La historia de Sofía continúa, ya solo tenemos que llegar al capítulo 26 para terminar y como es un capítulo impar pues ya se sabe, toca pueblo y encima va y conoce al Médico al que espero no parecerme en nada, pero es lo que hay.
Como ya sois mi familia, vosotros los blogueritos y yo el bloguero padre, os diré que hoy cumplo 67 tacos ¡67 tacos! es el momento de exclamar eso de "quien lo diría si parece que fue ayer cuando ............" Si, si, ayer, pero a lo mejor de eso han pasado cuarenta años. En fin, esto es así y no hay mas remedio que aceptarlo y mejor con buen humor porque me va a dar lo mismo.
¡ No me fastidies! justo acaba de salir la banda rosa que dice que se ha producido un error al guardar o publicar tu entrada. Vuelve a intentarlo mas tarde. Un día que tenga tiempo tengo que hablar con el tal Bill Gates porque ¡ya está bien! y ahora ¿que hago? casi no voy a mover ni un dedo y espero a que venga mi asesor informático (mi hijo Tito)
Un abrazo
Tino Belas
CAPITULO
17.-
David,
sentado en un taburete al lado de la mesa de la cocina con un tazón de Cola Cao
y unos bollos, no se percató de la presencia de su madre. Era un niño de trece
años, moreno, alto para su edad, pelo corto a la moda de la época, vestía
pantalones vaqueros largos, jersey azul marino y por el cuello sobresalía una
parte de su camisa blanca
- Buenos días David ¿te has duchado?
David
se volvió con la boca completamente manchada de Cola Cao
- Hola, Mamá, no sabía que te habías levantado.
- ¿Has recogido el cuarto de baño?
- Si
- Así me gusta, que me eches una mano. ¿Qué vas
a hacer?
- He quedado con Julián en la plaza para jugar
al fútbol ¿me dejas?
- Claro, pero con la condición que no te muevas
de allí.
- Mamá que tengo trece años
- Por eso, si tuvieras veinticinco sería
distinto
- Bueno, hasta luego
David
se limpió la boca con una servilleta de papel, le dio un beso fugaz a su madre
y salió de estampida.
Sofía
pasó un trapo por la cocina, limpió el suelo con una fregona y se sentó en la
mesa de la cocina con la idea de estudiar un rato, pero lo dejó ante la
imposibilidad de concentrarse. Llevaba en el pueblo un mes y ya tenía varios
pacientes citados para todos los días, una felicitación del Alcalde, una casa
en condiciones, un hijo encantado viviendo en allí y una vida tranquila. De
poner algún pero, sería una cierta soledad. Todavía no había salido a la calle
excepto una visita que había realizado a una paciente en su casa y otro día
para charlar con el Alcalde en el Ayuntamiento. La casa la tenía bastante bien
organizada a pesar que sus efectos personales habían llegado muy pocos días
antes. Su dormitorio si que estaba terminado, solo le faltaba un espejo. Sin
embargo, el de David era todavía un proyecto. La cama recién hecha, era
demasiado grande y las paredes estaban como el día que las pintaron,
completamente blandas, sin un solo adorno, ni siquiera un cuadro. Su maleta
estaba en el suelo, a un lado de la cama, medio abierta y por allí asomaban un
par de calcetines, la manga de una camisa y hasta el mango de una raqueta de
tenis. Aunque quisiera, no podía colgar la ropa porque el armario estaba sin
una sola balda.
El
cuarto de baño de Sofía iba teniendo un aspecto como corresponde a una señora
de su edad. En un pequeño armario, al que le faltaba la puerta, se acumulaban
lápices de ojos, brochas para maquillaje, dos cepillos de dientes, alguna polvera
y hasta una dobla pestañas que había conseguido en Honduras.
Pensó
en su soledad y llegó a la conclusión que era porque quería. Entre pitos y
flautas, hacía ya casi trece años que se había quedado viuda y como cualquier
joven teóricamente necesitaba compañía, pero el solo recuerdo de David, su
marido, la llenaba de tal manera que no necesitaba a nadie. Sin embargo ahora,
estaba en un pueblo, su hijo parecía contento a pesar de no haber empezado
todavía el colegio, Ella tenía mucho mas tiempo libre que en Madrid y ya
empezaba a pensar en como utilizarlo. La mañana la tenía ocupada con la casa y
la consulta, pero por la tarde disponía de todo el tiempo del mundo. Por fin
toda la tarde para ella ¡que maravilla!
Podría
leer, estudiar, preparar el jardín, pensar y porque no, perder el tiempo que
tampoco estaba tan mal. Se podría hacer realidad el dicho aquel que había leído
en algún sitio de vosotros tenéis los relojes y yo el tiempo ¡que gran verdad!
Enfrascada
en tales pensamientos no oyó la alarma de la sala de espera hasta el tercer
timbrazo. Entonces bajó precipitadamente la escalera y pidió disculpas a un
matrimonio que se había sentado uno enfrente de otro.
Les
hizo pasar a su despacho y comenzó a anotar lo que le sucedía al marido que era
el paciente, no sin antes recordarle que la consulta era por la mañana, pero
que no tenía ningún inconveniente en recibirles.
Don
Gustavo Lopez Riera, le contaba que desde hacía seis años tenía un problema de
próstata y como consecuencia del mismo se veía en la necesidad de ir
permanentemente sondado y cada quince días hacer un cambio de la sonda para
evitar una mas que posible infección de orina.
Don
Antonio María, el Médico, se había negado desde el primer día a hacer las veces
de ATS y lo enviaba sistemáticamente al Hospital para que se la cambiaran, con
el consiguiente gasto en taxi que, aunque la Seguridad Social se lo reembolsaba religiosamente, constituía
un esfuerzo crematístico importante para una economía con pocos recursos. Don
Gustavo era un jubilado del campo y cobraba la pensión correspondiente que le
llegaba para llegar a fin de mes, pero sin hacer ningún exceso.
El
anciano le preguntó directamente a Sofía si se encontraba capacitada para
cambiarle la sonda y ante la afirmación de ella, sacó del bolsillo un
envoltorio, lo abrió lentamente y lo dejó encima de la mesa.
- Si es tan amable, se quita los pantalones
detrás del biombo, se tumba en la camilla y se tapa con ésta sábana.
Sofía
permaneció sentada en su asiento hasta que Don Gustavo la avisó que ya estaba
preparado. Se acercó hasta él, se colocó unos guantes y con habilidad retiró la
sonda que traía e introdujo la nueva, previa aplicación de una pequeña cantidad
de vaselina, con un pequeño movimiento rotatorio.
- Gracias Señorita, lo ha hecho usted
estupendamente.
De la
misma manera que con los pacientes anteriores, decidió preguntarle lo que le
cobraba el Médico y aplicarle la mitad de la tarifa. En este caso todavía fue
menor porque Don Antonio María le cobraba menos por la consulta, pero también
es verdad que se limitaba a enviarlo al Hospital para que le cambiaran la
sonda. Don Gustavo pagó y Sofía se guardó el dinero en el bolsillo. Les
acompañó hasta la puerta y quedaron citados para realizar la misma operación
dentro de quince días.
Sentada
de nuevo en el cuarto de estar de su casa, contó el dinero cobrado ese día y
pensó que con tres pacientes diarios tendría todos los gastos del mes
cubiertos.
Tenía
la intención de anotar todos los ingresos y gastos de la consulta para hacerse
cargo de la situación de una forma real. Se había acabado la tranquilidad de un
sueldo fijo, tenía el del Ayuntamiento, pero muy escaso, y tenía necesidad de
ser mas cuidadosa con su situación económica.
Disponía
de algunos ahorros pero no estaba dispuesta a dilapidarlos como si fuera
millonaria. Después de tantos años había perdido la esperanza de cobrar algún
tipo de pensión por la muerte de David.
Ahora
iba a disponer de un sueldo pequeño, muchísimo menor del que cobraba en el
Hospital de Madrid, pero tenía la enorme ventaja del sobre sueldo que supondría
el cobro de pequeños honorarios a los pacientes procedentes de la iguala de Don
Antonio María. Pensaba que iba a ser menos, pero cada día aparecía algún
paciente nuevo.
Tenía
absolutamente claro que antes o después chocaría con el Médico, por eso su
postura era de total claridad en las cuentas para evitar, en lo posible,
argumentos para una denuncia.
Los
días pasaban casi sin darse cuenta, la consulta iba viento en popa y ya eran
varios los pacientes que le había enviado a Don Antonio María por considerar
que eran casos de Médico, no de ATS. David había comenzado a ir al colegio y
era el niño más feliz del mundo. Eso si, no paraba en casa, pero siempre estaba
localizada, ya se sabe que en los pueblos y más si son pequeños, se sabe donde
está casi sin necesidad de llamarle. Fueron varios los vecinos que le
agradecieron su labor y Sofía se consideraba una privilegiada.
Sin
embargo, el conflicto que ella había tratado de evitar por todos los medios, se
produjo no mas de al mes y medio o dos meses de estar en el pueblo. Doña Carmen
Santamaría antigua maestra del pueblo, jubilada y enviudada casi a la vez, se
presentó un día en casa de Sofía, como a las diez y pico de la noche con el
típico cuadro de ansiedad como consecuencia de una fobia que había adquirido
recientemente y que era un terror injustificado a la oscuridad. Sofía había
comenzado a tratarla con sesiones de psicología aplicada. Llevaba dos semanas
de tratamiento y el lunes de la tercera semana, Doña Carmen apareció muerta en
la cocina de su casa con claros signos de intoxicación por barbitúricos. Muy
cerca de donde apareció, una caja de Lexatín abierta y casi sin comprimidos era
la prueba más evidente que se trataría de un suicidio. Naturalmente llamaron a
Don Antonio María quien aseguró que estaba muerta, pero se negó a firmar el
certificado de defunción por ser una paciente que él no trataba habitualmente,
por lo que tuvieron que avisar al Juez de Guardia quien después de unas horas
de demora, hizo una inspección ocular de la habitación donde Doña Carmen había
aparecido muerta y ordené trasladar el cadáver hasta la ciudad para que allí le
fuera realizada la correspondiente autopsia para determinar con precisión la
causa de su fallecimiento aunque parecía claro que la hipótesis que mas se
acercaba a la realidad era el fallecimiento por la toma de una cantidad
importante de pastillas de Lexatin. Por todo el pueblo circuló la versión que
la muerte se había producido por la ingestión de unas pastillas que Sofía le
había recetado, lo que era absolutamente falso. Sofía es verdad que la estaba
tratando pero nunca le había recetado ningún tipo de pastillas, entre otras
cosas porque ella sabía que eso si que podría ser motivo de una demanda por
parte de Don Antonio María. Sabía que tomaba Lexatin porque la paciente se lo
había confirmado, pero por indicación del Médico, no de ella. Naturalmente la
primera versión fue la muerte por exceso de pastillas y de ahí se pasó a que en
la consulta de la nueva ATS se recetaban cientos de medicamentos y muchos de
ellos sin siquiera receta. Algunos afirmaban que ella, en la misma consulta,
les había intentado convencer para que tomaran unas pastillas, sin nombre y sin
ningún tipo de etiqueta y de ahí se pasó hasta que en esa consulta se practican
tratamientos anti epilépticos mediante electro-shock. Rumores naturalmente que
iban socavando la integridad de Sofía quien se encontraba en disposición de
rebatir cada uno de los bulos, pero para eso tenía que ser escuchada por los organismos
competentes. Estaba segura que cuando saliera el juicio, las aguas volverían a
su cauce, pero ¿cuántos años tendría que seguir soportando esta situación de
indefensión? ¿Hasta que saliera el juicio?
Sofía
sabía que el único que podría salvarla de la quema sería el propio Don Antonio
María, el Médico y para eso lo mejor es que fuera a verle directamente para
acallar tantísimo dimes y diretes como circulaban por el pueblo.
Dicho y
hecho, un sábado por la mañana, con un sol de primavera que alegraba los
campos, Sofía llamó al timbre de la consulta de Don Antonio María en el pueblo
de al lado. Le abrió una chica con uniforme blanco quien después de conocer la
identidad de quien había accedido a la sala de espera, la invitó a que esperara
unos segundos hasta que viniera el Doctor.
Eso si
que era una sala de espera y no la que ella tenía en el Consultorio. Era como
más personal, con más empaque. En todo se respiraba un ambiente de calidez, los
sillones estaban tapizados con telas alegres como de flores con motivos de
caza, las revistas se apilaban en varias mesas bajas mientras que la luz
provenía de varios focos halógenos colocados en el techo, estratégicamente
distribuidos por el techo de un blanco impecable. Las paredes estaban decoradas
con multitud de diplomas del Doctor tanto de su asistencia a curso nacionales
como internacionales. En el centro como queriendo ocupar un espacio importante,
la orla fin de carrera. Sofía estaba tratando de descubrir quien sería Don
Antonio María entre aquel enjambre de cabezas jóvenes todas vestidas con el
mismo traje, cuando la enfermera le indicó que Don Antonio María la estaba
esperando.
La
acompañó a través de un pasillo lleno de fotos en la que el Médico se daba la
mano con muchos personajes conocidos, sobre todo, con gentes del mundo del
toro, hasta hacer su entrada en un despacho amplio, el suelo revestido con una
moqueta beige y las paredes todas con estanterías llenas de libros y revistas
médicas. Los pequeños espacios vacíos estaban colmados con unos cuadros de
paisajes castellanos pintados con tonos suaves, de marcos de bordes dorados
finos que contribuían a mantener todavía más un ambiente acogedor. Cuando
Sofía, rodeada de todo aquello trataba de imaginarse a Don Antonio María,
apareció con su bata blanca recién planchada, cara curtida por el sol,
importantes entradas, bigote blanco muy arreglado, manos finas con uñas muy
bien recortadas, camisa azul con corbata de tonos también azules y chaqueta
cruzada del mismo color que realzaba unos pantalones beige con la raya
milimétricamente planchada. Allí estaba él, Sofía se levantó y estrechó la mano
del Médico que se la extendía educadamente pero si expresar la mas mínima
satisfacción. A primera vista parecía un hombre mayor, que trataba de
disimularlo con ropa quizás algo juvenil para su edad, pero parecía agradable,
aunque se notaba que no se encontraba cómodo ante la situación. No parecía tan
autoritario como se lo habían descrito y hasta ese momento parecía bastante
normal
- Buenos días, Señorita Sofía – su voz era
profunda y bien modulada –me alegro de conocerla
- Igualmente, Don Antonio María – Sofía le
hablaba en el mismo tono.
El
Médico la observó de arriba abajo como si fuera un paciente al que iba a tratar
por primera vez en la consulta. Con un gesto de su mano derecha la invitó a
sentarse mientras él hacía lo mismo
- Usted dirá – Don Antonio María parecía
interesado en conocer la versión de Sofía.
- Me imagino que le extrañará mi presencia aquí
y encima un sábado por la mañana – Sofía sonrió tratando de mantener una
conversación en un tono distendido.
- No se crea – Don Antonio María también sonrió
dejando ver una dentadura en perfecto estado de revista – si quiere que sea
sincero esperaba que hubiera venido a presentarse cuando vino al pueblo.
- Yo también pensaba hacerlo, pero entre
organizar la casa, el traslado y comenzar a trabajar prácticamente no he tenido
ni un minuto libre.
- Es una pena porque esto que ha ocurrido ya
sabía que antes o después iba a ocurrir y mejor hubiera sido que …
Sofía
le interrumpió bruscamente e intervino dejando de lado las sonrisas y adoptando
una postura de absoluta seriedad
- Un momento, si piensa lo que creo que está
pensando – Sofía le miraba a los ojos sin dejarse intimidar – está
absolutamente equivocado y antes que diga nada si le parece le explico la
realidad de los hechos
El Dr.
Parrondo apoyó su barbilla en la mano derecha con un gesto de absoluta atención
- Soy todo oídos
- Muy bien – Sofía recordó uno a uno los
diferentes apartados a los que tenía pensado referirse – en primer lugar, Doña
Carmen no falleció por las pastillas que supuestamente yo le había recetado,
sencillamente porque yo nunca receto
- ¿Seguro? – El Dr. Parrondo sacó del primer
cajón de su mesa una cuartilla en la que, con letra de Sofía se recetaba algún
medicamento – y esto ¿qué es?
- Eso no es una receta – El tono de voz de
Sofía iba en aumento – y usted lo sabe o lo debería de saber. Ese papel que
exhibe usted como si fuera la causa de mi próxima pena de muerte no sirve
absolutamente para nada. En ese papel, lo único que pone es el nombre de un
producto que venden en los herbolarios y que se lo di a una paciente para que
se acordara del nombre al llegar a la ciudad. Además – Sofía se iba subiendo
por las paredes poco a poco – Además y eso también lo debería de saber, en esa
nota no figura ni mi nombre ni ningún dato que sirviera de prueba como que yo
quisiera interferir en su trabajo y si estoy equivocada, le ruego que me lo
demuestre.
Sofía
no desviaba la mirada de los ojos de Don Antonio María quien se vio en la
obligación de decirle lo que pesaba
- Mire, Señorita, yo no tengo que demostrarle
absolutamente nada. Es el pueblo el que la está juzgando y serán ellos los que
dicten sentencia.
- Me parece muy bien, pero para que el pueblo
sea capaz de dictar sentencia justa lo primero que hay que decirle es la verdad
y usted sabe, porque me consta que lo sabe, que yo nunca he recetado ni una
sola pastilla de nada.
- ¿Está usted insinuando que yo ando por ahí
criticándola?
- Estoy segura, pero no lo puedo demostrar
- Es una afirmación peligrosa
- ¿Y quien le ha dicho a usted que yo he dicho
tal cosa?
- Lo ha dicho usted hace un segundo, Señorita
- No es verdad – Sofía volvió a elevar el tono
de voz – lo que he dicho y me reafirmo es que íntimamente estoy convencida que
usted alimenta esos bulos, eso seguro, pero a continuación también he dicho que
no lo puedo demostrar, por lo tanto ante un Juez no tendría ninguna validez.
- Señorita – Don Antonio María se iba poniendo
cada segundo un poco mas rojo, una vena parecía querer salirse del centro de la
frente mientras que su cara iba adoptando una expresión de dureza – sería el
colmo que negara que en una consulta clandestina de Enfermería de un pueblo
perdido está usted viendo pacientes y tratándolos como si fuera el Médico. Eso
no me lo puede negar
- Le puedo negar todo. Primero, no es una
consulta clandestina - Don Antonio María elevó la cejas y la miró con
escepticismo
- No, no me mire con esa cara porque tengo
razón y si no pregúnteselo al Alcalde. Segundo: tengo las historias clínicas de
todos los pacientes que he visto hasta ahora y le invito con mucho gusto a que
las revise una a una y ahí verá que ninguno tiene medicación recetada por mí.
Otra cosa bien distinta es que yo, como ATS, crea
que es mejor una que otra y exprese mi opinión
- ¿Y eso no es hacer Medicina? – Don Antonio
María trataba que el rubor que iba “in crescendo” no le afectara a sus
coronarias. Sabía muchas cosas de sus métodos, pero en la mayoría de los casos,
al igual que Sofía, no lo podía demostrar
- No señor, seguro que no y por lo tanto es
absurda esa acusación de intrusismo que usted emplea sistemáticamente contra
mi.
- Perdone Señorita pero que yo sepa hasta ahora
no la acuso de nada y si no enséñeme por favor la citación judicial para que
vaya a declarar ¿la tiene?
- No señor
- Pues entonces no levante falsos testimonios
contra mi persona ¿entendido?
- Si señor – Sofía bajó los ojos tratando de
ordenar sus ideas para no decir nada de lo que mas adelante se tendría que
arrepentir. No estaba dispuesta a tragar, pero su postura tenía que ser
inteligente y mantenerse lo mas prudente posible – entiendo perfectamente lo
que me dice y le pido disculpas si me he excedido con algún comentario, pero
usted estará de acuerdo conmigo en que yo no he tenido nada que ver en el
fallecimiento de Doña Carmen. Ella estuvo en mi consulta por una depresión que
la estaba consumiendo y yo la traté durante cuatro sesiones tratando de buscar
los rasgos de su personalidad que la ayudaran a salir de ese pozo sin fondo que
es la depresión y cuando ya parecía que en el horizonte aparecía una ligera luz
de esperanza, Doña Carmen optó por tomarse dos envases enteros de Lexatín y
puso fin a su vida. Esa es la verdad y espero que la autopsia confirme mi
versión y no todas aquellas que circulan por todo el pueblo
- Perdone Señorita y eso que ha hecho usted con
Doña Carmen ¿no es tratar a un paciente?
- Tengo la impresión que no sabe, o si lo sabe
no desea acordarse, que se olvida que, además de ATS, he estudiado Psicología
por la Universidad de Mali y tengo mi título convalidado.
- ¡Menudo título!
- Ese título aunque a usted le moleste, está
convalidado en España y me permite ejercer en este país.
- Como psicóloga si, señorita, pero en ningún
caso le da una patente de corso para suplantar la labor del Médico.
Don
Antonio María se levantó, se acercó a la ventana y se quedó con las manos cruzadas en la espalda
observando un amanecer teñido de múltiples colores.
- En cualquier caso hay una evidencia que no me
puede negar.
- Dígame cual
- Señorita no se haga la tonta porque usted lo
sabe mejor que yo. De la iguala que tenía en ese pueblo se han borrado casi
sesenta personas, lo que representa la mayoría y además supone una pérdida económica
para mi bolsillo que no estoy dispuesto a tolerar. Han sido muchos años de
sacrificios para llegar a esta situación muy buena para mi, con una cartera de
clientes razonable y usted no va ser la que rompa esa armonía que existe entre
mis pacientes y un servidor y usted tendrá que responder delante de un Juez
porque yo no estoy dispuesto a renunciar a todo lo conseguido- Lo siento, pero
no estoy por la labor.
- Me parece muy bien – Sofía se mantenía firme
en su planteamiento – estamos en una democracia y tiene usted todo el derecho
de poner una denuncia o hacer lo que le de la gana, pero sepa que no tiene
razón
- Pero ¿cómo se atreve a opinar? usted no sabe
nada de todo esto
- Si que se, bastante mas de lo que usted se
cree y no tiene razón. La gente no se borra de la iguala que tiene con usted
porque yo la trate bien o mal, no, la gente se borra porque usted no los
atiende como es debido
Don
Antonio María no daba crédito a lo que estaba oyendo
- Ahora me viene una jovencita a darme
lecciones ¡que pretende! ¿enseñar a un padre a hacer hijos? Le recuerdo
señorita que llevo casi cuarenta años ejerciendo siempre en el medio rural y lo
que me faltaba es que venga usted a decirme como tengo que tratar a mis
pacientes ¡lo que me faltaba!
- Usted puede pensar lo que quiera, pero como
siga con esta actitud, se va a quedar sin ninguno
- ¿Qué cree? ¿Qué se van ir todos con usted?
- Conmigo o con cualquiera que les atienda.
Usted sabe mejor que yo que muchos de esos pacientes son mayores y lo único que
necesitan es que alguien les dedique tiempo, que los escuche, que no se limite
a hacerles una receta nada mas abrir la puerta de la consulta y que encima le
cobre caro, porque para un pueblo esa cantidad es bastante cara.
- Eso mismo dijeron otras enfermeras que le han
precedido en el cargo y mire donde están. Ya se que es difícil para una
jovencita orgullosa como usted, pero hágase a la idea que si quiere permanecer
en el pueblo tiene que colaborar conmigo y no yo con usted – Don Antonio María
la señaló con su dedo índice – lo contrario puede ser peligroso para usted y
aténgase a las consecuencias.
- ¿Me está amenazando?
El
Médico soltó una sonora carcajada
- Le repito el razonamiento que hacía usted
antes, ¿le he dicho yo algo amenazante? Si es así ya sabe donde está el Juzgado
de Guardia. ¿Algo más señorita enfermera?
- No, nada más.
Sofía
se levantó, dio media vuelta y se marchó pasillo adelante dejando a Don Antonio
María con la mano extendida esperando una despedida. Al llegar a la puerta de
entrada, la abrió, salió pegando un buen portazo y se marchó para su pueblo con
la satisfacción de saber que estaba en posesión de la verdad y así se la había
expuesto al que tenía que hacerlo
Lo primero muchas felicidades y que cumplas muchos mas, pero sin olvidarte de escribir el capítulo semanal.
ResponderEliminarMuy bien Sofía. Cuando hay que cantar las cuarenta se cantan y ya está, sea con quien sea.
Esto se va calentando. Me parece estupendo.
Hasta la próxima.
Tino, muchisimas felicidades !!!! y muchas gracias por compartir unos minutos de "tu día", con los bloguerines.
ResponderEliminarEsto se pone pero que de rechupete.... con suicidios, líos judiciales, médico jorobado, etc. etc.
Sofía está en su sitio pero no sé que tipo de suerte le espera. No sé, no sé. El médico le quiere buscar las vueltas y en el pueblo hay hay algún paciente traidor ¿o no?
Veremos que sucede próximamente
Hasta la semana que viene
Ya me parecía a mi que el medico y Sofia no se iban a llevar muy bien.....Me encanta la actuación de Sofia, con dos narices se ha enfrentado al cabrito del medico. !!!!que pasara en el siguiente capítulo¡¡¡¡¡¡ esta super emocinante, ya veremos.... Besos y Felicidades.
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