sábado, 27 de abril de 2013

EN LO MEJOR DE LO PEOR: CAPITULO 14


 Queridos blogueros/as: Otro capítulo mas y ya vamos por el 14. Continuamos con historias de Médicos ¡que le vamos a hacer! uno escribe de lo que sabe.
La semana que viene no creo que pueda meter el capítulo correspondiente porque me voy de puente a Cedeira, pero a la vuelta lo publico
Espero vuestras opiniones como siempre
Un abrazo para todos/as
Tino Belas


CAPITULO 14.-

El viaje era corto, no más de una hora y casi sin darse cuenta se encontraron en la puerta del hospital. Juan pagó religiosamente y quedó con el taxista que, si no le avisaba de lo contrario, mañana quedaban a la misma hora. Con el maletín en la mano, subió lentamente los nueve escalones de entrada al hospital y ya en el ascensor subió a la planta sexta donde se encontraba la UVI. En la puerta un cartel anunciaba la imposibilidad de entrar sin ser avisado y le rogaban que tuviera paciencia porque la enfermera saldría periódicamente. Juan se sentó en uno de los asientos que estaba vacío y esperó. Veía que la gente entraba y salía, pero nunca una enfermera. Al cabo de media hora se decidió y llamó a un timbre situado al lado de la puerta. Una enfermera le saludó y le indicó que entrara sin llamar

-        Es que como he visto el cartel
-        Ya, pero eso son cosas de la Dirección – era una enfermera joven, con el pelo corto, manos finas y buen tipo – si tiene usted algún familiar entra y se coloca a su lado y ya está
-        ¿Y por qué no quitan el cartel?
-        Eso digo yo – contestó sonriente la enfermera – supongo que usted es el marido de Ana ¿no?
-        Si
-        Pues aquí la tiene – la joven separó una cortina y allí estaba Ana más guapa que nunca, la habían peinado y preparado para la visita y desde luego su cara no reflejaba haber sido operada el día anterior. Juan se acercó y le dio un beso en la mejilla
-        ¿Cómo estás?
-        Muy bien, mucho mejor de lo que pensaba
-        ¿Te duele algo?
-        Nada, bueno si me muevo lo noto un poco, pero muy poco.

Durante todo ese tiempo había permanecido de pié con las manos en la espalda sosteniendo el improvisado ramo de flores de su jardín

-        Tengo un regalo para ti
-        ¿Un regalo?
-        Si - Juan le entregó el ramo de flores - las he recortado esta mañana del jardín

Ana se emocionó mientras olía las flores del pequeño ramillete de flores que Juan había puesto en su regazo

-        Muchas gracias

Una auxiliar pasó por allí y depositó unos tarritos con medicación en la mesilla de noche acompañados de un zumo de naranja con una pajita

-        Ana – le removió un poco la almohada para que la paciente estuviera algo mas cómoda – te dejo aquí la medicación que tienes que tomarte con la comida ¿de acuerdo?
-        Si, no te preocupes que luego me la tomo

La auxiliar se quedó observando el ramo de flores

-        ¿Te gusta? – preguntó Ana
-        Me encanta, ¿se lo has traído tú? – preguntó dirigiéndose a Juan
-        Si, no pasa nada ¿no?
-        No hombre ¡que va a pasar! Al revés – la auxiliar se mostraba feliz con el regalo – unas flores siempre vienen bien en una UVI y si encima son de campo mejor que mejor
-        Son de nuestro jardín - Ana se mostraba encantada
-        ¡Que envidia tener un jardín y un marido que te quiere!
-        Tampoco es para tanto – Juan trataba de disimular el rubor que le llenaba su cara. Estaba enamorado de su mujer, pero eso que se lo dijeran siempre le parecía como para ponerse colorado – esto lo hace cualquiera
-        No – la auxiliar le cortó -  eso solo lo hace cualquiera que esté enamorado
-        ¿Y usted no lo está?
-        No – la auxiliar parecía como no querer  comentar el tema – lo estuve, pero me salió mal y ahora me quedan dos hijos frutos de aquella relación pero mi marido desapareció.
-        ¡Como que desapareció! ¿no sabe nada de él?
-        No – la joven siguió estirando las sábanas para no mirar directamente a Juan – es una historia muy larga que me hizo casi volverme loca, pero afortunadamente ya ha pasado y estoy mas tranquila
-        Perdone si la ha molestado
-        No, no te preocupes, ya no me importa, lo único que pasa es que cuando veo a una pareja como vosotros me dais mucha envidia. A mi no me salió bien, pero no pasa nada. Bueno, venga, luego si tengo un ratito vuelvo y os cuento mas cosas pero ahora tengo que seguir repartiendo la medicación que si no llegan las comidas y no tenéis las pastillas
-        Pues hasta luego
-        Adiós

Juan se sentó en una silla al lado de la cama y tomó la mano de su mujer entre las suyas. Se quedó mirando un hematoma que presentaba en el dorso de su mano, justo al lado donde un catéter se introducía en una vena a través de la piel.

-        ¡Menudo hematoma!
-        Me han dicho que eso es normal porque tomo las pastillas esas que me mandaron para la circulación y le pasa a todo el mundo
-        Vaya faena
-        Pero no me duele nada
-        Pues mejor

Desde que había llegado, Juan evitaba mirar a su mujer por miedo a emocionarse y a propósito no levantaba la vista de la mano de Ana, la acariciaba con cariño y poco a poco fue subiendo su mirada a través de su brazo hasta encontrarse con sus ojos. Ella le miraba afectuosamente sabiendo, porque se conocían desde hacía muchos años, lo que estaba pensando y las emociones que pasaban por su cabeza

-        ¿Qué tal te has organizado en casa? – preguntó Ana
-         Bien, muy bien.
-        ¿Has desayunado?
-        Claro
-        Pero no has tomado tostadas con miel ¿a que no?
-        ¿Y tú porqué lo sabes?
-        Por que seguro que no has encontrado el tostador
-        Tampoco lo he buscado – Juan no quería reconocer que lo había buscado y no tenía ni idea donde estaba – porque había biscotes de esos de paquete y los tomé con mermelada
-        ¿Y te calentaste tú solo la leche? – Ana le interrogaba con ojos pícaros
-        ¿Quieres que reconozca que soy una nulidad para las tareas del hogar?
-        No hombre, tampoco es eso, pero no te veo de amito de casa
-        A veces no hay mas remedio
-        Mañana por la mañana va María y ya limpia.
-        Estupendo – Juan resopló con tranquilidad – menos mal, porque hasta poner el microondas llego, pero de ahí no paso
-        ¿Te das cuenta como tenía razón cuando te decía que debías aprender a poner la lavadora o el friegaplatos?
-        Pero no me estás diciendo que mañana va María, pues que lo ponga ella.

Ana intentó cambiarse de posición en la cama notando un dolor agudo que hizo que moviera la cabeza en un gesto de contrariedad. No tenía ninguna molestia si no intentaba moverse, pero al menor movimiento notaba como si algo se rompiera por dentro. Toda la noche había estado igual, quieta como una momia, pero las enfermeras la animaban a mover un poco las piernas para evitar los coágulos de sangre y Ana trataba de seguir sus indicaciones aunque le resultaba doloroso. Juan se acercó y le ajustó unas almohadas que tenía a ambos lados de la pierna izquierda

-        ¿Quieres que llame a la enfermera?
-        No, déjalo que tienen mucho trabajo y lo mío con estarme quieta se me pasa.

Juan repasó con la mirada las camas de la UVI y apreció que para ocho camas había tres enfermeras, dos auxiliares y un celador, bueno ocho camas que veía desde su asiento pero no sabía si habría mas, le parecía que no, pero no tenía la absoluta seguridad que así fuera. En ese momento, en el pequeño control solo estaba una sentada delante de lo que tenía toda la pinta de ser una fila de monitores desde donde controlaba las constantes de todos los que estaban ingresados. Tres camas estaban vacías, en otras tres los pacientes parecía que no estuvieran especialmente mal, sobre todo, uno que estaba en el box número dos leyendo tranquilamente el periódico con expresión serena. En la cama justo de enfrente de la de su mujer, una señora mayor estaba completamente dormida y una mas para allá un hombre joven tenía un tubo en la boca y la cabeza ladeada. El último box estaba ocupado por un hombre al que no le veía la cara, pero que debía estar bastante mal y  dos enfermeras se encontraban en los laterales de la cama cambiándole alguna vía y ajustándole una especie de muñequeras que le mantenían con los brazos extendidos.

-        Menudo panorama – Juan volvió a mirar a su mujer – las enfermeras tienen toda la pinta que no
 Paran ¿verdad?
-        Tienen sus momentos. Por ejemplo – Ana miró a la señora de enfrente – aquella se ha pasado la mitad de la noche pidiendo sus gafas y hasta que no ha llegado una auxiliar y se las ha puesto no se ha dormido, pero luego no se ha movido hasta ahora. El que si está mal es el del fondo, parece ser que ha tenido un infarto y esta noche no las ha dejado ni sentarse, pero, según me contó una auxiliar, esta noche ha sido de las malas
-        Claro, dependerá de las camas que estén ocupadas
-        No lo se, pero esta noche por lo menos por lo menos tres camas estaban vacías y con un poco de suerte, dentro de un rato se quedan otras dos porque a algunos operados de ayer posiblemente nos manden a la planta en cuanto pase visita el Médico
-        ¿A ti te pasan hoy a planta?
-        No lo se, ya te digo que eso depende del Médico, pero parece ser que es lo normal, pasas la primera noche aquí para que te despiertes bien de la anestesia y si estás bien no hace falta que estés aquí mas tiempo
-        Bueno,  se verá.

Juan se entretuvo mirando a los otros pacientes que no parecía que estuvieran preocupados porque alguien los vigilara y a los pocos minutos apareció el Médico. Era un hombre joven, con una bata blanca algo arrugada, pijama verde, fonendoscopio al hombro, pelo moreno algo despeinado, alto, sonriente y con prisas a tenor de la velocidad con la que pasaba por las distintas camas. Saludaba uno a uno a cada paciente por su nombre, mientras una enfermera le daba la historia clínica correspondiente. Pasaba las hojas con rapidez, escribía algo en cada una e inmediatamente pasaba al siguiente paciente.

-        ¿Qué tal Ana? ¿Cómo ha pasado la noche?
-        Bien
-        ¿Tiene dolores?
-        Solo si me muevo
-        Ya – el Dr. Lopez Yague, según constaba en el bolsillo superior de la bata, se puso el fonendo en sus orejas y con lentitud estuvo auscultando a Ana recorriendo la parte anterior de su tórax y después la espalda haciéndola respirar profundamente – está muy bien, no parece que esté operada de ayer. ¿Puede mover la pierna

Ana lo intentó con la ayuda del Médico moviendo un poco la pierna izquierda. El Doctor la animó a mover un poco más

-        Me duele – comentó Ana con un rictus de dolor
-        Ya lo se, pero no hay mas remedio. Nosotros hemos hecho nuestro trabajo y ahora le toca a usted. Tiene que intentar levantar la pierna para que no pierda este músculo – le señaló con el fonendo por encima de la rodilla – y como lo tiene que hacer, cuanto antes empiece, antes termina ¿de acuerdo?
-        Si
-        ¿Me promete que lo va a intentar?
-        ¡Que remedio!
-         Bien, entonces si me lo promete, creo que la pueden llevar a planta
-        Usted decide, Doctor.
-        Yo creo que si – el Dr. Yague – firmó unos papeles y devolvió la historia a la enfermera que la introdujo en un pequeño carro – Mañana nos vemos. Adiós
-        Perdone, Doctor – Juan se puso de pié – cuando se podrá ir a casa
-        No corra, caballero – el joven Médico le dirigió una sonrisa – en esto de la cirugía hay que hablar cada día y adelantar acontecimientos no sirve para nada
-        No, si yo solo era por hacerme una idea
-        ¡Que pasa! ¿que no puede vivir sin ella?
-        La verdad es que se hace muy duro llegar a casa y no encontrar a nadie
-        Yo le entiendo, pero no me atrevo a decirle cuando se irá, pero parece que es una mujer fuerte y si todo continúa igual, espero que en cuatro o cinco días pueda llevársela
-        Muchas gracias por todo, Doctor
-        Nada hombre, para eso estamos, vienen enfermos y procuramos que salgan sanos.
-        Y casi siempre lo consiguen
-        No se fié – al Médico se le notaba que estaba contento con la evolución – algunos dicen que se curan a pesar de los Médicos
-        Ya sabe el dicho popular ¡hay gente pa tó! – sentenció Juan

Una pequeña infección superficial en la herida quirúrgica obligó a Ana a permanecer casi quince días en el Hospital. Comenzó a realizar pequeñas movilizaciones, al principio en la cama y después la bajaban al gimnasio en silla de ruedas y daba pequeños pasos sujetándose en unas barras paralelas. Por la tarde, primero la siesta, luego con Juan  sentada en un sillón y así pasaban las tediosas horas del hospital. Cuando Juan llegaba a su casa, casi era de noche y sentado en la terraza veía pasar otro día sobre su piel,  a continuación una pastilla para dormir, un sándwich de jamón y queso, un vaso de leche caliente y así  hasta el día siguiente en que se levantaba tarde, comía en la tasca del pueblo, tomaba café en el bar que presidía la plaza y esperaba al taxi en la esquina de la calle principal para que lo llevara al Hospital y al atardecer vuelta a casa, sándwich, pastilla y otra vez a dormir cuando la noche se hacía la dueña de todo.

Una tarde y casi por sorpresa el Dr. Yague, después de explorar con detenimiento a Ana, le dijo que al día siguiente le daría el alta con la obligación de caminar todos los días una hora, ponerse unas inyecciones para evitar la trombosis venosa y caminar siempre con medias elásticas y la promesa la cumplió en cuanto pasó visita

-  Muy bien, Ana –el Médico le dio unos golpecitos pequeños en la zona operada – por fin, llegó el gran día. ¡Se puede ir a su casa! y en un mes la reviso en la consulta
- Muy bien – Ana se emocionó, sabía que ese día llegaría pero se emocionó como ya sabía que le iba a pasar – muchas gracias por todo
-  De nada y ya sabe, Ana, todos los días se agarra del brazo de Don Juan y a caminar ¿de acuerdo?
-  De acuerdo
- Si no le importa, pida hora a la secretaría y lo dicho, en un mes la espero y ya tiene que venir sin muletas
-  ¡Sin muletas!
-  Claro, no va a estar toda la vida de pareja con los bastones, ¿no le llega con esta pareja que tiene?
-  Hombre, Doctor, no me compare con unas muletas – Juan soltó una carcajada.
-  No se si lo será o no, pero desde luego si que tiene que contar con su ayuda
-  Eso está hecho.
-  Adiós – contestaron al unísono el matrimonio.

4 comentarios:

  1. Que bien, Ana vuelve a casa. Esperemos que se recupere del todo
    Que paseis un buen puente !!!!
    Hasta el próximo
    Bss

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  2. El Tío Javier Belas28 de abril de 2013, 2:05

    Muy bien. Estoy aprendiendo mucho sobre hospitales. Me alegro que Ana ya esté en casa y espero que Juan la cuide mucho. Seguro que sí.
    Adiós. Hasta después del puente.

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  3. Como se nota que en los hospitales estas cómodo, se ve todo mucho más fluido :)

    Siii...se que voy retrasado, calma que sigo!

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  4. Bueno, todo va saliendo bien....Ana ya se va para casa y ahora a recuperarse poco a poco... Voy a por el siguiente porque voy atrasadisima....Besos.

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