En fin, que ahora nos toca sufrir y todo por una buena salud, pero que le vamos a hacer.
Os envío el capitulo 3 del Paseo por el Torraiba y os daréis cuenta de lo fácil que es perder el tiempo y si no poneros delante de un hormiguero y ya veréis como se pasa el tiempo.
Un abrazo y hasta el próximo sábado
YO, (¡¡¡ para que voy a poner el nombre si todo el mundo sabe que soy Faustino Belascoain, Tino Belascoain, el Tío Tino, el biabuelo Tino o simplemente Tino para los amigos !!!!)
CAPITULO 3.- EL HORMIGUERO
Tino Belascoain estaba sentado en una piedra observando con detenimiento una situación en la que se había visto involucrado en múltiples ocasiones, pero que nunca había sido objeto de su atención. Una larga fila de hormigas atravesaba el camino, procedían de un hormiguero situado como a dos cuartas del borde del lado izquierdo e iban lentamente pasando hasta el otro lado un resto de pan producto de algún bocadillo mal terminado.
El trabajo era un modelo perfecto de organización. Las hormigas llegaban desde su guarida en perfecto orden, tomaban en su lomo una carga, previamente preparadas por otras hormigas que se subían el trozo de pan y con sus patas desmenuzaban pequeños trozos desplazándolos hacia un lugar más seguro y sobre todo más amplio donde poder desarrollar las labores de intercambio de mercancías. Ninguna se separaba de los lugares previamente marcados, todas al mismo ritmo, con la misma cadencia de movimientos y sin perder la rectitud de las líneas como si fueran desplazándose a través de un alambre.
¡Que organización! Eso era un hormiguero como Dios manda y lo demás, nada. ¿Demuestra eso que las hormigas son inteligentes? ¿Y porqué no? ¿Por qué no pueden ser como nosotros? Con el cerebro mas pequeño claro, pero igual. Al fin y al cabo es el propio hormiguero el que genera la calidad de los que allí trabajan y también, ¿porque no? el encargado de seleccionar a sus hormigas para su mejor utilización. No podrían trabajar en esta fabrica las hormigas lentas porque detendrían la velocidad del proceso, ni las especialmente nerviosas porque la fila no va a ir mas deprisa, ni las fuertes tendrían cabida porque no es necesario desarrollar tanta potencia, lo importante es la constancia y ¡que decir de las hormigas “gays”! esas ni pisar el hormiguero porque con tanta hormiga macho se volverían locas y la convivencia sería muy complicada y para colmo la jefa sería una hormiga hembra ¡lo que nos faltaba! Total, que para el casting del hormiguero son miles las hormigas llamadas y pocas las escogidas.
Pasaban los minutos y Tino continuaba sentado observando el lento ir y venir de las hormigas y aunque no les prestaba una especial atención, si que le parecía que algunas iban mas deprisa que otras. Total, igual que en nuestra sociedad. Hay gente mas lista, más responsable, más rápida o más lo que sea en el trabajo y otras que por vagancia, ineptitud, desidia o cualquier otra cosa funcionan peor para el trabajo en equipo
De pronto, como si hubiera sonado la sirena de fin de jornada, las hormigas desaparecieron del sendero como si se las hubiera tragado la tierra. Estaba claro que si no se las convocaba para el final de la jornada laboral, su desaparición era porque algún peligro inminente tenía que haber sido detectado y naturalmente apareció casi en la misma entrada del hormiguero. Se trataba de un caracol que no se sabía ni como ni porqué, había sentado sus reales en la zona por donde tenían que discurrir las hormigas. Nadie lo había visto llegar y resultaba extraño porque el roce de su cuerpo retumbaba como un trueno, pero esta vez la perfecta organización había sido un rotundo fracaso. El caracol con su halo de gelatina alrededor de su cuerpo negro como el azabache, era un enemigo habitual y la mucina o lo que fuera aquel líquido viscoso que lo rodeaba como si fuera un castillo con su foso correspondiente y que actuaba como si fuese la lava de un volcán avanzando y destruyendo el menor atisbo de vida en toda su proximidad, prácticamente ocupaba toda la luz. Desde su caparazón había observado el movimiento de las hormigas y ahora sacaba su cabeza con los cuernos en lo más alto, como debe de ser, preparándose para gozar del festín gastronómico que se avecinaba.
Oteó el horizonte observando como las aterradas hormigas corrían despavoridas tratando de buscar un buen refugio y solamente acertó a engullirse a unas pocas que por estar mas alejadas del domicilio habitual no tenían posibilidad de salvación.
En espera de un nuevo ataque, el caracol se volvió a encoger con una actitud chulesca y provocativa lo que motivó que Tino, que desde su lugar de descanso contemplaba toda la maniobra como si de un observador de la ONU se tratase, se mostrase incómodo y como algo molesto con esa provocación y tomando el extremo del bastón, lo desplazó hasta la abertura de la concha y sin apretar exclamó
- ¡Cuidadito, cuidadito, que donde las dan las toman!
El caracol que no era otro que el ánima de José Longoreguerio Saurevias y que llevaba a la sazón nada menos que ochenta y tres años, siete meses y nueve días deambulando por el monte en espera de llegar a San Andrés de Teixido porque de joven te fue muy putero ¿sabe usted? Y cuando estaba en lo mejor de la vida, se murió y nunca había ido a San Andrés y ya se sabe lo que dice el dicho popular “vai de morto quen non foi de vivo” y así tenemos a Jose Longoregueiro zascandileando por el monte, pero en lugar de vivo, mas bien muerto y mas seco que la mojama, aunque lo disimule dentro de la concha. Todo lo que tenía de chulo, de Don Juan, de ligón, de amante fiel de sus fieles amantes, el trovador del amor por los caminos de Chímparra, aquel que su fama traspasaba las fronteras del valle de Regoa y su bien ganado título de “follarin de los bosques” llegaba hasta los confines de la Sierra de la Capelada donde una tal Gumersinda juraba y perjuraba que nunca conoció barón, pero que su demostrado embarazo había sido consecuencia de una lluvia de espermatozoides que le habían caído como llovidos del cielo cuando hasta Don Aniceto, el cura, sabía de la potencia sexual de Jose Longoregueiro y que sus disparos, una vez que la metralleta que llevaba entre las piernas se ponía en movimiento, era capaz de lanzar sus dardos amorosos a mas de trescientos metros del lugar de la copulación y era del dominio popular que gracias a ese don tan peculiar, dejaba embarazadas de una sola tacada a varias jovencitas casaderas de las localidades a las que era amablemente invitado.
Aquel era Jose Longoregueiro y aquí lo tenemos ahora como un simple caracol, con un instrumento sexual reducido a la mínima expresión y mas que un órgano catedralicio parecería, siempre por falta de uso naturalmente, un organillo de esos que llevan los chulapos por las calles de Madrid que venden barquillos al grito de “agua, azucarillos y aguardiente, para el nene y la nena”. Por eso y por muchas mas cosas, Jose Longoregueiro sabía que su ciclo se había terminado y ya no aspiraba a nuevas correrías. Lo único que deseaba es llegar a San Andrés lo antes posible para purgar el gravísimo error de no haber ido en vida y pasar a disfrutar de la felicidad eterna al lado de muchos amigos y conocidos y para eso todavía tenía que recorrer nueve kilómetros.
El camino hasta allí había estado jalonado de riesgos por todas parte desde aquel diecinueve de Mayo de hacía mas de ochenta años en que el Buen Hacedor decidió que su vida debería tocar a su fin y para ello le brindó tal cúmulo de placeres que acabaron con él en el Campo Santo, teniendo por compañeros a su derecha, Ramón, “el guajira” por aquello de haber sido emigrante en Cuba y a su izquierda el Anselmo, “el faroles” famoso en los putiferios gallegos por preguntar insistentemente por el conejo de la loles sin encontrar una respuesta adecuada por lo que se compró un farol y con el andaba por esas casas de Dios sin encontrar el ansiado trofeo.
Parece mentira. Lo que da de sí un paseo por el Torraiba. Es que lo bueno del veraneo es hacer nada, que es subir al Torraiba, contar hormigas hasta que aparece José Longueregueiro vestido de caracol......
ResponderEliminarMe lo estoy pasando de cine. Es todo muy divertido.
¡¡¡ Sigue, sigue !!!
Lo que más me gusta es como cambias de tema sin uno darse cuenta.
ResponderEliminarY que decir de la "filosofía organizativa de las hormigas". Genial; todo un tratado. Me ha picado la curiosidad y la próxima vez que vea una procesion de hormigas, ya tengo entretenimiento.
Animo Tino, sigue así. Estamos enganchados.
Sorprendente. Un capítulo entero hablando de una hormiguero y un caracol!
ResponderEliminarVoy con el siguiente!!
He vuelto¡¡¡¡¡¡, hoy que nos hemos quedado en casa y tengo tiempo para ponerme al día en el Blog.Cada vez que vea un caracol me acordaré de el follarin de los bosques.Me impresiona tú imaginación. Bueno sigo al siguiente capitulo.
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