Queridos blogueros/as: Otro capítulo mas y ya vamos por el 14. Continuamos con historias de Médicos ¡que le vamos a hacer! uno escribe de lo que sabe.
La semana que viene no creo que pueda meter el capítulo correspondiente porque me voy de puente a Cedeira, pero a la vuelta lo publico
Espero vuestras opiniones como siempre
Un abrazo para todos/as
Tino Belas
CAPITULO
14.-
El
viaje era corto, no más de una hora y casi sin darse cuenta se encontraron en
la puerta del hospital. Juan pagó religiosamente y quedó con el taxista que, si
no le avisaba de lo contrario, mañana quedaban a la misma hora. Con el maletín
en la mano, subió lentamente los nueve escalones de entrada al hospital y ya en
el ascensor subió a la planta sexta donde se encontraba la UVI. En la puerta un
cartel anunciaba la imposibilidad de entrar sin ser avisado y le rogaban que
tuviera paciencia porque la enfermera saldría periódicamente. Juan se sentó en
uno de los asientos que estaba vacío y esperó. Veía que la gente entraba y
salía, pero nunca una enfermera. Al cabo de media hora se decidió y llamó a un
timbre situado al lado de la puerta. Una enfermera le saludó y le indicó que
entrara sin llamar
-
Es que como he
visto el cartel
-
Ya, pero eso son
cosas de la Dirección
– era una enfermera joven, con el pelo corto, manos finas y buen tipo – si
tiene usted algún familiar entra y se coloca a su lado y ya está
-
¿Y por qué no
quitan el cartel?
-
Eso digo yo –
contestó sonriente la enfermera – supongo que usted es el marido de Ana ¿no?
-
Si
-
Pues aquí la
tiene – la joven separó una cortina y allí estaba Ana más guapa que nunca, la
habían peinado y preparado para la visita y desde luego su cara no reflejaba
haber sido operada el día anterior. Juan se acercó y le dio un beso en la
mejilla
-
¿Cómo estás?
-
Muy bien, mucho
mejor de lo que pensaba
-
¿Te duele algo?
-
Nada, bueno si me
muevo lo noto un poco, pero muy poco.
Durante
todo ese tiempo había permanecido de pié con las manos en la espalda
sosteniendo el improvisado ramo de flores de su jardín
-
Tengo un regalo
para ti
-
¿Un regalo?
-
Si - Juan le
entregó el ramo de flores - las he recortado esta mañana del jardín
Ana
se emocionó mientras olía las flores del pequeño ramillete de flores que Juan
había puesto en su regazo
-
Muchas gracias
Una
auxiliar pasó por allí y depositó unos tarritos con medicación en la mesilla de
noche acompañados de un zumo de naranja con una pajita
-
Ana – le removió
un poco la almohada para que la paciente estuviera algo mas cómoda – te dejo
aquí la medicación que tienes que tomarte con la comida ¿de acuerdo?
-
Si, no te
preocupes que luego me la tomo
La
auxiliar se quedó observando el ramo de flores
-
¿Te gusta? –
preguntó Ana
-
Me encanta, ¿se
lo has traído tú? – preguntó dirigiéndose a Juan
-
Si, no pasa nada
¿no?
-
No hombre ¡que va
a pasar! Al revés – la auxiliar se mostraba feliz con el regalo – unas flores
siempre vienen bien en una UVI y si encima son de campo mejor que mejor
-
Son de nuestro
jardín - Ana se mostraba encantada
-
¡Que envidia
tener un jardín y un marido que te quiere!
-
Tampoco es para
tanto – Juan trataba de disimular el rubor que le llenaba su cara. Estaba
enamorado de su mujer, pero eso que se lo dijeran siempre le parecía como para
ponerse colorado – esto lo hace cualquiera
-
No – la auxiliar
le cortó - eso solo lo hace cualquiera
que esté enamorado
-
¿Y usted no lo
está?
-
No – la auxiliar
parecía como no querer comentar el tema
– lo estuve, pero me salió mal y ahora me quedan dos hijos frutos de aquella
relación pero mi marido desapareció.
-
¡Como que
desapareció! ¿no sabe nada de él?
-
No – la joven
siguió estirando las sábanas para no mirar directamente a Juan – es una
historia muy larga que me hizo casi volverme loca, pero afortunadamente ya ha
pasado y estoy mas tranquila
-
Perdone si la ha
molestado
-
No, no te preocupes,
ya no me importa, lo único que pasa es que cuando veo a una pareja como
vosotros me dais mucha envidia. A mi no me salió bien, pero no pasa nada.
Bueno, venga, luego si tengo un ratito vuelvo y os cuento mas cosas pero ahora
tengo que seguir repartiendo la medicación que si no llegan las comidas y no
tenéis las pastillas
-
Pues hasta luego
-
Adiós
Juan
se sentó en una silla al lado de la cama y tomó la mano de su mujer entre las
suyas. Se quedó mirando un hematoma que presentaba en el dorso de su mano, justo
al lado donde un catéter se introducía en una vena a través de la piel.
-
¡Menudo hematoma!
-
Me han dicho que
eso es normal porque tomo las pastillas esas que me mandaron para la
circulación y le pasa a todo el mundo
-
Vaya faena
-
Pero no me duele
nada
-
Pues mejor
Desde
que había llegado, Juan evitaba mirar a su mujer por miedo a emocionarse y a
propósito no levantaba la vista de la mano de Ana, la acariciaba con cariño y
poco a poco fue subiendo su mirada a través de su brazo hasta encontrarse con
sus ojos. Ella le miraba afectuosamente sabiendo, porque se conocían desde
hacía muchos años, lo que estaba pensando y las emociones que pasaban por su
cabeza
-
¿Qué tal te has
organizado en casa? – preguntó Ana
-
Bien, muy bien.
-
¿Has desayunado?
-
Claro
-
Pero no has
tomado tostadas con miel ¿a que no?
-
¿Y tú porqué lo
sabes?
-
Por que seguro
que no has encontrado el tostador
-
Tampoco lo he
buscado – Juan no quería reconocer que lo había buscado y no tenía ni idea
donde estaba – porque había biscotes de esos de paquete y los tomé con
mermelada
-
¿Y te calentaste
tú solo la leche? – Ana le interrogaba con ojos pícaros
-
¿Quieres que
reconozca que soy una nulidad para las tareas del hogar?
-
No hombre,
tampoco es eso, pero no te veo de amito de casa
-
A veces no hay
mas remedio
-
Mañana por la
mañana va María y ya limpia.
-
Estupendo – Juan
resopló con tranquilidad – menos mal, porque hasta poner el microondas llego,
pero de ahí no paso
-
¿Te das cuenta
como tenía razón cuando te decía que debías aprender a poner la lavadora o el
friegaplatos?
-
Pero no me estás
diciendo que mañana va María, pues que lo ponga ella.
Ana
intentó cambiarse de posición en la cama notando un dolor agudo que hizo que
moviera la cabeza en un gesto de contrariedad. No tenía ninguna molestia si no
intentaba moverse, pero al menor movimiento notaba como si algo se rompiera por
dentro. Toda la noche había estado igual, quieta como una momia, pero las
enfermeras la animaban a mover un poco las piernas para evitar los coágulos de
sangre y Ana trataba de seguir sus indicaciones aunque le resultaba doloroso.
Juan se acercó y le ajustó unas almohadas que tenía a ambos lados de la pierna
izquierda
-
¿Quieres que
llame a la enfermera?
-
No, déjalo que
tienen mucho trabajo y lo mío con estarme quieta se me pasa.
Juan
repasó con la mirada las camas de la
UVI y apreció que para ocho camas había tres enfermeras, dos
auxiliares y un celador, bueno ocho camas que veía desde su asiento pero no
sabía si habría mas, le parecía que no, pero no tenía la absoluta seguridad que
así fuera. En ese momento, en el pequeño control solo estaba una sentada
delante de lo que tenía toda la pinta de ser una fila de monitores desde donde
controlaba las constantes de todos los que estaban ingresados. Tres camas
estaban vacías, en otras tres los pacientes parecía que no estuvieran
especialmente mal, sobre todo, uno que estaba en el box número dos leyendo
tranquilamente el periódico con expresión serena. En la cama justo de enfrente
de la de su mujer, una señora mayor estaba completamente dormida y una mas para
allá un hombre joven tenía un tubo en la boca y la cabeza ladeada. El último
box estaba ocupado por un hombre al que no le veía la cara, pero que debía
estar bastante mal y dos enfermeras se
encontraban en los laterales de la cama cambiándole alguna vía y ajustándole
una especie de muñequeras que le mantenían con los brazos extendidos.
-
Menudo panorama –
Juan volvió a mirar a su mujer – las enfermeras tienen toda la pinta que no
Paran ¿verdad?
-
Tienen sus
momentos. Por ejemplo – Ana miró a la señora de enfrente – aquella se ha pasado
la mitad de la noche pidiendo sus gafas y hasta que no ha llegado una auxiliar
y se las ha puesto no se ha dormido, pero luego no se ha movido hasta ahora. El
que si está mal es el del fondo, parece ser que ha tenido un infarto y esta
noche no las ha dejado ni sentarse, pero, según me contó una auxiliar, esta
noche ha sido de las malas
-
Claro, dependerá
de las camas que estén ocupadas
-
No lo se, pero
esta noche por lo menos por lo menos tres camas estaban vacías y con un poco de
suerte, dentro de un rato se quedan otras dos porque a algunos operados de ayer
posiblemente nos manden a la planta en cuanto pase visita el Médico
-
¿A ti te pasan
hoy a planta?
-
No lo se, ya te
digo que eso depende del Médico, pero parece ser que es lo normal, pasas la
primera noche aquí para que te despiertes bien de la anestesia y si estás bien
no hace falta que estés aquí mas tiempo
-
Bueno, se verá.
Juan
se entretuvo mirando a los otros pacientes que no parecía que estuvieran
preocupados porque alguien los vigilara y a los pocos minutos apareció el
Médico. Era un hombre joven, con una bata blanca algo arrugada, pijama verde,
fonendoscopio al hombro, pelo moreno algo despeinado, alto, sonriente y con
prisas a tenor de la velocidad con la que pasaba por las distintas camas.
Saludaba uno a uno a cada paciente por su nombre, mientras una enfermera le
daba la historia clínica correspondiente. Pasaba las hojas con rapidez,
escribía algo en cada una e inmediatamente pasaba al siguiente paciente.
-
¿Qué tal Ana?
¿Cómo ha pasado la noche?
-
Bien
-
¿Tiene dolores?
-
Solo si me muevo
-
Ya – el Dr. Lopez
Yague, según constaba en el bolsillo superior de la bata, se puso el fonendo en
sus orejas y con lentitud estuvo auscultando a Ana recorriendo la parte
anterior de su tórax y después la espalda haciéndola respirar profundamente –
está muy bien, no parece que esté operada de ayer. ¿Puede mover la pierna
Ana
lo intentó con la ayuda del Médico moviendo un poco la pierna izquierda. El
Doctor la animó a mover un poco más
-
Me duele –
comentó Ana con un rictus de dolor
-
Ya lo se, pero no
hay mas remedio. Nosotros hemos hecho nuestro trabajo y ahora le toca a usted.
Tiene que intentar levantar la pierna para que no pierda este músculo – le
señaló con el fonendo por encima de la rodilla – y como lo tiene que hacer,
cuanto antes empiece, antes termina ¿de acuerdo?
-
Si
-
¿Me promete que
lo va a intentar?
-
¡Que remedio!
-
Bien, entonces si me lo promete, creo que la
pueden llevar a planta
-
Usted decide,
Doctor.
-
Yo creo que si –
el Dr. Yague – firmó unos papeles y devolvió la historia a la enfermera que la
introdujo en un pequeño carro – Mañana nos vemos. Adiós
-
Perdone, Doctor –
Juan se puso de pié – cuando se podrá ir a casa
-
No corra,
caballero – el joven Médico le dirigió una sonrisa – en esto de la cirugía hay
que hablar cada día y adelantar acontecimientos no sirve para nada
-
No, si yo solo
era por hacerme una idea
-
¡Que pasa! ¿que
no puede vivir sin ella?
-
La verdad es que
se hace muy duro llegar a casa y no encontrar a nadie
-
Yo le entiendo,
pero no me atrevo a decirle cuando se irá, pero parece que es una mujer fuerte
y si todo continúa igual, espero que en cuatro o cinco días pueda llevársela
-
Muchas gracias
por todo, Doctor
-
Nada hombre, para
eso estamos, vienen enfermos y procuramos que salgan sanos.
-
Y casi siempre lo
consiguen
-
No se fié – al
Médico se le notaba que estaba contento con la evolución – algunos dicen que se
curan a pesar de los Médicos
-
Ya sabe el dicho
popular ¡hay gente pa tó! – sentenció Juan
Una
pequeña infección superficial en la herida quirúrgica obligó a Ana a permanecer
casi quince días en el Hospital. Comenzó a realizar pequeñas movilizaciones, al
principio en la cama y después la bajaban al gimnasio en silla de ruedas y daba
pequeños pasos sujetándose en unas barras paralelas. Por la tarde, primero la
siesta, luego con Juan sentada en un
sillón y así pasaban las tediosas horas del hospital. Cuando Juan llegaba a su
casa, casi era de noche y sentado en la terraza veía pasar otro día sobre su
piel, a continuación una pastilla para
dormir, un sándwich de jamón y queso, un vaso de leche caliente y así hasta el día siguiente en que se levantaba
tarde, comía en la tasca del pueblo, tomaba café en el bar que presidía la
plaza y esperaba al taxi en la esquina de la calle principal para que lo
llevara al Hospital y al atardecer vuelta a casa, sándwich, pastilla y otra vez
a dormir cuando la noche se hacía la dueña de todo.
Una
tarde y casi por sorpresa el Dr. Yague, después de explorar con detenimiento a
Ana, le dijo que al día siguiente le daría el alta con la obligación de caminar
todos los días una hora, ponerse unas inyecciones para evitar la trombosis
venosa y caminar siempre con medias elásticas y la promesa la cumplió en cuanto
pasó visita
- Muy bien, Ana –el Médico le dio unos
golpecitos pequeños en la zona operada – por fin, llegó el gran día. ¡Se puede
ir a su casa! y en un mes la reviso en la consulta
-
Muy bien – Ana se emocionó, sabía que ese día llegaría pero se emocionó como ya
sabía que le iba a pasar – muchas gracias por todo
- De nada y ya sabe, Ana, todos los días se
agarra del brazo de Don Juan y a caminar ¿de acuerdo?
- De acuerdo
-
Si no le importa, pida hora a la secretaría y lo dicho, en un mes la espero y
ya tiene que venir sin muletas
- ¡Sin muletas!
- Claro, no va a estar toda la vida de pareja
con los bastones, ¿no le llega con esta pareja que tiene?
- Hombre, Doctor, no me compare con unas
muletas – Juan soltó una carcajada.
- No se si lo será o no, pero desde luego si
que tiene que contar con su ayuda
- Eso está hecho.
- Adiós – contestaron al unísono el matrimonio.
Que bien, Ana vuelve a casa. Esperemos que se recupere del todo
ResponderEliminarQue paseis un buen puente !!!!
Hasta el próximo
Bss
Muy bien. Estoy aprendiendo mucho sobre hospitales. Me alegro que Ana ya esté en casa y espero que Juan la cuide mucho. Seguro que sí.
ResponderEliminarAdiós. Hasta después del puente.
Como se nota que en los hospitales estas cómodo, se ve todo mucho más fluido :)
ResponderEliminarSiii...se que voy retrasado, calma que sigo!
Bueno, todo va saliendo bien....Ana ya se va para casa y ahora a recuperarse poco a poco... Voy a por el siguiente porque voy atrasadisima....Besos.
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