sábado, 14 de septiembre de 2013

EL TRIO DE DOS:CAPITULO 1

 

Queridos blogueros: No me acuerdo si es aquí donde tengo que empezar, tampoco se porqué sale la letra en negrita y encima empiezo con el primer capítulo y no tengo ni idea como va a acabar esto. En fin, que toca echarle imaginación y seguro que queda bien- También se me ha ocurrido ir intercambiando capítulos, pero después de mucho pensar (por lo menos un par de segundos) he llegado a la conclusión que lo mejor es ir cambiando el texto de algún capítulo para que se pueda parecer a la segunda parte que está por escribir, pero ya mas o menos la tengo pensada y solo será cosa de ponerse y lo malo es eso, porque llevo casi dos meses sin tocar ni una sola tecla del ordenador y a pesar que lo politicamente correcto sería decir que lo he echado (es sin h ¿no?) mucho de menos, la verdad es que me he quedado tan tranquilo y ni me he acordado ¡que le vamos a hacer! uno es así y a mis años ya no voy a cambiar.

Bueno, menos rollo caperucita que son las doce y media de la noche y me está empezando a entrar un sueño que en cuanto me meta en la cama me voy a quedar mas dormido que un bebé.
Hasta la próxima semana y como siempre espero que os guste esta nueva novela
Un abrazo para todos 
Tino Belas

 

 

 

 

 

EL TRIO DE DOS






















F. Belascoain




CAPITULO 1.-

Caminaban por la inmensa playa dando patadas a las conchas que se iban encontrando en su lento paseo. Las huellas de sus pisadas dejaban un regusto amargo de un pasado que ambos pretendían olvidar solamente por unos días. La arena mojada contribuía a mantener frescas las ideas, mientras los rayos de sol iban difuminándose como tratando de rodearlos en un ambiente más intimista. Algunas gaviotas revoloteaban por los alrededores de las olas que acariciaban la orilla. Unos pequeños botes de pescadores, con sus proas enfilando el inmenso mar, parecían querer romper la monotonía de aquel paisaje desértico. Los pescadores, con sus pobladas barbas, los gorros de lana de chillones colores, pantalones amarillos de aguas y botas verdes también preparadas para las faenas marineras, preparaban unos “pescaítos” que, primero clavaban en una especie de flecha y, a continuación, la acercaban a unas pequeñas hogueras que mantenían a babor y a estribor de cada bote.
Algunos turistas, de pié, saboreaban estos productos de tan peculiar huerta, acompañados de unos “finos” que, en pequeñas copas de plástico, servían unos chiquillos descalzos que se movían entre la gente con ese duende que solo se encuentra en Andalucía.
Alrededor de toda aquella industria, flotaba un ambiente de miseria mezclado con olores de aceite requemado, manzanilla, caléndula y hasta un poco de jazmín. El cuadro lo completaba el sonido de una guitarra que parecía querer expresar los sentimientos de aquel pueblo: alegre y triste, desgarrador y amable, salvaje y cariñoso. Todos estos ingredientes contribuían a que los escasos paseantes por la playa, se acercaran al chiringuito.
Una pareja atraída, sin duda, por el sonido de la guitarra y también por el olor de los pescaítos, se acercaba haciéndose presentes sus facciones. El, Fernando, era un hombre de una edad próxima a figurar en la zona en que se empieza a pensar en la cantidad de asignaturas pendientes, fuerte, con un tórax que se adivinaba a través de su Fred Perry azul, bien conformado, abdomen plano  y un conjunto  de músculos muy trabajados en interminables sesiones de gimnasio. Su cabeza estaba salpicada por unas canas que querían hacerse notar en una cabellera negra bien tratada, lo que le daba un aire juvenil aunque los años, no se pudieran disimular. Sus ojos, de un intenso azul enmarcados en una pobladas cejas, se movían casi tanto como sus manos y todo el conjunto le hacía aparecer como un hombre interesante. El lo sabía, y tanto en su forma de vestir como en su comportamiento, se advertía un cuidado extremo de su aspecto, para resultar todavía más atractivo. Siempre vestía con ropa de firma y para esta ocasión presentaba un niqui azul, Fred Perry, pantalones cortos Burberrys mil rayas, zapatillas de la misma marca, también azules con un ribete de Príncipe de Gales y completando el atuendo un jersey amarillo sobre los hombros y un reloj de esfera negra y sujeción  de loneta azul con una banda amarilla.
Ana, su acompañante, era bastante más joven, no pasaría de los treinta y pocos y todo su aspecto era de absoluta vitalidad. El pelo rubio y muy largo, caía sobre su espalda mientras que una cinta ancha lo sujetaba sobre la frente; una nariz aguileña presidía el centro de su cara y a los lados, como dos faros, unos enormes ojos azules permanecían muy abiertos para no perderse detalle de lo que abarcase su campo visual. Las cejas, igual que las pestañas, habían sido cuidadosamente, perfiladas con un lápiz y una amplia sonrisa era lo habitual en una cara que, igual que la de Fernando, no era espectacular, pero llamaba la atención por lo cuidado de su aspecto. Un cuerpo ajustado, con las piernas largas y bien contorneadas, terminaba de completar una figura atractiva.
Ella propuso una carrera hasta el chiringuito y ambos, cogidos de la mano, iniciaron una veloz carrera. Al principio Fernando se quedó algo sorprendido y rezagado, pero, inmediatamente, se puso a su altura y la pasó mientras decía:
-  El último paga.
A escasos metros del bar se pararon jadeantes y se miraron a los ojos; él desvió la mirada y preguntó ceremoniosamente:
-  ¿La señora marquesa desea tomar alguna cosa?
-  Si – contestó ella mientras extendía su mano derecha como para ser
besada – si, señor marqués, quiero caviar iraní acompañado de una copa de “Moet Chandon”, muy frío, por favor.
-  Ya sabe usted que sus deseos son órdenes para mí – Fernando besó su mano con exquisita educación y levantando la mano con voz chillona dijo : ¡Quillo! : una de pijotas, una de bienmesabe, unos chanquetitos y una botella de manzanilla bien fría para la señora marquesa, ¿oído?.
El camarero les hizo una seña con el pulgar extendido hacia arriba y les indicó con el acento habitual de aquella zona :
-  Usté, espereme allí en er fondo que les voy a dar unas cozita que les van a quitar er zentío “mi arma” si, si, allí, al lado de la palmera que está especialmente reservada para recien casados “ozú” que en un segundito estoy con ustedes vosotros.
Siguiendo las indicaciones de tan peculiar “somelier” se sentaron en una especie de hamacas confeccionadas con una hojas de palmeras entrecruzadas sobre una loneta de un azul ajado por la brisa y se quedaron extasiados ante el paisaje que los envolvía; el sol parecía querer contribuir con su palidez a acrecentar los deseos de Fernando y Ana. La proximidad de la noche hacía como más excitante la nueva experiencia que ambos comenzaban. Era como una aventura pensada durante años por Fernando que, por fin, se iba a hacer realidad. Todo empezó cuando........................                                                                                                 

5 comentarios:

  1. Ainssss que bien empieza. Que cortito es este capítulo; quiero más.
    Aquí tienes a tu fiel seguidora (ahora se dice "fan") dispuesta a leer la novela entera y las que vengan.
    Gracias por seguir ahí.....
    Bss

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  2. Buena pinta tiene el primer capitulo, sobre todo Fernando...veo más abajo que están los capitulos 22 y 23 y el ultimo, no encuentro los demás,ya me diras donde están.Como ves soy un poco inutil. Besos.

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  3. Yo también estoy por aquí.

    Angeles, esos capitulos 22 y 23 son de la anterior novela, éste es el primero de una nueva!

    Leo el 2 para ponerme al día!

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  4. He vuelto!!!!!!!! espero que con esta novela, que creo que ya la he leído...no pierda el hilo, con este capitulo tan cortito no se si la he leído o no. Voy a leer el 2º capitulo . Besos a todos

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  5. Tarde pero ya estoy aquí otra vez. Empieza con buena pinta. Me voy al leer el capítulo 2. Bienvenidos a todos incluída la nueva, Angeles. Bss.

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