sábado, 30 de junio de 2012

LA ENFERMERA RURAL CAPITULO 3

Queridos blogueros/as: Hoy toca el tercer capitulo de la Enfermera Rural y espero que la cosa se empiece a animar Como os conté hace poco, yo esta novela la escribí hace tiempo y no me acuerdo de nada. Ahora leeré este capitulo, copio, pego le doy a publicar y hasta el próximo sábado que me voy a la piscina
Un abrazo y que España gane sin llegar a los penaltys porque "mi cuore" no está para tantos sustos.
Tino 
CAPITULO 3.-

Jesús se levantó del sillón y con movimientos diariamente repetidos fue dejando ordenada la peluquería haciendo especial hincapié en las dos cuchillas de barbero que había comprado en Albacete. Les pasó repetidamente una especie de lima, las frotó posteriormente con una pequeña esponja y a continuación las envolvió en un paño y las depositó en sus cajas respectivas. Las tres brochas de pelo de camello también fueron objeto de su atención. Primero las lavó derramando sobre ellas abundante agua, la secó con una toalla y les colocó unas gomas que evitaban que las cerdas se abriesen. Pasó una fregona rápida por todo el suelo y después de un vistazo rápido, apagó las luces y cerró la tienda hasta mañana que será otro día.

Paseando lentamente por la calle principal llegó hasta “La Bodeguita” lugar habitual de encuentro y charla hasta la hora de la cena. “La Bodeguita” era el típico bar de pueblo con ese encanto especial que tienen esos bares añejos en los que las paredes son historia. Unos banderines antiguos del Real Madrid y del Atlético de Madrid, flanqueaban a un cuadro con el marco gastado por las moscas con la foto oficial del Barcelona con Ramalléts como portero titular. Estanterías llenas de botellas cubiertas de polvo con las etiquetas algunas desaparecidas y otras amarillentas por el paso de los años, un mostrador largo con un dispensador de cerveza, vitrinas con algunas tapas en las que había anidado el polvo circulante y un microondas que hacía las veces de cocina.

El polvo, la suciedad, el ambiente lúgubre, la falta de luz y sobre todo el ruido, eran clientes permanentes desde las siete de la mañana hasta que se fuera a dormir el último rezagado. El ruido, siempre el ruido, estaba distribuido por todas partes como formando parte de la decoración y procedía de sitios tan dispares como de dos máquinas tragaperras que o vomitaban monedas en las escasas ocasiones en que salía un premio o animaban a los clientes a jugar con una música que bondadosamente se podría clasificar como infernal. Por si esto fuera poco, un billar americano de esos de seis agujeros para embocar, se encontraba en la otra esquina y Roberto, el dueño, había tenido la feliz idea de quitarle una especie de red donde caían las bolas y ahora lo hacían directamente sobre un contrachapado con lo que aumentaba el nivel de ruido. Pero como si todo eso fuera poco, un futbolín grande de los de antes con los jugadores ataviados con los colores del Madrid y del Atlético y una bola de madera maciza contribuían a animar un poco mas el ambiente y como traca final, Roberto había conseguido en Madrid un equipo de música de segunda mano con seis altavoces monumentales que los había distribuido estratégicamente por todo el local  y por los que no paraban de aparecer las canciones del Fari y Manolo Escobar de las que Roberto, el dueño, se consideraba un admirador.

Con todos estos ingredientes Roberto había conseguido ser el propietario de un bar cutre, ruidoso a mas no poder  y tan contento estaba de ello que si algún cliente le insistía en bajar la música, el dueño con el índice extendido le señalaba donde estaba la puerta y se quedaba tan tranquilo.

Ante este ambiente absolutamente devastador, no era de extrañar que los fines de semana, los clientes habituales optasen por el silencio y el ambiente refinado de “Villa Felicidad” donde se relajaban los sentidos del gusto del tacto y del oído, incluso también el de la vista.

Jesús, al abrir la puerta de “La Bodeguita” , hizo todavía mas patente el cambio entre la luz exterior proveniente de una farola del Ayuntamiento y las míseras de 40 w del interior y el ruido que parecía mentira que no chocase con el silencio que rodeaba al pueblo. Buscó a sus amigos que se encontraban jugando una partida de futbolín envuelto en una densa capa de humo. La bola de madera circulaba por el campo a una velocidad de vértigo y las rotaciones de las manos de los jugadores empuñando las barras se repetían sin parar. Clemente, el que hacía las veces de portero y defensa en el equipo blanco, iba radiando el partido mientras que saltaba radiante cada vez que su equipo conseguía un gol.

Jesús se colocó en la portería del Real Madrid y estuvo un rato observando el desarrollo del partido hasta que se acercó a la barra y pidió una caña. Con ella en la mano, volvió hacia su cuadrilla que, una vez finalizada la partida, charlaban animadamente.

-  Que tarde has venido hoy ¿no?
-  Si, es que a última hora ha venido una señora nueva en el pueblo con un hijo suyo para que le cortara el pelo y me he entretenido un poco.
-  ¿Y está buena?
-  ¡Que cosas tienes Indalecio! Es una chica joven, Enfermera, que viene por el anuncio que ha puesto el Alcalde en el periódico y nada mas
-  Entonces ¿no está buena?- Julián, el cerrajero, seguía con su tema
-  No está mal, no, pero no se parece en nada a las anteriores.
-  Mejor porque de aquellas tres loros mas vale no acordarse
-  Si, si – terció Lorenzo el propietario del único estanco del pueblo – serian tres loros pero bien que las mirabas
-  ¿Yo?
-  Si, tu, no disimules que hace muchos años que nos conocemos todos.
-  Parece mentira como se interpretan las cosas- Indalecio puso cara de no haber roto un plato en su vida – lo único que hice fue ayudarlas para que estuvieran en el pueblo como en su casa
-  Ya y por eso hacías de marido ¡vaya cara!
-  Si yo lo que intentaba era que estuvieran como en su casa, que culpa tengo yo que lo tuvieran allí y con Concha, la rubia, solo hacía de acompañante porque era mas estrecha que las vías del tren
-  ¿Y las otras dos no?
-  ¡Las otras dos! Menudos elementos. Bueno me voy a callar porque prefiero callarme pero si yo os contara.
-  Venga Indalecio, no empieces como siempre.
-  Encima tengo yo la culpa - Indalecio seguía con cara de bueno y una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja – Os contaría todo pero siempre se ha dicho que los secretos de alcoba nunca deben salir de la cama y yo estoy de acuerdo.
-  Ya, pero, esta que ha estado en la peluquería con su hijo, por la pinta, no tiene nada que ver con las otras – intervino Jesús
-  Entre otras cosas porque está casada – Luciano el del taller elucubraba por su cuenta
-  ¿Y porqué sabes que está casada? – Lorenzo hacía de Abogado del Diablo como casi siempre
-  Hombre, si Jesús dice que tiene pinta de seria y viene con el niño ¿hacen falta más pistas?
-  No se, pero a lo mejor es un hijo de soltera o es viuda ¡yo que se!
-  Bueno, el caso es que tenemos enfermera nueva y habrá que conocerla ¿no os parece?
-  Tranquilo Mario que todo se andará.

El tal Mario era nuevo en el pueblo y también en la cuadrilla. Era veterinario y estaba destinado por el Ministerio de Agricultura para hacer una campaña de inseminación artificial. Había ido por seis meses y llevaba casi dos años. Vivía solo en una casa en las afueras del pueblo. Era soltero y con fama de ser una persona seria y en el pueblo no se le conocían novias ni nada por el estilo. Salía poco y cuando lo hacía era siempre con Jesús y sus amigos. No iba nunca por  “Villa Felicidad” porque según él, nunca había pagado ni pagaría por servicios de tipo sexual.

-  ¿Sabemos donde vive?
-  Yo no – contestó Jesús – pero supongo que en el hostal porque, según me contó ha venido para hablar con el Alcalde y saber las condiciones económicas, como es la casa que le ofrecen y supongo que mil detalles mas.
-  ¿Y no te ha preguntado porque se fueron las otras enfermeras?
-  Si, pero prefiero que la historia se la cuente el Alcalde porque yo tampoco soy quien para saber si lo que dicen por ahí es verdad o no
-  Es buena idea y así si se queda será por decisión suya. Bien hecho – sentenció Lorenzo – pero de todas maneras yo creo que en esa casa pasa algo, no se que, pero algo raro hay
-  Hombre, pasar tiene que pasar porque si no ¿porque se fueron las tres anteriores?- ahora era Leocadio el que intervenía y que desde que le habían nombrado Jefe de Correos no se hablaba con el Indalecio, el único cartero que quedaba  – Yo sigo en mis trece, la casa de D. Ulpiano, el  Médico, está embrujada
-  Ya empezamos como siempre – Jesús pidió otra caña – la Julia se fue porque se enamoró de Mariano, el de las mulas y cuando éste decidió que se iba a Barcelona, ella se fue detrás, o sea que no fue por nada raro
-  ¿Y la Estrella? ¿también encontró novio? – Lorenzo sabía los bulos que se habían corrido por el pueblo. Primero que si estaba liada con el Alcalde, después que no que con quien tenía algo era con Don León,  el cura que era conocido en todos los pueblos de la comarca por sus frecuentes escarceos amorosos y al final que si venía un maromo de la capital y no se cuantas historias mas. El caso es que una noche de perros con los truenos anunciando la llegada de una buena tormenta y de manera precipitada,  abandonó el pueblo y a partir de ahí lo de siempre que si la había venido a buscar un desconocido en un Mercedes, que si había sido un secuestro en toda regla y los responsables habrían enterrado el cuerpo en cualquier monte y para la mayoría que se  había cansado de ser a la vez, el Médico,  la Comadrona y la ATS y había tomado las de villadiego

Fuera por lo que fuera, el caso era que después de varios intentos, el pueblo continuaba sin Médico de una manera regular y a expensas de los caprichos de D. Antonio María, Médico de un pueblo cercano y que solo acudía, cuando acudía, dos horas los lunes y jueves por la mañana a los pacientes con cartilla de la Seguridad Social y el resto del día estaba a disposición de todos los vecinos, según rezaba un cartel colocado en la puerta del consultorio, pero en plan privado, es decir, pagando y si lo llamabas un Sábado, un Domingo, un día festivo o por la noches ya podías ir preparando el bolsillo porque las minutas eran elevadas.



Lorenzo, el estanquero, era de la misma edad que Jesús, se conocían de toda la vida y ambos habían crecido en el pueblo, aunque Lorenzo no había nacido allí y ninguno de los dos habían tenido oportunidad de viajar. De complexión atlética, tenía mucho pelo en el exterior de su cabeza y pocas ideas en el interior. Normalmente tenía aspecto de limpio y habitualmente presentaba una agradable sonrisa. Era muy amigo de sus amigos y muy enemigo de sus enemigos de los que siempre hablaba mal sin importarle el lugar en el que se encontrase. Hablaba mucho y callaba poco por lo que demostraba cada dos por tres su escasa inteligencia. Por su verborrea habitual se había ganado algunos enemigos y hasta uno se la tenía jurada por unas tierras propiedad del padre de Lorenzo y éste no quería vendérselas al tal Donato por entender que no era del pueblo y esperaría pacientemente a otro comprador antes que al vecino 

Cuando se fueron las tres enfermeras, Lorenzo fue uno de los que mas discutió con el Alcalde la necesidad de contratar o no a una nuevo. Lorenzo era partidario del si, pero con la condición de definir previamente todas y cada una de sus funciones, no fuera a ser que, como en el caso de la Concha, se dedicara a llenar el pueblo de pasquines para que la gente dejara de fumar y una cosa era atender a los pacientes y otra perjudicar a su negocio haciendo que disminuyeran peligrosamente las compras.

En diferentes ocasiones había pedido al Alcalde que las pusiera en su sitio porque eran enfermeras, no Médicos y las campañas las hacen los Médicos. Claro que los del pueblo las trataban como facultativos y así no había manera de hacer carrera y el Alcalde le había respondido con lo de siempre, muy buenas palabras pero ninguna resolución. Todo se quedaba para el próximo pleno, pero hacía tanto tiempo que no se celebraba uno que hasta los empleados del propio Ayuntamiento quitaron la Sala de Juntas, cambiaron el cartel de la puerta y colocaron otro con la inscripción de “Casa del Pueblo de Don Jacinto” sin posibilidad de discusión porque ¿era una casa? Si, ¿estaba en el pueblo? Si y ¿estaba en el pueblo de Don Jacinto? Si, entonces ¿Quién osaba protestar? Y sobre todo que si hubiera alguien, que no lo había pero podía haberlo habido, tenía que hacerlo en el Pleno y ¿dónde se celebraría el Pleno si no había Salón de Plenos?


Si que es cierto, para que negarlo, que Don Jacinto le había dado un uso llamémosle que fraudulento porque en la susodicha Casa del Pueblo se había instalado el propio Alcalde hacía nada mas y nada menos que treinta y cuatro años. Allí había fallecido Doña Canencia, su anciana madre, también Luciana la madre de sus tres hijos, bueno de dos, porque el tercero era de dudosa procedencia y allí vivía instalado como un marqués, Don Jacinto con muebles antiguos comprados con el dinero de las arcas municipales y atendido por la fiel Luzmila de Todos los Santos Cárdenas, una dominicana sesenta  y tantos años mas joven que el máximo responsable municipal y que según las lenguas de doble filo presentes en todos los pueblos del mundo, ponía los lunes a Don Jacinto como el mejor amante del mundo mundial, mientras que el resto de la semana cambiaba al viejo edil por algunos jóvenes de la localidad que, por poco dinero y mucha discreción, se iniciaban en los placeres del sexo sin responsabilidad.        

Si no hubiera sido por la presión popular, Don Jacinto, el mismo día que enterró a su Luciana, hubiera nombrado a Luzmila de Todos los Santos Concejala de Bienestar Social que se lo tenía bien merecido, pero ante la reacción de los vecinos, desistió de tal empeño y la nombró Aseora del Sr. Alcalde con menos categoría en el escalafón municipal, pero el mismo sueldo. Con ello Luzmila de Todos los Santos mantenía en Santo Domingo a su marido, cuatro hijos habidos del matrimonio, sus padres y su suegra en la seguridad que volvería aunque no sabía cuando.

-  Jesús: entonces tu amiga la rubia ¿se queda o no? – Lorenzo preguntó mientras apuraba el último trago.
-  No lo se, porque ya te digo que casi no hablé con ella. Lo único que se es que hoy a las siete y media de la tarde estaba en el pueblo. Si va a dormir o no en el Hostal, no lo se
-  Seguro que si, pero lo tenemos fácil – ahora era Mario, el veterinario el que daba su opinión - pagamos las cañas y nos acercamos hasta allí, justo hoy está Tomás y ese se sabe hasta el número del carnet de identidad de tu amiga, ya lo verás.




  Belas

3 comentarios:

  1. El Tío Javier Belas1 de julio de 2012, 17:31

    Muy buena la descripción de todos los entresijos del pueblo. Lo vengo diciendo desde el principio, el Jesús y la efermera se lían.
    Mañana me voy a Cedeira. La peluquería de Juan puede ser la de Jesús o te acuerdas de la de Jesusiño.
    A todos que lo paseis bien. Yo me voy de vacaciones a no hacer nada, que es lo que mas me gusta.

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  2. Bueno, ha esta novela ya le voy cogiendo el gustillo, como dice Javier seguro que se lian. Deseando leer el siguiente capítulo. Besos.

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  3. Genialllllll. Que descripciones !!!!. Tienes una habilidad especial para describir escenas, lugares, personas o lo que se te ponga por delante...
    Los líos amorosos están claritos pero mucho me temo que nos va a sorprender.
    Enhorabuena por el nuevo nieto !!!! y por ser ¡¡ CAMPEONES, CAMPEONES, CAMPEONES, OE OE OE !!!!

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