sábado, 10 de noviembre de 2012

LA ENFERMERA RURAL: CAPITULO 17

Queridos blogueros/as: Cada día que se me ocurre entrar en este blog me pasa algo y hoy como es natural no iba a ser menos. Me he levantado a las seis y pico de la mañana  como si fuera un operario de esos de las basuras del Ayuntamiento y  me he puesto a escribir, vamos que parecía un profesional. Todo muy bien, copio y pego el capítulo 17 y cuando le doy a la tecla de publicar dice que no se puede hacer en ese momento y se acabó, total que vuelta a empezar, eso si, a una hora mas prudente porque ahora son las once  y pico.

La historia de Sofía continúa, ya solo tenemos que llegar al capítulo 26 para terminar y como es un capítulo impar pues ya se sabe, toca pueblo y encima va y conoce al Médico al que espero no parecerme en nada, pero es lo que hay.

Como ya sois mi familia, vosotros los blogueritos y yo el bloguero padre, os diré que hoy cumplo 67 tacos ¡67 tacos! es el momento de exclamar eso de "quien lo diría si parece que fue ayer cuando ............" Si, si, ayer, pero a lo mejor de eso han pasado cuarenta años. En fin, esto es así y no hay mas remedio que aceptarlo y mejor con buen humor porque me va a dar lo mismo.

¡ No me fastidies! justo acaba de salir la banda rosa que dice que se ha producido un error al guardar o publicar tu entrada. Vuelve a intentarlo mas tarde. Un día que tenga tiempo tengo que hablar con el tal Bill Gates porque ¡ya está bien! y ahora ¿que hago? casi no voy a mover ni un dedo y espero a que venga mi asesor informático (mi hijo Tito)

Un abrazo

Tino Belas 
CAPITULO 17.-


David, sentado en un taburete al lado de la mesa de la cocina con un tazón de Cola Cao y unos bollos, no se percató de la presencia de su madre. Era un niño de trece años, moreno, alto para su edad, pelo corto a la moda de la época, vestía pantalones vaqueros largos, jersey azul marino y por el cuello sobresalía una parte de su camisa blanca

-  Buenos días David ¿te has duchado?

David se volvió con la boca completamente manchada de Cola Cao

-  Hola, Mamá, no sabía que te habías levantado.
-  ¿Has recogido el cuarto de baño?
-  Si
-  Así me gusta, que me eches una mano. ¿Qué vas a hacer?
-  He quedado con Julián en la plaza para jugar al fútbol ¿me dejas?
-  Claro, pero con la condición que no te muevas de allí.
-  Mamá que tengo trece años
-  Por eso, si tuvieras veinticinco sería distinto
-  Bueno, hasta luego

David se limpió la boca con una servilleta de papel, le dio un beso fugaz a su madre y salió de estampida.

Sofía pasó un trapo por la cocina, limpió el suelo con una fregona y se sentó en la mesa de la cocina con la idea de estudiar un rato, pero lo dejó ante la imposibilidad de concentrarse. Llevaba en el pueblo un mes y ya tenía varios pacientes citados para todos los días, una felicitación del Alcalde, una casa en condiciones, un hijo encantado viviendo en allí y una vida tranquila. De poner algún pero, sería una cierta soledad. Todavía no había salido a la calle excepto una visita que había realizado a una paciente en su casa y otro día para charlar con el Alcalde en el Ayuntamiento. La casa la tenía bastante bien organizada a pesar que sus efectos personales habían llegado muy pocos días antes. Su dormitorio si que estaba terminado, solo le faltaba un espejo. Sin embargo, el de David era todavía un proyecto. La cama recién hecha, era demasiado grande y las paredes estaban como el día que las pintaron, completamente blandas, sin un solo adorno, ni siquiera un cuadro. Su maleta estaba en el suelo, a un lado de la cama, medio abierta y por allí asomaban un par de calcetines, la manga de una camisa y hasta el mango de una raqueta de tenis. Aunque quisiera, no podía colgar la ropa porque el armario estaba sin una sola balda.

El cuarto de baño de Sofía iba teniendo un aspecto como corresponde a una señora de su edad. En un pequeño armario, al que le faltaba la puerta, se acumulaban lápices de ojos, brochas para maquillaje, dos cepillos de dientes, alguna polvera y hasta una dobla pestañas que había conseguido en Honduras.

Pensó en su soledad y llegó a la conclusión que era porque quería. Entre pitos y flautas, hacía ya casi trece años que se había quedado viuda y como cualquier joven teóricamente necesitaba compañía, pero el solo recuerdo de David, su marido, la llenaba de tal manera que no necesitaba a nadie. Sin embargo ahora, estaba en un pueblo, su hijo parecía contento a pesar de no haber empezado todavía el colegio, Ella tenía mucho mas tiempo libre que en Madrid y ya empezaba a pensar en como utilizarlo. La mañana la tenía ocupada con la casa y la consulta, pero por la tarde disponía de todo el tiempo del mundo. Por fin toda la tarde para ella ¡que maravilla!

Podría leer, estudiar, preparar el jardín, pensar y porque no, perder el tiempo que tampoco estaba tan mal. Se podría hacer realidad el dicho aquel que había leído en algún sitio de vosotros tenéis los relojes y yo el tiempo ¡que gran verdad!

Enfrascada en tales pensamientos no oyó la alarma de la sala de espera hasta el tercer timbrazo. Entonces bajó precipitadamente la escalera y pidió disculpas a un matrimonio que se había sentado uno enfrente de otro.
Les hizo pasar a su despacho y comenzó a anotar lo que le sucedía al marido que era el paciente, no sin antes recordarle que la consulta era por la mañana, pero que no tenía ningún inconveniente en recibirles.

Don Gustavo Lopez Riera, le contaba que desde hacía seis años tenía un problema de próstata y como consecuencia del mismo se veía en la necesidad de ir permanentemente sondado y cada quince días hacer un cambio de la sonda para evitar una mas que posible infección de orina.
Don Antonio María, el Médico, se había negado desde el primer día a hacer las veces de ATS y lo enviaba sistemáticamente al Hospital para que se la cambiaran, con el consiguiente gasto en taxi que, aunque la Seguridad Social  se lo reembolsaba religiosamente, constituía un esfuerzo crematístico importante para una economía con pocos recursos. Don Gustavo era un jubilado del campo y cobraba la pensión correspondiente que le llegaba para llegar a fin de mes, pero sin hacer ningún exceso.

El anciano le preguntó directamente a Sofía si se encontraba capacitada para cambiarle la sonda y ante la afirmación de ella, sacó del bolsillo un envoltorio, lo abrió lentamente y lo dejó encima de la mesa.

-  Si es tan amable, se quita los pantalones detrás del biombo, se tumba en la camilla y se tapa con ésta sábana.

Sofía permaneció sentada en su asiento hasta que Don Gustavo la avisó que ya estaba preparado. Se acercó hasta él, se colocó unos guantes y con habilidad retiró la sonda que traía e introdujo la nueva, previa aplicación de una pequeña cantidad de vaselina, con un pequeño movimiento rotatorio.

-  Gracias Señorita, lo ha hecho usted estupendamente.

De la misma manera que con los pacientes anteriores, decidió preguntarle lo que le cobraba el Médico y aplicarle la mitad de la tarifa. En este caso todavía fue menor porque Don Antonio María le cobraba menos por la consulta, pero también es verdad que se limitaba a enviarlo al Hospital para que le cambiaran la sonda. Don Gustavo pagó y Sofía se guardó el dinero en el bolsillo. Les acompañó hasta la puerta y quedaron citados para realizar la misma operación dentro de quince días.
Sentada de nuevo en el cuarto de estar de su casa, contó el dinero cobrado ese día y pensó que con tres pacientes diarios tendría todos los gastos del mes cubiertos.

Tenía la intención de anotar todos los ingresos y gastos de la consulta para hacerse cargo de la situación de una forma real. Se había acabado la tranquilidad de un sueldo fijo, tenía el del Ayuntamiento, pero muy escaso, y tenía necesidad de ser mas cuidadosa con su situación económica.

Disponía de algunos ahorros pero no estaba dispuesta a dilapidarlos como si fuera millonaria. Después de tantos años había perdido la esperanza de cobrar algún tipo de pensión por la muerte de David.

Ahora iba a disponer de un sueldo pequeño, muchísimo menor del que cobraba en el Hospital de Madrid, pero tenía la enorme ventaja del sobre sueldo que supondría el cobro de pequeños honorarios a los pacientes procedentes de la iguala de Don Antonio María. Pensaba que iba a ser menos, pero cada día aparecía algún paciente nuevo.

Tenía absolutamente claro que antes o después chocaría con el Médico, por eso su postura era de total claridad en las cuentas para evitar, en lo posible, argumentos para una denuncia.

Los días pasaban casi sin darse cuenta, la consulta iba viento en popa y ya eran varios los pacientes que le había enviado a Don Antonio María por considerar que eran casos de Médico, no de ATS. David había comenzado a ir al colegio y era el niño más feliz del mundo. Eso si, no paraba en casa, pero siempre estaba localizada, ya se sabe que en los pueblos y más si son pequeños, se sabe donde está casi sin necesidad de llamarle. Fueron varios los vecinos que le agradecieron su labor y Sofía se consideraba una privilegiada.

Sin embargo, el conflicto que ella había tratado de evitar por todos los medios, se produjo no mas de al mes y medio o dos meses de estar en el pueblo. Doña Carmen Santamaría antigua maestra del pueblo, jubilada y enviudada casi a la vez, se presentó un día en casa de Sofía, como a las diez y pico de la noche con el típico cuadro de ansiedad como consecuencia de una fobia que había adquirido recientemente y que era un terror injustificado a la oscuridad. Sofía había comenzado a tratarla con sesiones de psicología aplicada. Llevaba dos semanas de tratamiento y el lunes de la tercera semana, Doña Carmen apareció muerta en la cocina de su casa con claros signos de intoxicación por barbitúricos. Muy cerca de donde apareció, una caja de Lexatín abierta y casi sin comprimidos era la prueba más evidente que se trataría de un suicidio. Naturalmente llamaron a Don Antonio María quien aseguró que estaba muerta, pero se negó a firmar el certificado de defunción por ser una paciente que él no trataba habitualmente, por lo que tuvieron que avisar al Juez de Guardia quien después de unas horas de demora, hizo una inspección ocular de la habitación donde Doña Carmen había aparecido muerta y ordené trasladar el cadáver hasta la ciudad para que allí le fuera realizada la correspondiente autopsia para determinar con precisión la causa de su fallecimiento aunque parecía claro que la hipótesis que mas se acercaba a la realidad era el fallecimiento por la toma de una cantidad importante de pastillas de Lexatin. Por todo el pueblo circuló la versión que la muerte se había producido por la ingestión de unas pastillas que Sofía le había recetado, lo que era absolutamente falso. Sofía es verdad que la estaba tratando pero nunca le había recetado ningún tipo de pastillas, entre otras cosas porque ella sabía que eso si que podría ser motivo de una demanda por parte de Don Antonio María. Sabía que tomaba Lexatin porque la paciente se lo había confirmado, pero por indicación del Médico, no de ella. Naturalmente la primera versión fue la muerte por exceso de pastillas y de ahí se pasó a que en la consulta de la nueva ATS se recetaban cientos de medicamentos y muchos de ellos sin siquiera receta. Algunos afirmaban que ella, en la misma consulta, les había intentado convencer para que tomaran unas pastillas, sin nombre y sin ningún tipo de etiqueta y de ahí se pasó hasta que en esa consulta se practican tratamientos anti epilépticos mediante electro-shock. Rumores naturalmente que iban socavando la integridad de Sofía quien se encontraba en disposición de rebatir cada uno de los bulos, pero para eso tenía que ser escuchada por los organismos competentes. Estaba segura que cuando saliera el juicio, las aguas volverían a su cauce, pero ¿cuántos años tendría que seguir soportando esta situación de indefensión? ¿Hasta que saliera el juicio?
Sofía sabía que el único que podría salvarla de la quema sería el propio Don Antonio María, el Médico y para eso lo mejor es que fuera a verle directamente para acallar tantísimo dimes y diretes como circulaban por el pueblo.

Dicho y hecho, un sábado por la mañana, con un sol de primavera que alegraba los campos, Sofía llamó al timbre de la consulta de Don Antonio María en el pueblo de al lado. Le abrió una chica con uniforme blanco quien después de conocer la identidad de quien había accedido a la sala de espera, la invitó a que esperara unos segundos hasta que viniera el Doctor.
Eso si que era una sala de espera y no la que ella tenía en el Consultorio. Era como más personal, con más empaque. En todo se respiraba un ambiente de calidez, los sillones estaban tapizados con telas alegres como de flores con motivos de caza, las revistas se apilaban en varias mesas bajas mientras que la luz provenía de varios focos halógenos colocados en el techo, estratégicamente distribuidos por el techo de un blanco impecable. Las paredes estaban decoradas con multitud de diplomas del Doctor tanto de su asistencia a curso nacionales como internacionales. En el centro como queriendo ocupar un espacio importante, la orla fin de carrera. Sofía estaba tratando de descubrir quien sería Don Antonio María entre aquel enjambre de cabezas jóvenes todas vestidas con el mismo traje, cuando la enfermera le indicó que Don Antonio María la estaba esperando.

La acompañó a través de un pasillo lleno de fotos en la que el Médico se daba la mano con muchos personajes conocidos, sobre todo, con gentes del mundo del toro, hasta hacer su entrada en un despacho amplio, el suelo revestido con una moqueta beige y las paredes todas con estanterías llenas de libros y revistas médicas. Los pequeños espacios vacíos estaban colmados con unos cuadros de paisajes castellanos pintados con tonos suaves, de marcos de bordes dorados finos que contribuían a mantener todavía más un ambiente acogedor. Cuando Sofía, rodeada de todo aquello trataba de imaginarse a Don Antonio María, apareció con su bata blanca recién planchada, cara curtida por el sol, importantes entradas, bigote blanco muy arreglado, manos finas con uñas muy bien recortadas, camisa azul con corbata de tonos también azules y chaqueta cruzada del mismo color que realzaba unos pantalones beige con la raya milimétricamente planchada. Allí estaba él, Sofía se levantó y estrechó la mano del Médico que se la extendía educadamente pero si expresar la mas mínima satisfacción. A primera vista parecía un hombre mayor, que trataba de disimularlo con ropa quizás algo juvenil para su edad, pero parecía agradable, aunque se notaba que no se encontraba cómodo ante la situación. No parecía tan autoritario como se lo habían descrito y hasta ese momento parecía bastante normal

-  Buenos días, Señorita Sofía – su voz era profunda y bien modulada –me alegro de conocerla
-  Igualmente, Don Antonio María – Sofía le hablaba en el mismo tono.

El Médico la observó de arriba abajo como si fuera un paciente al que iba a tratar por primera vez en la consulta. Con un gesto de su mano derecha la invitó a sentarse mientras él hacía lo mismo

-  Usted dirá – Don Antonio María parecía interesado en conocer la versión de Sofía.
-  Me imagino que le extrañará mi presencia aquí y encima un sábado por la mañana – Sofía sonrió tratando de mantener una conversación en un tono distendido.
-  No se crea – Don Antonio María también sonrió dejando ver una dentadura en perfecto estado de revista – si quiere que sea sincero esperaba que hubiera venido a presentarse cuando vino al pueblo.
-  Yo también pensaba hacerlo, pero entre organizar la casa, el traslado y comenzar a trabajar prácticamente no he tenido ni un minuto libre.
-  Es una pena porque esto que ha ocurrido ya sabía que antes o después iba a ocurrir y mejor hubiera sido que …

Sofía le interrumpió bruscamente e intervino dejando de lado las sonrisas y adoptando una postura de absoluta seriedad

-  Un momento, si piensa lo que creo que está pensando – Sofía le miraba a los ojos sin dejarse intimidar – está absolutamente equivocado y antes que diga nada si le parece le explico la realidad de los hechos

El Dr. Parrondo apoyó su barbilla en la mano derecha con un gesto de absoluta atención

-  Soy todo oídos
-  Muy bien – Sofía recordó uno a uno los diferentes apartados a los que tenía pensado referirse – en primer lugar, Doña Carmen no falleció por las pastillas que supuestamente yo le había recetado, sencillamente porque yo nunca receto
-  ¿Seguro? – El Dr. Parrondo sacó del primer cajón de su mesa una cuartilla en la que, con letra de Sofía se recetaba algún medicamento – y esto ¿qué es?
-  Eso no es una receta – El tono de voz de Sofía iba en aumento – y usted lo sabe o lo debería de saber. Ese papel que exhibe usted como si fuera la causa de mi próxima pena de muerte no sirve absolutamente para nada. En ese papel, lo único que pone es el nombre de un producto que venden en los herbolarios y que se lo di a una paciente para que se acordara del nombre al llegar a la ciudad. Además – Sofía se iba subiendo por las paredes poco a poco – Además y eso también lo debería de saber, en esa nota no figura ni mi nombre ni ningún dato que sirviera de prueba como que yo quisiera interferir en su trabajo y si estoy equivocada, le ruego que me lo demuestre.

Sofía no desviaba la mirada de los ojos de Don Antonio María quien se vio en la obligación de decirle lo que pesaba

-  Mire, Señorita, yo no tengo que demostrarle absolutamente nada. Es el pueblo el que la está juzgando y serán ellos los que dicten sentencia.
-  Me parece muy bien, pero para que el pueblo sea capaz de dictar sentencia justa lo primero que hay que decirle es la verdad y usted sabe, porque me consta que lo sabe, que yo nunca he recetado ni una sola pastilla de nada.
-  ¿Está usted insinuando que yo ando por ahí criticándola?
-  Estoy segura, pero no lo puedo demostrar
-  Es una afirmación peligrosa
-  ¿Y quien le ha dicho a usted que yo he dicho tal cosa?
-  Lo ha dicho usted hace un segundo, Señorita
-  No es verdad – Sofía volvió a elevar el tono de voz – lo que he dicho y me reafirmo es que íntimamente estoy convencida que usted alimenta esos bulos, eso seguro, pero a continuación también he dicho que no lo puedo demostrar, por lo tanto ante un Juez no tendría ninguna validez.
-  Señorita – Don Antonio María se iba poniendo cada segundo un poco mas rojo, una vena parecía querer salirse del centro de la frente mientras que su cara iba adoptando una expresión de dureza – sería el colmo que negara que en una consulta clandestina de Enfermería de un pueblo perdido está usted viendo pacientes y tratándolos como si fuera el Médico. Eso no me lo puede negar
-  Le puedo negar todo. Primero, no es una consulta clandestina - Don Antonio María elevó la cejas y la miró con escepticismo
-  No, no me mire con esa cara porque tengo razón y si no pregúnteselo al Alcalde. Segundo: tengo las historias clínicas de todos los pacientes que he visto hasta ahora y le invito con mucho gusto a que las revise una a una y ahí verá que ninguno tiene medicación recetada por mí. Otra cosa bien distinta es que yo, como ATS,      crea que es mejor una que otra y exprese mi opinión
-  ¿Y eso no es hacer Medicina? – Don Antonio María trataba que el rubor que iba “in crescendo” no le afectara a sus coronarias. Sabía muchas cosas de sus métodos, pero en la mayoría de los casos, al igual que Sofía, no lo podía demostrar
-  No señor, seguro que no y por lo tanto es absurda esa acusación de intrusismo que usted emplea sistemáticamente contra mi.
-  Perdone Señorita pero que yo sepa hasta ahora no la acuso de nada y si no enséñeme por favor la citación judicial para que vaya a declarar ¿la tiene?
-  No señor
-  Pues entonces no levante falsos testimonios contra mi persona ¿entendido?
-  Si señor – Sofía bajó los ojos tratando de ordenar sus ideas para no decir nada de lo que mas adelante se tendría que arrepentir. No estaba dispuesta a tragar, pero su postura tenía que ser inteligente y mantenerse lo mas prudente posible – entiendo perfectamente lo que me dice y le pido disculpas si me he excedido con algún comentario, pero usted estará de acuerdo conmigo en que yo no he tenido nada que ver en el fallecimiento de Doña Carmen. Ella estuvo en mi consulta por una depresión que la estaba consumiendo y yo la traté durante cuatro sesiones tratando de buscar los rasgos de su personalidad que la ayudaran a salir de ese pozo sin fondo que es la depresión y cuando ya parecía que en el horizonte aparecía una ligera luz de esperanza, Doña Carmen optó por tomarse dos envases enteros de Lexatín y puso fin a su vida. Esa es la verdad y espero que la autopsia confirme mi versión y no todas aquellas que circulan por todo el pueblo
-  Perdone Señorita y eso que ha hecho usted con Doña Carmen ¿no es tratar a un paciente?
-  Tengo la impresión que no sabe, o si lo sabe no desea acordarse, que se olvida que, además de ATS, he estudiado Psicología por la Universidad de Mali y tengo mi título convalidado.
-  ¡Menudo título!
-  Ese título aunque a usted le moleste, está convalidado en España y me permite ejercer en este país.
-  Como psicóloga si, señorita, pero en ningún caso le da una patente de corso para suplantar la labor del Médico.

Don Antonio María se levantó, se acercó a la ventana y  se quedó con las manos cruzadas en la espalda observando un amanecer teñido de múltiples colores.

-  En cualquier caso hay una evidencia que no me puede negar.
-  Dígame cual
-  Señorita no se haga la tonta porque usted lo sabe mejor que yo. De la iguala que tenía en ese pueblo se han borrado casi sesenta personas, lo que representa la mayoría y además supone una pérdida económica para mi bolsillo que no estoy dispuesto a tolerar. Han sido muchos años de sacrificios para llegar a esta situación muy buena para mi, con una cartera de clientes razonable y usted no va ser la que rompa esa armonía que existe entre mis pacientes y un servidor y usted tendrá que responder delante de un Juez porque yo no estoy dispuesto a renunciar a todo lo conseguido- Lo siento, pero no estoy por la labor.
-  Me parece muy bien – Sofía se mantenía firme en su planteamiento – estamos en una democracia y tiene usted todo el derecho de poner una denuncia o hacer lo que le de la gana, pero sepa que no tiene razón
-  Pero ¿cómo se atreve a opinar? usted no sabe nada de todo esto
-  Si que se, bastante mas de lo que usted se cree y no tiene razón. La gente no se borra de la iguala que tiene con usted porque yo la trate bien o mal, no, la gente se borra porque usted no los atiende como es debido

Don Antonio María no daba crédito a lo que estaba oyendo

-  Ahora me viene una jovencita a darme lecciones ¡que pretende! ¿enseñar a un padre a hacer hijos? Le recuerdo señorita que llevo casi cuarenta años ejerciendo siempre en el medio rural y lo que me faltaba es que venga usted a decirme como tengo que tratar a mis pacientes ¡lo que me faltaba!
-  Usted puede pensar lo que quiera, pero como siga con esta actitud, se va a quedar sin ninguno
-  ¿Qué cree? ¿Qué se van ir todos con usted?
-  Conmigo o con cualquiera que les atienda. Usted sabe mejor que yo que muchos de esos pacientes son mayores y lo único que necesitan es que alguien les dedique tiempo, que los escuche, que no se limite a hacerles una receta nada mas abrir la puerta de la consulta y que encima le cobre caro, porque para un pueblo esa cantidad es bastante cara.
-  Eso mismo dijeron otras enfermeras que le han precedido en el cargo y mire donde están. Ya se que es difícil para una jovencita orgullosa como usted, pero hágase a la idea que si quiere permanecer en el pueblo tiene que colaborar conmigo y no yo con usted – Don Antonio María la señaló con su dedo índice – lo contrario puede ser peligroso para usted y aténgase a las consecuencias.
-  ¿Me está amenazando?

El Médico soltó una sonora carcajada

-  Le repito el razonamiento que hacía usted antes, ¿le he dicho yo algo amenazante? Si es así ya sabe donde está el Juzgado de Guardia. ¿Algo más señorita enfermera?
-  No, nada más.

Sofía se levantó, dio media vuelta y se marchó pasillo adelante dejando a Don Antonio María con la mano extendida esperando una despedida. Al llegar a la puerta de entrada, la abrió, salió pegando un buen portazo y se marchó para su pueblo con la satisfacción de saber que estaba en posesión de la verdad y así se la había expuesto al que tenía que hacerlo





3 comentarios:

  1. El Tío Javier Belas10 de noviembre de 2012, 19:01

    Lo primero muchas felicidades y que cumplas muchos mas, pero sin olvidarte de escribir el capítulo semanal.
    Muy bien Sofía. Cuando hay que cantar las cuarenta se cantan y ya está, sea con quien sea.
    Esto se va calentando. Me parece estupendo.
    Hasta la próxima.

    ResponderEliminar
  2. Tino, muchisimas felicidades !!!! y muchas gracias por compartir unos minutos de "tu día", con los bloguerines.
    Esto se pone pero que de rechupete.... con suicidios, líos judiciales, médico jorobado, etc. etc.
    Sofía está en su sitio pero no sé que tipo de suerte le espera. No sé, no sé. El médico le quiere buscar las vueltas y en el pueblo hay hay algún paciente traidor ¿o no?
    Veremos que sucede próximamente
    Hasta la semana que viene

    ResponderEliminar
  3. Ya me parecía a mi que el medico y Sofia no se iban a llevar muy bien.....Me encanta la actuación de Sofia, con dos narices se ha enfrentado al cabrito del medico. !!!!que pasara en el siguiente capítulo¡¡¡¡¡¡ esta super emocinante, ya veremos.... Besos y Felicidades.

    ResponderEliminar