Queridos blogueros: No me acuerdo si es aquí donde tengo que empezar, tampoco se porqué sale la letra en negrita y encima empiezo con el primer capítulo y no tengo ni idea como va a acabar esto. En fin, que toca echarle imaginación y seguro que queda bien- También se me ha ocurrido ir intercambiando capítulos, pero después de mucho pensar (por lo menos un par de segundos) he llegado a la conclusión que lo mejor es ir cambiando el texto de algún capítulo para que se pueda parecer a la segunda parte que está por escribir, pero ya mas o menos la tengo pensada y solo será cosa de ponerse y lo malo es eso, porque llevo casi dos meses sin tocar ni una sola tecla del ordenador y a pesar que lo politicamente correcto sería decir que lo he echado (es sin h ¿no?) mucho de menos, la verdad es que me he quedado tan tranquilo y ni me he acordado ¡que le vamos a hacer! uno es así y a mis años ya no voy a cambiar.
Bueno, menos rollo caperucita que son las doce y media de la noche y me está empezando a entrar un sueño que en cuanto me meta en la cama me voy a quedar mas dormido que un bebé.
Hasta la próxima semana y como siempre espero que os guste esta nueva novela
Un abrazo para todos
Tino Belas
EL TRIO DE DOS
F. Belascoain
CAPITULO
1.-
Caminaban
por la inmensa playa dando patadas a las conchas que se iban encontrando en su
lento paseo. Las huellas de sus pisadas dejaban un regusto amargo de un pasado
que ambos pretendían olvidar solamente por unos días. La arena mojada
contribuía a mantener frescas las ideas, mientras los rayos de sol iban
difuminándose como tratando de rodearlos en un ambiente más intimista. Algunas
gaviotas revoloteaban por los alrededores de las olas que acariciaban la
orilla. Unos pequeños botes de pescadores, con sus proas enfilando el inmenso
mar, parecían querer romper la monotonía de aquel paisaje desértico. Los
pescadores, con sus pobladas barbas, los gorros de lana de chillones colores, pantalones
amarillos de aguas y botas verdes también preparadas para las faenas marineras,
preparaban unos “pescaítos” que, primero clavaban en una especie de flecha y, a
continuación, la acercaban a unas pequeñas hogueras que mantenían a babor y a
estribor de cada bote.
Algunos
turistas, de pié, saboreaban estos productos de tan peculiar huerta,
acompañados de unos “finos” que, en pequeñas copas de plástico, servían unos
chiquillos descalzos que se movían entre la gente con ese duende que solo se
encuentra en Andalucía.
Alrededor
de toda aquella industria, flotaba un ambiente de miseria mezclado con olores
de aceite requemado, manzanilla, caléndula y hasta un poco de jazmín. El cuadro
lo completaba el sonido de una guitarra que parecía querer expresar los sentimientos
de aquel pueblo: alegre y triste, desgarrador y amable, salvaje y cariñoso.
Todos estos ingredientes contribuían a que los escasos paseantes por la playa,
se acercaran al chiringuito.
Una pareja
atraída, sin duda, por el sonido de la guitarra y también por el olor de los
pescaítos, se acercaba haciéndose presentes sus facciones. El, Fernando, era un
hombre de una edad próxima a figurar en la zona en que se empieza a pensar en
la cantidad de asignaturas pendientes, fuerte, con un tórax que se adivinaba a
través de su Fred Perry azul, bien conformado, abdomen plano y un conjunto
de músculos muy trabajados en interminables sesiones de gimnasio. Su
cabeza estaba salpicada por unas canas que querían hacerse notar en una
cabellera negra bien tratada, lo que le daba un aire juvenil aunque los años,
no se pudieran disimular. Sus ojos, de un intenso azul enmarcados en una
pobladas cejas, se movían casi tanto como sus manos y todo el conjunto le hacía
aparecer como un hombre interesante. El lo sabía, y tanto en su forma de vestir
como en su comportamiento, se advertía un cuidado extremo de su aspecto, para
resultar todavía más atractivo. Siempre vestía con ropa de firma y para esta
ocasión presentaba un niqui azul, Fred Perry, pantalones cortos Burberrys mil
rayas, zapatillas de la misma marca, también azules con un ribete de Príncipe
de Gales y completando el atuendo un jersey amarillo sobre los hombros y un
reloj de esfera negra y sujeción de
loneta azul con una banda amarilla.
Ana, su
acompañante, era bastante más joven, no pasaría de los treinta y pocos y todo
su aspecto era de absoluta vitalidad. El pelo rubio y muy largo, caía sobre su
espalda mientras que una cinta ancha lo sujetaba sobre la frente; una nariz
aguileña presidía el centro de su cara y a los lados, como dos faros, unos
enormes ojos azules permanecían muy abiertos para no perderse detalle de lo que
abarcase su campo visual. Las cejas, igual que las pestañas, habían sido
cuidadosamente, perfiladas con un lápiz y una amplia sonrisa era lo habitual en
una cara que, igual que la de Fernando, no era espectacular, pero llamaba la
atención por lo cuidado de su aspecto. Un cuerpo ajustado, con las piernas
largas y bien contorneadas, terminaba de completar una figura atractiva.
Ella
propuso una carrera hasta el chiringuito y ambos, cogidos de la mano, iniciaron
una veloz carrera. Al principio Fernando se quedó algo sorprendido y rezagado,
pero, inmediatamente, se puso a su altura y la pasó mientras decía:
- El último paga.
A escasos
metros del bar se pararon jadeantes y se miraron a los ojos; él desvió la
mirada y preguntó ceremoniosamente:
- ¿La señora marquesa desea tomar alguna cosa?
- Si – contestó ella mientras extendía su mano
derecha como para ser
besada – si, señor
marqués, quiero caviar iraní acompañado de una copa de “Moet Chandon”, muy
frío, por favor.
- Ya sabe usted que sus deseos son órdenes para
mí – Fernando besó su mano con exquisita educación y levantando la mano con voz
chillona dijo : ¡Quillo! : una de pijotas, una de bienmesabe, unos chanquetitos
y una botella de manzanilla bien fría para la señora marquesa, ¿oído?.
El camarero les hizo una
seña con el pulgar extendido hacia arriba y les indicó con el acento habitual
de aquella zona :
- Usté, espereme allí en er fondo que les voy a
dar unas cozita que les van a quitar er zentío “mi arma” si, si, allí, al lado
de la palmera que está especialmente reservada para recien casados “ozú” que en
un segundito estoy con ustedes vosotros.
Siguiendo las indicaciones
de tan peculiar “somelier” se sentaron en una especie de hamacas confeccionadas
con una hojas de palmeras entrecruzadas sobre una loneta de un azul ajado por
la brisa y se quedaron extasiados ante el paisaje que los envolvía; el sol
parecía querer contribuir con su palidez a acrecentar los deseos de Fernando y
Ana. La proximidad de la noche hacía como más excitante la nueva experiencia
que ambos comenzaban. Era como una aventura pensada durante años por Fernando
que, por fin, se iba a hacer realidad. Todo empezó cuando........................
Ainssss que bien empieza. Que cortito es este capítulo; quiero más.
ResponderEliminarAquí tienes a tu fiel seguidora (ahora se dice "fan") dispuesta a leer la novela entera y las que vengan.
Gracias por seguir ahí.....
Bss
Buena pinta tiene el primer capitulo, sobre todo Fernando...veo más abajo que están los capitulos 22 y 23 y el ultimo, no encuentro los demás,ya me diras donde están.Como ves soy un poco inutil. Besos.
ResponderEliminarYo también estoy por aquí.
ResponderEliminarAngeles, esos capitulos 22 y 23 son de la anterior novela, éste es el primero de una nueva!
Leo el 2 para ponerme al día!
He vuelto!!!!!!!! espero que con esta novela, que creo que ya la he leído...no pierda el hilo, con este capitulo tan cortito no se si la he leído o no. Voy a leer el 2º capitulo . Besos a todos
ResponderEliminarTarde pero ya estoy aquí otra vez. Empieza con buena pinta. Me voy al leer el capítulo 2. Bienvenidos a todos incluída la nueva, Angeles. Bss.
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