La próxima semana empezaré, como siempre por capítulos, una nueva novela, algo mas corta que la Enfermera Rural, que espero que os entretenga. Lo que si que se seguro es que no se parece absolutamente en nada y que está escrita hace poco, con lo cual se supone, aunque es mucho suponer, que está mejor escrita que todas las anteriores. Os adelanto que el título es "EN LO MEJOR DE LO PEOR" y así os váis haciendo a la idea de que va
Lo dicho, espero que este cuento os guste, porque eso de pensar no viene mal aunque sea solo de vez en cuando
Un abrazo
Tino Belas
DE ILUSION TAMBIEN SE VIVE
CUENTO DE NAVIDAD
F. BELASCOAIN
DICIEMBRE 2007
CAPITULO 1..-
- Abuelo:
¿me cuentas un cuento?
-
¿Ahora?
-
Si, si, ahora –
el nieto se sentó en las rodillas del anciano que con ambas manos sujetaba el
bastón que era parte de su vida desde hacía unos años - ¿porqué no me cuentas
el que le escribiste a mi madre?
-
¿Y cuando le he
escrito yo un cuento a tu madre?
-
No lo se,
abuelo, pero debió ser hace muuuuucho tiempo porque dice que te dieron un
premio en el colegio.
-
¿Qué me dieron
un premio?
-
Eso dice.
-
Pues no se, pero
si me lo dieron en el colegio efectivamente tiene que ser hace muchos años.
-
Si, pero ella
dice que le pareció tan bonito que todavía se acuerda.
-
¿Y no lo tendrá
guardado en algún cajón?
-
Dice que no.
-
Si dice que no,
será que no ¿no te parece?
-
Claro.
El abuelo despeinó a su nieto introduciendo
los dedos en su cabellera rubia. El niño de unos seis años de edad, ojos
grandes, pestañas largas, niqui azul clarito, pantalones azules largos y
deportivas, se levantó de las piernas de su abuelo donde estaba sentado para
devolver de una fuerte patada un balón que venía rodando desde un partido de
futbol que otros niños, algo mas mayores, estaban disputando unos metros mas
allá.
El abuelo le miraba con envidia
-
Muy buen toque
de balón, enano, se nota que has heredado lo bueno de tu padre.
El niño se quedó mirando a su abuelo que
desde la silla de plástico de la terraza donde estaba sentado no perdía detalle
de las fintas y regates de los otros niños.
-
Abuelo
-
Dime, chavalín.
-
¿Tu de pequeño
jugabas al futbol?
-
Si.
-
¿Y eras bueno?
-
Si, no era un
fenómeno pero le daba bastante bien.
-
¿Y jugabas en el
colegio?
-
Claro, mira, yo
estudiaba en los Jesuitas y había dos equipos, uno de pequeños y otro de mayores
y yo fui de los dos.
-
O sea, que
jugabas muy bien.
- Si, no era malo.
El niño desde su estatura observaba como su
abuelo se iba agrandando. Tenía suerte de tener ese abuelo que había sido
futbolista y encima contaba cuentos. ¡que suerte!. El niño solo sabía los
cuentos de siempre, Pulgarcito, La Cenicienta , Blanca Nieves y los siete enanitos,
los tres cerditos y alguno mas, pero los que mas le gustaban era los que se
inventaba su abuelo y muchas veces le pasaba que no sabía si eran historias inventadas
o no.
-
Abuelo ¿pero es
verdad que tu estuviste en una guerra?
-
No, yo no, pero
tu lo preguntas por el cuento ese que le escribí a tu madre ¿no?
-
Si, mi madre no
se acuerda muy bien, pero si que era algo de unos niños que no comían y se
pasaban a España y los devolvían al poco tiempo o algo así.
-
Bueno, no era
exactamente como tu lo cuentas y no me acuerdo muy bien del final, pero si que
el cuento empezaba en un desierto de Africa donde vivian unos niños en un
pueblo sin nombre y no tenía nombre porque no era ni pueblo como lo conocemos
ahora. Eran unos niños nómadas
-
Unos niños ¿qué?
– la expresión del niño era de absoluto desconocimiento.
-
Se llaman
nómadas porque no tienen un lugar fijo donde vivir. Van con sus familias de
pueblo en pueblo y venden cosas o se dejan fotografiar por los turistas o
ayudan en las labores del campo, pero son nómadas porque nunca están mas de
cuatro o cinco meses en cada pueblo y en cuanto pueden se van a otro.
-
¿Y no tienen
casa?
-
Si, si que la
tienen, lo que pasa es que no es como las casas que tu conoces, son mas
pequeñas, hechas con lonas y restos de maderas de cualquier sitio y por eso las
podían desmontar y llevárselas a otro pueblo
-
¿Y no tenían
ordenador?
-
‘Que va! – el
abuelo soltó una sonora carcajada – se podía decir que no tenían nada de nada,
unas cazuelas para cocinar, algunos sacos para la ropa y nada mas
-
¿Y hambre?
¿Tenían hambre?
-
Como vivían de
lo que les proporcionaba la madre naturaleza, unos días si y otros no y si, por
ejemplo, era época de caza, entonces les sobraba comida que la guardaban para
el invierno
-
O sea que en vez
de ir al Carrefur iban de caza y volvían
con la comida ¿es eso?
-
Exactamente eso
es, aunque en el desierto no hay todo lo que uno quiere pero si muchas de las
cosas que luego están en las tiendas
El niño miraba a su abuelo con los ojos como platos, no perdía ripio de
la conversación y en su imaginación se veía transportado a una gran caravana que
discurría placidamente por la arena blanca del desierto, sin enfermedades, sin
preocupaciones, sin horario, sin colegio y sin la Institutriz que le
hacía la vida imposible. El abuelo empezaba cualquier cuento y luego lo iba
adornando según las preguntas del niño sin perder de vista que era el niño el
que marcaba el camino a seguir. Su imaginación era tan grande que no tenía
límites y solo se dejaba guiar cuando el
tema se iba agotando.
Los niños del desierto formaban parte de una caravana que tenía
previsto llegar a Melilla en unos dos meses pero todo dependía de las
condiciones atmosféricas. Si llovía el ritmo sería mas lento e incluso tendrían
que quedarse en algún lugar varias semanas, pero si no continuarían su camino
hasta la ciudad española del Norte de Africa y desde allí intentar pasar a la
peninsula e ir en busca del resto de familiares que se habían asentado en las
proximidades de la Capital
de España.
- ¿Y tardaron mucho?
-
Espera, espera
que todavía no han salido. De momento, la caravana estaba formada por treinta y
cinco personas, once camellos, algunas cabras que les proporcionaban leche, dos
asnos y mucho calor, sobre todo mucho calor. Estaban en un poblado en el centro
del desierto.
-
Abuelo ¿podían
ir al cine?
-
No, Ibrahim que
era el mayor de los nueve niños que iban en la caravana, era el único que
conocía el cine porque había estado una semana de acogida en Francia pero el
resto de niños no sabían ni lo que era.
-
Abuelo ¿y se lo
pasaban bien?
-
Yo creo que si,
pero de una manera diferente a como lo pasáis vosotros – el abuelo de vez en
cuando interrumpía la narración para darle como un aire de mas misterio – ellos
se divertían con la naturaleza no como tu que en cuanto llegas a casa coges “la
play” esa o como se llame y cuando te aburres ves la tele. Ellos todas esas
cosas no las podían hacer porque no las tenían, pero tenían otras que tú no tienes, por ejemplo tiempo.
-
¿Qué tienen
tiempo? ¿y eso para que vale? – el niño no entendía absolutamente nada.
-
¿Qué para que
vale el tiempo? – el abuelo cerró los ojos y durante unos segundos pensó en lo
bueno que hubiera sido si en su vida hubiera tenido mas tiempo. Fueron unos
segundos pero suficientes para darse cuenta del poco tiempo que había tenido
para disfrutar de cosas tan normales como pasear, ver el vuelo de un pájaro,
admirar un paisaje, leer, oir la radio, charlar con los amigos, visitar algún
museo, hacer algún viaje, pensar en si mismo con el simple mecanismo de mirarse
hacia dentro. Miles, millones de cosas que si hubiera tenido tiempo o lo
hubiera aprovechado mejor las hubiera realizado y sin embargo, habían pasado
ochenta y dos años y ahora si que de verdad le quedaba poco tiempo, muy poco.
-
Abuelo – el niño
le tiró de la manga – ¿te has dormido?
-
No, no – el
abuelo abrió los ojos inmediatamente – me estaba poniendo en situación para
seguir con el cuento ¿por donde iba?¡ ah si! Ya me acuerdo. Estaba la caravana
en un desierto ¿verdad?
-
Si
-
¿ Tu como te
imaginas una caravana de camellos?
-
¿Yo? – el nieto
estuvo unos segundos pensando y respondió – pues igual que la que monto yo en
el nacimiento pero con mas camellos.
-
Muy bien, pero
lo mas importante no es la caravana como tal sinó la gente que la forma. Por
eso te decía lo del tiempo. Treinta y tantas personas, algunas sentadas en un
camello pero la mayoría andando por un terreno de arena muy blanca, blanda,
caliente durante el día y fría por las noches, subiendo y bajando dunas
constantemente y con mucho calor y mucho frío por eso los que viven allí llevan
mucha ropa ¿lo sabías?
-
No
-
¿Tu no has visto
peliculas del desierto?
-
No
-
Bueno, pues en
las peliculas se ven como van forrados de ropa y de muchos colores y debe de
ser para diferenciarse del paisaje que
es todo igual. Otra cosa que se me olvidaba decirte es que los de la caravana
son todos familia, va un abuelo varios hermanos, algunas chicas jóvenes ,
cuatro niños y dos mas que se les unieron en el único oasis que había por allí,
donde estuvieron dos días.
-
¿Se encontraron
unos niños?
-
Si, se llaman
Sami y Kuma, son dos niños negritos que sus padres los abandonaron.
-
¿Se fueron y los
dejaron solos? ¿de verdad?
-
Si, aunque
parezca mentira así fue. Desgraciadamente por el mundo adelante hay muchas
cosas que no se entienden pero que ocurren y menos mal que la caravana pasó por
allí que sinó se hubieran muerto de hambre y de frío
-
Esos niños
tuvieron que pasar mucho miedo ¿verdad abuelo?
-
Seguro que si,
pero fueron muy listos porque ¿sabes una cosa que hicieron?
-
No se –
respondió el nieto
-
Pues fíjate para
lo que vale tener suerte. Se quedaron solos y se pusieron a llorar hasta que
Sami que era un poco mas mayor que su hermano lo cogió de la mano y le dijo:
-
Kuma: tenemos
que dejar de llorar y buscar comida porque sinó nos vamos a morir.
-
Ya, pero yo
quiero que vengan Papá y Mamá – respondió el pequeño entre sollozos
-
Y yo también –
Sami trataba de animar a su hermano – seguro que están buscando comida para nosotros
y pronto volverán, pero mientras tanto tenemos que hacer algo ¿ves aquellas
palmeras?
-
Si – contestó
entre sollozos.
-
Vamos hasta
allí, trepamos como hacíamos en nuestra aldea y buscamos algún coco para comer.
-
Bueno, vamos –
Kuma seguía con lágrimas en los ojos – pero cogemos dos o tres y nos volvemos
para estar aquí cuando vengan Papá y Mamá.
-
Venga y deja de
llorar.
Llegaran al lugar donde estaban las
palmeras y cuando Sami estaba en lo alto
de una de ellas, apareció un orangután
-
¿Un que abuelo?
-
Un orangután ¿no
sabes lo que es?
-
No – respondió
el nieto
-
Un mono
-
Ya se, abuelo,
como Amedio el de mi mono Amedio y yo de los dibujos animados de la tele ¿no?
-
¡Yo que se! Si
tú lo dices será o tambien como Chita la mona que iba siempre con Tarzán, bueno
el caso es que apareció el orangután y Kuma viendo que intentaba agarrarle
empezó a trepar por la palmera donde estaba subido su hermano
-
¡¡Socorro, Sami,
socorro!! – gritaba mientras subía por el tronco lo mas deprisa que podía –
socorro que me quiere comer.
Sami que oía los lamentos de su hermano
desde lo alto de la palmera, asomó la cabeza entre las ramas y al ver que el
orangután casi agarraba una pierna de su hermano, le tiró con fuerza un coco
con tanta fortuna que le dio en toda la cabeza y le hizo caer al suelo
-
¿Y lo mató?
-
Si, bueno, si o
no, eso no se puede saber. A lo mejor lo mató del cocotazo en la cabeza o a lo
mejor se mató el solo al caerse, pero el caso es que se mató y al bajar, entre
los dos le quitaron la piel y se la llevaron y fíjate si les sirvió de mucho
que cuando volvían para esperar a sus padres, les seguía un león joven con una
melena muy grande.
-
¡Un león! – el
nieto con los ojos como platos trataba de ponerse en situación y entonces Sami
que para eso era el mayor se envolvió en la piel del orangután, se daba golpes
en el pecho y chillaba como un loco hasta que el león se asustó y se marchó.
-
¿Y no se los
comió?- preguntó el nieto
-
Pues no, porque
los leones parecen muy valientes pero en cuanto alguien se les enfrenta resulta
que son unos cagones
El nieto, todavía inquieto ante la situación vivida, se removió en las
rodillas del abuelo
-
Abuelo: que
cuentos mas bonitos te sabes.
CAPITULO 2.-
El abuelo se llenó de orgullo y continuó con el relato
Cuando Sami y Kuma llegaron a
la zona del desierto donde deberían estar sus padres, se encontraron con unos
mercaderes que habían montado sus tiendas para pasar la noche.
Un poco mas lejos, cuatro niños sentados en el suelo, escuchaban las
explicaciones de un señor mayor que les indicaba con una vara hacia donde
tenían que mirar. Se trataba de un árabe muy mayor, de poco pelo y mucha barba
muy blanca que le hacía todavía mas viejo.
-
¿Era un abuelo
como tu?
-
Si, pero mucho
mas viejo
Sami y Kuma se acercaron y el que hacía las veces de Maestro les indicó
por señas que se sentaran y continuó con sus explicaciones:
-
Por allí –
señaló con la vara hacia el norte – está el mar, vosotros no lo conocéis, pero
lo veréis dentro de unos días cuando lleguemos a una ciudad que se llama
Melilla.
-
Nosotros si que
conocemos el mar – Sami y Kuruma levantaron la mano mientras los otros niños
los miraban con curiosidad
-
¿De donde habéis
salido?
-
Venimos de
aquellas palmeras, de coger cocos y estamos esperando a nuestros padres que han
ido a buscar comida – respondió Kuma
-
¿Y como os
llamáis? – preguntó el maestro
-
Yo Sami y este
que es mi hermano pequeño Kuma.
-
Muy bien, Sami y
Kuma – el viejo los miró con simpatía - ¿y de donde sois?
-
De un pueblo de
Zambia que se llama Kukula ¿lo conoces?
-
No – respondió
el maestro – pero seguro que es muy bonito porque me habéis dicho que tiene mar
¿no?
-
Si, tiene una
playa de arena casi tan blanca como la del desierto y hay barcas para ir a
pescar y los niños tenemos la escuela casi en la playa y entre clase y clase
nos vamos a bañar y y y
-
Un momento, un
momento – el abuelo que hacía de profesor con su larga barba blanca, sus
arrugas profundas alrededor de los ojos, sus labios agrietados por el calor del
desierto y su vara de mando en su mano derecha, los mandó callar – aquí tenéis
un ejemplo de lo que estábamos hablando. Los véis, fijaros bien – los otros
niños se les quedaron mirando mientras Sami y Kuma se agarraban de la mano para
sentirse mas seguros – como podéis apreciar su piel es distinta a la nuestra.
Es negra y sin embargo sus ojos, sus orejas, sus labios, sus manos, sus piés y
todo el resto del cuerpo es igual al nuestro ¿sabéis porqué?
-
Los niños del desierto se miraron entre ellos y el que tenía unos ojos
como mas oscuros y la piel como mas blanca contestó con determinación :
-
Porque somos
iguales
-
Naturalmente esa
es la respuesta – el maetro sacó una especie de sábana y con un carboncillo
escribió “porque somos iguales” - y eso
¿Qué quiere decir?
Todos los niños incluidos Sami y Kuma levantaron las manos a la vez
- Uno a uno, no tengáis prisa que tenemos todo el
tiempo del mundo - el maestro miró a
todos los niños y al primero que le preguntó fue al que parecía mas pequeño.
Era delgado, pura fibra, con pelo muy corto, moreno, nariz aguileña, mentón como
muy prominente y labios pequeños que dibujaban una sonrisa permanente - ¿en que
somos iguales?
-
¿Puedo decir dos
cosas? – preguntó el niño con ingenuidad.
-
Claro, puedes
decir lo que quieras.
-
Bueno, lo
primero es que si todos somos iguales todos hacemos pis por el mismo sitio
Todos los niños soltaron unas sonoras carcajadas
-
No, no os riáis
que tiene razón ¿y que mas?
El niño pequeño de nombre Hassan se quedó pensando unos segundos y
afirmó:
-
No se, pero si
somos iguales todos deberíamos llevar chilaba y ellos no las llevan, o sea que
tendrán mas frío que nosotros
Sami y Kuma se miraron y rapidamente se
dieron cuenta de la diferencia. Ellos llevaban pantalones cortos y una
camisetas bastante sucias mientras sus compañeros de aquella clase al aire
libre lucían una primorosas chilabas. Otro de los niños se levantó y salió
corriendo hacia la caravana de camellos y a los pocos segundos volvió con dos
chilabas, se las dió a Sami y a Kuma que se las pusieron con enorme alegría y
al cabo de unos segundos ya eran todos iguales. El maestro le hizo sentar
nuevamente y les propuso un juego que consistía en agarrarse todos de las manos
y a través de ellas pasar al de al lado alguna idea o un deseo pero siempre en
plan positivo. Cuando el que hacía las veces de Maestro se colocó en el medio
para dar inicio al juego, Kuma se soltó y se separó del grupo. Inmediatamente
se levantaron Sami y otro niño lllamado Karim y se le acercaron para ver que le
pasaba.
-
Yo no quiero
jugar – Kuma no podía reprimir el llanto mientras Sami le pasaba un brazo por
los hombros – yo lo que quiero es que vengan mi Papá y mi Mamá.
-
Ya verás como
vienen enseguida y a lo mejor nos traen hasta algún regalo.
Karim se puso delante de Kuma y con dos dedos se bajaba los párpados
inferiores y con otro dedo de la otra mano se apretaba la nariz mientras sacaba
la lengua todo lo que podía y la movía de un lado para otro -¿sabes quien soy? - Kuma se secó las lágrimas, y
esbozó una primera sonrisa tímida y posteriormente soltó una risa franca y
alegre.
El sol empezaba a mostrar síntomas de cansancio, sus ojos se iban
lentamente cerrando mientras las estrellas hacían su aparición en el cielo. Por
fin, el firmamento se despertaba, se abrían sus ventanas dejando paso a
cientos, miles de estrellas que con su resplandor iluminaban todo el desierto. El
viento que normalmente sopla con fuerza también había amainado como queriendo respetar
el descanso de los pequeños y la soledad impregnaba hasta las piedras mas
escondidas. El silencio era sobrecogedor, la sombras hacían acto de presencia
en el compamento mientras los camellos rumiaban su fatiga despues de una
agotadora jornada en la que tuvieron que transitar por cientos de dunas de
empinadas cuestas .
Los niños dormían en sus improvisadas camas a ras de suelo, acunados
por el ruido del silencio, mientras la noche continuaba su largo caminar con
final en un nuevo día que comienza cuando duermen las estrellas y se despierta
el sol lentamente. Vuelve el calor y los niños van abriendo los ojos para vivir
una nueva jornada hasta llegar al tan ansiado destino de Melilla. Ibrahim, el
mayor de todos, es el primero que se levanta, guarda todas sus pertenencias en
un saco, se echa a la espalda un par de odres para llenarlos de agua y con
ligereza y casi sin hacer ruido se dirige hacia el oasis. Sami tambien se ha
despertado pronto y al ver que se levanta el otro niño, él hace lo mismo y
comienza a andar unos pasos por detrás.
Ibrahim camina algo mas despacio y a los pocos minutos los dos niños
caminan a la par
-
Buenos días,
Ibrahim,.
-
Buenos días,
Sami ¿has dormido bien?
-
Si, mas o menos
– contestó – pero estoy preocupado por mis padres
-
Ya verás como
hoy vienen, en el desierto son muy frecuentes las tormentas de arena y lo mismo
se han retrasado un poco.
-
Ojalá sea eso
porque si nó es que les ha pasado algo.
El nieto no pudo aguantar mas e interrumpió
la narración del cuento
-
Abuelo ¿aparecen
los padres?
-
¿Tu que crees? –
preguntó el abuelo.
-
No se pero yo
quiero que lleguen porque sinó pobre Kuma
-
Pues no te
preocupes porque apareceran. Eso es lo bueno de los cuentos. Te vas inventando
lo que quieres y ya está. Tú quieres que aparezcan, pues mira que fácil. Ya han
aparecido – el abuelo resolvió el tema de una manera absolutamente rápida – Ya
están aquí. Kuma está feliz y Sami vuelve del oasis con los odres hasta arriba
de agua.
El desayuno se hace con todos alegres. Los padres de los niños se hacen
amigos enseguida y se cuentan cosas de sus vidas pasadas. Todos han sido
felices a su manera y ahora se desplazan para que sus hijos crezcan en un ambiente
de mas dinero, menos hambre, mas hospitales, mejores prestaciones sociales, en
definitiva, buscando una mejor calidad de vida. El mayor de la caravana, el
abuelo, el que hace las veces de Maestro y como de Jefe para el resto se sitúa
en el centro de la reunión, manda a los niños a jugar y ya solo con los mayores
empieza una especie de charla didáctica,
mas que clase, para tratar de animarles a continuar el camino hasta
Melilla en donde algunos amigos les han asegurado que encontraran un buen
empleo.
En el caso de los mayores del desierto la ilusión brilla en sus ojos.
Los familiares que les han precedido ensalzan y no paran la manera de vivir en
una gran ciudad, pero en el caso de los padres de Sami y Kuma ¿Cuál era la
motivación?
El padre, un hombre joven, bien parecido, con músculos prominentes,
cintura estrecha y piernas bien torneadas trata de explicarse mientras los
demás escuchan con atención
-
Nosotros no
tenemos nada, absolutamente nada – afirmaba abriendo los brazos – por lo tanto
no tenemos nada que perder. Teníamos familia pero en las riadas de hace dos
años desaparecieron y lo único que nos queda son los dos niños, Sami y
Kuma. Todas nuestras pertenencias están
en este saco. Nuestra casa desapareció después que una enorme ola arrasara todo
y desde entonces vivimos en la playa
teniendo como techo el cielo, como suelo la arena, una pared el agua del
mar y la otra la selva, es decir, que pasado no nos queda, presente nada de
nada y lo único que nos queda es el futuro que, por muy malo que sea, nunca va
a ser peor que lo vivido hasta ahora en que hemos pasado miserias, hambre hasta
límites insospechados, guerras entre tribus que han diezmado la población,
infecciones por todas partes y la gota que ha colmado el vaso han sido las
terribles inundaciones de hace unos meses. Hasta entonces y aunque parezca
mentira teníamos ilusión, ilusión de vivir, ilusión de ver crecer a nuestros
hijos, ilusión por ver amanecer o por mirar las estrellas, nos sentábamos toda
la familia en la playa alrededor de una hoguera
y éramos felices, pero ahora solo tenemos nuestros hijos y por ellos estamos
aquí. Para ellos si que queremos un futuro mejor y en busca de él vamos.
-
¿Y creéis que lo
vais a encontrar? – preguntó el anciano
-
Seguro que si –
contestó el padre con firmeza.
El anciano desvió la mirada hacia la madre
que estaba sentada cabizbaja
-
¿Tu tambien lo
crees?
La madre, una negra de interminables ojos negros y con el reflejo en su
cara de todas las penurias pasadas se expresó con una voz dulce y melodiosa:
-
No lo se, no lo
se, de verdad que no lo se – su mirada se desplazo por todos los presentes – es
una discusión que hemos tenido mi marido y yo y no estoy segura que el futuro
vaya a ser mucho mejor. Yo no tengo estudios, ni he viajado por el mundo pero
algunos de mis familiares si que lo han hecho y lo que me han contado no se si
es bueno para nuestros hijos A mi me
gusta la vida del campo, siempre he vivido en él y si vamos a Europa parece ser
que la gente vive en grandes ciudades donde el campo brilla por su ausencia. Me
gusta tener mucho tiempo para hablar con mis hijos, jugar con ellos, disfrutar
de su candidez, verlos crecer y todo eso, por lo que me cuentan, en las grandes
ciudades es imposible porque se tarda mucho en regresar a casa despues del
trabajo o del colegio, se habla poco por culpa de la televisión y las familias
se ven menos todavía. En fin – la mujer se secó unas lágrimas que se deslizaban
por sus mejillas – tanto sacrificio y a lo peor no sirve para nada, lo mismo
les ofrecemos un futuro mejor y salen perdiendo. Se que tendrán mas dinero, eso
seguro, pero tambien menos tiempo para gastarlo, a lo mejor un buen coche pero
la playa lejos y lo peor de todo es que van a estar muy alejados de su lugar
natural de vivir que es Africa.
-
Deja de pensar siempre en plan negativo – la interrumpió el marido – si
conseguimos llegar a Europa, tendrán mas posibilidades. Mas dinero y por lo
tanto serán mas felices.
El que hacía las veces de moderador
intervino en la conversación:
-
¿Seguro que por tener mas dinero van a ser mas felices?
-
Eso es lo que yo me pregunto – contestó la mujer
-
¿Los que tienen mas dinero se mueren menos?
- Se
morirán igual, porque todos acabamos muertos, pero se mueren mas tarde –
replicó el marido.
-
Es cierto que el
dinero es de gran ayuda para disfrutar de la vida y que esta sea mas digna,
pero en muchos casos lo que provoca es la ruptura familiar y la falta de
relaciones con los que nos rodean, pero en cualquier caso todos estamos de
acuerdo en que el dinero…………………….
CAPITULO 3.-
-
¡Eh! ¡Eh! Papá,
mamá, mirad, viene otra caravana.
-
La voz de Sami alertó a los contertulios y todos se volvieron para ver
la llegada de una caravana algo diferente a las habituales en el desierto. No
era una caravana de camellos sino que estaba formada por tanques en los que
ondeaba una bandera blanca como símbolo de paz. El convoy militar avanzaba
lentamente envuelto en una inmensa nube de polvo, mientras los cascos de los
que ocupaban las torretas reflejaban los rayos de un sol abrasador.
-
Abuelo : ¿Eran tanques de verdad?
-
Espera, espera, no seas impaciente porque como siempre todavía no se
cual va a ser el final.
-
¿De verdad que no sabes el final? Me estás engañando porque seguro que
si que lo sabes – el nieto miraba a su abuelo con una cara en la que se
reflejaba sin ningún género de dudas la envidia que le producía el que su
abuelo tuviera la capacidad de inventarse un cuento así como así.
-
No, no – el abuelo se mostraba feliz – de verdad que no se cual es el
final, pero lo que está claro es que no puede ser un cuento con un final triste
porque para eso no me inventaría ninguno y además eso es lo que pasa todos los
días, los tanques en las guerras se utilizan para matar, que para eso se
fabrican y como esto es un cuento para pasar el rato el final tiene que ser
distinto ¿te parece bien?
- Si, pero seguro que tú ya te lo sabe ¡a
que si!
- Si
– el abuelo se levantó del sillón – No va ser un final triste porque acabo de
decidir que colorin colorado este cuento se ha acabado
- ¿Qué se ha acabado? – el nieto estaba a
punto de llorar - ¿Y que pasa con los tanques? ¿matan a Sami y a su hermano? Abuelo
no me gusta este cuento.
¿Qué no te gusta que acabe así? – el abuelo
abrió los brazos con un gesto de impotencia – bueno pues entonces seguimos y
buscamos otro final ¿eso te parece mejor?
-
Si, pero yo quiero que sea un final bonito ¿vale abuelo?
- Seguro que tiene que ser un final precioso
para que te acuerdes toda tu vida
El nieto le dio un beso en la mejilla mientras el abuelo miraba para
otro lado para disimular su emoción y continuó con la narración .
La columna de tanques continuaba su avance hacia la posición que
ocupaban nuestros amigos. Los padres de Sami y Kuma los llamaron a gritos y
todos juntos unidos en un abrazo esperaron la llegada de los militares. Como la
caravana avanzaba muy despacio tuvieron tiempo para prepara una especie de
zanjas en el suelo para protegerse del bombardeo que a buen seguro se iba a
producir y colocaron a los camellos por delante como escudos animales.
Cuando el convoy militar se encontraba relativamente cerca, vieron como
los tanques se abrían en abanico y rodeaban el campamento donde los niños del
desierto se abrazaban a sus padres con el miedo reflejado en sus rostros.
Los tanques se pararon, adoptaron una postura como de espera, los
cañones de las torretas enfocaban hacia la caravana, los soldados permanecían
tensos con las manos enguantadas sobre las armas y al cabo de unos minutos, el
tanque que había permanecido mas alejado se fue acercando muy lentamente.
Cuando estaba como a unos treinta metros de la caravana, se detuvo, se abrió
una puerta lateral y por ella descendieron el Capitán, el cabo encargado de la
navegación en el desierto y tres soldados. Se alinearon delante del tanque,
sacaron de sus bolsillos unos prismáticos y a través de ellos observaron como
los niños y sus familiares preparaban una defensa de sus pocas pertenencias.
Todos los componentes de aquella pequeña avanzadilla permanecían
firmes, con los uniformes primorosamente limpios, las botas lustrosas y en sus
caras no se apreciaba ni una sola gota de sudor. El que parecía con mas
autoridad de los tres, avanzó unos metros con andar pausado pero enérgico y la
mirada fija en el campamento y al llegar como a unos diez metros solicita a
través de una potente vos la presencia del Comandante en Jefe del Ejército del
Desierto.
-
Nosotros no
tenemos jefe – contestó el anciano de la caravana – No somos militares, somos
humildes labradores que huímos de nuestras tierras en busca del futuro.-
-
Soltad vuestra armas y entregaros al Ejército
Imperial de Liberación -
-
Os repito que no
tenemos armas, somos gentes de paz – el abuelo avanzaba por la arena del
desierto - Aquí hay mujeres y niños y
solo os pido que no disparéis.
-
¿Habéis dicho
que entre vosotros hay niños?
-
Si señor,
tenemos seis niños.
-
Muy bien – el
militar se estiró la guerrera y se ajustó el cuello de la camisa –
entregármelos y seréis libres.
-
Señor – el
anciano se hincó de rodillas en el suelo y levantando sus manos al cielo
suplicaba – por lo que mas queráis, señor, los niños es lo único que nos queda.
No tenemos casa, no tenemos dinero, no tenemos nada y nuestro único valor son
los niños. Por favor señor, por favor.
El militar que permanecía a unos metros se
acercó y le dijo al oído:
-
No temáis, los
niños vendrán con nosotros solamente una hora y despues os los devolvemos y
seréis ricos. Tendréis mas de lo que nunca habreis podido soñar.
-
Está bien – el
anciano se levantó y con un gesto como de rendición miró a los suyos y pidió a
los niños que se adelantaran.
Los padres que no habían oído la conversación entre los dos altos
dignatarios se resistían a dejarlos marchar, pero el anciano insistía que era
solo por una hora . Al fin se dejaron convencer y los seis niños se despidieron
de sus padres y siguieron al militar que les iba hablando cada vez con palabras
mas suaves.
-
¿Sabéis quien
soy?
Los niños negaron con sus cabezas casi sin atreverse a mirarle
-
Yo soy el
Comandante Tino, Jefe de las Fuerzas de Paz Mundiales y he venido junto con mis
tropas para daros a vosotros y a vuestras familias todo lo necesario para que seáis felices.
Los niños miraban al Comandante con ojos incrédulos y el mayor de ellos
levantó la mano derecha:
-
¿Puedo hacer una
pregunta?
-
Claro, faltaría
mas – le contestó el Comandante con la
mejor de sus sonrisas.
-
¿Como te llamas?
-
Todo el mundo me
conoce como el Comandante Tino.
-
Está bien
Comandante Tino y ¿Los tanques nos pueden traer la felicidad?
-
Naturalmente que
si porque eso que veís y que parecen tanques no son lo que vosotros os imagináis.
Lo que vosotros decís son tanques para la guerra y el convoy que yo mando está
compuesto de doce tanquetas para la
Paz y por ejemplo las balas no matan sino que generan
ilusiones.
Kuma tampoco se creía nada de lo que estaba oyendo y el Comandante Tino
le iba acercando lentamente a una de las tanquetas y cogiéndole por la cintura
lo subió al lado de la torreta y con voz enérgica le ordenó:
-
Corta un trozo y
cómetelo. Obedece inmediatamente.
Kuma se moría de miedo y ante las órdenes enérgicas del Comandante
Tino, no le quedó mas remedio que cortar un trozo, lo miró por ambos lados, lo
olió y le dio un pequeño bocado
-
Uhmm ¡que bueno!
¡¡¡es chocolate!!!
Los demás niños se partían de risa y ante su incredulidad el Comandante
Tino les ayudó tambien a subir al tanque y según iban probando trozos
aumentaban las risas. Al cabo de un rato se dieron cuenta que lo que parecían
unas impresionantes máquinas para la guerra no eran otra cosa que gigantescas
tartas de un magnífico chocolate.
Pasados los primeros momentos de alegría, el Comandante Tino volvió a
tomar los mandos y con voz firme y segura ordenó a sus fuerzas que se
reagruparan y se preparasen para un zafarrancho de combate. Los soldados se
movían alrededor de los carros de combate, cargaban los cañones pasandose de
mano en mano unos proyectiles que tenían toda la pinta de ser bombas de gran
potencia. Los padres de los niños desde la lejanía observaban tanta maniobra y
se abrazaban preparándose para morir. El Capitán Tino gritó:
- Abuelo que no es Capitán que
es Comandante
- Bueno que mas da. ¡Sabes una
cosa? Que eres un tiquismiquis
- ¿Qué soy un qué?
- Déjalo, es igual, Venga
atiende al cuento que ahora viene lo mas interesante
-
¡¡¡Fuego al
uno!!! Gritó el Capitan, perdón el Comandante Tino
Una bomba salió del cañón, surcó el cielo del desierto, atravesó la
distancia que los separaba de sus familiares y cuando ya estaba a punto de
explotar, se abrió la parte delantera y salieron cientos de palomas mensajeras,
blancas como la arena del desierto y portadoras en sus picos del símbolo de la
paz.
-
¡¡¡Fuego al
dos!!! Volvió a gritar esta vez con voz
todavía mas potente.
Y la bomba detrás de una estela de humo, descargó sobre aquellas tierras
llenas de pobreza, miles y miles de billetes de quinientos euros.
El Comandante Tino acompañó a los niños por los diferentes tanques y
eran ellos mismos los que accionaban el mecanismo para que las bombas
encaminaran sus espoletas de felicidad hacia sus familiares. Una tercera bomba
iba cargada de hermosísimos trajes de princesas y al caer al suelo en lugar de
arrugarse, bailaban al son de alegres canciones.
-
Abuelo – el
nieto volvía a interrumpir la narración – yo eso no me lo creo. ¿Cómo va a
bailar un traje sin nadie dentro? Me parece que me estás metiendo cada bola
-
¿Yo? – el abuelo
lo miraba con atención - ¿de verdad que nunca te has imaginado un traje
bailando solo? Tienes que pensar que los cuentos son cuentos y por eso no vale
verlo con ojos normales sino que hay que mirarlo todo con la imaginación, si nó
¿cómo es posible que salga una bomba de un tanque de chocolate y encima cargada
de Euros? Esto hay que pensar que es un cuento pero que ojalá se hiciera
realidad ¿no te parece?
-
Si – el nieto
con un poco de vergüenza casi ni miraba a su abuelo – pero que aunque tu lo
digas, los trajes no bailan solos.
-
Bueno, bueno
allá tu – el abuelo ponía cara de sorpresa – porque todavía quedan mas bombas.
Por ejemplo, otra que se elevó hasta el cielo, pero muy arriba, muy arriba y
cuando estaba lejos, lejísimos, se abrió y salieron tres paracaidas enormes de
los que colgaban nada mas y nada menos que tres autocaravanas que descendían
balanceándose lentamente y se posaron a solo unos metros de donde estaban los padres
y estos bailaban y reían al abrir sus puertas y ver que dentro tenían una casa
hasta con su cuarto de baño.
Eran ricos y eso que faltaba la bomba final, pero cuando estaba Sami a
punto de de apretar el botón para que saliera disparada desde el tanque del
Comandante Tino, éste le detuvo con gesto enérgico:
-
No dispares
-
¿Porqué?
-
Porque esta es
una bomba de verdad, no de ilusión y su dinamita está diseñada para matar
ilusiones y si la disparásemos ahora se acabaría toda la magia del cuento, o
sea que ahora si que si, colorin, colorado, este cuento se ha acabado
-
¿Ya está?
-
Si, ¿te parece
poco?
-
No se, yo creí
que era de otra manera
-
¿De que manera?
-
Pues no se, pero
mamá siempre me decía que eran unos aviones que tiraban polos
-
¡Ah! Ya, pero
ese es otro
-
¿Y porqué no me
lo cuentas?
-
Entre otras
cosas porque es muy tarde y tenemos que ir a casa a comer
-
¿Y que mas da?
-
¡Como que que
mas da! La hora de comer es la hora de comer
-
No si yo lo digo
porque la abuela no está y mamá está trabajando o sea que vamos a seguir estando
los dos solos.
-
Ya pero es muy
tarde. Venga vamos y despues de comer y de dormir la siesta te cuento otro que
se me está ocurriendo.
Abuelo y nieto se encaminaron hacia su casa tratando de adaptar sus
pasos a la velocidad de cada uno. El nieto muy deprisa como queriendo llegar
cuanto antes a todas las cosas con que la vida le iba a ir sorprendiendo y el
abuelo con paso lento y cansino como queriendo permanecer en la recta final,
sin llegar nunca a la meta porque allí estaba su futuro y el futuro en su caso,
no era lo mas apetecible.
Madrid, 4 de Diciembre de 2007
¡¡ Que preciosidad !!!.
ResponderEliminarTino, que bien escribes; que bien está construida la historia. Es original y distinta.
Me ha encantado
Bss
Por que no se ven mis comentarios?
ResponderEliminarMarta
Bueno lo tengo que mandar como anonimo pero firmo al final y ya esta.
ResponderEliminarLo prometido es deuda y como empiezas novela nueva aqui tienes una nueva seguidora.
A Miguel no le llegan los mail de que has publicado algo. Lo puedes arreglar?
Marta
Los nietos es lo mejor que tenemos. Bonito cuento que contaré a los niños en cuanto los vea. Enhorabuena y siempre a la orden "Comandante Tino".
ResponderEliminarBienvenida al club, Marta.
Besos a todos
Yo también he vuelto!!
ResponderEliminarUn abrazo a todos los demás lectores!!
Yo no lo haía leído, me ha encantado!!!!!tienes una imaginación.....Bueno ya vas teniendo más seguidores. Animo y a por la siguiente. Besos.
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