jueves, 6 de septiembre de 2012

Queridos blogueros/as: Como se que muchos Belascoaines vais a estar el próximo sábado en Alicante por aquello de la boda de Jesús Belascoain Junior y aunque hoy es jueves, voy a copiar y pegar otro capítulo de la Enfermera Rural por aquello de no perder el hábito, o sea que ahí va. A mi personalmente me parece que ya vamos entrando en materia y aunque hay alguna expresión no muy propia de alguien tan educado como yo, espero que sepáis perdonar porque no soy yo si no que se lo dicen a Don Jacinto que para eso es el Sr. Alcalde.
Hacía mucho tiempo que no releía esto y creo que va con mi manera de escribir, o sea, que como sois fieles blogueros/as seguro que os va a gustar. Un poco así como "verderolo", pero como no está grabado con el móvil como la concejala de Los Yébenes, a mi que me registren. Y ojo con Don Jacinto, ochenta y dos años a sus espaldas y menudo pájaro, lo cual demuestra mi teoría que la edad no está donde todos nos imaginamos si no un poco mas arriba o un poco mas abajo, según desde donde se mire.
Un abrazo para todos/as (parezco ZP con aquello de compañeros y compañeras)
Tino Belas.

CAPITULO 8.-

El día amaneció espléndido el sol que se había ausentado durante unas semanas del pueblo, volvió más luminoso que antes y sin darse mayor importancia iluminó todos los rincones. Para los habitantes del pueblo el hecho de levantarse con un día claro les llenaba de alegría y las sonrisas aparecían en sus rostros ajados por las muchas horas realizando las tareas propias de cualquier agricultor. Se daban los buenos días y hasta los perros que, habitualmente dormitaban por las esquinas, ahora quería integrarse en el movimiento de la gente y ladraban insistentemente a los que circulaban por la calle.

El Señor Alcalde, Don Jacinto Jiménez Luciañez, ochenta y dos años, poco pelo, grandes orejas, ojos que fueron azules, manos de hombre que nunca había soportado el peso de una azada, enjuto, de carnes apretadas era el hijo pequeño de una familia grande de Albacete, que dada su predisposición a la política, no había estudiado nada y desde siempre se había preparado para Alcalde. Después de años de ir de despacho en despacho en busca de alguna vacante política, consiguió que le nombraran Asesor del Presidente, junto con  seiscientos veintinueve mas que se consideraban cargos de confianza y estaban remunerados como tales y ya una vez dentro de la dinámica del partido todo fue coser y cantar, Delegado para la Comunidad Autónoma de Castilla La Mancha , Viceconsejero Delegado para obras ferroviarias de menor cuantía, Consejero para obras ferroviarias de mediana cuantía y, por fin, Consejero evaluador para obras ferroviarias sin especificar la cuantía y de ahí a Alcalde donde ya llevaba cuarenta y siete años. 

Don Jacinto que por el pueblo que le había nombrado Alcalde hacía lo que hiciera falta, se disponía a abrir la puerta del Ayuntamiento porque, como todos los días, el Toñín, el ayudante del bedel municipal no se había presentado.

¡Que hombre este! Parece mentira que siendo tan joven le tenga tanto apego a las sábanas y cuidado que le digo que no puede ser tan perezoso, nada, no hay manera. Se duerme y se duerme

El Señor Alcalde lo primero que hizo fue abrir todas las puertas y ventanas, tres, del piso inferior. Un torrente de luz y calor iluminó todas las dependencias. Por fin llegaba la primavera y el Ayuntamiento debería ser el primero en recibirla.

Don Jacinto, con paso lento, muy lento, fue recorriendo los distintos despachos y comprobó que la chica de Braulio, el  pastor, hacía muy bien la limpieza, trabajo para el que había sido contratada en calidad de interina. Cierto es que ante la ausencia de funcionarios y la sala de plenos dedicada a otras funciones, la Petra, que así se llamaba la chiquilla, tenía muy poco trabajo y no tenia necesidad de ir todos los días para que el Ayuntamiento estuviera limpio como una patena.


La elección de Petra como interina sin oposición de ningún tipo y sin ni siquiera un curriculum vitae había sido motivo de controversia en el pueblo, porque la primera intención de Don Jacinto era haber nombrado para ese puesto a su querida Luzmila de Todos los Santos, pero después de sopesar los pros y los contras llegó a la conclusión que no sería una buena elección, primero porque provenía de un país donde eso de trabajar no estaba especialmente bien visto y segundo porque dado que, aunque solo fuera un día a la semana, compartía cama le parecía políticamente incorrecto que accediera a un cargo tan próximo y del que podía obtener información privilegiada. Eso era política y moralmente intolerable por lo que el primer edil decidió, después de consultarlo con la almohada,  que no reunía las condiciones para el desempeño de esa función con lo que salió ganando su integridad, pero perdió dinero porque tuvo necesidad de subirle el sueldo, pero ya se sabe que el que algo quiere, algo le cuesta y Luzmila de Todos los Santos despechada ante tanta injusticia decidió que, en sus ratos libres que eran muchos, dejaría su cuerpo para uso y disfrute de la juventud del pueblo por unos precios realmente competitivos, sobre todo comparados con los que se cobraban en Villa Felicidad y así utilizaba las dependencias municipales para tales fines.

Al día siguiente, Petra limpiaba y recogía colillas, restos de copas  y hasta algún preservativo distribuidos entre los expedientes, en las mesas y en los aseos y siempre callada por miedo a perder un puesto considerado como una bicoca. Alguna vez intentó negociar con Luzmila entrar en el negocio y repartir el trabajo pero esta se negaba porque a pesar de reconocer la buena voluntad y la entrega que ponía para realizar su trabajo con perfección, los clientes requerían la presencia de la Jefa por aquello de ser algo mas exótico y por lo tanto menos conocido y también es verdad que la única virtud de la Petra es que era joven porque del resto nada de nada.

Don Jacinto se sentó en su mesa flanqueado por la bandera de España, otra de la Comunidad Autónoma, un cuadro del Rey al frente y a su espalda una fotografía del pueblo  hecha desde una avioneta que le había regalado un primo de Agustín, el de la fábrica de gaseosas, que era fotógrafo aéreo y un día que estaba haciendo fotos a la finca de Don Matías, el dueño de la mejor dehesa de la provincia, se acordó de su primo y en una de las pasadas hizo una foto que ampliada quedaba como anillo al dedo para el despacho del Señor Alcalde quien, en agradecimiento permitió que se ampliara la fábrica haciendo oídos sordos a la normativa municipal que lo impedía y a las múltiples denuncias de Marcelino, propietario de una tienda de ultramarinos y al que la tapia de la ampliación de la fábrica le quedaba a medio metro de los balcones de su casa

-  Marcelino – le decía Don Jacinto – todo sea por el I+D del pueblo
-  ¡Que I+D ni que leches! - contestaba Marcelino – que son gaseosas Jacinto, que a mi no me engañas.
-  Bueno, pues es igual. Las gaseosas también contribuyen al bienestar de la sociedad y eso es de lo que yo me tengo que preocupar
-  ¿Y el que yo no me pueda asomar al balcón de mi casa no te preocupa?
-  Por encima del individuo está la colectividad Marcelino, ese es el primer principio de   democracia

A lo que sistemáticamente contestaba el de la tienda con un importante corte de mangas y una expresión popular bien conocida: “Jacinto: que te den por el culo.”

El alcalde estaba tan absorto pensando en los múltiples problemas del pueblo que no apreció la presencia de una joven de pelo rubio, bien parecida, vestida con unos vaqueros y una blusa blanca que lo observaba desde el quicio de la puerta.

-  Perdone – la joven excusaba su presencia amparándose en que todas las puertas estaban abiertas – venía a hacer una pregunta ¿quién me podría informar?
-  No, no, perdone usted – el Alcalde se levantó educadamente de su sillón y acercándose a la visitante le besó la mano ante la mirada sorprendida de la joven – para estos menesteres el Ayuntamiento tiene contratado al Toñín pero el chico es joven y ya sabe usted, salidas por las noches, alguna copa y claro por las mañanas le cuesta mucho levantarse y por mucho  que le insisto, hasta las diez o diez y media no aparece por su puesto de trabajo y mira que se lo tengo dicho Tonín que el Ayuntamiento tiene que abrir a las nueve, que ese es el horario oficial, pero él se ampara en que en este pueblo no hay personal para que el Servicio de Información funcione desde horas tan tempranas, pero ¿lo ve usted? esta es la demostración evidente que tengo razón, usted necesita de nuestros servicios y si no llego a estar yo aquí está claro que la administración no respondería a sus necesidades y no es así, Señorita, no es así.
Nosotros somos elegidos por el pueblo para mejorar la calidad de nuestros servicios y debemos estar siempre a su disposición. En fin, perdone todo este discurso programático pero en cuanto se tocan temas políticos sale a relucir mi vena de servicio al pueblo que ha depositado en mí su confianza y no lo puedo evitar, perdone.

Don Jacinto se volvió a sentar, del cajón central de la mesa sacó un taco de folios que ajustó con ambas manos, depositó cuidadosamente una  pluma estilográfica sobre los folios y escribió con letras grandes

-  “Doña Sofía Rotario Lopez”

Sofía no pudo disimular su sorpresa
-  ¿Sabe mi nombre?
-  La obligación de un Alcalde es saber todo lo que ocurre en el pueblo y la llegada de una bella señorita acompañada de un niño es un motivo mas que sobrado para conocer de su presencia

Sofía se retiró la cazadora de ante que llevaba puesta y con una sonrisa contestó
-  Don Jacinto, buen servicio de información tiene ¿eh?
-  Igual que el suyo
-  ¡Que va! El mío no tiene ningún mérito porque he preguntado en el Hostal donde estaba el Ayuntamiento y me han dicho que si estaba abierto a estas horas es porque estaría usted dentro y usted ¿Cómo sabe mi nombre?
-  Ya sabe usted lo que son los pueblos. Me encontré por la calle con Jesús, el peluquero y me dijo que había estado allí con su hijo.
-  Si, pero sin recuerdo mal, yo no le dije como me llamaba
-  Pues se habrá enterado por el conserje del Hostal o vaya usted a saber por quien, pero lo que es seguro es que fue el que me dijo su nombre.
-  ¡Como para hacer algo malo! – sonrió Sofía mostrando unos dientes blancos perfectamente alineados- todo el mundo sabe todo de todos.
-  Si, ese es un problema de los pocos que tiene vivir en un pueblo – El Señor Alcalde también sonrió – que todo el mundo sabe la vida y milagros de todos los demás y si no la sabe se la inventa, pero le puedo asegurar que tiene otras muchas ventajas que superan con creces a los inconvenientes.
-  Seguro que si, pero yo no puedo opinar porque nunca he vivido en uno.
-  Pues le puedo asegurar, Señorita, que es una pena porque uno cuando se va haciendo viejo, y  en eso si que tengo experiencia, va echando de menos muchas cosas que no hizo y en el pueblo hay una cosa que no la hay en las grandes capitales ¿sabe cual?
-  No – contestó Sofía – pero  supongo que la tranquilidad
-  Si, eso podría ser una cosa pero para tener tranquilidad lo primero es tener tiempo libre para poder pensar en lo tranquilo que se vive y eso es lo mejor de los pueblos. El tiempo libre, señorita, el tiempo libre, pero supongo que no ha venido hasta aquí para hablar con un viejo sobre el tiempo libre, seguro que no.
-  No, claro que no – Sofía comenzaba a sentirse cómoda con Don Jacinto – he venido por lo del anuncio
-  O sea que es usted enfermera.
-  Si señor, soy ATS por la Universidad de Madrid y luego he trabajado en Honduras, Mali  y actualmente estoy en el Hospital de Puerta de Hierro  en Madrid.
-  Y se quiere venir aquí.
-  Bueno, de momento me gustaría que me explicase las condiciones y si me convienen pues entonces, si, claro que me quedaría.

Don Jacinto rebuscó en el último cajón de su mesa hasta que encontró una carpeta azul. La depositó encima de los folios, después de retirar la pluma y fue sacando algunos papeles y dejándolos con mimo encima de la mesa. El último fue la hoja del ABC en  la que venía el anuncio.

-  ¿Este es el anuncio que usted ha visto?
-  Si es el del periódico de hace dos semanas, si.
Si es ese

Don Jacinto lo repasó lentamente, a continuación revisó varios papeles que parecían contratos y fue como repasando las condiciones. Le iba cambiando la expresión de la cara según los distintos apartados y al final optó por una hoja de cuaderno cuadriculada en la que, a mano, estaba escritas algunas anotaciones que  Sofía desde su silla no lograba descifrar.

-  Este es el papel que buscaba – Don Jacinto se ajustó las gafas y lo leyó señalando con el dedo una serie de números que se suponían que serían las cantidades a abonar. - Si, esto es
-  Bueno, pues usted dirá – Sofía se mantenía erguida en la silla en actitud expectante.
-  El Ayuntamiento como órgano representativo del pueblo quiere contratar y para eso ha puesto un anuncio en el ABC, una enfermera que se ocupe de la atención a los pacientes del pueblo. Creo que ofrecemos unas más que unas excelentes condiciones de trabajo con casa incluida y quizás en lo que estamos un poco bajos en la cantidad a percibir, pero si tenemos en cuenta el resto, posiblemente no esté tan mal remunerada. En cualquier caso, si que es mi intención llevar este tema al próximo Pleno Municipal.
-  ¿Le parece que vayamos por partes Don Jacinto?
-  Naturalmente, Señorita, diga, diga lo que se le ocurra, faltaría más.
-  Lo primero que me gustaría que me aclarase es si en el pueblo hay Médico.
-  Si  Señorita, si que hay Médico, se llama Don Antonio María Sauquillo y lo compartimos con el pueblo de al lado
-  ¿Y donde vive?
-  En el pueblo de al lado
-  Es decir que si hubiera una urgencia se le llama y viene.
-  No exactamente – Don Jacinto se ajustó el nudo de la corbata – Bueno si que vendría pero solo para aquellas familias que tengan una iguala con él. Si es de la Seguridad Social, entonces no y sería usted la que tendría que evaluar si al paciente hay que trasladarlo o no
-  ¿Y tiene muchas igualas?
-  Muchas, muchas yo creo que no, pero algunas familias si.
-  Entonces, si no le he entendido mal,  si acepto el cargo,  estaría siempre de guardia ¿es así?
-  No, lo que ocurre es que la profesión que usted ha elegido es un auténtico sacerdocio y siempre estaría expuesta a que la llamasen, pero no hace falta que esté en el Consultorio, puede estar en su casa o en el  bar. Eso no es problema porque en los pueblos nos conocemos todos.
-  ¿Libraría algún día a la semana?
-  No se decirle exactamente si a la semana, pero si el día que haga la guardia Don Antonio María porque ese día si que tiene obligación de hacer los avisos.
-  Ya – Sofía iba procesando en su bien amueblada cabeza toda la información – y también me ha dicho que ofrece casa
-  Si señorita y me gustaría que la viera porque es una auténtica maravilla. En el centro del pueblo, con dos entradas, un por la calle Principal y otra por la calle Nueva, consta de dos pisos. El primero para vivienda y el segundo como consultorio. Luego si quiere vamos a verlo. Por cierto- Don Jacinto volvió a consultar sus notas – se me olvidaba otro punto muy importante. Como he visto que tiene un hijo, el Ayuntamiento le ofrece la escolarización gratis y como me ha caído bien, le ofrezco también el comedor gratis.
-  Muy amable Don Jacinto, pero casi preferiría mas sueldo y el resto ya me lo pagaba yo
-  ¡Pero que dice Señorita! Si suma todos los gastos que el Ayuntamiento se ofrece para abonarlos, estoy seguro que gastaría mucho mas que los 1100€ que tendría de sueldo.
-  Sería cuestión de echar cuentas. No lo se.
-  Si, Señorita, piénselo y verá como no la engaño y sobre todo piense en lo que hablábamos antes. Vivirá en un pueblo, tranquila y con muy pocos gastos. Creo que es un puesto de trabajo que ni que estuviera hecho a su medida.
-  La verdad es que hasta ahora todo lo que me ha dicho me gusta, menos aquello que no tengan Médico, porque es una responsabilidad muy grande para mí hacerme cargo de todo el pueblo.
-  Por eso no se preocupe, porque al menor problema avisa al taxista y se lleva al paciente a casa de Don Antonio María.
-  Ya, pero sigue siendo una responsabilidad.
-  Por supuesto, Señorita y por eso le ofrecemos ese sueldo, casa y colegio gratis, si no, no le ofreceríamos ni la mitad. En fin, Señorita, ¿le parece que nos acerquemos a ver la casa?
-  Por mi encantada – Sofía se levantó al ver que lo hacía el Señor Alcalde – pero no se si usted tiene cosas importantes que hacer.
-  No Señorita, no se preocupe que para mi es un placer.

Mientras caminaba tuvo tiempo de volver a pensar en la salida de su casa hacía ya bastantes años. Diez o doce, ¡total nada y parece que fue ayer¡ Primero decirle a Javier que lo tenían que dejar, después a sus padres y no solo que lo dejaba si no que se iba de enfermera nada mas y nada menos que a Honduras y encima, para añadirle carnaza al asunto, les tuvo que explicar quien era David y el proyecto que tenían en común

3 comentarios:

  1. Vamos y venimos del pasado al pesente y vice..
    Nos dejas para el final el intermedio....¿Que pasó con David? ¿y en Honduras? ¿Y Mali?
    Parece que entramos en el nudo. Genial, superentretenida, al mas puro estilo Tino Belas.
    Para la próxima entrega es posible que ya tengas otro nieto. ¡¡ que todo vaya bien !!
    Bss

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  2. Menudo lío. Me da como que los capítulos no están en orden. Primero el pueblo con el peluquero, después Javier, sigue David y entre medio la enfermera Sofía se nos va a Honduras y vuelve con un niño al pueblo del Alcalde Jacinto. Que divertido el desorden. Sigo pensando que acaba con el peluquero. Esperemos acontecimientos.

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  3. Yo también creo que los capítulos están desordenados, pero en fin ya veremos como acaba esta historia, yo no lo tengo muy claro......Esperemos a ver que pasa. Besos.

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