domingo, 23 de septiembre de 2012

LA ENFERMERA RURAL:CAPITULO 10

Queridos blogueros/as: Con la emoción de ser Abuelo por cuarta vez (si,si, no se si os lo había dicho, pero Africa, la mujer de mi hijo y asesor informático Tito, ha tenido un niño que llevará por nombre Guillermo y encima ha venido mi hija Marta desde Bélgica con Miguelillo, otro de mis nietos de dos meses y pico de edad) el caso es que con tanto acontecimiento no he tenido tiempo de publicar el capítulo 10 en el que parece que poco a poco nos vamos metiendo en mas líos o sea que ahí va y espero que os guste.


CAPITULO 10.-


El Alcalde y Doña y Sofía salieron del Ayuntamiento, a los pocos metros doblaron hacia la calle Principal y  enseguida Don Jacinto le señaló la casa. Estaba situada en el centro del pueblo, por fuera con buen aspecto, pintada completamente de blanco con tres balcones en la planta de arriba  de hierro fundido pintados en negro. La puerta principal era la mitad de arriba de cristal con dos barras metálicas que la recorrían de arriba abajo y la otra parte de hierro negra con una especie de rejilla en el centro. A un lado un telefonillo y una luz

Esa puerta que sería por donde entrarían los pacientes daba a una sala grande en la que había apiladas un montón de sillas en uno de los rincones. Se notaba que era una casa deshabitada porque el polvo era el amo y señor de todos los rincones. La pared estaba como decorada con un papel que hacía como un bosque, aunque el paso del tiempo lo había convertido en un zarzal con zonas blancas producto de la rotura del papel y aparecer la pintura original Un bombilla pequeña y uno horribles cuadros como de caza con los marcos destrozados era toda la decoración. Una puerta daba paso a un pequeño aseo con un espejo oxidado y la taza del retrete llena de manchas como si alguien hubiera puesto una colilla y la hubiera cambiado de lugar cada poco tiempo. Abrió el grifo del agua fría por el que salió un hilo de agua y por el de la caliente un ruido como de tubería en desuso. Los azulejos eran blancos aunque ahora no lo parecían y después de pasar un dedo por uno de ellos pensó que podían quedar bien, pero ya podía ir comprando “Baldosinin” en cantidades industriales. Naturalmente en ese pequeño aseo no había ningún punto de luz, ni, por supuesto, un toallero, percha o similar donde dejar una toalla. A través de una puerta con cristales de diferentes colores pasó a lo que, en teoría, sería su consulta. Como el resto de la casa estaba destrozada, pero algo le hizo pensar que iba a ser un lugar acogedor. La mesa que se encontraba en el centro de la habitación no tenía mala pinta y con un poco de decapante y una buena mano de barniz quedaría razonablemente bien. Tendría que buscar sillas y adornos. La librería era de lo poco que mantenía un cierto aire de haber sido una consulta como Dios manda. En conjunto no estaba tan mal aunque al principio Sofía se encontró algo deprimida y como desbordada, pero, si fuera capaz de encontrar la pintura idónea, al menos esa planta baja, iba a quedar muy decente. 

Don Jacinto que de tonto no tenía un pelo y viendo las caras que Sofía iba poniendo según recorría la que podría ser su futura casa se adelantó:

-  Por supuesto que si acepta, le daremos la casa como usted se merece, pintada y limpia porque ahora da pena verla.
-  No se preocupe porque me doy perfecta cuenta de las posibilidades- contestó Sofía

Don Jacinto abrió una puerta también de hierro y entraron en el patio. Una pared alta, blanca llena de una enredadera con flores de distintos colores fue lo primero que vio Sofía y casi sin ver mas se podría decir que en ese momento decidió que aceptaría el puesto. Es patio era la ilusión de su vida y se notaba que alguien se había dedicado a él porque estaba bastante cuidado. Lo que mas llamaba la atención era una enorme  higuera en el centro que con sus hojas desparramadas parecía llorar por la ausencia de dueño, varias macetas pintadas de diferentes colores estaban colocadas cerca de la pared sin orden establecido. Un zócalo de piedra y una manguera amarilla primorosamente enrollada a la pared en un soporte de color rojo era el jardín con el que siempre había soñado, incluso le parecía que ya había estado en ese lugar  alguna vez y, por fin, iba a poder hablar tranquilamente con sus plantas en la seguridad que ninguna le llevaría la contraria. Era la ventaja de hablar con ellas y no con personas.

-  Allí pondré una tumbona, aquí cuatro sillas de madera, un poco mas allá la carretilla que tengo llena de flores y hasta en el fondo, al final del zócalo, puedo pintar una portería de fútbol  para que juegue David. Perfecto, el patio es lo mejor que he visto hasta ahora con diferencia.

Don Jacinto no la perdía de vista y por sus gestos también se había dado cuenta que la casa le estaba encantando y eso que le faltaba toda la parte de arriba. Según pasaban los minutos cada vez la muchacha le gustaba más. Era joven, con ilusión, con ganas de comerse el mundo y eso para el primer edil municipal era lo más importante. Sabía que todas las enfermeras anteriores habían tenido problemas, unas con Don Antonio María y otras con algunos vecinos, pero ninguna tenía la cara ilusionante de esta chica. Posiblemente con poca experiencia pero le daba la impresión que tenía muy claro lo que quería. Efectivamente era joven, pero ya tenía un hijo, había recorrido medio mundo y eso tenía que imprimir carácter. El Alcalde se tomó la libertad de agarrarse del brazo de la joven para subir al primer piso

-  No le importa ¿verdad Señorita?
-  ¡Por Dios Don Jacinto, que cosas tiene!
-  Es que la edad no perdona, jovencita y los escalones son un reflejo. Cuando era joven los subía hasta de tres en tres y ahora ya lo ve, ni agarrado a su brazo.
-  Venga Don Jacinto no disimule que está hecho un chaval.
-  Si un chaval – Don Jacinto tuvo que detenerse para tomar algo de aire – si usted supiera.  A su edad si que se es un chaval pero a ésta lo único es esperar que Dios le llame a uno cuando lo tenga a bien y mientras tanto sopitas y buen vino, pero continuemos que todavía nos queda por ver todo el primer piso que sería su vivienda. Don Jacinto abrió con llave otra puerta dando paso a Sofía
-  Por favor

Sofía no creía lo que estaba viendo, un amplísimo cuarto de estar comedor era lo primero. El suelo de parquet, las ventanas de aluminio, varios puntos de luz distribuidos estratégicamente y todo como muy nuevo. Todo lo contrario que la planta baja. Posiblemente si la hubieran dejado a ella decorarla lo hubiera hecho exactamente igual, excepto las cortinas que tenían una especie de arruga en el centro que no le parecía bonito y el color tampoco le parecía que iba con los tonos grisáceos de las paredes, pero eso era lo de menos, otro pequeño cambio y se acabó. Por un pasillo recorrieron tres habitaciones, una muy grande, la suya con una cama antigua con un cabecero labrado que impresionaba por el trabajo para realizarlo, dos mesillas de madera con la parte superior de mármol blanco y una talla de una virgen encima de una peana de madera también labrada. El cuarto de baño incorporado estaba algo deteriorado pero suficiente, muy poca luz y falto de alguna repisa pero subsanable. La segunda habitación  también era grande y le sobraba para su hijo David y todos sus bártulos.

Tenía un buen armario empotrado con maderas de buena calidad y una silla por toda decoración  y por último una tercera habitación algo más pequeña que perfectamente podría ser el cuarto de la plancha o para guardar trastos. Por una puerta al fondo otro cuarto de baño, este con plato de ducha y por último la cocina. Lo mejor, amplia, con muchísima luz, todo tipo de electrodomésticos, hasta un microondas, el calentador de agua, una cocina de vitrocerámica, en fin, todo lo que se podía pedir en una casa alquilada.

Mientras D. Jacinto abría las puertas de un armario completamente vacío, Sofía retiró los visillos y la plaza principal se abrió a sus ojos. El reloj de la Iglesia de Santa María daba las horas con tristes tañidos de una campana casi enmohecida por el paso de los años. Sofía, casi con lágrimas en los ojos, recordó aquella vieja Iglesia de San Saturio en Soria. Por un momento se sintió transportada a su infancia en compañía de sus padres y hermanos y un mínimo escalofrío recorrió todo su cuerpo. El hecho de haber querido ser completamente independiente desde que cumplió la mayoría de edad le había obligado a abandonar su casa, sus amigos e incluso todas las comodidades de la civilización occidental para irse con Médico sin Fronteras nada menos que primero a Honduras y posteriormente a Mali en el corazón del África negra. Es cierto que siempre estuvo acompañada de David, su novio y Médico con el que se casó en Honduras y tuvo oportunidad de ser feliz, trabajando mucho eso si, pero muy contenta de ayudar a levantarse a una pobre gente que como dice el refrán “no tenía donde caerse muerta”

En Mali su felicidad se vio empañada por una absurda guerra civil en la que hasta los niños se convertían en fieros soldados. David fue secuestrado y, según explicaciones de los rebeldes, trasladado a la selva para ser el Médico de la guerrilla y allí falleció. Si, parece mentira, pero no sabía como ni por qué, pero lo cierto es que su marido un día salió de casa y hasta hoy.  Sofía lo único que hizo fue llorar desconsoladamente hasta que  fue repatriada junto con veintitantos Misioneros ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos.  Por aquel entonces, estaba embarazada de seis meses y por precaución y en contra de su voluntad, tuvo que volverse a Madrid.

La vida tenía que seguir, Sofía parió a su niño sola, no quería avisar a sus padres hasta que hubiera nacido y una vez ocurrido el feliz acontecimiento  se incorporó a la Unidad de Medicina Tropical de la Clínica Puerta de Hierro de Madrid. Se veían casos que a ella le resultaban conocidos y allí pasaba las horas como si todavía estuviera de Enfermera de Médicos Sin Fronteras. Solamente le faltaba David, pero desgraciadamente las cosas fueron así y no tenía mas remedio que irse recuperando. Lo que parecía sencillo, le resultó una pesadilla. Su marido se le aparecía en cada esquina del Hospital,  lo veía en cada cuadro clínico, en cada hoja de las historias y en la mirada de los propios pacientes. Algún Médico intentó ayudarla y algunas compañeras también, pero Sofía se había vuelto una auténtica pared. Había decidido que su vida anterior no le interesaba a nadie y por lo tanto no contaba ninguna de sus experiencias en Centroamérica y África. Eran vivencias íntimas que la consolaban en lo posible y no tenía absolutamente ningún interés en compartirlas consigo misma, pero con nadie más. Entraba y salía del Hospital a su hora y el resto del tiempo lo pasaba en su pequeño apartamento tumbada en un sillón. Antes leía, ahora ya no, oía música, pero enseguida se cansaba y la apagaba para disfrutar del silencio. Lo único que le animaba algo era que su hijo estaba ahí. Lo veía poco porque el horario era complicado para conciliar la vida laboral con la personal, pero era lo que había.


Sofía estaba afincada en Madrid pero su vida no tenía ningún sentido y David niño era lo único que la hacía mantenerse despierta. Un accidente del niño en el colegio la hizo reflexionar. David tenía entonces, casi doce años, se había subido a una portería de balonmano y ésta se había vencido cayendo encima del niño, que resultó con un traumatismo cráneo encefálico muy severo que lo mantuvo casi un mes entre la vida y la muerte. Un coma que al principio parecía irreversible, pero que gracias a la edad de David y al buen hacer de los Médicos, se resolvió a las tres semanas volviendo el paciente a la normalidad.

Durante ese tiempo en el que Sofía solamente abandonaba la habitación para ir al cuarto de baño, se dio cuenta que tenía que recuperar el tiempo perdido. No podía seguir sumida en una profunda depresión y tenía que volver a ser aquella Sofía optimista y desbordante de alegría que había sido durante tantos años. Tenía que volver a disfrutar de las noches de cielo estrellado tomando la mano de su hijo, disponer de tiempo para verle crecer y estaba claro que para eso no podía seguir en Madrid y tampoco se quería exponer a una nueva experiencia como la vivida en Mali y menos con un crío de doce años y en esas estaba cuando leyendo el ABC se encontró, en la sección de anuncios, con uno en el que solicitaba una Enfermera con una serie de condiciones que parecía estar hecho a su medida y allí estaba

Don Jacinto la miraba intrigado. La cara de Sofía iba reflejando las impresiones que recibía y así pasaba de una alegría increíble a una especie de depresión. No me extraña, pensó para si, porque esta casa está impresentable. Si esta señorita no la quiere, cosa que me extrañaría bastante, tendremos que arreglar los cuartos de baño por lo menos, de lo contrario no vamos a encontrar a nadie que venga y se quiera quedar.

-  Aquí tendría su consultorio con cita previa naturalmente y los avisos los podría hacer por la tarde. Si fuera necesario podríamos meter alguna chica para que le ayude en la consulta y yo creo que su principal misión será poner inyecciones y cosas por el estilo que habrían sido previamente prescritas por Don Antonio María y poco más porque ya ve que el pueblo es muy pequeño y por lo tanto no pueden ser mucho el trabajo. Eso si, Señorita, con la misma sinceridad que le digo esto, también le digo que para mi el principal problema y por el cual se han ido las enfermeras anteriores ha sido por su mala relación con Don Antonio María y eso si que lo tendrá que  cuidar porque si no le pasará como a las anteriores.
-  ¿Le importaría explicarme que pasó para no cometer los mismos errores? – preguntó Sofía abusando de su confianza
-  Si quiere que le diga la verdad, no lo se – Don Jacinto continuó su recorrido por el piso primero de la futura casa de Sofía – ya sabe que en los pueblos hay gente que con tal de hablar no paran de inventarse historias y por eso le digo que es difícil saber lo que pasó, pero yo conozco a Don Antonio María desde hace mas de cuarenta años y se de sobra de que pie cojea y posiblemente esa sea la razón. No es mal Médico aunque soy consciente que mucha gente lo critica, creo que sabe mas de lo que parece pero, eso si, es súper celoso de su profesionalidad y por ahí si que no pasa ni una y por ese lado se que tuvo problemas, pero por lo demás no creo que sea tan mala gente como dicen.
-  Perdone Usted, pero no le he entendido
-  Pues está mas claro que el agua – Don Jacinto le dio unos golpecitos en la mano – siga siempre sus instrucciones, no se meta en cambiarle ningún tratamiento y verá como sus relaciones serán cordiales, si se entromete, seguro que tendrá problemas y Don Antonio María por las buenas es muy buena gente, pero por las malas es peligroso, muy peligroso. Se lo aviso para que no se llame a engaño.
-  Pero. Don Jacinto, ¿no le parece que eso suena a amenaza?
-  No ¿por qué?
-  Hombre porque las enfermeras también sabemos algo de Medicina y también podemos opinar.
-  En este caso no
-  Ya – Sofía se miró las mano que las tenía juntas – Me da la impresión que antes de aceptar el cargo lo mejor que podría hacer era ir a verle y aclarar las cosas
-  Eso demostraría que tiene usted sentido común señorita, cosa no muy frecuente en los tiempos que corren. En fin, si me lo permite tengo que volver al Ayuntamiento a continuar con mi labor política.
-  ¿Me puedo quedar un rato repasando toda la casa?
-  ¡Faltaría más! Lo único que le pido es que cuando se vaya deje todo perfectamente cerrado y me devuelva la llave.
-  En cuanto termine se la llevo yo a su despacho.
-  Muchas gracias, Señorita, allí la espero.


Don Jacinto cerró la puerta y Sofía se quedó sola en el centro del amplio salón. Todo su cuerpo estaba como flotando, parecía que, por fin, había encontrado su sitio ideal después de tantas vicisitudes. A pesar de tener tan solo treinta y cuatro años la vida la había sometido a todo tipo de pruebas y gracias a su fuerza de voluntad a prueba de bombas, las había ido superando y parecía que todo iba volviendo a su cauce.

Estaba sola y como si una fuerza extraña la impulsara a hacerlo, empezó a bailar un vals como aquel que bailó con Javier, su primer novio, en aquella inolvidable fiesta de su presentación en Sociedad en el Casino de Soria. Daba vueltas y vueltas y en cada una veía como si estuvieran pasando en ese momento diversas épocas de su vida. Sus pensamientos se detuvieron en su primera misión con Médicos sin Fronteras y en aquella primera entrevista con el Director para América, el Dr. Joao Da Costa







3 comentarios:

  1. El Tío Javier Belas24 de septiembre de 2012, 0:03

    Lo primero enhorabuena por ese nieto al que ya he visto en fotos y pronto lo veré de verdad.
    Parece que Sofía se va centrando después de todo lo que ha pasado con Médicos sin Fronteras.
    Está muy entretenida la novela y es verdad que se lee con mucha facilidad.
    Hasta el próximo capítulo.

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  2. Enhorabuena a toda la familia por la llegada del "Guille". Que bonito es ver crecer la familia y disfrutar con todos ellos.
    La novela está muy interesante. ¿No podrías publicar dos capítulos a la semana?. Me quedo con ganas de seguir (como cuando estás enfrascado en un libro y no ves la forma de irte a dormir)
    Muy entretenida y una historia con muy buena pinta. Ahora la atención está centrada en conocer a D. Antonio María (que debe ser un tipo raro)
    Bss

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  3. He vuelto, la verdad es que tengo poco tiempo, pero hoy domingo he decidido ponerme a leer la historia de Sofia " pobrecilla" le ha pasado de todo pero parece ser que va a tener suerte. Bueno voy a leer el siguiente capítulo. Besos.

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