sábado, 14 de julio de 2012

LA ENFERMERA RURAL CAPITULO 5


 Queridos blogueros/as: Otro capitulo mas y parece que esto se va animando aunque no se cuando la tal Sofía llegará al pueblo porque, si me descuido cuento su parto en Soria, pero bueno, antes o despuès, llegando. 
Es una pena que Blanqui, una de mis hermanas un poco mas mayor que yo, o Conchita, otra de mis hermanas un poco mas pequeña, todavía me quedan cinco hermanos mas ¡no os vayáis a creer! como decía es una pena que no sean blogueras porque posiblemente se vean reflejadas en este capitulo. Yo me debí de imaginar la Escuela de Enfermeras de San Francisco de Asís de esta manera cuando lo escribí, aunqu eme gustaría que me lo confirmaran o no se parecía en nada, no lo se.
Bueno, hasta el próximo capitulo que hace "calorcico" y me voy a la piscina
Un abrazo para todos/as
Tino Belas


CAPITULO 5.-

Sofía había nacido en el seno de una familia acomodada de Soria. Su padre Don Ernesto Rotario también era de Soria y desde que terminó la carrera siempre había sido el Médico de Cabecera para muchas familias. Era un hombre amable, tremendamente trabajador y dotado de  un importante sentido común. En su consulta hablaba mucho y recetaba poco. Amigo de sus amigos y conocido por la mayoría de los sorianos, había sido, además de Médico, el Presidente del Numancia Club de fútbol, equipo de la capital de toda la vida, y se había hecho todavía mas conocido cuando el Numancia se enfrentó al Barcelona en la Copa del Rey y además le ganó en el campo de Los Pajaritos, aunque luego perdió, como era lógico en el Nou Camp.

Don Ernesto Rotario y su mujer Doña Sofía Lopez tuvieron tres hijos: Ernesto el mayor al que todo el mundo le conocía por Ernestin, Sofía la segunda y una tercera Rosina que había venido sin buscarla cuando el matrimonio Rotario se hubiera quedado tranquilamente con su parejita.

Estos niños se habían criado en un buen ambiente, disfrutaron de buenos colegios con excelentes profesores, que los embaucaron en la sistemática del estudio diario y su infancia y adolescencia había sido feliz.

Pequeños acontecimientos habían variado la monotonía en la vida de esta familia y el primero fue, esperado pero traumático, cuando Ernestin se tuvo que ir a Madrid a estudiar Medicina. Era como romper una familia y supuso unos meses de una cierta conflictividad que se solucionó cuando entre todos decidieron que aquello no era motivo como para romper la unidad familiar y lo único sería que durante unos años Ernestin solo volvería a casa por vacaciones que era motivo de preocupación pero que tampoco era para tanto.

Un poco mas traumático, quizás por menos esperado, fue cuando Sofía decidió que también se quería ir a Madrid. Habían pasado casi dieciséis  años y se acordaba como si fuera ayer. Al principio su padre se encerró en su despacho y no quería saber nada del tema, pero su  madre con paciencia lo fue convenciendo y así Sofía se pudo matricular en la Escuela de Enfermeras de San Francisco de Asís. Fueron tres años maravillosos en los que Sofía disfrutó de sus dieciocho años, conoció mucha gente, salió con algunos chicos y lo más importante era que soltó los fuertes lazos que la hacían permanecer pegada al lado de sus padres.

El primer día fue tremendo. Sofía estaba ilusionada, pero a la vez muerta de miedo. Era la primera vez que salía de casa y estaba hecha un lío, por una parte felicidad y por otra una enorme responsabilidad. La Clínica se podía parecer a la que conocía de Soria, quizá un poco mas grande y como mas nueva, pero lo que mas le gustó fue llegar al chalet donde estaba el internado que no era en la Clínica pero estaba pegado. Era una casa grande, típica  residencia de estudiantes, con un dormitorio corrido en el que dormirían las treinta nuevas y otros dos donde se alojaban las de segundo y tercero. Eso estaba como en el sótano, las habitaciones eran como celdas de clausura en el que las paredes eran paneles de madera y por todo mobiliario un armario y una mesa con tres cajones. El pasillo era grande y al fondo estaban los lavabos que se distribuían en una larga hilera con seis duchas al fondo. En el primer piso estaba la entrada principal con una especie de recepción pequeña con una centralita de teléfono de esas de clavijas y un gran distribuidor de llaves donde en cada casilla se depositaba la llave y el correo de cada interna. Todo el resto era un enorme hall con diferentes tresillos haciendo como rincones, mesas auxiliares con lamparitas con pantallas con motivos marineros y al final una especie de barra donde les dispensaban bebidas no alcohólicas. En la planta superior estaban las clases con asientos individuales y una  tabla que se levanta para escribir, amplias pizarras que enmarcaban enormes ventanales y sobre todo, luz, mucha luz.

Sofía llegó con tiempo porque a su padre no le gustaba llegar tarde a ningún sitio y fue su madre quien la acompañó al dormitorio a deshacer la maleta. Fue colocando cada cosa en su sitio mientras su madre aprovechaba para darle los últimos consejos
-  Piensa que es un esfuerzo muy importante para nosotros y lo que tienes que hacer es ser responsable y estudiar para ser una  buena enfermera.
-  Ya sabes Mamá que lo voy a hacer
-  Ya lo se, pero mi obligación como madre es recordártelo y también que sepas que dieciocho años solo se tienen una vez y tienes derecho a disfrutarlos. Estoy segura que vas a seguir igual que en el colegio, compatibilizando bien el estudio y la diversión que es lo que te aconsejo.
-  Te  prometo Mamá que no voy a cambiar.
-  Cambia, hija, cambia, hazte mayor, se tú misma y verás como te encontrarás a gusto. No te asuste cambiar y seguro que cambiarás porque no es lo mismo estar en casa con Papá y Mamá todo el día pendiente de lo que haces y lo que dejas de hacer que quedarte sola en Madrid
-  Pues yo espero no cambiar
-  Ya te digo – Sofía madre miró por la aquel pequeño cubículo para comprobar si estaba todo en su sitio – diviértete todo lo que puedas, pero también estudia y ya se que eso lo sabes hacer porque es lo que has hecho hasta ahora, o sea, que no me preocupa especialmente. Lo que si que quiero – Sofía madre volvió a mirar a los ojos de su hija mientras le retiraba un mechón de pelo que le caía sobre la frente – es que durante estos tres cursos conozcas a otros chicos y los compares con Javier
-  Seguro que no voy a encontrar ninguno igual, Mamá
-  Me parece muy bien y si es así entonces ya sabrás seguro que es el hombre con el que quieres compartir tu vida y nosotros encantados, pero siempre que pase un tiempo.
-  Para eso me he venido ¿no?
-  Por lo menos es el argumento que he utilizado yo con tu padre para que consintiera que su Sofía nos dejase unos años
-  Tampoco exageres, Mamá que esto es Madrid y en tres horas estoy en Soria
-  Ya, pero –  Sofía madre escondió un poco la cara para que su hija no la viera llorar – para nosotros es muy duro.
-  Pero ¿no me acabas de decir hace un momento que es lo mejor para mi?
-  Estoy segura que si, pero de todas maneras sigue siendo muy duro.
-  Venga, no llores que en dos semanas estoy en casa otra vez
-  Tienes razón – Sofía madre se limpió una lágrima con la punta de un pañuelo -¿Has terminado de ordenar todo?
-  Si
-  Entonces, si te parece vamos arriba que tu padre está solo.
-  Vamos

Subieron la escalera y en la barra del fondo del hall estaba el padre departiendo amigablemente con un señor, más o menos, de su quinta, que se reía a mandíbula batiente
-  ¿Cómo es posible que te acuerdes de tantas cosas?
-  Perdona Manolo – Don Ernesto le presentó a su mujer y a su hija – Sofía, mi mujer y Sofía, mi hija.

El Dr. Santos besó la mano de Sofía madre y dio la mano a Sofía hija
-  Encantado, Señora, soy Manolo Santos compañero de su marido cuando éramos estudiantes en la Facultad de Medicina de Zaragoza.
-  ¡Que casualidad! ¿verdad?
-  El mundo es un pañuelo – contestó Sofía madre
-  Y usted que lo diga – El Dr. Santos pasó un brazo por encima del hombro de su antiguo amigo – parece que fue ayer y ya han pasado veinte años desde entonces
-  Veintidós, Manolo, veintidós
-  ¡Que barbaridad! Pero bueno, lo importante es que estamos bien y podemos contarlo
-  Eso, si.
-  Me estaba diciendo tu marido que os va muy bien en Soria
-  Si, bueno, ya sabes, el ser de allí facilita mucho las cosas
-  Y Ernesto que es muy buena gente. Por lo menos era un fenómeno
-  No sigas por ahí que me voy a poner colorado – El Dr. Rotario bebió de una copa de vino blanco que sostenía con su mano derecha
-  Entonces ¿esta jovencita es vuestra hija?
- Si – contestaron los padres
-  Muy bien – El Dr. Santos le dedicó una amplia sonrisa – los siento pero yo voy a ser tu Jefe de Estudios y basta que seas vos quien sois para que te trate con todo el cariño del mundo, pero has venido, ya se que no está bien que lo diga yo pero es la verdad, has venido a la mejor Escuela de Enfermería de Madrid y para llegar a ese puesto, como puedes suponer, tenemos que ser muy exigentes. Sabemos la ilusión que tenéis por ser enfermeras y nuestra obligación es ayudaros para que lo consigáis, pero nosotros solo os ponemos en el buen camino, pero sois vosotras con vuestro esfuerzo las que tenéis que continuarlo, si no, no hacemos nada.
-  Yo vengo dispuesta a aprovechar el tiempo
-  Me parece muy bien y es como debe de ser, pero para la mayoría de vosotras Madrid es una novedad y tendréis que tener cuidado porque lo mismo que es una ciudad maravillosa, donde hay miles de sitios para ir, también es una ciudad fatal para todos aquellos, sobre todo jóvenes, que se dejen llevar por la corriente. Es muy fácil caer en la tentación de salir y salir y eso aquí si que está controlado y para mi que ese es el éxito de esta escuela, porque enseñar hay muchas escuelas que enseñan, pero la disciplina que se tiene aquí no la hay en ninguna otra. Es mas – El Dr. Santos manifestaba abiertamente su satisfacción – gracias a la influencia de algunos, entre los que afortunadamente me encuentro, hemos conseguido que todas, absolutamente todas las alumnas estén internas, con lo que todas tienen el mismo horario y las mismas posibilidades de planificar sus estudios.
-  ¿Las que viven en Madrid, también están internas? – preguntó con extrañeza Sofía hija.
-  Si, si, ya te digo que todas las alumnas están internas, la diferencia es que las de aquí, cuando llega el sábado por la mañana, en media hora están en sus casas y a vosotras os lleva algo mas de tiempo, pe luego todo se arregla, incluso mucho fines de semana te irás a casa de alguna amiga y te evitas el viaje hasta Soria
-  Yo pienso ir todos los fines de semana.
-  La niña tiene un novio en Soria ¿verdad?

Los padres de Sofía asintieron con la cabeza

-  Eso está bien, pero si me admites un consejo, vete avisándole que algún fin de semana te quedarás aquí porque en Madrid hay mucha marcha y para gente joven mucha más.
-  Se lo diré – Sofía se rió – pero no creo que le parezca muy bien.
-  No mujer - el Dr. Santos puso cara de no haber roto un plato en su vida - tampoco se trata de martirizar al pobre hombre, pero siempre te puedes inventar una guardia o cualquier otra excusa y te vas de marcha con las de aquí, ya te digo que Madrid será lo que sea pero para divertirse es un sitio fenomenal.
-  Pero tú como le dices esas cosas – el padre de Sofía también quería intervenir
-  Venga Ernesto ¿te has olvidado como lo pasamos en Zaragoza?
-  No, no, aquellos años fueron los mejores de mi vida, la pena es que no se puedan repetir
-  Pues por eso hay que aprovecharlos. Hay que divertirse y estudiar
-  Eso mismo le acabo de decir mientras deshacíamos la maleta – ahora era el turno de Sofía madre – dieciocho años se tienen una vez y si se pasan se pasaron, porque lo único seguro es que no vuelven
-  Eso es verdad.
-  Bueno, Manolo, lo siento pero nos tenemos que ir porque si no se mete la noche y eso de conducir con las luces a mi no me gusta nada
-  No os preocupéis, yo tengo que seguir atendiendo a las familias que llegan. Hasta luego

El Dr. Santos se perdió en lo que empezaba a ser un maremagnum de maletas, familiares, lágrimas y recomendaciones de última hora. Sofía hija se abrazaba a  su madre como tratando que los minutos se hicieran mas largos. No quería llorar pero sabía que iba a ser inevitable. El padre se dio cuenta de la situación y apremiaba a Sofía madre para que abreviara.

-  Bueno, hijita – Sofía madre tampoco tenía mayor interés en ocultar sus lágrimas – ya sabes lo que te he dicho se responsable, con eso será mas que suficiente.
-  Lo seré, mamá.
-  En cuanto lleguemos a Soria te llamamos
-  Muy bien.
-  Adiós
-  Adiós – el padre le dio un beso en la mejilla – estudia y ya verás como el tiempo pasa enseguida y en cuanto te quieras dar cuenta serás toda una enfermera.
-  Adiós, papá.

3 comentarios:

  1. El Tío Javier Belas15 de julio de 2012, 1:45

    Muy buena la descripción de la escuela de enfermería y de las relaciones padres hija. Sofía se hará enfermera y ..........? Intriga.
    Será casualidad pero tenemos una nueva Sofía en la familia. ¿Será también enfermera?...Intriga.
    Buen verano a todos.

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  2. Este capítulo lo estoy leyendo en el iPad de Jesus pues estamos pasando unos días en Cartagena, disfrutando de la playa y del agua calentita del Mediterráneo. Me gusta la historia de Sofía pero se me ha hecho muy corto, deseando que llegue el sábado que viene para seguir leyendo esta historia !!!!!!! A ver que pasa ¡¡¡¡¡ Besos.

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  3. Que cortito !!!!. Me encanta esta historia; es real como la vida misma. Lo he vivido con una amiga mía que se hizo enfermera en La Concepción.
    Ainsssss que ganas del próximo capítulo

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