sábado, 12 de julio de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 44


 Queridos blogueros/as: Esto de copiar a este bloc una novela escrita en parte hace años, tiene una cosa divertida y es que cada día te encuentras con una sorpresa. Posiblemente sea una cuestión premeditada, tengo que reconocer como siempre, que no me acuerdo pero no tengo ni idea que pinta este capítulo aquí, pero bueno  escribir algo sobre una consulta de cardiología tampoco está mal y siempre se aprende.
Como dijo Merce una vez, esta novela parece un ir y venir de aquí para allá, todo unido, como si fuera un hilo conductor sin haber sido desmajado,  por la pareja de Fernando Altozano y Mamen y en ese sentido se puede entender este capítulo. Le acaba de "arrear" el infarto y allí que está el Abogado Altozano y ya está. Eso para vosotros muy bien, pero para mi que ahora ando por el capítulo 68 es un follón, claro que como estoy acabando me da un poco igual o mas exactamente me importa un pito porque el final discurre por otros derroteros eso si, siempre unido por esa madeja del hilo conductor sin desmadejar. 
Es una pena no haber nacido poeta porque desde hace meses y viendo a la velocidad que pasan las semanas se me había ocurrido escribir una poesía que se tendría que titular "Joder, como pasa el tiempo" porque ¿os habéis dado cuenta que ya estamos en verano otra vez? y ahora si que es verdad aquello que parece que fue ayer, pero hace un año. Lo siento tener que repetirme, pero joder como pasa el tiempo. Tan deprisa que para los que no lo sepáis ya no tengo consulta, o sea que ahora si que soy un Cirujano de Mano Jubilado y no digo Médico Jubilado porque suena demasiado rimbombante porque con el paso de los años puedo decir, eso es una de las ventajas de jubilarse, que yo del codo para abajo sabía bastante, por no decir que mucho, pero de ahí para arriba sabía bastante menos. En fin, lo que os decía, joder como pasa el tiempo, jubilado y yo con estos pelos y casi sin esos pelos
También se me ha ocurrido publicar un día  todos estos comentarios juntos y el título podría ser "Alegrías y sinsabores de un aficionado a escribir" Total que como veis hoy ha sido un día de ocurrencias y por eso termino con una que no es de hoy y es aquello de ser lo mas felices posible porque esto va que parece que los días pasan a la velocidad del sonido.
Un abrazo para todos
Tino  Belas
P.D.- No se si habrá algún cardiólogo que se llama Garcia de Tribes pero estaréis de acuerdo conmigo en que es un nombre bonito ¡a que si! y al que no lo guste que le ponga otro y tan amigos. Adiós y hasta el próximo capítulo que no se cuando será.



 CAPITULO 44.-

Fernando permanecía sentado en la sala de espera del lujoso edificio de consulta que para tal fin disponía el Colegio de Abogados muy cerca de su casa, tan solo a unos cientos de metros hacia abajo por la calle de Serrano. Había subido despacio pero a propósito, los escalones que unían la entrada con la primera planta, en una especie de prueba de esfuerzo voluntaria y se había acomodado en una de las esquinas de la amplia sala. Desde allí, dominaba la escalera y el pequeño mostrador donde una recepcionista joven distribuía, informaba a los recién llegados con una sonrisa, citaba a través de un teléfono situado a su izquierda e  introducía a los enfermos y acompañantes a la consulta del Dr. Garcia de Tribes. Desde su improvisado puesto de mando, Fernando Altozano admiraba la eficacia de la Señorita Cristina Vazquez, así constaba en una chapita que se mantenía en la solapa de su uniforme azul, y la facilidad de movimientos para estar al teléfono y entrar y salir de la consulta con una rapidez inusitada, pero sin dar sensación de hacer las cosas con prisas. Parecía como si cada persona que solicitase información en el mostrador, cada una, fuera el único caso en el mundo; su atención era tal que algunos se quedaban sorprendidos de tanta eficacia. Fernando permanecía sentado con cara de distraído esperando las frecuentes salidas y entonces observaba sus hermosas piernas que comenzaban en una zona   realzada por una falda ajustada. Sus caderas se movían rítmicamente, aunque la chaqueta le cubría lo necesario para poder dar rienda suelta a la imaginación de cada uno, lo que venía muy bien a los que esperaban. Algunos parecían más atentos, mientras que otros permanecían atrapados por las revistas que sujetas a unos cartones se distribuían en las diferentes mesas colocadas a lo largo y ancho de la sala de espera. Fernando y Mamen esperaban pacientemente y comentaban que era la primera vez que asistían a la consulta del Cardiólogo. El movimiento era espectacular y la gente entraba y salía como si de una estación del Metro se tratara e incluso, por dentro, debía haber una especie de recorrido porque algunos entraban por una puerta y salían por otra situada unos metros mas allá.
-  Eso se llama organización – Mamen permanecía extasiada ante tanto movimiento.
- Claro, es natural – Fernando se ajustó el cuello de la camisa que le quedaba especialmente ancho – si no, sería imposible.
La secretaria hizo tres o cuatro llamadas antes de anunciar
-  ¿Don Fernando Altozano, por favor?
Fernando y Mamen se levantaron, dejaron alguna revista encima de la mesa y se aproximaron al mostrador.
-  ¿ Me deja su tarjeta del Colegio de Abogados, por favor?
-  Faltaría más, señorita – Fernando sacó su cartera del bolsillo interior izquierdo de su chaqueta y se la entregó.
-  Muchas gracias – La recepcionista introdujo la tarjeta por un aparato conectado al teléfono para así quedar registrado y con un leve movimiento de su cabeza les indicó que la acompañaran. Abrió la puerta del despacho y les introdujo en el despacho del cardiólogo.
-  Doctor, D. Fernando Altozano, del Colegio de Abogados.
-  Gracias, Cris – El Dr. García de Tribes se levantó y se acercó con la mano derecha tendida hacia Mamen
-  Señora, es un placer. Don Fernando, encantado. Siéntense por favor.
El despacho era funcional. No muy grande, pero con algo que lo hacía  acogedor. La mesa, grande y de caoba, establecía una distancia entre paciente y Médico que la salvaba el cardiólogo con una sonrisa con la que intentaba establecer un primer contacto que diera algo de confianza.
Era un hombre de unos cincuenta y tantos años, pelo blanco engominado, facciones agradables, anillo de casado en uno de los dedos de su mano izquierda, bata blanca inmaculada, tres bolígrafos y un lapicero iguales en el bolsillo superior y camisa azul con múltiples rayas blancas, todo ello haciendo juego con una corbata de estribos también con tonos azules. La imagen del especialista, detrás de la mesa se veía  complementada con un cuadro en la pared de bonito marco y típico dibujo de cacería inglesa. Sobre la mesa una carpeta de cuero negro en la que se instalaban unas cuantas cuartillas y en el centro el teclado de un ordenador. A un lado, una especie de bote pequeño con varios lápices y bolígrafos y a la derecha un cuadro de la que se suponía que era su mujer y un montón de gente que los rodeaba, se suponía que serían hijos y algunos nietos.
A su derecha una pequeña mesa auxiliar en la que se instalaba una enfermera que con su bata blanca era la encargada de suministrar los volantes necesarios de las distintas Sociedades Médicas.
A la izquierda un biombo como de moqueta en tonos cremas, separaba la zona de consulta de otra en al que se veía una parte de una camilla de reconocimiento y una mesa en la que estaba instalado un aparato para hacer electrocardiogramas.
-  Buenos días, Don Fernando, ¿cómo está usted? – La voz del Dr. García de Tribes era suave, agradable y con un acento como andaluz.
-  Muy bien – Contestó Fernando
-  ¿ Y usted? – El Doctor miró directamente a los ojos de Mamen, quien se mostró totalmente sorprendida.
-  Perdone, pero el paciente es él- contestó de una forma casi instantánea.
-  Ya, ya, ya lo sé – El galeno esbozó una sonrisa dejando entrever una dentadura bien cuidada – pero usted seguro que tiene mucho que ver.
-  ¿Yo? ¡ que va! – Mamen seguía con una cara completamente aturdida mientras miraba indistintamente al Médico y a su marido.
-  Por favor, no me entienda mal- El cardiólogo trataba de establecer un clima de diálogo con sentido del humor – no he querido decir, de ninguna manera, que usted sea la causante de sus males, por favor, no – el doctor se rió abiertamente – quería decirle que los Médicos tratamos las enfermedades, pero los familiares directos son los que las sufren. Eso es lo que quería decir, perdone si me he expresado mal.
Mamen también se rió, mientras Fernando les miraba con expresión algo preocupada. Pensaba que aquel cardiólogo era un gracioso y no estaba la situación como para tomársela a broma, un infarto era un infarto y él un enfermo que merecía ser objeto de todas las atenciones, pero, en fín, cada uno plantea la consulta como quiera y de este Médico le habían hablado maravillas en su Sociedad y tampoco estaba él para armar muchos líos, o sea que lo mejor era callarse y esperar acontecimientos.
-  Bueno, bueno, Don Fernando, o sea, que ha tenido un buen susto ¿verdad? - Esta vez parecía que, por fín, la consulta era para él.
-  Si, hace hoy sesenta y siete días y nueve horas – contestó Fernando que tenía la mala costumbre de acordarse de absolutamente todas la fechas.
-  Según he leído en el informe del Hospital, tuvo un infarto de pared postero lateral ¿es cierto?
-  Si, ¿quiere ver las pruebas que me hicieron? – Fernando abrió un sobre en el que había clasificado todas las pruebas que le habían hecho en el Hospital.
-  No, déjelo – el doctor hizo un gesto como de que no le hacían falta para nada – luego me las deja y las miro tranquilamente. Ahora me interesa más hacerle una historia clínica completa, ¿de acuerdo?
-  Muy bien, usted manda – Fernando se dispuso a contestar a todas las preguntas como si de un examen se tratara – estoy a su disposición.
La enfermera que permanecía sentada a la derecha del Doctor Garcia de Tribes se levantó y de un pequeño archivador extrajo unos papeles que le entregó al Médico. Este los depositó cuidadosamente sobre la carpeta de piel y después de abrir una pluma estilográfica con el capuchón dorado se dispuso a transcribir al conversación
-  ¿Nombre?
-  Fernando Altozano Ortiz de Mendivil
-  Supongo que es usted Abogado ¿no?
-  Si.
-  ¿Fecha de nacimiento, por favor?
-  Cinco de Mayo de 1945
-  O sea que anda rondando los cincuenta ¿no?
-  Si, cuarenta y nueve para ser exactos.
-  Supongo que casado
-  Si
-  ¿Hijos?
-  Tres vivos, aunque teníamos cuatro.
-  ¿De qué murió?
-  De un accidente en la guardería
-  ¿Con cuantos años?
-  Tenía tres años.
El Dr. Garcia de Tribes apreció como las lágrimas trataban de abrirse camino en los ojos de Fernando y continuó con la realización de la historia clínica
-  Perdone, pero no tengo mas remedio que hacer este tipo de preguntas.
-  No se preocupe – Fernando se  repuso rápidamente
-  ¿Dónde vive?
-  En la calle de Ayala, número diecinueve
-  Vive aquí al lado, ¡que suerte!
-  Si, en poco mas de cinco minutos andando estamos en la consulta.
-  ¿Fuma?
-  Fumaba
-  ¿Mucho?
-  Muchísimo
-  ¿Cigarrillos?
-  Si, sobre todo, Ducados y algún puro que otro.
-  ¿Un paquete al día?
-  Yo diría que dos y a veces tres.
-  Ya
-  ¿Bebe?
-  Últimamente más, pero no excesivamente.
-  ¿Vino y copas o vino solo?
-   Vino en las comidas y copas.
-  ¿Todos los días?
-  Últimamente, si.
-  ¿Hace algún deporte con regularidad?
-  Últimamente no, pero hasta hace unos meses iba a un gimnasio tres veces por semana
-¿Tiene mucho trabajo?
-  Mucho mas del que yo quisiera
-  Ya, perdóneme un inciso – El Dr. García de Tribes se echó hacia atrás en el sillon, se retiró las gafas y se pasó un pañuelo por el ojo izquierdo, colocándose nuevamente las gafas en su posición, después limpiarlas cuidadosamente con una gamuza de paño que sacó del cajón central de la mesa – usted era un candidato al infarto porque cumplía todos los requisitos y encima seguro que estaba gordo ¿verdad?
-  Si, en este tiempo he adelgazado casi quince kilos, o sea que si, la verdad es que estaba mas gordo que nunca.
-  Todo lo que me cuenta se fue produciendo de una manera progresiva o fue un cambio rápido.
-  No, no fue de un día para otro, pero casi. Yo diría que en el último año fue cuando se acumuló todo – Fernando miró a Mamen - ¿tú que crees?
-  Hombre – Mamen trataba de mantener una posición neutral, aunque sabía que su opinión necesariamente tenía que ser subjetiva – está claro que últimamente estabas mucho mas agobiado, pero yo creo que desde la ampliación del despacho empezaste a tener muchísimo trabajo y venías menos a casa.
-  ¿Ponemos que dos años?
-  Si, por lo menos.
-  ¿Problemas en el trabajo?
-  Hombre, problemas así como muy gordos no, pero ya se sabe que cuando se llevan muchos asuntos, pues siempre hay líos, pero afortunadamente no me puedo quejar.
-  ¿Tiene mucha gente a su cargo?
-  Actualmente doce personas
-  ¿Problemas familiares?                                                                              
-  No, ninguno.
Fernando volvió a mirar a su esposa que, como en toda la entrevista, trataba de mantenerse al margen
-  Últimamente si, quizás por el exceso de trabajo o por lo que fuera, el caso es que nos pasábamos el día discutiendo
-  Cuando discutian era ¿en un bar o en su domicilio?
Casi a la vez, los dos negaron con la cabeza
-  ¿En casa?
-  Si
-  ¿Estaban sus hijos delante cuando discutían.?
-  No
-  ¿Nunca?
-  No, seguro que los niños no se enteraban de nada porque siempre eran en nuestro dormitorio ¿verdad? - Fernando miró a su mujer que asentía con firmeza
-  Me dijo que tenían tres hijos me parece ¿no? . El Dr. García de Tribes removió las cuartillas que tenía ante sí- ¿cómo se llaman?
-  Iciar, Fernando y Beltrán
-  ¿De qué edades?
Mamen se adelantó a contestar:
-  De catorce la niña y los niños tienen doce y tres años.
El Doctor trató de introducir algo que disminuyera la tensión de aquella entrevista en la que se adivinaba que se estaba acercando al punto álgido por la  manera de contestar:
-  ¿Se ha dado cuenta, Don Fernando que cuando se pregunta la edad de los hijos siempre contestan las mujeres?
-  Es cierto – Fernando afirmó con la cabeza, aunque en mi caso no debería ser así porque yo tengo muy buena memoria y me acuerdo de todas.
-  ¡ Que suerte! Sin embargo yo para esas cosas soy un desastre. En fín, siento tener que hacer este tipo de preguntas, pero no tengo mas remedio. ¿Se acuerda como fué el infarto?
-  Naturalmente, fué un martes por la noche.
-  Ya, pero dígame que fue lo que sintió, ¿el dolor fue muy agudo?
-  Mas que agudo, fue como inesperado, como si se me rompieran todos los esquemas y el mundo se me viniera abajo.
-  ¿Le dio tiempo a pedir ayuda?
-  No
-  Y usted – su mirada se cruzó con la de Mamen - ¿cómo se dio cuenta?
-  Pues si quiere que le diga la verdad, lo he pensado infinidad de veces desde entonces y no se lo puedo explicar – la mujer sintió en su cabeza el mismo sonido de la noche del infarto. Era un sonido particular, como si quisiera avisarte de un peligro inminente – ¡que se yo! He padecido esa sensación multitud de veces desde aquel día de Marzo y aunque no quieras, es como si un sexto sentido te dijese que algo importante estaba ocurriendo y cuando llegas al cuarto y te encuentras a tu marido en el suelo, entonces es cuando te das cuenta que lo que parecía mentira se había convertido en realidad.
-  ¿Cómo cuanto tardaron los Servicios de Emergencia en llegar a casa? – El Dr.  García de Tribes continuaba con su interrogatorio casi policial mientras no perdía de vista a su paciente tratando de extraer hasta la última gota de información para un mejor análisis clínico del proceso.
Fernando se removió en la silla con el ánimo de opinar en aquella larga entrevista, pero no tenía respuestas
-  Para mí no mire que yo no estaba para nadie en aquellos momentos. No tengo ni idea de todo lo sucedido desde el día del infarto, hasta tres o cuatro días después, pero seguro que Mamen se acuerda ¿verdad que si?
-  Por supuesto – Mamen trató de esbozar una sonrisa – y no fue mucho, lo que ocurre es que en esos momentos cada segundo es toda una eternidad, pero no pasarían mas de diez o quince minutos.
-  ¿Sabe usted si cuando llegaron le intubaron?
-  No tengo ni idea porque no nos dejaron estar con él, pero cuando le ví en la UVI de La Paz si que estaba intubado.
-  Ya, pero eso es lógico – el cardiólogo continuaba apuntando en las cuartilla con su membrete que tenía encima de la mesa. A veces, levantaba la cabeza y se quedaba mirando fijamente a su paciente y en ocasiones parecía como dudar y se mantenía silencioso. Fue en uno de esos instantes cuando Fernando miró a su mujer e hizo un gesto como de incredulidad. Mamen lo entendió y se apresuró a preguntar
-  Doctor, perdone pero ¿tantas preguntas son porque mi marido está muy mal?
El doctor García de Tribes no pudo por menos que sonreir. Sus amigos se lo habían comentado en diferentes ocasiones y se confirmaba en este caso. Los pacientes no estaban acostumbrados a que les hicieran una historia clínica completa en la que se incluyeran todos los aspectos relacionados con su enfermedad y como le había sucedido en múltiples ocasiones, todas aquellas preguntas parecían una exageración y los pacientes entendían que cuando un Médico les dedica tanto tiempo era porque algo raro tenía que suceder.
-  No, no que va, su marido tiene muy buena pinta, aunque todavía no le he explorado, pero todas estas preguntas no son porque esté pensando en nada malo, ni mucho menos, lo que ocurre es que, por ejemplo, para saber la evolución no es igual si su marido estuvo sin oxígeno cinco minutos o media hora hasta que llegó al Hospital, o sea que no se preocupe ¿de acuerdo?
Mamen afirmó con la cabeza mientras la enfermera le indicaba a Fernando que se fuera descubriendo para hacerle un electrocardiograma. Siguiendo sus indicaciones, se tumbó en una camilla y se dejó aplicar los electrodos en el tórax, ambas muñecas y ambos tobillos. La enfermera permanecía atenta al aparato que dejaba resbalar una tira de papel en la que quedaba marcada la actividad de su corazón y con movimientos repetitivos anotaba algunos datos que se los iba pasando al Médico. A continuación, el Cardiólogo le hizo una auscultación cuidadosa y mientras cambiaba el fonendo de lugar iba indicando al paciente, respire, no respire, respire, no respire








1 comentario:

  1. El Tío Javier Belas15 de julio de 2014, 11:33

    Después de leer este capítulo, estoy preparado por si me da un infarto.
    Un abrazo a todos

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