Hacía mucho tiempo que no releía esto y creo que va con mi manera de escribir, o sea, que como sois fieles blogueros/as seguro que os va a gustar. Un poco así como "verderolo", pero como no está grabado con el móvil como la concejala de Los Yébenes, a mi que me registren. Y ojo con Don Jacinto, ochenta y dos años a sus espaldas y menudo pájaro, lo cual demuestra mi teoría que la edad no está donde todos nos imaginamos si no un poco mas arriba o un poco mas abajo, según desde donde se mire.
Un abrazo para todos/as (parezco ZP con aquello de compañeros y compañeras)
Tino Belas.
CAPITULO
8.-
El día
amaneció espléndido el sol que se había ausentado durante unas semanas del
pueblo, volvió más luminoso que antes y sin darse mayor importancia iluminó todos
los rincones. Para los habitantes del pueblo el hecho de levantarse con un día
claro les llenaba de alegría y las sonrisas aparecían en sus rostros ajados por
las muchas horas realizando las tareas propias de cualquier agricultor. Se
daban los buenos días y hasta los perros que, habitualmente dormitaban por las
esquinas, ahora quería integrarse en el movimiento de la gente y ladraban
insistentemente a los que circulaban por la calle.
El
Señor Alcalde, Don Jacinto Jiménez Luciañez, ochenta y dos años, poco pelo,
grandes orejas, ojos que fueron azules, manos de hombre que nunca había
soportado el peso de una azada, enjuto, de carnes apretadas era el hijo pequeño
de una familia grande de Albacete, que dada su predisposición a la política, no
había estudiado nada y desde siempre se había preparado para Alcalde. Después
de años de ir de despacho en despacho en busca de alguna vacante política,
consiguió que le nombraran Asesor del Presidente, junto con seiscientos veintinueve mas que se
consideraban cargos de confianza y estaban remunerados como tales y ya una vez
dentro de la dinámica del partido todo fue coser y cantar, Delegado para la
Comunidad Autónoma de Castilla La Mancha , Viceconsejero Delegado para obras
ferroviarias de menor cuantía, Consejero para obras ferroviarias de mediana
cuantía y, por fin, Consejero evaluador para obras ferroviarias sin especificar
la cuantía y de ahí a Alcalde donde ya llevaba cuarenta y siete años.
Don
Jacinto que por el pueblo que le había nombrado Alcalde hacía lo que hiciera
falta, se disponía a abrir la puerta del Ayuntamiento porque, como todos los
días, el Toñín, el ayudante del bedel municipal no se había presentado.
¡Que
hombre este! Parece mentira que siendo tan joven le tenga tanto apego a las
sábanas y cuidado que le digo que no puede ser tan perezoso, nada, no hay
manera. Se duerme y se duerme
El
Señor Alcalde lo primero que hizo fue abrir todas las puertas y ventanas, tres,
del piso inferior. Un torrente de luz y calor iluminó todas las dependencias.
Por fin llegaba la primavera y el Ayuntamiento debería ser el primero en
recibirla.
Don
Jacinto, con paso lento, muy lento, fue recorriendo los distintos despachos y
comprobó que la chica de Braulio, el
pastor, hacía muy bien la limpieza, trabajo para el que había sido
contratada en calidad de interina. Cierto es que ante la ausencia de
funcionarios y la sala de plenos dedicada a otras funciones, la Petra, que así
se llamaba la chiquilla, tenía muy poco trabajo y no tenia necesidad de ir
todos los días para que el Ayuntamiento estuviera limpio como una patena.
La
elección de Petra como interina sin oposición de ningún tipo y sin ni siquiera
un curriculum vitae había sido motivo de controversia en el pueblo, porque la
primera intención de Don Jacinto era haber nombrado para ese puesto a su
querida Luzmila de Todos los Santos, pero después de sopesar los pros y los
contras llegó a la conclusión que no sería una buena elección, primero porque
provenía de un país donde eso de trabajar no estaba especialmente bien visto y
segundo porque dado que, aunque solo fuera un día a la semana, compartía cama
le parecía políticamente incorrecto que accediera a un cargo tan próximo y del
que podía obtener información privilegiada. Eso era política y moralmente
intolerable por lo que el primer edil decidió, después de consultarlo con la
almohada, que no reunía las condiciones
para el desempeño de esa función con lo que salió ganando su integridad, pero
perdió dinero porque tuvo necesidad de subirle el sueldo, pero ya se sabe que
el que algo quiere, algo le cuesta y Luzmila de Todos los Santos despechada
ante tanta injusticia decidió que, en sus ratos libres que eran muchos, dejaría
su cuerpo para uso y disfrute de la juventud del pueblo por unos precios
realmente competitivos, sobre todo comparados con los que se cobraban en Villa
Felicidad y así utilizaba las dependencias municipales para tales fines.
Al día
siguiente, Petra limpiaba y recogía colillas, restos de copas y hasta algún preservativo distribuidos entre
los expedientes, en las mesas y en los aseos y siempre callada por miedo a
perder un puesto considerado como una bicoca. Alguna vez intentó negociar con
Luzmila entrar en el negocio y repartir el trabajo pero esta se negaba porque a
pesar de reconocer la buena voluntad y la entrega que ponía para realizar su
trabajo con perfección, los clientes requerían la presencia de la Jefa por
aquello de ser algo mas exótico y por lo tanto menos conocido y también es
verdad que la única virtud de la Petra es que era joven porque del resto nada
de nada.
Don
Jacinto se sentó en su mesa flanqueado por la bandera de España, otra de la
Comunidad Autónoma, un cuadro del Rey al frente y a su espalda una fotografía
del pueblo hecha desde una avioneta que
le había regalado un primo de Agustín, el de la fábrica de gaseosas, que era
fotógrafo aéreo y un día que estaba haciendo fotos a la finca de Don Matías, el
dueño de la mejor dehesa de la provincia, se acordó de su primo y en una de las
pasadas hizo una foto que ampliada quedaba como anillo al dedo para el despacho
del Señor Alcalde quien, en agradecimiento permitió que se ampliara la fábrica
haciendo oídos sordos a la normativa municipal que lo impedía y a las múltiples
denuncias de Marcelino, propietario de una tienda de ultramarinos y al que la
tapia de la ampliación de la fábrica le quedaba a medio metro de los balcones
de su casa
- Marcelino – le decía Don Jacinto – todo sea
por el I+D del pueblo
- ¡Que I+D ni que leches! - contestaba
Marcelino – que son gaseosas Jacinto, que a mi no me engañas.
- Bueno, pues es igual. Las gaseosas también
contribuyen al bienestar de la sociedad y eso es de lo que yo me tengo que
preocupar
- ¿Y el que yo no me pueda asomar al balcón de
mi casa no te preocupa?
- Por encima del individuo está la colectividad
Marcelino, ese es el primer principio de
democracia
A lo
que sistemáticamente contestaba el de la tienda con un importante corte de
mangas y una expresión popular bien conocida: “Jacinto: que te den por el culo.”
El
alcalde estaba tan absorto pensando en los múltiples problemas del pueblo que
no apreció la presencia de una joven de pelo rubio, bien parecida, vestida con
unos vaqueros y una blusa blanca que lo observaba desde el quicio de la puerta.
- Perdone – la joven excusaba su presencia amparándose
en que todas las puertas estaban abiertas – venía a hacer una pregunta ¿quién
me podría informar?
- No, no, perdone usted – el Alcalde se levantó
educadamente de su sillón y acercándose a la visitante le besó la mano ante la
mirada sorprendida de la joven – para estos menesteres el Ayuntamiento tiene
contratado al Toñín pero el chico es joven y ya sabe usted, salidas por las
noches, alguna copa y claro por las mañanas le cuesta mucho levantarse y por
mucho que le insisto, hasta las diez o
diez y media no aparece por su puesto de trabajo y mira que se lo tengo dicho
Tonín que el Ayuntamiento tiene que abrir a las nueve, que ese es el horario
oficial, pero él se ampara en que en este pueblo no hay personal para que el
Servicio de Información funcione desde horas tan tempranas, pero ¿lo ve usted?
esta es la demostración evidente que tengo razón, usted necesita de nuestros
servicios y si no llego a estar yo aquí está claro que la administración no
respondería a sus necesidades y no es así, Señorita, no es así.
Nosotros
somos elegidos por el pueblo para mejorar la calidad de nuestros servicios y
debemos estar siempre a su disposición. En fin, perdone todo este discurso
programático pero en cuanto se tocan temas políticos sale a relucir mi vena de
servicio al pueblo que ha depositado en mí su confianza y no lo puedo evitar,
perdone.
Don
Jacinto se volvió a sentar, del cajón central de la mesa sacó un taco de folios
que ajustó con ambas manos, depositó cuidadosamente una pluma estilográfica sobre los folios y
escribió con letras grandes
- “Doña Sofía Rotario Lopez”
Sofía
no pudo disimular su sorpresa
- ¿Sabe mi nombre?
- La obligación de un Alcalde es saber todo lo
que ocurre en el pueblo y la llegada de una bella señorita acompañada de un
niño es un motivo mas que sobrado para conocer de su presencia
Sofía
se retiró la cazadora de ante que llevaba puesta y con una sonrisa contestó
- Don Jacinto, buen servicio de información
tiene ¿eh?
- Igual que el suyo
- ¡Que va! El mío no tiene ningún mérito porque
he preguntado en el Hostal donde estaba el Ayuntamiento y me han dicho que si
estaba abierto a estas horas es porque estaría usted dentro y usted ¿Cómo sabe
mi nombre?
- Ya sabe usted lo que son los pueblos. Me
encontré por la calle con Jesús, el peluquero y me dijo que había estado allí
con su hijo.
- Si, pero sin recuerdo mal, yo no le dije como
me llamaba
- Pues se habrá enterado por el conserje del
Hostal o vaya usted a saber por quien, pero lo que es seguro es que fue el que
me dijo su nombre.
- ¡Como para hacer algo malo! – sonrió Sofía
mostrando unos dientes blancos perfectamente alineados- todo el mundo sabe todo
de todos.
- Si, ese es un problema de los pocos que tiene
vivir en un pueblo – El Señor Alcalde también sonrió – que todo el mundo sabe
la vida y milagros de todos los demás y si no la sabe se la inventa, pero le
puedo asegurar que tiene otras muchas ventajas que superan con creces a los
inconvenientes.
- Seguro que si, pero yo no puedo opinar porque
nunca he vivido en uno.
- Pues le puedo asegurar, Señorita, que es una
pena porque uno cuando se va haciendo viejo, y
en eso si que tengo experiencia, va echando de menos muchas cosas que no
hizo y en el pueblo hay una cosa que no la hay en las grandes capitales ¿sabe
cual?
- No – contestó Sofía – pero supongo que la tranquilidad
- Si, eso podría ser una cosa pero para tener
tranquilidad lo primero es tener tiempo libre para poder pensar en lo tranquilo
que se vive y eso es lo mejor de los pueblos. El tiempo libre, señorita, el
tiempo libre, pero supongo que no ha venido hasta aquí para hablar con un viejo
sobre el tiempo libre, seguro que no.
- No, claro que no – Sofía comenzaba a sentirse
cómoda con Don Jacinto – he venido por lo del anuncio
- O sea que es usted enfermera.
- Si señor, soy ATS por la Universidad de
Madrid y luego he trabajado en Honduras, Mali
y actualmente estoy en el Hospital de Puerta de Hierro en Madrid.
- Y se quiere venir aquí.
- Bueno, de momento me gustaría que me
explicase las condiciones y si me convienen pues entonces, si, claro que me
quedaría.
Don
Jacinto rebuscó en el último cajón de su mesa hasta que encontró una carpeta
azul. La depositó encima de los folios, después de retirar la pluma y fue
sacando algunos papeles y dejándolos con mimo encima de la mesa. El último fue
la hoja del ABC en la que venía el
anuncio.
- ¿Este es el anuncio que usted ha visto?
- Si es el del periódico de hace dos semanas,
si.
Si es
ese
Don
Jacinto lo repasó lentamente, a continuación revisó varios papeles que parecían
contratos y fue como repasando las condiciones. Le iba cambiando la expresión
de la cara según los distintos apartados y al final optó por una hoja de
cuaderno cuadriculada en la que, a mano, estaba escritas algunas anotaciones
que Sofía desde su silla no lograba
descifrar.
- Este es el papel que buscaba – Don Jacinto se
ajustó las gafas y lo leyó señalando con el dedo una serie de números que se
suponían que serían las cantidades a abonar. - Si, esto es
- Bueno, pues usted dirá – Sofía se mantenía
erguida en la silla en actitud expectante.
- El Ayuntamiento como órgano representativo
del pueblo quiere contratar y para eso ha puesto un anuncio en el ABC, una
enfermera que se ocupe de la atención a los pacientes del pueblo. Creo que
ofrecemos unas más que unas excelentes condiciones de trabajo con casa incluida
y quizás en lo que estamos un poco bajos en la cantidad a percibir, pero si
tenemos en cuenta el resto, posiblemente no esté tan mal remunerada. En
cualquier caso, si que es mi intención llevar este tema al próximo Pleno
Municipal.
- ¿Le parece que vayamos por partes Don
Jacinto?
- Naturalmente, Señorita, diga, diga lo que se
le ocurra, faltaría más.
- Lo primero que me gustaría que me aclarase es
si en el pueblo hay Médico.
- Si Señorita, si que hay Médico, se llama Don
Antonio María Sauquillo y lo compartimos con el pueblo de al lado
- ¿Y donde vive?
- En el pueblo de al lado
- Es decir que si hubiera una urgencia se le
llama y viene.
- No exactamente – Don Jacinto se ajustó el
nudo de la corbata – Bueno si que vendría pero solo para aquellas familias que
tengan una iguala con él. Si es de la Seguridad Social, entonces no y sería
usted la que tendría que evaluar si al paciente hay que trasladarlo o no
- ¿Y tiene muchas igualas?
- Muchas, muchas yo creo que no, pero algunas
familias si.
- Entonces, si no le he entendido mal, si acepto el cargo, estaría siempre de guardia ¿es así?
- No, lo que ocurre es que la profesión que
usted ha elegido es un auténtico sacerdocio y siempre estaría expuesta a que la
llamasen, pero no hace falta que esté en el Consultorio, puede estar en su casa
o en el bar. Eso no es problema porque
en los pueblos nos conocemos todos.
- ¿Libraría algún día a la semana?
- No se decirle exactamente si a la semana,
pero si el día que haga la guardia Don Antonio María porque ese día si que
tiene obligación de hacer los avisos.
- Ya – Sofía iba procesando en su bien
amueblada cabeza toda la información – y también me ha dicho que ofrece casa
- Si señorita y me gustaría que la viera porque
es una auténtica maravilla. En el centro del pueblo, con dos entradas, un por
la calle Principal y otra por la calle Nueva, consta de dos pisos. El primero
para vivienda y el segundo como consultorio. Luego si quiere vamos a verlo. Por
cierto- Don Jacinto volvió a consultar sus notas – se me olvidaba otro punto
muy importante. Como he visto que tiene un hijo, el Ayuntamiento le ofrece la
escolarización gratis y como me ha caído bien, le ofrezco también el comedor
gratis.
- Muy amable Don Jacinto, pero casi preferiría
mas sueldo y el resto ya me lo pagaba yo
- ¡Pero que dice Señorita! Si suma todos los
gastos que el Ayuntamiento se ofrece para abonarlos, estoy seguro que gastaría
mucho mas que los 1100€ que tendría de sueldo.
- Sería cuestión de echar cuentas. No lo se.
- Si, Señorita, piénselo y verá como no la
engaño y sobre todo piense en lo que hablábamos antes. Vivirá en un pueblo,
tranquila y con muy pocos gastos. Creo que es un puesto de trabajo que ni que
estuviera hecho a su medida.
- La verdad es que hasta ahora todo lo que me
ha dicho me gusta, menos aquello que no tengan Médico, porque es una
responsabilidad muy grande para mí hacerme cargo de todo el pueblo.
- Por eso no se preocupe, porque al menor
problema avisa al taxista y se lleva al paciente a casa de Don Antonio María.
- Ya, pero sigue siendo una responsabilidad.
- Por supuesto, Señorita y por eso le ofrecemos
ese sueldo, casa y colegio gratis, si no, no le ofreceríamos ni la mitad. En
fin, Señorita, ¿le parece que nos acerquemos a ver la casa?
- Por mi encantada – Sofía se levantó al ver
que lo hacía el Señor Alcalde – pero no se si usted tiene cosas importantes que
hacer.
- No Señorita, no se preocupe que para mi es un
placer.
Mientras
caminaba tuvo tiempo de volver a pensar en la salida de su casa hacía ya
bastantes años. Diez o doce, ¡total nada y parece que fue ayer¡ Primero decirle
a Javier que lo tenían que dejar, después a sus padres y no solo que lo dejaba
si no que se iba de enfermera nada mas y nada menos que a Honduras y encima,
para añadirle carnaza al asunto, les tuvo que explicar quien era David y el
proyecto que tenían en común
Vamos y venimos del pasado al pesente y vice..
ResponderEliminarNos dejas para el final el intermedio....¿Que pasó con David? ¿y en Honduras? ¿Y Mali?
Parece que entramos en el nudo. Genial, superentretenida, al mas puro estilo Tino Belas.
Para la próxima entrega es posible que ya tengas otro nieto. ¡¡ que todo vaya bien !!
Bss
Menudo lío. Me da como que los capítulos no están en orden. Primero el pueblo con el peluquero, después Javier, sigue David y entre medio la enfermera Sofía se nos va a Honduras y vuelve con un niño al pueblo del Alcalde Jacinto. Que divertido el desorden. Sigo pensando que acaba con el peluquero. Esperemos acontecimientos.
ResponderEliminarYo también creo que los capítulos están desordenados, pero en fin ya veremos como acaba esta historia, yo no lo tengo muy claro......Esperemos a ver que pasa. Besos.
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