Lo que si que es curioso es que como hace tanto tiempo que escribí esta novela, ahora aparecen cosas que ni me suenan y hoy, por ejemplo, sale el nombre de un pueblo, San Pedro de Ropamío, que no tengo ni idea si existe, supongo que no, pero ¿de donde lo habrá sacado? ni idea, pero estaréis conmigo que es bonito y me lo puedo imaginar perfectamente, el típico pueblo de Castilla, con pocos habitantes, todos mayores menos un niño, una plaza central con el Ayuntamiento con un balcón del que cuelgan tres banderas, la de España, la de la Comunidad y la del Ecuador porque uno de los vecino vivía allí y mandaba dinero al Alcalde todos los meses.
Bueno, ya está bien de rollo que si me dedico un poco mas, escribo otra novela y tampoco es eso. Ahora estamos en lo que estamos.
En fin, espero que este capítulo os guste y paséis un rato agradable, mucho mejor del que pasó la Tía Conso que eso si que es mala suerte.
Un abrazo
Tino Belas
CAPITULO 6.-
Además, el paso del tiempo
hace que los peores momentos se recuerden de una manera como más dulcificada y
episodios como el de Consolación se viven como con menos dramatismo.
- Mamá, cuéntame lo de mi madrina que aquello
debió de ser tremendo ¿no?
- Si, hija, si; todavía se me ponen los pelos
de punta solo de pensar lo que pasó y la suerte que tuvimos con tu madrina
porque si no llega a reaccionar con la velocidad que lo hizo, ahora estaríamos
todavía lamentándonos que por nuestra culpa se hubiera producido una tragedia.
- Pero ¿fue para tanto? Porque tú siempre dices
que casi nos morimos intoxicados y cuando hablo con la Tía Conso parece como si
no hubiese pasado nada.
- Tu Tía Consolación siempre ha sido muy buena
con todos nosotros y por eso yo creo que
no le da importancia a lo que hizo, pero todos los que estábamos allí
sabemos que si no hubiera sido por ella, tú y tus dos primas no estaríais aquí.
- Pero que fue ¿de repente?
- Yo que sé, si casi no nos dimos cuenta.
Estábamos en San Pedro de Ropamio y hacía bastante frío. Tu padre tenía que ir
a visitar a un paciente y decidió que esperásemos en el Palomar del Tío Enrique
porque sería cuestión de poco. Nos bajamos del carro, tu padre abrió el
portalón y nos metimos en la caballeriza. Hacía un frío tremendo y entre la Tía Conso y yo
encendimos el fuego en la chimenea y nos sentamos al retortero. Vosotros erais
muy pequeños, bueno tú todavía eras algo más grande, pero la Loli y la Begoña eran dos micos que
casi ni andaban, sobre todo la
Begoña y por eso estaba en un capazo al lado de la lumbre, mientras
que vosotras dos jugabais alrededor de la mesa de piedra. En esas estábamos
cuando oímos un ruido terrible y con terror nos dimos cuenta que una parte del
techo, como a unos dos metros de donde estábamos nosotras, se estaba hundiendo.
La verdad es que en esos momentos y sin saber porqué, lo único que se te ocurre
es salir corriendo y gracias a la
Tía Conso nos salvamos todos porque en lugar de ir hacia la
puerta, nos empujó justo hacia el otro lado, donde ya no había techo y cuando
estábamos acurrucadas contra la pared se cayó el resto de tejado encima de la
puerta. Todo se llenó de polvo y entre los gritos y el susto no nos dimos
cuenta que la Tía Conso
tenía la pierna derecha atrapada por una viga.
Ana, como siempre que
escuchaba aquella historia, notaba como se le ponían los pelos de punta solo de
pensar lo que debía doler aquello y encima sin posibilidad de llamar a nadie
- Desde luego, lo tuvisteis que pasar muy mal y
vaya susto ¿no?
- Imagínate -
Doña María se acordaba de aquel día como si fuera ahora mismo – y es
curioso porque, al principio me engañó completamente, cuando decía que era
mejor no moverse para evitar que se cayera el resto de techo que todavía
quedaba en su sitio y que sonaba como si se fuera a caer de un momento a otro.
La pobre no dijo ni esta boca es mía y ni siquiera dijo que tenía el pié
atrapado cuando decía que parecía que ya había pasado el peligro y que sería
conveniente salir para buscar ayuda. – Doña María todavía sentía escalofríos
como los que sintió cuando oyó la voz de su marido que desde lejos les llamaba
con una evidente preocupación en su voz que se fue agravando todavía más según
se acercaba y se iba dando cuenta de la magnitud del derrumbe. Esa angustia se
vio incrementada cuando los lloros de los niños se hicieron más audibles y solo
se alivió cuando pudo comprobar por si mismo que todos estaban bien.
- Conso, vete saliendo por la parte del tejado
que yo creo que es lo que mejor se ha conservado – El Médico no había terminado
de dar las oportunas instrucciones cuando la Tía no pudo aguantar más la tensión y perdió el
conocimiento. Tu padre intentó tirar de ella pero su pierna derecha estaba
fuertemente atrapada por una viga grande de las del techo.
- ¿ Y no se podía levantar un poco la viga?-
Ana se ponía en situación enseguida y parecía querer resolver la situación
desde el sillón de su casa.
- Hija mía ¿qué quieres que hiciera yo? Tu
padre lo intentaba con todas sus fuerzas y aun cuando llegaron algunos vecinos
no eran capaces de levantarla del todo y eso con un riesgo grande de que se
desprendiera la poca estructura que quedaba. Mientras tanto, la Tía Consolación se
iba deteriorando y tu padre ante el cariz que estaban tomando los
acontecimientos no tuvo más remedio que aplicarle un torniquete y sacando de su
maletín una sierra de finos dientes y unas cuantas piezas de material
quirúrgico, procedió a amputar el pié cerrando el muñón con unos puntos de
colchonero que cohibían la hemorragia
- ¡Vaya trago! – Ana a
pesar de ser muchas las veces que había oído esa historia seguía sintiendo la
misma sensación de asco que el primer día y a la vez una admiración hacia su
padre por tomar la decisión y tener la valentía de hacer lo que había hecho. –
eso no lo hago yo ni por todo el oro del mundo.
- Bueno, no hay que quitarle mérito a tu padre
porque tuvo mucho valor, pero por otra parte, no había otra solución porque la
tía cada vez estaba peor y entonces no era como ahora que avisas al Médico y en
media hora están en el sitio. No, antes había que llevarla en el carro hasta
Medina y desde allí a Salamanca y desde luego no estaba para traslados. Si que
es cierto que tu padre le hizo una amputación, pero también es verdad que
gracias a eso se le salvó la vida y ella lo sabía y así está de agradecida.
- De todas maneras perder una pierna debe ser
un palo – Ana se movió incómoda en el sillón y se miraba sus dos piernas que
movía al compás - ¿te imaginas?
- Hija mía, que Dios no nos mande todo lo que
podemos aguantar porque la raza humana se adapta a todo y aguanta lo que le
echen. Pero, en fin – Doña María se levantó de su asiento – Vamos a dejarnos de
historias que son casi las siete y tu hermana me espera a esa hora en el portal
y no quiero hacerla esperar.
- Mamá, ¿ porqué no te quedas? – Ana se
agarraba al brazo de su madre como si de una despedida para siempre se tratara
y Doña María sonreía sin dejar de mirar a su hija la pequeña
- ¡ Que treatera eres! menudo lío para ti si me quedo. – Doña María
se puso un abrigo de paño, se ajustó el bolso a su antebrazo izquierdo y salió
por la puerta no sin antes recordarle a Ana que el Domingo siguiente había una
Misa por su padre en Medina del Campo con motivo del aniversario de su
fallecimiento.
Nueva historia de familia en la que Ana está muy interesada.
ResponderEliminarAdiós a todos
Me encanta recordar las historias pasadas. Comprende a Ana perfectamente
ResponderEliminarBss y hasta la próxima
Muy bueno y muy corto.... pobre Consolación y vaya par de huevos para amputarle la pierna... Seguiremos enterándonos de nuevas historias...Besos.
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