Queridos blogueros/as: Hoy con tantos partidos de futbol y aquello que el Depor baja a segunda división o el Celta se libre del descenso, casi se me olvida meter en el blog en capítulo correspondiente, pero al final me he acordado y ahí va.
Me parece que es como otro capítulo de transición, como haciendo tiempo para tardar un poco mas en llegar al final, pero me parece que es como un poco repetitivo, pero bueno, lo importante es que tanto Juan como su santa van organizando sus vidas de manera diferente, pero se la van organizando, él con sus caminatas y ella con el ordenador. Está bien, cada loco con su tema
Un abrazo
Tino Belas
CAPITULO
19.-
Se
me acaba de pasar por la cabeza como sería mi vida sin Juan, eso tiene que ser
un mal síntoma o por lo menos eso dicen, cuando uno empieza a pensar en la
muerte ¡Jesús que cosas! es que ya te vas haciendo mayor y debe ser verdad
porque no veo yo a ningún joven preguntándose que sería de él si se muriera y
la verdad es que no creo que mi vida cambiara mucho. Si fuera al revés entonces
si porque mi Juan es muy buena gente pero un desastre para la casa, yo creo que
no sabe ni donde está la plancha, pero bueno, supongo que esas cosas se
aprenden aunque yo tengo la ventaja que ya me las se y eso que llevo
adelantado. Posiblemente notaría la soledad, posiblemente no, seguro, pero las
viudas añosas, como sería mi caso, lo llevamos bastante bien. No es que tenga
unos horarios muy estrictos, pero quieras que no tengo que estar un poco pendiente
de sus idas y venidas, preparar comidas, plancharle la ropa y mil detalles mas
de la vida diaria pero por lo demás mi vida seguiría igual y todo gracias al
ordenador que me permite rellenar muchas horas del día. Me parece que Juan
acaba de llegar y estoy pensando que casi no le voy a decir nada de lo que
estoy pensando porque lo mismo le parece mal, por cierto ¿Qué hora será? No es
que me importe mucho, pero debe ser tarde porque el sol ya se ha acostado. Hay
que ver la cantidad de cosas que sobran cuando te vas haciendo mayor y vives en
un pueblo, por ejemplo el reloj, lo llevas en la muñeca porque siempre ha ido
ahí y es un objeto decorativo mas, pero es un aparato que no sirve para nada
cuando no tienes prisa, vivimos con la luz del sol y cuando se hace de noche
sabemos que está llegando el momento de meternos en la cama. Ahora tenemos
televisión y la vemos casi todas la noches, pero estuvimos un montón de tiempo
sin ella y Juan todavía la echaba un poco de menos, pero por mi no hubiera
comprado ninguna. Sin ver noticias es verdad que no te enteras de lo que pasa
por el mundo, pero ¿es tan importante? A mi reconozco que no debería ser así,
pero me da exactamente lo mismo, total el mundo no cambia tanto, pero Juan si
que lo llevaba mal. Se pasaba el día metido en Internet porque, según él, una
cosa es que seamos viejos y otra bien diferente es no querer enterarnos de nada
-
La información es
la base de la vida que nos ha tocado vivir y si no dispones de ella te puedes
considerar un cadáver andante, querida
-
Pues yo debo de
ser una muerta porque no me interesa lo mas mínimo.
-
Eso que dices es
una tontería, aunque no te lo creas porque el hecho, por ejemplo, que suba o
baje la bolsa te puede perjudicar en tu vida diaria
-
¿Seguro?
-
Claro, mujer no te das cuenta que si sube el
petróleo, antes o después tiene que subir todo porque sube el transporte y a
partir de ahí va todo en cadena
-
Entonces el
petróleo debe estar subiendo todos los días porque la compra cada vez es más
cara.
-
Es posible, pero
conviene saberlo para estar preparado
¿Preparado?
que manía con tanta preparación, siempre preocupado por lo mismo y disfrutando
poco de las cosas pequeñas. Por ejemplo a mi tengo que reconocer, aunque no se
lo pienso decir a nadie, que esto de la cadera me ha venido muy bien porque
después de tantos días en el Hospital, he aprendido que en la vida las cosas
pequeñas, las de todos los días, son las verdaderamente importantes y el resto
no sirve para nada, bueno para nada no, pero para muy poco. Es verdad que la
vida pasa muy deprisa, pero tampoco hay que exagerar, somos viejos, pero
tampoco somos dos carcamales y si Dios quiere tenemos muchos días para
disfrutar viendo un paisaje, emocionándonos con el olor de una rosa o con el
sabor de un vaso de vino en buena compañía y yo con escribir algo sobre mis
emociones, sobre lo que voy sintiendo según va pasando el tiempo, disfrutar
viendo crecer a los nietos, apreciando una buena noche de luna y hasta el cric,
cric de un grillo en la soledad de la noche, puede ser motivo de disfrute y yo
reconozco que estoy en esa situación y es verdad que he cambiado y mucho pero
ha debido ser un cambio no muy brusco porque no me he enterado, pero es
evidente que hace nada nunca me había sentado ante un teclado y mucho menos me
había pasado una tarde con música clásica como telón de fondo y sin embargo
ahora lo hacía, casi sin darme cuenta, pero lo hacía todas las tardes. No
escuchaba como si fuera una melómana, eso no, pero reconozco que ahora escribo
mucho mejor con esa música de fondo que si no la pusiera y eso que algunos
dicen que lo mejor de vivir en el campo es la ausencia de ruidos desagradables,
tipo motores de coches y similar y posiblemente tengan razón, pero a mi me
gusta escribir y música aunque no sepa lo que es, pero lo que si se es distinguir
entre lo que me gusta y lo que no y poco a poco, ya digo que sin prestar
ninguna atención, también reconozco, sobre todo si es Bethoven porque tiene
algo, no se el que, pero que a mi parece como si me animara a continuar
viviendo, cosa que no me pasa con otros autores e incluso algunos me producen
una tristeza que me obliga a cambiarlos para evitar quedarme como baja de
moral, no se, es raro pero es así y luego hay otros autores, desconocidos para
mi, eso si, que no solo no me dicen nada sino que incluso me aburren de tal
manera que por mas que lo intento no los puedo soportar y no tengo mas remedio
que quitarlos del aparato de música y poner otros. Es curioso, pero ante me
fijaba tan poco en la música que ni siquiera sabía los compac que tenía Juan en
la estantería. Alguna vez me limitaba a limpiarlos por fuera con un plumero,
pero no leía ni las carátulas. Ahora, debe ser porque me paso el día sola, los
repaso uno a uno y cada día, cuando me siento ante el ordenador, coloco uno en
el aparato y a escribir que es lo mío.
De
vez en cuando pienso si me estaré encerrando excesivamente en mi misma, no
salgo para nada, pero no porque no quiera, no, es que no tengo tiempo. Parece
mentira pero es así, es mas, tengo que hacer verdaderos esfuerzos para vestirme
porque, por mi, me pasaría el día en bata, total que mas da, Juan desayuna, se
pone las botas esas de goretex y desaparece todas las mañanas y si yo me quedo
sola ¿me merece la pena arreglarme? Claro que me lavo y me ducho todas las
mañanas en cuanto Juan se va, pero luego me siento en la terraza si no hace
frío o si no en el porche cubierto y ya no me levanto hasta la hora de comer,
excepto algunos ratos en que estoy en la cocina y por la tarde tres cuartos de
lo mismo, hasta que empieza a anochecer y Juan vuelve de la partida y de darse
una vuelta por ahí y entonces si,
entonces me transformo en la mujer que siempre fui y estamos un rato hablando
hasta que a los dos nos vence el sueño y así un día y otro día, pero por eso
decía que me estoy volviendo un poco rara porque antes trataba de alargar esos
momentos, pero poco a poco me voy dando cuenta que lo único que quiero es
acostarme cuanto antes para el día siguiente estar bien despierta para
continuar con tales o cuales historias que se agolpan en mi cabeza y se empujan
pretendiendo salir y quedar reflejadas en el teclado de pequeño ordenador que,
por cierto algún día tendré que cambiar porque sin darme cuenta lo estoy
llenando con tantos escritos
-
¡Que va! – Juan
me miró a través del vaso alto de cristal en el que flotaban tres hielos en un
mar de whisky – no te preocupes que por mucho que escribas no lo llenarás
nunca, pero si que te aconsejaría que, de vez en cuando, pasaras todo lo que
tienes a un pen drive porque si un día
se te rompe te puedes quedar sin nada.
Juan
estaba sentado en una de las butacas de terraza con sus almohadones blancos que
llenaban todos los rincones de lo que pomposamente llamábamos la terraza de
verano, porque realmente era una terraza de verano, la prueba es que en cuanto
pasaba esa época del año, los sillones pasaban a dormir al sótano, cubiertos
por unos gruesos plásticos, hasta que pasaran los fríos y allí estábamos los
dos en una noche calurosa, con el cielo hasta los topes de estrellas como si
fuera fiesta en el firmamento. El con su whisky de todos los días y yo con un
te frío que era de las pocas cosas que podía tomar después de cenar sin que me
quitara el sueño. Era de esos días en que la melancolía se había apoderado de
los dos y parecía como si estuviéramos sentados diez años antes y es que diez
años son muchos años en la vida de cualquier pareja y nosotros no íbamos a ser
menos.
-
Que pena que no
puedas acompañarme – Juan miraba al infinito, con los ojos semicerrados. La
verdad es que estaba guapo, si, eso de andar le sienta maravillosamente bien,
no tiene ni un solo gramo de mas y encima tiene un color estupendo
-
Ya sabes que me
encantaría, pero cuando no se puede, no se puede – yo intentaba poner la voz
como si me importara, pero en el fondo estaba encantada de la situación – en
cuanto intento ir al pueblo, enseguida me duele la cadera y tengo que hacer una
parada en casa de Encarna o de Juana.
-
Está claro que no
puedes, pero me da pena porque no te puedes imaginar como se disfruta. El grupo
de gente no puede ser más variopinto, pero nos llevamos francamente bien.
-
Hombre, con las
bromas lleváis casi cinco años
-
Hace mas – Juan
hacía cuentas – si lo de tu cadera fue hace nueve años, yo creo que me volví
senderista hace ocho
-
Ya sabes que mi
memoria nunca ha sido especialmente buena, pero si que recuerdo que debió ser
como seis meses después de la fractura porque tu te ibas a andar y yo te seguía
con la mirada desde la terraza y después con la ayuda de una muleta iba hasta
casa de Encarna y volvía después de estar un rato con ella.
-
Eso nunca me lo
habías dicho
-
Para que te lo
iba a decir – todavía recordaba la cantidad de veces que me tenía que sentar en
alguna piedra del camino porque por mas que lo intentaba era imposible llegar –
tenía que recuperar como fuera y la única solución era esforzarme lo mas
posible.
-
Si, pero al
principio siempre andábamos juntos ¿te acuerdas?
-
Eso es lo que tu
te creías, Juan, pero contigo hacía un poco de rehabilitación pero luego seguía
por mi cuenta
-
Para haberte
caído y encima sola – Juan demostraba con su manera de pensar que había sido
una temeridad y no me pillaba por sorpresa porque también lo era para mi, pero
el que no se arriesga nunca cruza el río – me lo podías haber dicho y me
hubiera quedado mas tiempo contigo.
-
Era una
posibilidad – me reí porque sabía que eso si que lo decía con la boca pequeña –
menuda faena si por aquel entonces te digo que no fueras a andar, te hubiera
dado algo
-
Lo primero es la
obligación
Ya, ya, eso lo dices ahora, pero entonces hubiera sido diferente
Es posible que sea un capítulo de transición pero me ha parecido interesante, los pensamientos de Ana y el paso del tiempo para los dos. Si miramos para atrás nos damos cuenta lo que nos ha cambiado la vida. No es que ahora vivamos mejor o peor es que vivimos de manera diferente.
ResponderEliminarAdiós a todos. Un abrazo.
Parece que se han acomodado cada uno en su estilo de vida; da la sensación que se han acostumbrado a vivir el uno sin el otro.
ResponderEliminarVamos a ver en que termina
Bss a todos
Bueno, capítulo tranquilito.... cada uno con su tema... como pasa el tiempo ya hace nueve años que Ana se rompio la cadera... A ver que pasa en el siguiente capitulo. Besos....
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