido como se percibía a mi alrededor. El pasillo del
reluciente autobús estaba hasta los topes de senderistas ávidos de comenzar la
aventura de ese sábado. Se esforzaban por recuperar sus mochilas depositadas en
unas bandejas a todo lo largo, se ayudaban unos a otros dando por hecho que
entre todos existían unos profundos lazos de amistad labrada en muchos fines de
semana compartiendo juntos tiempo, cansancio, sol, lluvia, bocadillos debajo de
las reconfortantes higueras, caminos sin fin y muchas mas cosas mas
Un
joven de no más de treinta años se acercó a Juan, lo miró y le animó a
levantarse y unirse al grupo. Juan así lo hizo, se puso al hombro su pequeña y
nueva mochila y con la ilusión en su mirada, bajó lentamente del autobús. El
que le había animado a darse un poco de prisa debía ser el monitor porque con
pequeños movimientos colocó a Juan y a otra pareja en el centro de todos los
pasajeros y los presentó
-
Atenderme un
momento, por favor – Nico que así se llamaba el monitor extendió un brazo
solicitando la atención de los presentes – en esta ocasión tenemos tres nuevos
senderistas, Juan y Jesús y Juana que son la primera vez que vienen y espero
que los integréis en el grupo como en su día os integramos a todos vosotros ¿de
acuerdo?
-
Si, claro, por
supuesto, faltaría mas, solo faltaba, para eso estamos, naturalmente –
contestaron de una manera unánime
-
Si os parece
comenzamos a andar y por el camino los vamos conociendo – Nico se ajustó una
gorra de visera y con paso lento se encaminó hacia una Iglesia de claro aspecto
románico – como creo que todos sabéis, el recorrido de hoy es bastante fácil.
Si os fijáis en la guía, veréis que en el grado de dificultad viene con una
bota lo que quiere decir que es una ruta fácil y apta para todas las edades que
es lo bueno. Primero haremos una visita rápida a la Iglesia de Santo Tomás,
después caminaremos entre pinos durante una hora aproximadamente hasta llegar a
la Laguna del
Cura, allí haremos un descanso de media hora y desde allí por un sendero que
seguro que os va a encantar llegaremos a la Cueva del Ángel y de allí al autobús, total tres
horas de recorrido con pocas cuestas. Como es un camino bastante corto, la
organización propone que a la vuelta y como pasamos por delante hagamos una
visita al Convento de la
Clarisas , comamos en un viejo molino restaurado y como a las
seis, si no hay problemas, estaremos en casa de vuelta ¿os parece bien?
Todos
los presentes que se había reunido formando un círculo alrededor de su monitor,
afirmaron con sus cabezas cubiertas con unas gorras de un color rojo chillón.
Eran mas hombres que mujeres, pero no muchos mas, aquí se siguen las
indicaciones del gobierno en cuanto a la cuota de paridad, la mayoría estaría
en un banda de edad entre los cuarenta y los cincuenta y pocos con cuatro
excepciones, Juan, al que todos incluso antes de dar el primer paso ya le
habían bautizado como “el abuelo”, el matrimonio de novatos que rondarían
también los sesenta años y una chica joven, que podía casi ser mi nieta, pensó
Juan, con un pañuelo rojo anudado al cuello, pantalones de los que antes se
llamaban de media caña, bastón telescópico de animados colores y una sonrisa que
le iluminaba toda la cara,
-
Ya os digo que es
una ruta fácil – Nico insistía en que todos conocieran el recorrido – pero,
sobre todo para los nuevos quiero recordaros que debemos ir todos juntos y que
al menor síntoma de cansancio me lo hagáis saber para hacer una parada si fuera
necesario. Supongo que todos lleváis agua y si no, al salir de la Iglesia de Santo Tomás,
hay un bar y ahí se puede comprar agua, frutos secos y todo lo necesario para
hacer la ruta mas llevadera ¿de acuerdo?
-
¿Se puede saber
donde está la cuesta con la que dice el mapa que comenzamos? - Preguntó una
señora de media edad, con el pelo recogido en una cola de caballo, pantalones
de chándal negro y camiseta de un amarillo intenso.
-
Justo en la parte
de atrás de la Iglesia ,
pero ya verás como no es tanto como dice el libro de rutas
-
Ya sabes que yo
no nací para escaladora
-
Blanca, no te
preocupes, seguro que no es para tanto
-
Eso espero
Bastaron
solamente unos pocos minutos para que todos los senderistas estuvieran en
disposición de comenzar a caminar, unos pequeños ajustes en las mochilas,
algunos que se ajustaban las gorras, otros repasaban los cordones de las botas,
uno un poco mas allá abría un paquete de chicles y se introducía uno en la
boca. Blanca, la señora que no había
nacido para la escalada, se había quitado una goma que le recogía el pelo, se
había movido una melena rubia bastante larga y se había vuelto a hacer la cola
ajustándose de nuevo la goma.
-
¿Preparados? –
Nico miró uno a uno a todos sus acompañantes de ese día y con un movimiento
hacia delante de su mano derecha inició la excursión correspondiente,
quedándose el último para controlar como iban sus pupilos. A los pocos metros
se acercó a una señora, me pareció algo mayor que yo, pero eso no es muy
demostrativo de nada porque todos me llamaban Abuelo, señal que sería de los
mas viejos, pero para mí que había varios que me superaban en edad. El caso es
que Nico se acercó a la señora que iba un poco por detrás de mí y le ajustó los
tiradores de la mochila con lo que la dejó caer un poco más y todo el peso se
distribuyó más hacia la cintura. También le aconsejó que anduviera mas erguida,
porque “parece que tienes chepa” le indicó con una amplia sonrisa.
-
Ya sabes que
puedo ser tu abuela, Nico, pero no soy tan vieja como para andar jorobada como
dices
-
Por eso te lo
digo y porque se que siempre haces caso de mis consejos
-
Para eso eres el
monitor ¿no? – La señora que en el transcurso del día supe que se llama Concha
y que era la viuda de un Magistrado del Tribunal Supremo, dio unos pasos para
ponerse a mi altura y como a un compañero mas me preguntó:
-
¿Qué tal?
-
De momento muy
bien – contesté sabiendo que solo llevábamos quinientos metros y solo faltaba
que ya estuviese cansado – ya veremos mas adelante
-
Hoy no debes
preocuparte porque es una caminata larga, pero suave y eso se lleva bastante
bien, lo malo son las cuestas
Concha,
mi primera amistad en esa organización, andaba con dos bastones, de esos
telescópicos, y tenía pinta de ser bastante mas dura de lo que decía. Llevaba
una camiseta amarilla sin mangas, con el escudo de Coca- Cola en la espalda,
pantalones piratas de esos de andar con unos refuerzos en las rodillas y unas
botas en las que se notaba que habían recorrido muchos caminos sobre todo por
el talón que lo tenía prácticamente desaparecido. Importantes arrugas surcaban
su cara, aunque se notaba que era una mujer que cuidaba su aspecto físico. No
es que fuera una mujer gruesa, pero si que estaba rellenita y curiosamente las
piernas eran extremadamente finas con unos gemelos prominentes. Andaba a muy
buen ritmo, bastante mas del que yo estaba acostumbrado y cada poco lo aflojaba
para continuar a mi altura
-
Muy bien, Abuelo,
eso es lo que tienes que hacer. Tu a tu ritmo y el que quiera que vaya a tu
lado y el que quiera ir mas deprisa o mas despacio que vaya al suyo.
-
El primer día hay
que tener mucho cuidado, supongo
-
Claro – Concha se
ajustó una cinta que le rodeaba la cabeza – si esto de andar no tiene tanto
mérito como se cree la gente – se rió mirando a Nico – es un problema de
entrenamiento, como casi todo en la vida y lo que tienes que hacer, si me
permites un consejo, es dosificarte tu solo y ya verás como así te va muy bien.
-
Te lo agradezco
porque es la primera vez que vengo
-
Ya lo se – Concha
lo miró de arriba abajo – pero no es la primera vez que haces senderismo
¿verdad?
-
Si, si – como no
me deje en paz, me va a dar el día
friéndome a preguntas – he dado vueltas por los alrededores de mi casa y
reconozco que me gusta andar, pero nunca he hecho una caminata con un monitor.
-
Seguro que te va
a gustar porque resulta superdivertido y encima, para los que ya hemos pasado
como poco la juventud, es muy sano. Que digan lo que quieran, pero para mi el
ejercicio mejor y mas fisiológico es andar, sobre todo porque te permite ir a
tu ritmo y encima como a este nivel las rutas no son muy difíciles, puedes ir
charlando tranquilamente
El día era perfecto para iniciarse en el senderismo,
el sol estaba presente pero no calentaba en exceso, no hacía calor, pero
tampoco tenían necesidad de ninguna prenda de abrigo, el camino era recto y
llano, de momento y no había excesivas piedras que pudieran provocarme
rozaduras o las temidas ampollas que no pasa nada, pero que resultan muy
molestas. Yo, por si acaso, me había comprado una caja de tiritas pero no creo
que me vayan a hacer falta. Echaba de menos a Ana y me daba pena que no pudiera
acompañarme. En el fondo, pero muy en el fondo, tengo que reconocer que soy un egoísta.
Todo esto de apuntarme a un club de andar lo hemos hablado en infinidad de
ocasiones y Ana siempre me animaba porque sabe lo que a mi me gusta y también
sabe que, a una determinada edad, hay cosas que son saludables y otras que no y
esta es de las que si, pero también sabe, porque de tonta no tiene un pelo, que
me voy a ir todos los fines de semana y a pesar de saberlo me seguía animando.
No se al final como lo llevará, pero desde luego hoy por la mañana me ha
despedido como con envidia, cosa que por otra parte es natural porque estoy
seguro que si pudiera me hubiera acompañado, pero eso ya se yo que es
imposible, porque ha recuperado bastante después de la fractura de cadera,
gracias a Dios, pero una cosa es dar una vuelta y otra muy distinta es pegarse
una paliza como me parece que me la voy a pegar yo.
No tengo ni idea como será este grupo para andar, pero
no tiene mala pinta. De momento cada uno vamos como un poco por libre, solo
esas dos señoras que nada mas empezar a caminar se han pegado como una lapa a
Nico y esta que se me ha acercado a mi, el resto vamos, mas o menos juntos,
pero sin molestar que es lo bueno o por lo menos es lo que yo pensaba porque
necesito andar, por supuesto y me vendrá muy bien, pero lo mejor es tener
tiempo para mirarme hacia dentro, no es porque tenga muchos secretos pero en
algún momento habrá que hacer una especie de retrato robot de mi vida porque
trabajar tengo que reconocer que he trabajado bastante y echar horas ni te
cuento, pero pensar en mi, lo que se dice pensar en mi, yo creo que no lo he
hecho nunca y un rato de meditación mientras respiramos aire puro no me vendrá
nada mal y siempre que intento repasar mi vida en el centro de todo siempre,
siempre, siempre está Ana ¿por qué? La explicación es bien sencilla, nos
conocimos muy jóvenes y enseguida nos casamos, tuvimos hijos, ella los educó lo
mejor que supo y menos mal que estaba ella al pié del cañón porque si fuera por
mi seguro que hubieran salido unos elementos de mucho cuidado porque, es una
pena, pero la verdad, es que yo casi no los he visto crecer y cuando me di
cuenta ya era tarde. Eso si, trabajé y mucho para que vivieran lo mejor posible
y darles a todos una carrera, cosa que afortunadamente conseguimos, pero me
perdí su infancia, su niñez y su juventud y pienso que fue una pena porque
ahora cuando las cosas se ven desde una óptica diferente, lo bueno de juntarte
con gente joven es que te contagian sus ganas de vivir y eso nunca está de mas.
Mientras caminaba ensimismado en mis pensamientos no
advertí la presencia de Tomás a mi lado. Se había acercado despacio, como no
queriendo interrumpir mi meditación. Era un hombre que parecía mas joven que
yo, no mucho mas, con una sonrisa que reflejaba su estado de ánimo, camisa de
cuadros, pantalones cortos con los bolsillos abultados, cámara de fotos a la
altura del pecho en disposición de ser activada en cualquier momento y al menor
detalle, botas chirucas relativamente nuevas y sobre todo, ganas de agradar y
de disfrutar de la vida. Miraba hacia mí con discreción tratando de buscar el
momento justo para iniciar una conversación pero sin interferir en mis
pensamientos y casi en un susurro me preguntó:
-
¿Qué tal? ¿Cómo
te ves por dentro?
Tengo
que reconocer que la pregunta me resultó un poco, por no decir muy,
impertinente ¿Quién era ese señor para entrometerse en mis asuntos?, pero al
mirarle y ver la expresión de su cara me dí cuenta que me había equivocado de
medio a medio. No hacía falta ser psicólogo para darse cuenta que su pregunta
no estaba hecha con el ánimo de molestar ni mucho menos. Simplemente era una
manera de relacionarse con una persona nueva en el grupo. Mi respuesta
posiblemente no fue todo lo cordial que hubiera deseado pero
-
¿Y tu porqué
sabes que voy pensando en mí?
-
Perdona si te he
molestado – me dedicó la mejor de sus sonrisas – no tengo ninguna intención de
hacerlo, lo que ocurre es que la gente que viene por primera vez y mas los de
nuestra quinta enseguida se nos nota que tenemos necesidad de, como te diría
yo, de mirar para atrás y eso es lo que me parece que ibas haciendo tu, pero si
no es así, perdona.
-
Tienes razón,
aunque en el fondo me fastidia un poco que se me note, pero si – apuré un poco
el paso porque nos estábamos quedando algo rezagados – es verdad que sin darme
cuenta iba dando un repaso a mi vida
-
¿Y que tal? ¿te
ha merecido la pena?
-
Hombre, yo creo
que si, pero en cualquier caso y como dice el refrán “a lo hecho pecho”
-
Por eso hay mucha
gente que no tiene ningún interés en mirar para atrás y me parece que es un
error
-
Según se mire –
casi ya nos habíamos puesto a la altura del resto de senderistas – pero yo
estoy contigo. Es verdad que todos hemos cometido miles de errores, pero la
vida es así, de lo contrario no sería una vida sino otra cosa.
-
Lo malo es no
poder rectificar
-
Claro, pero para
eso hay que volver a nacer y no creo que ese sea nuestro caso
-
El mío seguro que
no, ni falta que me hace. Yo soy creyente, pero a mi manera y desde luego no
creo absolutamente en la reencarnación. Supongo que algo tiene que haber
después de la muerte, pero no te creas que lo tengo muy claro.
-
Haber tiene que
haber algo, porque de lo contrario esto sería la guerra. Lo que no se es el que
-
Perdonarme que me
meta donde no me llaman, pero con esas cosas que os vais contando ¿de verdad
que os consideráis creyentes? – la voz que nos hablaba procedía de la garganta
de un hombre, posiblemente el que tenía mejor pinta de todo el grupo, bastante
mas joven que nosotros con su camisa negra con alzacuellos, pantalones cortos y
botas de montaña de las de verdad, esas que nada mas verlas te das cuenta de lo
lejos que puede llegar un ser humano que se lo proponga.
-
¡Ya me parecía a
mi raro que no apareciera el Señor Cura! – Tomás y el cura se fundieron en un
fuerte abrazo - ¿Qué tal, Javier?
-
Muy bien, Tomás,
muy bien. Hacía por lo menos tres fines de semana que no venía y reconozco que
os echaba de menos
-
Y nosotros a ti
también. Perdona – Tomás se refería a mi – perdona pero no se como te llamas
-
Juan
-
Pues mira Juan,
te presento a Javier, un curilla bastante mejor que el resto de sus compinches
y que aparte de andar por ahí diciendo Misas, es posiblemente el mas antiguo de
todo el grupo
Javier
me dio un apretón de manos que casi hizo que se me saltaran las lágrimas. A
primera vista ya se sabía que era un tipo ideal para ese tipo de actividades,
alegre, vitalista, animado, eso si con su alzacuellos para que todo el mundo se
diera cuenta que era un cura. Se le conocía en cuanto se recorrieran a su lado
cincuenta metros. Era un hombre, nunca mejor dicho, un cura de los pies a la
cabeza, con muchísima capacidad de aguante para soportar las bromas del resto
de senderistas, pero siempre en su sitio. Por lo que pude percibir estaba presente en todos los saraos, no se perdía ni
una sola palabra de las explicaciones de los guías de los diferentes lugares
que íbamos visitando y mostraba interés por todo y por todos
-
Encantado de
conocerte. Ya sabía que venías hoy.
-
¿Y eso?
-
¿Tu no sabes que
los curas somos pastores de almas y encima bastante curiosos?
-
Eso dicen
-
Por eso yo estoy
aquí cuidando de mi rebaño que son todos estos y en cuanto aparece una oveja
nueva, rápidamente me doy cuenta de su presencia, y me presento o me presentan
como ha sido contigo y a partir de ahí ya empieza mi trabajo, pero dejemos de hablar de mi, que mi vida no
tiene nada de interesante y hablemos de ti. ¿A que te dedicas?
-
Me dedicaba – le
contesté elevando algo la voz – hace tiempo que me jubilé, pero cuando estaba
en activo tenía una imprenta
-
¿Y hace mucho que
te viniste para el pueblo?
-
Hará dos o tres
años
-
Y después de todo
ese tiempo ¿ahora te da por el senderismo? – Tomás intervino queriendo saber
algo mas de mi vida
-
Es una idea que
rondaba por mi cabeza, pero nunca daba el primer paso y hace un tiempo os
encontré en mi pueblo y después de hablar con varios de vosotros volví a mi
casa en la seguridad que ésta si que era la definitiva y no me equivoqué porque
estoy aquí
-
¿Eres soltero?
-
No, no – sonreí
porque entendía la sorpresa de algunos de mis colegas – estoy casado, pero mi
mujer se ha roto la cadera hace relativamente poco tiempo y se ha quedado en
casa
-
¿Piensa venir
cuando se ponga bien?
-
Ella dice que si,
pero yo creo que no. La verdad es que no la veo
especialmente animada
-
Hombre, si está
operada recientemente es lógico que no le apetezca hacer muchas cosas
-
Claro, claro –
contesté - lo que pasa es que me da un
poco de pena dejarla sola tanto tiempo
aaaayyy que ganas tengo yo de "playica"....
ResponderEliminarEstá claro que cuando te jubilas tienes que buscarte una ocupación. Lo que sucede es que a veces te pasas y es cuando te encuentras que no tienes tiempo libre y dices ¿De donde sacaba yo el tiempo antes para ir a trabajar? En fin, son cosas de la vida.
ResponderEliminarAdiós. Hasta la próxima.
En este grupo de senderistas hay de todo un poco; están todos representados. Y diría que hasta el propio Tino está entre ellos...
ResponderEliminarQue bien te lo pasas los findes con playita incluida.
Bss y hasta el próximo