Queridos blogueros/as: Otro capitulo mas y parece que esto se va animando aunque no se cuando la tal Sofía llegará al pueblo porque, si me descuido cuento su parto en Soria, pero bueno, antes o despuès, llegando.
Es una pena que Blanqui, una de mis hermanas un poco mas mayor que yo, o Conchita, otra de mis hermanas un poco mas pequeña, todavía me quedan cinco hermanos mas ¡no os vayáis a creer! como decía es una pena que no sean blogueras porque posiblemente se vean reflejadas en este capitulo. Yo me debí de imaginar la Escuela de Enfermeras de San Francisco de Asís de esta manera cuando lo escribí, aunqu eme gustaría que me lo confirmaran o no se parecía en nada, no lo se.
Bueno, hasta el próximo capitulo que hace "calorcico" y me voy a la piscina
Un abrazo para todos/as
Tino Belas
CAPITULO
5.-
Sofía
había nacido en el seno de una familia acomodada de Soria. Su padre Don Ernesto
Rotario también era de Soria y desde que terminó la carrera siempre había sido
el Médico de Cabecera para muchas familias. Era un hombre amable, tremendamente
trabajador y dotado de un importante
sentido común. En su consulta hablaba mucho y recetaba poco. Amigo de sus
amigos y conocido por la mayoría de los sorianos, había sido, además de Médico,
el Presidente del Numancia Club de fútbol, equipo de la capital de toda la
vida, y se había hecho todavía mas conocido cuando el Numancia se enfrentó al
Barcelona en la Copa del Rey y además le ganó en el campo de Los Pajaritos,
aunque luego perdió, como era lógico en el Nou Camp.
Don
Ernesto Rotario y su mujer Doña Sofía Lopez tuvieron tres hijos: Ernesto el
mayor al que todo el mundo le conocía por Ernestin, Sofía la segunda y una
tercera Rosina que había venido sin buscarla cuando el matrimonio Rotario se
hubiera quedado tranquilamente con su parejita.
Estos
niños se habían criado en un buen ambiente, disfrutaron de buenos colegios con
excelentes profesores, que los embaucaron en la sistemática del estudio diario
y su infancia y adolescencia había sido feliz.
Pequeños
acontecimientos habían variado la monotonía en la vida de esta familia y el
primero fue, esperado pero traumático, cuando Ernestin se tuvo que ir a Madrid
a estudiar Medicina. Era como romper una familia y supuso unos meses de una
cierta conflictividad que se solucionó cuando entre todos decidieron que
aquello no era motivo como para romper la unidad familiar y lo único sería que
durante unos años Ernestin solo volvería a casa por vacaciones que era motivo
de preocupación pero que tampoco era para tanto.
Un poco
mas traumático, quizás por menos esperado, fue cuando Sofía decidió que también
se quería ir a Madrid. Habían pasado casi dieciséis años y se acordaba como si fuera ayer. Al
principio su padre se encerró en su despacho y no quería saber nada del tema,
pero su madre con paciencia lo fue
convenciendo y así Sofía se pudo matricular en la Escuela de Enfermeras de San
Francisco de Asís. Fueron tres años maravillosos en los que Sofía disfrutó de
sus dieciocho años, conoció mucha gente, salió con algunos chicos y lo más
importante era que soltó los fuertes lazos que la hacían permanecer pegada al
lado de sus padres.
El
primer día fue tremendo. Sofía estaba ilusionada, pero a la vez muerta de
miedo. Era la primera vez que salía de casa y estaba hecha un lío, por una
parte felicidad y por otra una enorme responsabilidad. La Clínica se podía
parecer a la que conocía de Soria, quizá un poco mas grande y como mas nueva,
pero lo que mas le gustó fue llegar al chalet donde estaba el internado que no
era en la Clínica pero estaba pegado. Era una casa grande, típica residencia de estudiantes, con un dormitorio
corrido en el que dormirían las treinta nuevas y otros dos donde se alojaban
las de segundo y tercero. Eso estaba como en el sótano, las habitaciones eran
como celdas de clausura en el que las paredes eran paneles de madera y por todo
mobiliario un armario y una mesa con tres cajones. El pasillo era grande y al
fondo estaban los lavabos que se distribuían en una larga hilera con seis
duchas al fondo. En el primer piso estaba la entrada principal con una especie
de recepción pequeña con una centralita de teléfono de esas de clavijas y un
gran distribuidor de llaves donde en cada casilla se depositaba la llave y el
correo de cada interna. Todo el resto era un enorme hall con diferentes
tresillos haciendo como rincones, mesas auxiliares con lamparitas con pantallas
con motivos marineros y al final una especie de barra donde les dispensaban
bebidas no alcohólicas. En la planta superior estaban las clases con asientos
individuales y una tabla que se levanta
para escribir, amplias pizarras que enmarcaban enormes ventanales y sobre todo,
luz, mucha luz.
Sofía
llegó con tiempo porque a su padre no le gustaba llegar tarde a ningún sitio y
fue su madre quien la acompañó al dormitorio a deshacer la maleta. Fue
colocando cada cosa en su sitio mientras su madre aprovechaba para darle los
últimos consejos
- Piensa que es un esfuerzo muy importante para
nosotros y lo que tienes que hacer es ser responsable y estudiar para ser
una buena enfermera.
- Ya sabes Mamá que lo voy a hacer
- Ya lo se, pero mi obligación como madre es
recordártelo y también que sepas que dieciocho años solo se tienen una vez y
tienes derecho a disfrutarlos. Estoy segura que vas a seguir igual que en el
colegio, compatibilizando bien el estudio y la diversión que es lo que te
aconsejo.
- Te
prometo Mamá que no voy a cambiar.
- Cambia, hija, cambia, hazte mayor, se tú
misma y verás como te encontrarás a gusto. No te asuste cambiar y seguro que
cambiarás porque no es lo mismo estar en casa con Papá y Mamá todo el día
pendiente de lo que haces y lo que dejas de hacer que quedarte sola en Madrid
- Pues yo espero no cambiar
- Ya te digo – Sofía madre miró por la aquel
pequeño cubículo para comprobar si estaba todo en su sitio – diviértete todo lo
que puedas, pero también estudia y ya se que eso lo sabes hacer porque es lo
que has hecho hasta ahora, o sea, que no me preocupa especialmente. Lo que si
que quiero – Sofía madre volvió a mirar a los ojos de su hija mientras le
retiraba un mechón de pelo que le caía sobre la frente – es que durante estos
tres cursos conozcas a otros chicos y los compares con Javier
- Seguro que no voy a encontrar ninguno igual,
Mamá
- Me parece muy bien y si es así entonces ya
sabrás seguro que es el hombre con el que quieres compartir tu vida y nosotros
encantados, pero siempre que pase un tiempo.
- Para eso me he venido ¿no?
- Por lo menos es el argumento que he utilizado
yo con tu padre para que consintiera que su Sofía nos dejase unos años
- Tampoco exageres, Mamá que esto es Madrid y
en tres horas estoy en Soria
- Ya, pero –
Sofía madre escondió un poco la cara para que su hija no la viera llorar
– para nosotros es muy duro.
- Pero ¿no me acabas de decir hace un momento
que es lo mejor para mi?
- Estoy segura que si, pero de todas maneras
sigue siendo muy duro.
- Venga, no llores que en dos semanas estoy en
casa otra vez
- Tienes razón – Sofía madre se limpió una
lágrima con la punta de un pañuelo -¿Has terminado de ordenar todo?
- Si
- Entonces, si te parece vamos arriba que tu
padre está solo.
- Vamos
Subieron
la escalera y en la barra del fondo del hall estaba el padre departiendo
amigablemente con un señor, más o menos, de su quinta, que se reía a mandíbula
batiente
- ¿Cómo es posible que te acuerdes de tantas
cosas?
- Perdona Manolo – Don Ernesto le presentó a su
mujer y a su hija – Sofía, mi mujer y Sofía, mi hija.
El Dr.
Santos besó la mano de Sofía madre y dio la mano a Sofía hija
- Encantado, Señora, soy Manolo Santos
compañero de su marido cuando éramos estudiantes en la Facultad de Medicina de
Zaragoza.
- ¡Que casualidad! ¿verdad?
- El mundo es un pañuelo – contestó Sofía madre
- Y usted que lo diga – El Dr. Santos pasó un
brazo por encima del hombro de su antiguo amigo – parece que fue ayer y ya han
pasado veinte años desde entonces
- Veintidós, Manolo, veintidós
- ¡Que barbaridad! Pero bueno, lo importante es
que estamos bien y podemos contarlo
- Eso, si.
- Me estaba diciendo tu marido que os va muy
bien en Soria
- Si, bueno, ya sabes, el ser de allí facilita
mucho las cosas
- Y Ernesto que es muy buena gente. Por lo
menos era un fenómeno
- No sigas por ahí que me voy a poner colorado
– El Dr. Rotario bebió de una copa de vino blanco que sostenía con su mano
derecha
- Entonces ¿esta jovencita es vuestra hija?
- Si –
contestaron los padres
- Muy bien – El Dr. Santos le dedicó una amplia
sonrisa – los siento pero yo voy a ser tu Jefe de Estudios y basta que seas vos
quien sois para que te trate con todo el cariño del mundo, pero has venido, ya
se que no está bien que lo diga yo pero es la verdad, has venido a la mejor
Escuela de Enfermería de Madrid y para llegar a ese puesto, como puedes
suponer, tenemos que ser muy exigentes. Sabemos la ilusión que tenéis por ser
enfermeras y nuestra obligación es ayudaros para que lo consigáis, pero
nosotros solo os ponemos en el buen camino, pero sois vosotras con vuestro
esfuerzo las que tenéis que continuarlo, si no, no hacemos nada.
- Yo vengo dispuesta a aprovechar el tiempo
- Me parece muy bien y es como debe de ser,
pero para la mayoría de vosotras Madrid es una novedad y tendréis que tener
cuidado porque lo mismo que es una ciudad maravillosa, donde hay miles de
sitios para ir, también es una ciudad fatal para todos aquellos, sobre todo
jóvenes, que se dejen llevar por la corriente. Es muy fácil caer en la
tentación de salir y salir y eso aquí si que está controlado y para mi que ese
es el éxito de esta escuela, porque enseñar hay muchas escuelas que enseñan,
pero la disciplina que se tiene aquí no la hay en ninguna otra. Es mas – El Dr.
Santos manifestaba abiertamente su satisfacción – gracias a la influencia de
algunos, entre los que afortunadamente me encuentro, hemos conseguido que
todas, absolutamente todas las alumnas estén internas, con lo que todas tienen
el mismo horario y las mismas posibilidades de planificar sus estudios.
- ¿Las que viven en Madrid, también están
internas? – preguntó con extrañeza Sofía hija.
- Si, si, ya te digo que todas las alumnas
están internas, la diferencia es que las de aquí, cuando llega el sábado por la
mañana, en media hora están en sus casas y a vosotras os lleva algo mas de
tiempo, pe luego todo se arregla, incluso mucho fines de semana te irás a casa
de alguna amiga y te evitas el viaje hasta Soria
- Yo pienso ir todos los fines de semana.
- La niña tiene un novio en Soria ¿verdad?
Los
padres de Sofía asintieron con la cabeza
- Eso está bien, pero si me admites un consejo,
vete avisándole que algún fin de semana te quedarás aquí porque en Madrid hay
mucha marcha y para gente joven mucha más.
- Se lo diré – Sofía se rió – pero no creo que
le parezca muy bien.
- No mujer - el Dr. Santos puso cara de no
haber roto un plato en su vida - tampoco se trata de martirizar al pobre
hombre, pero siempre te puedes inventar una guardia o cualquier otra excusa y
te vas de marcha con las de aquí, ya te digo que Madrid será lo que sea pero
para divertirse es un sitio fenomenal.
- Pero tú como le dices esas cosas – el padre
de Sofía también quería intervenir
- Venga Ernesto ¿te has olvidado como lo
pasamos en Zaragoza?
- No, no, aquellos años fueron los mejores de
mi vida, la pena es que no se puedan repetir
- Pues por eso hay que aprovecharlos. Hay que
divertirse y estudiar
- Eso mismo le acabo de decir mientras
deshacíamos la maleta – ahora era el turno de Sofía madre – dieciocho años se
tienen una vez y si se pasan se pasaron, porque lo único seguro es que no
vuelven
- Eso es verdad.
- Bueno, Manolo, lo siento pero nos tenemos que
ir porque si no se mete la noche y eso de conducir con las luces a mi no me
gusta nada
- No os preocupéis, yo tengo que seguir
atendiendo a las familias que llegan. Hasta luego
El Dr.
Santos se perdió en lo que empezaba a ser un maremagnum de maletas, familiares,
lágrimas y recomendaciones de última hora. Sofía hija se abrazaba a su madre como tratando que los minutos se
hicieran mas largos. No quería llorar pero sabía que iba a ser inevitable. El
padre se dio cuenta de la situación y apremiaba a Sofía madre para que
abreviara.
- Bueno, hijita – Sofía madre tampoco tenía
mayor interés en ocultar sus lágrimas – ya sabes lo que te he dicho se
responsable, con eso será mas que suficiente.
- Lo seré, mamá.
- En cuanto lleguemos a Soria te llamamos
- Muy bien.
- Adiós
- Adiós – el padre le dio un beso en la mejilla
– estudia y ya verás como el tiempo pasa enseguida y en cuanto te quieras dar
cuenta serás toda una enfermera.
- Adiós, papá.
Muy buena la descripción de la escuela de enfermería y de las relaciones padres hija. Sofía se hará enfermera y ..........? Intriga.
ResponderEliminarSerá casualidad pero tenemos una nueva Sofía en la familia. ¿Será también enfermera?...Intriga.
Buen verano a todos.
Este capítulo lo estoy leyendo en el iPad de Jesus pues estamos pasando unos días en Cartagena, disfrutando de la playa y del agua calentita del Mediterráneo. Me gusta la historia de Sofía pero se me ha hecho muy corto, deseando que llegue el sábado que viene para seguir leyendo esta historia !!!!!!! A ver que pasa ¡¡¡¡¡ Besos.
ResponderEliminarQue cortito !!!!. Me encanta esta historia; es real como la vida misma. Lo he vivido con una amiga mía que se hizo enfermera en La Concepción.
ResponderEliminarAinsssss que ganas del próximo capítulo